lunes, 2 julio 2012. Voy con un grupo para que nos hagan una visita guiada a lo que parece el almacén de un Ikea. Nos suben en una especie de vagón muy rudimentario y pasamos por delante de cajas con artículos, casi todos de plástico de colores. Vamos de pie, amontonados. Delante de mí va Concha. A veces tengo que agarrarla de la cinturilla del pantalón, porque ve algún artículo que le gusta y se lanza a por él. ¿Para qué necesitas eso?, le pregunto cada vez que pesca algo. Me mira con cara de niña la mañana de Reyes, y no puedo hacer otra cosa que ayudarla a pescar objetos. Llegamos por fin a una sala. Todos se sientan ordenadamente. Yo me quedo en pie, con la espalda apoyada en el muro. Camilo está detrás de un atril y va a leer algo. Una chica negra, grande, guapa, con los labios pintados de rojo y un pañuelo atado a la cabeza, intenta hacer en lenguaje de sordos lo que Camilo va leyendo. Camilo lee demasiado rápido. Le hago señas, pero parece no entender mi lenguaje de sordos improvisado. La chica se quita el pañuelo de la cabeza y le caen hasta el suelo trenzas y rastas. Las agarra como si fuesen una red y azota a Camilo con ellas. Todos aplaudimos.