jueves, 7 abril 2011. Alberto, Andrés y yo estamos en lo que parece la sala de espera de una barbería. Como por arte de magia aparecen en el suelo unos sobres sorpresa apilados formando una pirámide. Alberto dice que los ha encontrado en un rastro, los mira casi orgulloso. Vamos a abrirlos, le digo. Los dos me miran como si hubiera dicho la mayor de las barbaridades. Alberto dice que prefiere conservarlos así, cerrados. Andrés asiente y me echa una miradita de có-mo-se-te-o-cu-rre. Pero si son todos iguales, insisto, abrimos uno y los demás se quedan cerrados. Nada. ¿Te acuerdas de la Tropi-Cola que me trajiste de Cuba?, pues sigue cerrada, dice Andrés. Pero eso fue en el 96, ni se te ocurra bebértela, le digo. No pensaba hacerlo, dice. Nos quedamos callados, mirando los sobres sorpresa en el suelo. Yo, preguntándome con pena si sólo llevarán soldaditos o también caballos.