miércoles, 18 julio 2012. Se supone que Alberto y yo llevamos unos días preparando una especie de nave en el campo para cuando lleguen los amigos. Hemos hecho muros bajos para separar el espacio en habitaciones. Todo está revuelto y sucio de cemento. En una mesa enorme hay restos de tartas de distintos sabores. Oigo que afuera derrapa un coche, salgo, el coche no tiene puertas, veo que lo conduce Nacho. Ya llegan y nada está en su sitio, le digo a Alberto. Vuelvo dentro, huele a gas, veo tres hornillas encendidas. Creo que una va a explotar, digo y en ese mismo instante explota. Tengo que ducharme, le digo. Entro en una habitación donde sólo hay un catre en un rincón y una manguera en otro. Todo da asco, me ducho con los calcetines puestos para no pisar el suelo descalza.