masa de pan y la falsa cascabel

martes, 22 enero 08. Intento envolver un regalo. Cada vez que doblo el papel el regalo aumenta de tamaño y el papel no me llega. Para cerrarlo en vez de fixo uso fotos de carnet.
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Joan ha venido a verme. Está en la terraza de un bar, apoyado en la barandilla. Me acerco y lo abrazo. Me besa el cuello varias veces. Su espalda está muy caliente y blanda, las manos se me hunden como si fuera masa de pan.
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Alberto anda unos pasos delante de mí. Entra en El corte inglés, que por dentro es un colegio mayor. Pasa directamente a la cancha de baloncesto, que en realidad es un patio de cemento lleno de escombros. Alrededor de la pista hay estudiantes tirados en el suelo, como lo estarían los sin techo, con sus libros y demás pertenencias. Algunos incluso con hornillo para calentar latas de comida. Alberto camina muy rápido rodeando la pista. Por una de las bandas, hay que andar por un bordillo muy estrecho y agarrarse a las rejas de las ventanas para no caer. Al llegar al final, me hace una seña para que me dé la vuelta. Al pasar otra vez casi pisando las pertenencias de los estudiantes, uno me pregunta el nombre de la persona que ha dibujado un cómic en la contraportada de un periódico. Le digo el nombre de una chica. Subo a las habitaciones y entro en una totalmente a oscuras. Huele mal, abro la ventana, hay dos chicas en la cama bajo un montón de edredones. Les digo que tienen que estudiar. Alguien abre la puerta y dice: Ahí os dejo una serpiente cascabel. La serpiente tiene la cabeza triangular y muy pequeña, el cuerpo muy gordo, cubierto de pelo, como si se hubiese tragado un zapato. Veo que el cascabel lo lleva atado al cuello con una lazo. La serpiente corre a esconderse bajo la cama, las chicas gritan. Les digo que no se preocupen porque las serpientes no pueden trepar ni saltar. En ese momento sale, se pone frente a mí y da dos saltos mortales hacia atrás en el aire. Salgo de la habitación y cuento el episodio en el comedor, muerta de la risa. Nadie me cree.