jueves, 28 abril 2011. Estoy con toda mi familia en lo que parece la terraza de un Parador. Creo que celebramos algo. Mi hermana llega con varias amigas a las que nunca he visto. Las amigas me hacen preguntas sobre el bolso que llevo. Intento escandalizarlas con mis respuestas. Me pregunto qué estaremos celebrando, pero no digo nada, me limito a observar. Noto que mi padre está incómodo. Empieza a llover, pero nadie se mueve, siguen comiendo y bebiendo como si nada. Guardo el portátil en el bolso para que no se moje. Mi madre me echa una miradita de no-tenías-que-haberlo-traído. Nos dice que tenemos que irnos porque la mafia rusa ha llegado. Mi padre se levanta feliz. Mi madre protesta, incluso baja el director del Parador a explicarle que sólo tienen esa mesa y hay gente esperando. Miro hacia la puerta, hay una fila de niñas de comunión. Eso nos pasa por salir de casa en mayo, dice mi abuela.
+
Encima de una mesa hay un móvil de color blanco. Se enciende sólo, no sé de quién es. En la pantalla aparece un vídeo de una casa con varios ciervos de bronce en el jardín y unos niños que apedrean a quien los está grabando. El vídeo termina con esos mismo niños cantando a cámara. Pienso que lo ha grabado Andrés para mí, para que me ría, lo que no entiendo es cómo sabía que yo encontraría ese móvil y justo en ese momento.
+
Encima de una mesa hay un móvil de color blanco. Se enciende sólo, no sé de quién es. En la pantalla aparece un vídeo de una casa con varios ciervos de bronce en el jardín y unos niños que apedrean a quien los está grabando. El vídeo termina con esos mismo niños cantando a cámara. Pienso que lo ha grabado Andrés para mí, para que me ría, lo que no entiendo es cómo sabía que yo encontraría ese móvil y justo en ese momento.