harina

martes, 11 junio 2024. Organizamos fiesta para mi sobrina Yasmina en casa de mi abuela. Todos van de un lado a otro como hormigas, pero en realidad no hace nada. Mi madre prepara cordero. Le digo que antes de dorarlo tiene que enharinarlo para que la salsa no le quede aguachirri. Al oír aguachirri se ríe como una niña. Mi abuela entra en sale de la cocina nerviosa (ella que siempre fue tranquila). Ya llegan, dice. Voy al salón comedor, les digo que se sienten y tomen algo. Mi sobrina ha dejado de alisarse el pelo, lleva sus rizos naturales, pero se los ha pintado de colores. Pareces Beyoncé, le digo. Ella se alegra mucho. Todas van muy arregladas, yo solo llevo la blusa del pijama. Le pregunto a Alberto si ha traído mi ropa. Está en el maletero, dice. Así no hay manera, pienso. Vuelvo a la cocina a ver cómo va el cordero. Mi madre dice que no hay harina pero ha encontrado esto, dice, y me enseña una especie de granos de arroz blandos que no sé si son larvas (en el paquete no pone nada). Si las aplastamos podemos hacerlas pasar por harina, dice. Me meto una en la boca, es dulce, no nos vale. Le pregunto a mi abuela si hay alguna tienda cerca. Dice que es domingo por la noche, que todo estará cerrado. Pienso en el bar de la esquina, quizá me vendan un poco. Mi abuela me da tres euros, dice que será suficiente. Salgo a toda prisa a la calle, solo con la blusa del pijama. De repente es de día. Aparece Javi. Entre los dos será más fácil, pienso. Entramos en una mercería y, antes de abrir la boca, la dependienta nos dice de malos modos que allí solo venden hilos y botones. Solo iba a preguntarle si sabe dónde hay una panadería. Ni me contesta. Javi se entretiene mirando el pueblo. Dice que es precioso. Ayuda, poca. Ahí al lado está el Mirador de Enrique Morente, vete allí y me esperas, le digo.