jueves, 5 julio 2012. Jorge y yo hemos quedado con otros amigos en un restaurante. Todas las aceras están levantadas y nos cuesta andar. Cada esquina ha sido tomada por una mujer disfrazada de soldado (disfrazada porque no es un uniforme, es algo que quiere parecer un uniforme, pero mezclando prendas de andar por casa). En cada esquina hay sacos amontonados. Algunas llevan armas. Una de ellas nos persigue, dice que hemos pisado su esquina y va a matarnos. Me sorprende lo rápido que es Jorge. Incluso me agarra de la mano y hace que yo corra a su velocidad. En la carrera le pregunto: ¿Vamos bien para el restaurante? No tengo ni idea, dice, si te digo la verdad no sé ni en qué ciudad estamos.