martes, 15 enero 08. Bajamos al portal porque hay una boda en la calle. Los invitados van llegando y se sientan directamente en el asfalto. Nosotras estamos sentadas en los escalones del portal. A la derecha se colocan unos invitados disfrazados de insectos que, después de interpretar unos bailes, se sientan sobre un montón de tierra. Andrés me hace señas, lleva un collar de semillas. Me lo alarga. Al despegarle el precio que aún llevaba puesto, me llevo una capa de barniz. La novia llega y pasa de largo por delante del portal. Tiene los ojos enormes, dicen todos. Los invitados aplauden y empiezan a marcharse. Papá baja en ese momento. Lleva en una mano una copa de cognac llena y el la otra una guitarra. Dice que no lo esperemos a dormir. Miro asombrada a mi madre. Sin inmutarse, me dice que mi padre ha decidido irse de casa, que ahora vuelve a pintar. Pasa las noches cantando y dibujando flamencas en un garito. Mi madre lo cuenta casi orgullosa. A mi padre lo veo alejarse con aire juvenil. Por un lado pienso que debería alegrarme porque ahora los dos estarán mejor, pero por otro lado siento una tristeza enorme. No te preocupes, yo le ayudaré a encontrar casa, le digo finalmente a mi madre.