sábado, 21 julio 2012. Tengo que correr en una carrera en la que hay que hacer en un solo día los kilómetros que un caballo haría en dos meses. Varias personas me ayudan a vestirme como si fuera un torero. Me dan instrucciones. Les digo que quiero llevar libreta y boli por si se me ocurre algún poema mientras corro. Cuento menos peso lleves, mejor, me dicen. En un descuido escondo un lápiz pequeño en la cinturilla del chándal.
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Estoy en la buhardilla de una casa construida sobre la arena, a pocos metros de la orilla. Miro el atardecer tumbada en una cama que está justo al ras de una ventana que da a la playa. Veo a los últimos bañistas recoger sus cosas. La luz se va a una velocidad de vértigo. Veo una isla a pocos metros de la costa. A mi lado hay alguien leyendo, le digo: Antes era una isla, ahora han construido y hasta hay tendederos con ropa. Todo acaba siendo basura y desorden. En ese momento deseo bajar a la playa y coger una piedra, pero me echo a llorar. Me tiro al suelo y me echo a llorar.