tortitas

sábado, 31 diciembre 2016. Estoy en la casa de mis padres y empieza a llover. Por alguna razón tendí ropa en la terraza de la vecina. Salgo a recogerla. La casa está llena de gente desayunando. Se supone que la vecina ha convertido su casa en un hostal. También hay ropa que cuelga de las paredes del cuarto donde desayunan. La recojo intentado no molestar. Oigo sus conversaciones. Hablan de que la ultraderecha ha vuelto a ganar y los nazis llegarán pronto. Pienso que lo mejor sería irme a otro país. Como si pudiera leerme el pensamiento, un hombre dice satisfecho que habrá muchos que tengan que irse a otro país, pero, ¿a cuál? Se ríe a carcajadas dando a entender que todos están en el mismo bando. Su hija, una niña muy pequeña, dice con la boca llena de tortitas: ¡Los nazis son lo mejor!

bata blanca

miércoles, 28 diciembre 2016. Al borde de la acera hay una orilla que más bien parece de estanque que de mar. Una mujer golpea a mono enorme. Cuando reúno el valor para acercarme, la mujer me dice que me aleje, que es un experimento científico. Como la mujer lleva bata blanca, la creo. La cabeza del mono está abierta en la orilla. La mujer dice que aquello no sirve para nada y se va. El mono comienza a cobrar vida, el cerebro se nutre de ese agua sucia y comienza a levantarse. Huyo. Voy dando aviso a todos lo que me encuentro. Me escondo en una casa que he encontrado abierta. Oigo a la gente correr y gritar por las calles.
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En la casa de mis padres hay dos niñas que no me suenan de nada. Pienso que si están allí, serán de la familia. Las dos tienen el pelo rubio muy rizado. Una se queja de que su madre le hace daño al peinarla. Le digo que usen acondicionador, que yo lo uso y me va muy bien. Eso habrá que demostrarlo, dice una. Voy al cuarto de baño y me meto en la ducha para hacer una demostración. Acondicionador no hay, y la botella de champú está cortada, como si fuese un vaso, y al abrir la ducha se llena de agua. Las cortinas de la bañera se me pegan al cuerpo, me da mucho asco. En ese momento de querer librarme de ellas, entra mi padre. Acuérdate de encontrar el coche de tu hermana, lo robaron anoche, dice.

viaje familiar

martes, 27 diciembre 2016. Llego a la casa de mis padres y todo es un caos. Están preparando las maletas para ir de viaje a China. No comprendo nada. Mi madre dice que todos soñamos con ver, en algún momento de nuestras vidas, una estupa. En China no hay estupas, le digo. Además, la estupa más grande de Europa, está cerca de casa. Se da la vuelta contrariada y se pone a llover de repente. Le digo que me marcho. En el fondo me molesta que no me hayan invitado a ir con ellos, porque también van mis primas, sus maridos y los niños. Corro escaleras abajo para no tener que esperar al ascensor. Llueve, no tengo paraguas.

cuadros y flores

lunes, 26 diciembre 2016. Estoy en un jardín. Hay sillas blancas de plástico, como si fuera a hacer un concierto o una charla al aire libre. Veo un escenario con una pantalla, pero no le presto atención. Me dedico a mover el pie, a rozar con la punta del zapato, unas ramas que sobresalen de un seto. Me pregunto si algo así será la eternidad, repetir conscientemente un gesto sin posibilidad de cambio. Decido que si fuera así, estaría conforme con ese gesto al sol para siempre. En el propio sueño me sorprende pensar en la posibilidad de otra vida porque nunca he creído en nada. De repente, entre las sillas, aparece Cumpián, que me saluda muy cariñosamente. Me alegro mucho de verlo, aunque no comprenda por qué se ha puesto unos bermudas de flores con una camisa de cuadros.

elena

domingo, 25 diciembre 2016. Me asomo a la ventana de la cocina y en vez de la iglesia hay un edifico. Pienso en que he perdido intimidad, en que quizá la solución sea hacerme amiga de todas las personas que vayan a habitarlo, y así me importaría menos que me vieran desde sus ventanas. Una chica rubia muy guapa se asoma en camisón. Me saluda sonriente. Es mi sobrina Elena.

volver

sábado 24 diciembre 2016. Parece que vuelvo de un viaje aunque no recuerdo haber estado en ningún sitio. En el aeropuerto revisan todo lo que llevo a la llegada. Les digo que no voy, que vuelvo. La chica policía me dice muy sonriente que deje todo lo que llevo en el bolso sobre la mesa. ¿Qué es eso?, pregunta. No lo sé. Abrimos la funda y veo una cámara de fotos cuadrada que jamás había visto. Tienes que decirme la clave, dice. Me invento cuatro números. La chica los apunta y me dic que puedo pasar. Llego a otro control. Un hombre negro con un montón de teléfonos sobre la mesa, dice que tengo que esperar mi turno. Le explico que no voy a ningún sitio, que vuelvo. Me doy cuenta de que me he dejado la cámara en el primer control. El hombre me dice que no puedo volver a por ella. ¿Puede llamar a su compañera para que me la guarde? No, dice muy sonriente, y cuando le señalo todos los teléfonos que tiene delante, me responde que son de adorno. Le digo a un tipo que me recuerda a José Sacristán que cuando pase por el primer control recupere mi cámara. El tipo me mira con mala cara. Pienso que la chaqueta no es suya, le queda enorme. Quiero irme de allí cuanto antes.

sin techo, sin jardín

jueves, 22 diciembre 2016. Llego a una librería enorme con estanterías hasta el techo, pero techo no hay. Se puede ver el cielo. Al rededor hay un barrizal con cuatro coches aparcados. Entro a curiosear. Como me da vergüenza no comprar nada, pido dos títulos inventados para hacer tiempo. Un chico muy amable los busca en el ordenador y, sorpresa, me dice que los tienen, que me siente con él a esperar que los suban. El chico se tumba en unas gradas y miramos como los clientes entran y salen. Algunas señoras se prueban ropa años 40. Empiezo a no entender nada. Una niña pasa agitando uno de los libros que he pedido. El chico se lo quita al vuelo. Al parecer era un cuento para niños. Se lo devuelvo a la niña e intento marcharme de allí, pero otra chica me dice que quiere enseñarme las obras que está haciendo mi primo Francesco en sus jardines. Miramos hacia abajo desde una baranda mal fijada. Temo que caigamos. Los jardines es un solar con montones de tierra y setos sin forma. Todavía puede verse cómo eran antes. Al fondo hay una iglesia de piedra de la que salen de misa madres muy jóvenes con sus hijas de la mano. Las madres y las hijas van vestidas igual. Tu primo la está convirtiendo en una iglesia moderna, dice la chica. No entiendo que Francesco se haya metido en ese lío, no digo nada. La chica me mira esperando una respuesta. Mi hermana tiene un profesor que tiene once hijos, le digo para cambiar de conversación.

fórmulas

miércoles, 21 diciembre 2016. Parece un colegio mayor algo siniestro, porque nos meten la comida por debajo de las puertas. Todo es demasiado blanco, las luces siempre están encendidas, hay que dormir con el edredón tapándonos las cabezas. Tengo dos compañeros de habitación que se pasan el día resolviendo problemas de matemáticas. Toda mi cama está cubierta por sus papeles llenos de fórmulas. Pienso que buscan la fórmula de deshacerse de mí. Saco la cabeza del edredón y veo la ventana abierta. Aprovecho un descuido y salto a los jardines. De repente todo está oscuro y debo ir saltando entre setos muy negros. Junto a la cancela hay una cabaña pequeña hecha con cañas. La pisoteo con odio.
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No quiero levantarme de la cama, pero tengo que llevar a dos niñas al colegio. Las oigo jugar, las busco, pero no las encuentro en toda la casa. Me doy cuenta de que sólo me quedan 15 minutos para salir y todavía estoy en pijama. Entro en el cuarto de las niñas y ya están con el uniforme y las mochilas puestas. Dicen que me dé prisa. Veo salir a Alberto de casa con su amigo Robin. Robin lleva algo en la mano y lo va secando con mi secador. Pienso que si se lo lleva tendré que salir a la calle con el pelo mojado.

fun fun fun

martes, 20 diciembre 2016. Todo estaba preparado para que encendieran las luces de navidad. Abrían un sobre. Leían que en la votación había salido que ese año no habría luces ni fiestas. La gente se volvía a sus casas sin rechistar, resignados. Yo me sentía culpable porque había votado en contra de las fiestas.

reformas

lunes, 19 diciembre 2016. Yo iba cada mañana a ducharme a una ferretería y cada mañana había menos cosas en los escaparates. Pensaba que quizá estaban haciendo reformas de mejora. Las reformas de mejora siempre acaban estropeando las cosas bonitas. En uno de los escaparates sólo quedaban 4 copas con el cristal gastado y una pandereta con la cara de un chico que se parecía a Masip. Cada mañana, antes de entrar, pensaba que cuando desapareciera esa pandereta, para mí, sería el fin del mundo.

botijo gigante

miércoles, 14 diciembre 2106. Llego a una casa típica sureña. Es de noche y el jardín está muy oscuro. Aparecen varios motoristas, pero las luces de sus motos no iluminan nada. Corro a esconderme detrás de un seto, pero ya hay escondido un botijo gigante. Cuando los motoristas desaparecen entro en la casa. Todo está revuelto, como si no hubieran acabado de instalarse. Mi madre está en la cocina haciendo panellets con formas muy raras. Seremos quince a la mesa, no me va a dar tiempo, dice. Le digo que no se esfuerce, que puedo hacerlos o  comprarlos yo. Tú, mejor, vete a por el besugo, dice. Entre los panellets hay un teléfono. Suena. Es Pablo. Dice que ha decidido estudiar cine. ¿Vas a dejar derecho? La llamada se corta. Aparecen mis tías con mi abuela. Una d ellas se queja de que la otra ha perdido en la mudanza sus zapatillas de yoga. Me pregunto desde cuándo hará yoga, pero no digo nada y le ofrezco el botijo gigante para consolarla.

luces muy veloces

martes, 13 diciembre 2016. Amanece. Antonio y yo caminamos por una plaza vacía. Me extraña verlo tan abrigado. Lleva una gabardina cerrada y las manos en los bolsillos. Se santigua y dice algo en latín. Lo miro sorprendida, se ríe. No decimos nada, caminamos muy juntos, quiere enseñarme algo. Corre una cortina y salimos a la playa por un lateral de la calle. Me pregunto si la ciudad era un decorado. Aquí nació la ópera, dice. Anochece de repente. Notamos que alguien nos sigue. Me cuesta andar sobre la arena. Corre, dice y me toma de la mano. No sé si huimos, pero vamos a una velocidad increíble por un camino de arena, entre cañas. Como si me desdoblara, corro y nos veo correr desde lejos. Somos dos luces muy veloces por el camino de arena.

horizonte

lunes, 5 diciembre 2016. Hay una especie de celebración en a tienda donde mi madre solía comprar cuando yo era niña, justo enfrente de casa. Busco al escritor Chivite. Lo veo sentado en el bordillo de la acera, al sol. Le digo que no vuelva a cortarse el pelo y que se deje un poco de barba. Dice algo, sin dejar de mirar el horizonte. El horizonte es la acera de enfrente.

tomate negro

viernes, 2 diciembre 2016. Alguien ha colocado un puesto de verduras ecológicas a las puertas del edificio de la Diputación. A las diez deben cerrar las puertas, pero no podemos irnos mientras queden verduras por vender. Una chica se acerca. Alberto le ofrece un tomate negro por un euro. La chica se aleja corriendo como si hubiese visto al diablo.

colocada

miércoles, 30 noviembre 2016. Vamos en caravana por una carretera de montaña, detrás de unos coches. Oscurece de repente. Los coches desaparecen y vemos a una chica tendida en mitad del asfalto. Tiene una postura extraña, de lado, como si durmiera, el pelo le tapa la cara. El pelo parece una peluca. Está demasiado colocada para haber sufrido un accidente. No hay sangre ni vemos magulladuras. No entiendo que los coches que iban delante no se hayan parado ni hayan pasado por encima al encontrársela de repente. Pienso que no deberíamos salir del coche, que podría tratarse de una emboscada, pero no digo nada.

blanco piernas

martes, 29 noviembre 2016. Por la imagen, da la sensación de que estoy en huelga o pidiendo a la puerta de una iglesia. Sólo estoy descansando, tumbada en los escalones con una manta sobre las piernas. Se acerca Corcobado y señala la manta. Habla, pero no puedo oírlo, sólo veo que mueve los labios. Me levanto a saludarlo. Me doy cuenta de que sólo llevo una camisa masculina blanca, las piernas desnudas, y vuelvo a tumbarme. Él sigue hablando, parece triste. Mis hijos, le oigo decir. De repente estamos en la casa de mis padres. Yo, en la misma posición, pero en el suelo. Corcobado dice que necesita una ducha. Puedo oírlo. Me levanto y le señalo dónde están las toallas. Me mira de arriba a abajo. Me miro las piernas, las tengo blanquísimas. Tú siempre con las piernas desnudas, me dice.

vértigo

domingo 20, noviembre 2016. Tengo que coger el tren de cercanías, hay una fila enorme que va por varios pasillos, de lo que fue un jardín, entre setos secos y barandas oxidadas. Al entrar en las vías, una chica uniformada dice que me he equivocado de fila. En vez de dar la vuelta me propone subir a una tapia y caminar sobre ella como un funambulista hasta llegar a mi andén. Subo, la tapia es tan estrecha que se balancea con mi peso, me quedo con trozos de cemento y tubos oxidados en las manos. Intento agarrarme a las ramas de un árbol, pero siento vértigo. Le digo a la chica, y a toda la fila que me mira, que voy a bajar.
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Estoy en una semiesfera de tela muy blanca en lo alto de una noria. Veo la playa llena de gente que espera. Al parecer todos están allí para ver la salida del sol. Quiero bajar, voy pidiendo permiso a cada ocupante de su semiesfera, baja pasar de una a otra hasta llegar al suelo. Una chica dice que no con una sonrisa enorme. Pienso que no me ha entendido, que creerá que quiero ocupar su semiesfera. Se lo pregunto en inglés y me dice "Of course". Llego por fin al paseo marítimo. Una señora extremadamente delgada, doblada como si hubiesen hecho papiroflexia con ella, me pide que la despliegue. Lo hago. Me cuesta mantenerla en pie por ser tan delgada. Cuando voy a alejarme para ver l salida del sol, me dice: No te vayas, todavía me tienes que enseñar a volver a caminar.

evolución

jueves, 17 noviembre 2016. Parece que hay una reunión o fiesta en el comedor de la casa de mis padres. La mesa está abierta, sobre el mantel quedan restos de comida y copas vacías. Oigo ruido de fondo, pero sigo en el hall, sin querer entrar. Veo una araña en la pared, intento aplastarla con un artilugio que no sé de dónde ha salido (una especie de zapatilla de cuadros con un palo). De repente, la araña, no es una son más de veinte. También hay orugas del tamaño de un dedo. Me da asco aplastarlas, pero temo que se metan por todos los rincones. De un hueco de la pared que nunca había visto, sale una salamanquesa que, según se acerca a mí, se va convirtiendo en una iguana enorme. No puedo moverme, sólo hago un movimiento brusco con el cuello para evitar que me muerda la cara. (Me despierto con un enorme dolor de cuello).

jaqueca

jueves, 10 noviembre 2016. Estoy con Joan esperando para subir a un avión. Me doy cuenta de que voy en pijama y me ha venido la regla. Temo manchar los asientos. Joan me mira como diciendo: No pasa nada.
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Parece que visitamos un museo de piezas de cristal. Lo raro es que en la tienda de souvenires vendan morcillas, unas morcillas gelatinosas que saben a carne cruda. Camino con los amigos por la calle, les pregunto dónde iremos la próxima vez. Después de darle un bocado a la morcilla, la escupo en la acera. Repugnante.
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Parece un palacete abandonado. En los salones sólo hay restos de molduras doradas y papel despegado sobre los desconchones de las paredes. Empezaré por arreglar el jardín, dice Alberto muy animado. Lleva puesto una especie de mono de lana muy viejo. Pienso que se enredará en las matas secas. Como si pudiera escuchar mis pensamientos, se quita el mono y me tiende la mano, sonriente, para que lo ayude.

karate a muerte

sábado, 5 noviembre 2016. Estamos en un bar que parece, a ratos museo, a ratos teatro. Alguien me regala un cuadro de madera con relieves muy antiguo. Si lo pongo en horizontal parece una caja para guardar piedras en cada departamento. Si lo miro en vertical, es sólo un precioso cuadro. Una chica intenta quitármelo. A mi pesar, comienza una pelea a puñetazos (empieza ella). Siento un odio primigenio, como si llevara aguantándomelo demasiado tiempo. Gano yo. Creo que en algún momento llego incluso a escupirle. El problema es que debemos volver a casa en el mismo coche. Si esto sigue así, va a parecer Karate a muerte en Torremolinos, pienso. En ese momento veo pasar a Camilo con unos amigos. Intento hacerle señas, que me vea, que me saque de allí.

el centro de la tierra es una patio de luces

martes, 1 noviembre 2016. Han construido una ciudad subterránea. Es la inauguración. Azafatas uniformadas te indican por dónde debes ir. La ciudad es un laberinto de túneles recubiertos de tela plastificada que se abomban cuando caminas sobre ellos. Casa túnel lleva, escrito en alemán, el nombre de una calle. No se ve ninguna lámpara, sin embargo la iluminación es perfecta. A pesar de conducir al centro de la tierra tendrán la sensación de estar al aire libre, dice una de las azafatas. Me aburro. Al desviarme del camino acabo en una plaza con una rotonda llena de basura. Al otro lado hay casas que cuelgan sobre un foso de agua. De unas casas a otras hay cuerdas para tender la ropa. Algunos se lanzan de cabeza a pesar de que el agua tiene un color oscuro horrible. Se les ve felices.

lentejuelas ionizadas

sábado, 29 octubre 2016. Parece una procesión o una verbena de barrio. Hay banderitas de balcón a balcón y mucha gente comiendo en la calle, en mesas improvisadas. Un tipo con pinta de usurero le dice a una chica rubia que hoy han sacado mucho. Los veo alejarse entre el bullicio y entrar en una pensión. En el suelo, a mis pies, hay una bolsa de tela. Dentro, varios rollos de billetes que no reconozco y dólares. Pienso en entregarlo a la policía, pero también hay dos paquetes de papel de seda con bolitas de hachís. Pienso que si entrego el bolso puedo meter a alguien en un lío. Por otra parte, supongo que la bolsa era del usurero y no me ha caído nada bien. Camino entre la gente hacia la pensión, pensando que quizá la bolsa no sea suya. Por el camino, que se me hace muy largo, un chico muy joven intenta ligar conmigo. Le digo que estoy casada. Pues no llevas alianza. Pero podría ser tu madre, no: tu abuela. De repente las luces de la calle se encienden, el chico me mira y se va. Sigo pensando en cómo hacer para que todo ese dinero llegue a su verdadero dueño. Me siento en la terraza atestada de un bar y aparece Antonio. Sin saludar siquiera, como si hubiéramos dejado la conversación hace un minuto, me dice que ya tiene las lentejuelas ionizadas que le pidió Esther. No sé quién es Esther ni sé lo que son las lentejuelas ionizadas, pero me alegro tanto de verlo que no le pregunto. Las lentejuelas son para que las cosa en las bocamangas, parecerán escamas, me explica con un gesto. Se le ve feliz. Le cuento mi historia del dinero. Caminamos. Dice que lo mejor es poner un anuncio en la radio, que él es mucho de radio. De repente es de día y ya no queda nadie en las calles, sólo papeles en el suelo. Mientras lo oigo hablar, me pregunto cuándo me dirá que tien que irse.

las mejores intenciones

viernes, 28 octubre 2016. Alguien enviaba un bebé, de otro planeta o de otro tiempo, para matarme. Y yo lo adoraba de inmediato y lo cuidaba como si fuera inofensivo y mío.
(Dedicado a mi amiga Begoña Paz).

semillas sueltas

jueves, 27 octubre 2016. Hay un casting. Las chicas no son precisamente modelos. Yo llevo un vestido demasiado corto y un bolso enorme. No sé qué hago allí, pero le digo a alguien que me quedaré para saber si la han elegido. Las chicas se depilan sin pudor unas delante de las otras, no saben caminar con tacones, son demasiado jóvenes, pienso. De repente estoy en una calle con mucho tráfico. Una chica me pregunta si le presto mi táblet. No tengo táblet, le digo y sale  corriendo, baila entre los coches que pasan a toda velocidad. De repente estoy en el patio de la casa de mi abuela. Una niña me pregunta qué llevo en el bolso. El bolso es ahora una bolsa enorme de tela. Llevo una botella de cristal vacía, un puñado de semillas sueltas, restos de comida. Un desastre. Intento ordenarlo todo. La niña me dice que ahora vuelve, que va a la farmacia y después me dará una sorpresa. Pienso que quizá vaya a recoger los resultados de un test de embarazo. Pienso que espero que la sorpresa no sea que está embarazada.

careta

viernes, 21 octubre 2016. Una chica quiere enseñarnos su casa. En realidad no es suya, dice que acaba de comprarla para su madre y que sólo tiene un dormitorio. El cuarto de baño está entre las dos plantas, dice. La casa, vista desde fuera, sólo tiene una planta.
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Carlos me dice que va a participar en un concurso y quiere que cante con él. No sé sí sé cantar, le digo. No sabe si hablo en serio o en broma. Cantaré contigo si puedo llevar careta, le digo.

sombrillas

miércoles, 19 octubre 2016. Al salir de un bar, un tipo me dice que acaba de recordar que su mujer cumple 50 años y no le ha comprado nada. Le digo que es una fecha muy señalada, que debería regalarle algo. Se acerca a mirar el precio de una botella que hay un estante. Para eso se encarama a gatas sobre la barra y sobre las personas que están allí bebiendo. La botella es perfecta porque es del 88, pero es muy cara. No comprendo por qué es perfecta, las cuentas no me salen. Salimos a la calle, hay mucha gente, todas las mujeres llevan sombrilla. Temo perderme. Ese sí sería un buen regalo, pienso.

iluminación ecológica

lunes, 17 octubre 2016. Una chica me presenta a su novio y me enseña su jardín. Me cuenta cómo le gustaría que fuera la ceremonia. Sospecho que me confunde con una decoradora. Cada vez que se vuelve, el novio hace gestos, la imita, se ríe de ella. A pesar de todo el novio me cae mejor que la chica. De repente noto algo en la boca, algo amargo. Busco una maceta vacía y lo escupo. Es un puñado de cristales azules. Brillan. El gesto de los novios va de la sorpresa al asco. Y esta es mi propuesta para iluminar el jardín, les digo, cristales fluorescentes completamente ecológicos. La maceta está iluminada, ellos aplauden.

funambulista

domingo, 16 octubre 2016. Parece una ciudad en obras o en ruinas. Salto de un montón de escombros a otro. Mi madre me espera al final de la calle. Dice que crucemos el puente, que nos esperan para comer. El puente es una especie de cornisa de cristal o metacrilato de unos 20 centímetros de ancho. Pienso que mi madre puede caerse. De un brinco se sube a la baranda y camina como un funambulista. Apúrate, me dice, o llegaremos tarde.

la eternidad no es divertida

sábado, 15 octubre 2016. Llevo un rato escondiéndome por diferentes habitaciones, casas, ciudades. Salgo de una caja de madera muy frágil, como esas que se usaban para transportar naranjas, y me escondo bajo un montón de ropa que hay sobre una silla. Alguien me saca de allí en el momento que van a encontrarme. Es Jurdi. Podemos hacer dos cosas, me dice, te pincho con mi una metálica en la espalda y te pincho en el cuello y entonces te convertirías en uno de nosotros. Pínchame en el cuello, le pido. La inmortalidad no tiene nada de divertido, me dice. No me importa. Me pincha. Quienes venía a por mí se dan media vuelta. ¡Funciona! Claro que funciona, pero ahora vagarás toda la eternidad. Lo pasaremos bien juntos. Ya te he dicho que esto no es divertido, me voy. Jurdi desaparece. Veo a Daniel, lo están persiguiendo. Lo agarro de la mano y corremos a escondernos detrás de unos coches. Pienso si debo pincharlo e la espalda o en el cuello.

móvil de lana

domingo, 9 octubre 2016. Estoy con mis padres y Jonás en una especie de parque de atracciones que simula calles famosas de ciudades emblemáticas. Los tres llevan maletas. Tengo que estar pendientes de que no se las vayan dejando en cualquier sitio. A ratos Jonás se convierte en Paco, mi amigo de la infancia. Mientras se hace fotos en un decorado que simula un café de Viena, yo no lo pierdo de vista desde una azotea. Intento seguirlo apuntándolo con el zoom de mi cámara. Desde allí arriba, me distraigo con una monja que se ha tumbado sobre el asfalto a tocar la guitarra. Cuando vuelvo a enfocar a Jonás-Paco, ya no está. Temo haberlos perdido. Intento llamarlos pero mi móvil se ha convertido en un móvil de lana.