polígrafo y pizza

lunes, 28 abril 2008. Estoy sentada junto a Isabel Pérez Montalbán. Está a punto de comenzar una lectura. Me pasa una nota diciéndome que va a leer también unos poemas míos. Siento mucha vergüenza. Pongo las manos sobre los folios para que no pueda leer mis poemas.
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Estoy en un bar abarrotado. Noto que alguien me agarra de la cintura y me arrastra fuera. Al ver que quienes me llevan son Odila y Pilar Martín Valverde, a quienes hace más de 20 años que no veo, le hago una seña a Alberto. Estoy muy feliz. Me sacan entre las dos a la calle y las abrazo. Les pregunto si han dado conmigo a través del blog de Agustín Calvo Galán. No dicen nada, se ríen. En ese momento llega Belén Rueda con un micrófono. Tengo una carta para ti, dice. Eres muy mona y muy simpática, pero como me saques en la tele te denuncio, le respondo. Alberto llega en ese momento y le cuento la encerrona que me han preparado Odila y Pilar. Belén Rueda me explica que no voy a salir en la tele, pero que por favor no la deje colgada y me someta, al menos, al polígrafo. Estamos delante de una ventana con tela metálica. A contraluz, veo que detrás de la tela hay una cámara. Me enfado muchísimo. Belén Rueda destapa el polígrafo, que está en la acera cubierto por una sábana, y veo un caimán enorme. Ahora métele el dedo en la boca y responde a mis preguntas, dice.
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Alberto dice que vamos a ir de visita a la nueva casa de Salud. Pienso que deberíamos llamar antes para ver si está, pero no digo nada. Entramos por unos caminos de arena que parecen no llevar a ningún sitio. Hay familias sentadas en sillas de playa que nos miran con mala cara. Cuando la playa se acaba, aparece un túnel en obras que da a la autovía. Al fondo se ven unas terrazas blancas. El camino parece largo pero lo hacemos en un segundo. Llegamos a un centro comercial. Salud está, casualmente, a punto de almorzar en una pizzería. Nos sentamos con ella. Empiezan a llegar personas que no conozco y se sientan con nosotros. Hay tanta gente a la mesa que no puedo despegar los brazos del cuerpo para comer. Desde la mesa de al lado, una familia me pregunta qué pueden pedir. Les explico que es la primera vez que como allí, pero que he oído que la especialidad es la pizza cuatro quesos. Después, les cuento la anécdota en la que estuve a punto de comerme una toalla. Se ríen. Cuando vuelvo a mi mesa, sólo está Salud y la mesa está vacía. ¿Dónde han ido todos?, le pregunto. Están todos aquí, ¿no los ves?, me responde.