salvemos los pimientos

jueves, 20 enero 2022. Llego a una fila que desemboca en una escalera de caracol. Se supone que vamos a París (no tengo claro si es en avión o en barco). La señora que baja detrás de mí dice que echará de menos a sus nietos. La miro con sorpresa, parece muy joven. Se lo digo. Antes las abuelas llevaban el pelo cardado, le digo para que se ría. El avión (o barco) parece medio hangar. El suelo es de cemento, una de las paredes es abombada, la otra recta, con estanterías metálicas. No sé dónde ni cuándo dejé mi equipaje, no llevo billete y tampoco mis gafas. Hago memoria, mi asiento era el 8A. Efectivamente es el único sin ocupar. En los otros dos asientos una parejita se besuquea. Me saludan. ¡Anne, qué sorpresa! Anne me presenta a su novio, un chico rubio muy alto que me recuerda a mi excuñado. Anne está muy delgada, parece una niña, se pasa todo el tiempo jugando delante de los asientos (una zona diáfana a la que no se le ve el final). El chico, muy educado, trata de darme conversación, le explico que he perdido mis gafas y no podré ver nada de París. No hay mucho que ver, dice. He estado varias veces y a mí tampoco me gusta, le digo, pero Alberto ha estado allí, trabajando toda la semana y querrá salir y enseñarme cosas. Tú haz que miras. Miraré, pero no veré nada. El chico no comprende. Pienso que al ser extranjero no diferencia entre mirar y ver. Mientras, vemos a Anne jugar sobre unas barras, como si estuviera en un parque infantil.
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Veo un coche mal aparcado delante de un garaje. No corta ni perezosa me subo e intento que no moleste. la puerta del garaje se abre. Da a un parque abandonado. Pienso que ese debe d ser el lugar del que hablaron en las noticias. Salgo del coche y busco a Alberto. Alberto me espera en otro parque. Me siento a su lado compungida. Unas señoras muy mayores arrancan unas plantas secas con forma de chupachups. Están entusiasmadas, hablan entre ellas en inglés. Estas son de las tuyas, dice Alberto, prefieren como souvernir ramas secas. Le digo que no estoy para bromas, que tengo un problema. ¿Sabes cuando te das cuenta de que te has metido en un lío? Le cuento a Alberto que debemos sacar el coche de ese parque para que el dueño no tenga problemas. Unas niñas que pasan delante de nosotros nos salpican agua de un chaco, como lo haría un coche a toda velocidad. Demasiado tarde, dice Alberto. Pues entonces salvemos los pimientos, le digo. En la siguiente escena estamos en la cocina de casa. Tenemos delante lo que parece una fuente de pisto. Metemos las manos con prisa, vamos sacando todas las tiras de pimiento que podemos.