olvidos y cristales

lunes, 5 mayo 08. He quedado con Lucas Rodríguez en el parque de Málaga. El parque es, como siempre en mis sueños, casi una selva. Puedo oír a los niños jugando en los columpios, pero la maleza no me deja verlos. Lucas llega, y a mí se me ha olvidado lo que tenía de decirle.
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Elisa dice que está enfadada conmigo porque no la asistí en el parto. Trato de explicarle que mi única máxima en la vida es no molestar.
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En la calle, con un secador de pelo, hago que ruedo una película. Algunas personas se me acercan para contarme cosas sobre Ayllón. Les digo que no saben nada de él, que yo estuve allí y sé la verdad. Alberto me llama desde lejos, me acerco a él. Mi madre está sentada en la acera y dice que si vamos a ir a rodar a Egipto tiene que comprarse ropa nueva. Mi padre aparece en escena. Dice que por fin van a operarle de los cristales que lleva incrustados en la planta del pie.
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Mi hermana pelea conmigo por una bolsa de plástico. Le digo que la vacíe y vea que casi todo lo que hay dentro es mío. Así lo hacemos. Recojo mi ropa y unos tebeos. También un vaso con agua verdosa. No sé qué hacer con todo eso, porque en realidad no quiero nada, sólo los tebeos. Entro en el que era mi cuarto. En el suelo hay un pez, una especie de lenguado muy babosos con los ojos saltones. Llamo a mi madre a gritos. El pez entra por debajo de la puerta del cuarto secreto de mi padre. Mi madre, cuando el pez saca parte de su cuerpo, lo agarra y le pide perdón antes de matarlo.