kiosco burrito y perro cerdito

lunes, 10 junio 2024. Estoy en un bar con Alberto y mi tía M. Alberto ha entrado a una parte del bar que tiene tele para ver un partido de fútbol. Mi tía quiere hacerle fotos a todo porque todo, dice, es muy pintoresco. El bar es tirando a cutre, se nota que no le han hecho ninguna reforma en cincuenta años. ¿Qué van a tomar?, pregunta el camarero. Mi tía pide dos cervezas. Me extraño. Señala con el mentón la calle y veo a mi madre en la otra acera, comprando algo en un kiosco. El kiosco también es muy pintoresco. Los lleva una familia china con varias hijas. Las niñas llevan ropa de colores. Mi tía dice que les haga una foto. Todos posan, incluida mi madre, pero la cámara (analógica) tiene un visor muy pequeño que no me deja encuadrar nada. El camarero pregunta qué tomaré yo. No sé qué pedir. Miro la hora, todavía son las once de la mañana, no sé cómo mi tía ha pedido cervezas (no beben alcohol y además es muy temprano). Por pedir algo le pido un polo Drácula. El camarero dice que entonces la tapa no pega y vacía el plato en el suelo. Mientras tanto, mi madre y mi tía se han subido al kiosco como si fuera un burrito del parque e insisten en que les haga más fotos.
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Vamos en coche a toda velocidad por el paseo marítimo. Alberto entra por la zona donde están las bicis y los niños. Me agarro muy fuerte con las uñas al asiento. Llegamos a un chalet enorme para recoger a Míchel y Sonia (se supone que es la casa de la madre de Míchel, aunque en otros sueños ha sido la casa de la madre de Juano; no es de ninguna de los dos). Aquí pasa algo raro, dice Alberto, y llama con los nudillos a una ventana estrecha horizontal. Abre Míchel. El hall está lleno de muebles y cosas que no se sabe muy bien qué son. Sobre una mesa de escritorio (idéntica a la nuestra) se apilan objetos y ropa. Míchel se sienta a comer lo que me parecen espinacas mientras esperamos a Sonia. Está todo tan lleno que dudo si darle una bolsa con libros que le he llevado. Sonia baja arreglada como para una fiesta. Contrasta con todo ese desorden. Aparece un perro muy pequeño y muy gordo de color rosa chicle. Ya os dije que era muy feo, se excusa Míchel. Le acaricio la cabeza (al perro), le digo que lo había imaginado color canela, que es muy gracioso porque parece un cerdito.