pijameras, pasaportes y clara de huevo

lunes, 9 julio 2012. Alberto, Sanmartín y yo (y dos chicas que no conozco) vamos por la acera en una especie de carricoche de lata. Paramos en un cruce. Alberto dice que quiere que Sanmartín vea a "las pijameras". Mientras esperamos a que pase alguna, me fijo en que Alberto va en pijama. Como si me leyera el pensamiento, Sanmartín dice: Yo también. Alberto lleva un pijama con ositos rosas, y Sanmartín uno con ositos azules.
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Llego a casa de mi abuela, noto cierto revuelo. Todo el mundo hace algo con prisa. ¡Date prisa, mañana nos vamos a parís!, dice alguien. Salgo al jardín y escarbo en la tierra con un palo. Alguien me pregunta si ya tengo hecha la maleta, y que sepa que soy la encargada de los pasaportes. De repente estamos en un aeropuerto (aunque el aeropuerto es sólo una mesa de playa que hace de mostrador). La azafata me pregunta si soy la encargada de los pasaportes. Le entrego un trozo de papel. Pueden pasar. Al menos veinte personas, familiares y desconocidos, pasan al avión. Entre ellos está Nacho. Nacho me dice en voz baja que necesita su tarjeta de embarque. La azafata lo oye y lo empuja con los otros viajeros. Mientras lo empuja le grita. ¡Estoy harta de exigencias!
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Estoy a la puerta de una cabaña con un grupo de desconocidos. Cada uno trabaja en solitario, yo coso ramas y hojas a un tronco seco. Algunas cortezas se levantan y tengo que volver a empezar. Una de ellas huele a algarrobas. Era un algarrobo, le digo al chico que está a mi lado cascando piedras como si fueran nueces. Una chica dice que necesita una cáscara de huevo. Le abro uno y del huevo sale una cara gelatinosa translúcida. La chica se la lleva para enseñársela a los de dentro de la cabaña. Todos se asustan, dicen que no debería haber entrado con eso en la mano, que ahora ese fantasma se quedará en la cabaña para siempre. De repente me pregunto qué hago yo allí, quiénes son y, sobre todo, cómo podría largarme cuanto antes. Aparece Salva con una blusa blanca con encajes, muy bonita. Intenta quitarle hierro al asunto. Pienso que cuando deje de hablar le pediré que me saque de allí.