casting

sábado, 23 abril 2011. Un actor de Hollywood, a quien no reconozco, ha organizado un casting en el salón de actos del que fue mi colegio. Me extraña que el suelo sea de tierra y junto a las sillas abatibles haya árboles. Empieza a llegar gente. Me llama la atención que para un mismo papel, lleguen desde señoras mayores con muletas, hasta niños de no más de siete años. Una chica se ha pintado la cara de blanco, me recuerda al Joker de Batman. En primera fila veo a Sanmartín, no comprendo qué hace allí, me siento a su lado. Lleva el pelo teñido de negro y se ha dejado bigote. ¿Crees que los malos tienen el pelo negro?, le pregunto. Sonríe. Tú nunca podrás hacer de malo, le digo. Vuelve a sonreír. Si quieres el papel tendrás que buscar todo el odio que puedas dentro de ti. Quiero a mi mujer, dice. Piensa en tu familia, ¿no odias a nadie? Dice que no. Me entran ganas de besarlo a pesar del bigote. El actor famoso pide una caja de kleenex desde el escenario. Una chica y su madre son las primeras en hacer la prueba. Sacan una especie de botijo de barro y soplan para hacer música. ¡Pero si el barro no está ni cocido!, le digo a Sanmartín sintiendo vergüenza ajena.