sábado, 7 julio 2012. Camilo me cuenta que ha encontrado un nuevo trabajo y está muy contento, solo le hacen falta referencias. ¿Puedes ayudarme?, dice. Ahora mismo te escribo una carta de recomendación, ¿qué quieres que ponga? Ven, dice. Llegamos a un bar con la barra en S. Me siento en el extremo más discreto, con la espalda pegada a la pared. Él se sienta en el otro, iluminado. Sólo tienes que asentir cuando te miremos. No me da más explicaciones, pero le digo que lo haré. Mientras esperamos, cada uno en un extremo de la barra, pienso que va a trabajar de gigoló, y que cada vez que una chica le pregunte si es bueno en la cama, me mirarán para que yo asienta. No me parece mal trabajo, ni el mío ni el suyo. Sin embargo no se le ve contento, está echado sobre la barra y sostiene la cerveza con las dos manos. Pienso que quizá el trabajo sea con hombres y por eso está mal. En el momento en el que voy a levantarme para decirle que nos vamos, que ya encontrará otra cosa, se le acerca una chica guapísima, hablan, se ríen. Camilo me señala, le chica me interroga con la mirada. Estoy tan contenta de que no sea un hombre, que en vez de sólo asentir, le dedico una sonrisa enorme y levanto los dos pulgares como diciendo "las mejores referencias".