amor y manos saladas

lunes, 21 enero 08. Acaba de amanecer. A los pies de la cama hay un cristal enorme sin cortinas que da a la calle. Pasa gente con prisa. Llevan ropa de abrigo. Nosotros estamos desnudos y nos besamos.
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No sé qué hago en una casa atestada de guiris de la tercera edad. Salgo al balcón. Mariángeles Marfil, a la que no veo hace 20 años, me cuenta con toda naturalidad que está pintando las paredes de su casa. Justo de ese color, dice y señala un punto indefinido del paisaje. El paisaje no es más que tejados. Se le acercan dos chicos. Me presenta a uno de ellos y como tengo la mano llena de sal, le doy la izquierda. Tengo la cabeza del revés, le digo a modo de presentación. Él se ríe.