miércoles, 9 enero 08. Es una casa enorme que no conozco. No tiene apenas muebles y resulta fría y desangelada. Oigo que entra alguien y me escondo detrás de un sofá. Desde la rendija que queda entre los cojines veo que varios Albertos salen de distintos rincones con pistolas en la mano para defenderme.
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Oigo ruido en el patio, me asomo a la ventana y veo volar todos los tendederos. Hace muchísimo viento. Alberto dice que aun así saldremos. Llevo un vestido camisero celeste por la rodilla. Me pongo una blusa blanca encima y unos vaqueros debajo. Alberto me mira como diciendo: Qué mamarracho. Es por el viento, le digo. Antes de salir recojo la ropa tendida. En realidad lo que hay en los cordeles son piedras de varios tamaños. Las recojo una a una y las amontono junto al cesto de las pinzas. Mientras tanto, José Leandro me cuenta que después de la cena de nochevieja fue a casa de su amiga y se la pasó bebiendo agua, litros de agua, directamente de la botella. Ahora no sé si su familia me aceptará, dice.