momia

martes, 23 junio 2020. Se supone que otra chica y yo volvemos a casa en bus después de ensayar una lectura. Uno de los organizadores me dice que le ha gustado más cómo lee la otra autora, que yo leo como una momia. Se me escapa una risotada que hace que el conductor pierda el control y el bus acabe en la playa.

papel de patata

sábado, 20 junio 2020. Parece una fiesta al aire libre, pero es una especie de reunión de escritores. Eduardo dice que tiene una gran noticia. Le digo que aproveche el escenario vacío y que el micrófono está encendido. Primero prefiero contártelo a ti para saber si merece las pena, dice. Me cuenta que el político que había prometido comerse un periódico si había mentido (y se lo comió en público), había encargado días antes que le fabricaran un periódico de papel de patata. ¡Tienes que contarlo, es un notición!, le digo. Y si puedes conseguir la receta, te lo agradecería, añado.

medio tomate cherry y pinzas moradas

jueves, 11 junio 2020. Parece un colegio. Las clases parecen peceras, con las paredes de cristal. En una de ellas han organizado un concurso de cómics. Los dibujos de los cinco finalistas están sobre la mesa. Alguien me pregunta cuál es el que más me gusta. Hoy me ha pasado algo rarísimo, lo más raro que me ha pasado en la vida, les digo. No quieren saber nada, sólo que diga cuál me gusta más. Me siento muy triste. Eso tan raro que me había pasado era que al apretarme el pecho había salido medio tomate cherry y no sabía si dentro quedaba el otro medio. No les cuento nada, sigo mirando los dibujos sin ganas.
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Vamos en una autocaravana. Mi padre va en el asiento del copiloto. Le pregunto si está bien, si le gusta esta manera de volver a ver mundo. Hace un gesto de sí pero no. Le digo que así podrá volver a ver un campo de amapolas. En vez de mirar el paisaje me dice que levante el cojín del asiento. Debajo hay un montón de pinzas de plástico. Sepáralas por colores, dice, y me das las moradas.

el inventor de partituras

lunes, 8 junio 2020. Me encuentro a Paco mientras camino por la calle. Hace más de veinte años que no nos vemos (en el sueño y en la vida real). Seguimos andando mientras nos ponemos al día. Al preguntarle si sabe algo de Josemiguel, aparece. Me doy cuenta de que los tres llevamos sombrero. Paco uno de vaquero, Josemiguel un gorro de ducha y yo una gorra de golfillo. Le digo a Josemiguel que, por su bien, no salga así a la calle. Hacemos un pacto: ninguno de los tres volveremos a llevar sombreros/gorros nunca más. Al quitarme la gorra aparece como en los anuncios una melena larga y rizada. Les cuento la última vez que nos vimos y él no me reconoció. Se sorprende de mi memoria. Mientras hablo, en paralelo, se suceden imágenes de cómo habría sido mi vida con él (por ejemplo: va de compras en patinete, cargado de bolsas, y no se baja ni para entrar en las tiendas). Mientras le hablo, pienso que de buena me he librado.
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Cruzo la calle en patinete, no soy capaz de frenar y choco con un chico que estaba agachado haciéndole una foto a su mujer. Les pido disculpas y le agradezco que me haya frenado. Se lo toman bien, se ríen. Resulta que somos vecinos. Me preguntan si soy la amiga de Blanco. Dicen que nos conocimos en su cumpleaños. Vivimos en el tercero. Yo en el quinto. ¿Desde tu piso ves al inventor de partituras? Me cuentan que el inventor de partituras al principio molaba mucho, pero desde que le ha dado por la música dodecafónica vuelve locos a los vecinos y que, como las inventa en la terraza, le tiran nueces y cubitos de hielo a ver quién le da en la cabeza. A veces le tiran hasta patatas, dicen en voz baja. Quieren que conozca a sus hijos. Al entrar, los amigos de Blanco se han convertido en Irene Montero y Pablo Iglesias. La casa está muy desordenada. En vez de sofá hay una cama deshecha. La abuela de los niños juega con ellos. La alfombra está llena de juguetes. Me enseñan la terraza del inventor de partituras. Les digo que desde la mía se ven las piscinas, que suban cuando quieran. El niño mayor se pone muy contento y me abraza. Les digo que el mayor es igual a ella y el pequeño idéntico al él. Pablo se mete en la cama (vestido y calzado) a leer. Aparecen otros amigos. Voy a la cocina. Por la ventana veo el patio del inventor de partituras. Al ver que tiene una barra de bar de madera me cae bien. Pienso en si les sentará mal que me vaya sin despedirme.
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Estoy en el vagón de un tren muy antiguo. Alguien se dejó la ventana abierta. Al intentar cerrarla se me vuela el periódico. Salgo a por él. Cuando intento volver a entrar, la puerta del tren (que es metálica y muy pesada) está demasiado alta. Me agarro como puedo con las yemas de los dedos, como si hiciese escalada. El tren silba, la puerta se cierra, me pilla los dedos. Me duele muchísimo pero no quiero soltarme porque mis cosas están dentro. El tren toma velocidad, pienso que si me concentro puedo viajar así (recolgada de dos dedos) hasta que lleguemos a la siguiente estación. Veo que nos acercamos a un túnel. No sé si conseguiré pegarme lo necesario para no chocar con la pared. Cierro los ojos. (Me despierto).

carcasa

sábado, 6 junio 2020. Salón de actos vacío. Todos acaban de marcharse. Paso la mano por la mesa, como si fuera a recoger migas de pan y arrastro un puñado de letras de papel metalizado. También hay un cuenco con pendrives y dos cámaras de fotos. Recuerdo que mi hermana olvidó la suya en algún sitio. Le llevo una. En casa, vemos que no era la suya. Esta contiene una película de una chica que cuenta su viaje a Italia. Vuelvo al salón de actos, pero se ha transformado en un restaurante. Todo está a oscuras, limpian el sueño con cubos y fregonas de los años 60. Le Explico que me llevé una cámara y era la otra. Me la cambian. La que me dan es una carcasa vacía. Al tomarla entre las manos se desvencija como si fuera un pelele.

contubernio

jueves, 4 junio 2020. Hemos quedado con Perkins en la puerta de la librería Teseo. Lo vemos desde lejos pero no podemos avanzar porque hay un atasco en la acera. Le hacemos señas con los brazos, no nos ve y se va. La calle se transforma en un autobús. Vamos de pie en el pasillo. Algunos protestan porque hay quien no lleva mascarilla. Se cambian de asiento para no estar a su lado. Al bajar, notamos que nos vigilan e intentamos huir. Llegamos a un barrio con edificios a los que les falta la pared frontal. Están amueblados, parecen casas de muñecas. Entramos en una que acaba en una calle sin salida con una pared que baja unos 20 metros. Le digo a Alberto que podemos descolgarnos uniendo sábanas, como los presos de dibujos animados. Dice que él se queda, que yo me esconda bajo la cama. Bajo la cama no hay suelo. Me escondo entre el colchón y el somier. Entra una pareja de nuestra edad. Hablan con nombres en clave. Veo cómo le enseñan a Alberto fotos de sus padres con círculos en la cabeza. En esta lo tuvieron a 17 centímetros, debería tener más cuidado, le dice. Veo cómo comienza a entrar y salir gente, parece que trabajan allí. Lo que parecía un armario de cocina contiene carpetas e informes. Entra Garzón y me saluda con naturalidad. No entiendo cómo conoce mi nombre. Me habéis descubierto, les digo. Sabíamos que estabas ahí todo el tiempo, pensamos que dormías, dicen.  Entra un chico, me suena haberlo visto haciendo de monaguillo en Semana Santa y me cubro con un edredón. Cuando se va les digo que es un espía. Lo sabemos, dicen y sonríen. Me preguntan de dónde viene mi nombre en clave. Les cuento que me lo puso un novio noruego de mi tía M, que es el nombre de una constelación. Mientras lo digo, recuerdo que no fue así. No, no, fue mi abuelo, les digo, pero el novio noruego existió de verdad. Habrás leído a Hamsun, dice uno. Claro. ¿Y tú has leído a Ingvar Ambjornsen? Se va cabizbajo. ¡Cuando lo leas te va a encantar!, le grito mientras se aleja.

desorden

martes, 2 junio 2020. En la mesa hay restos de lo que parece haber sido una comilona. Cuando voy a retirar los platos, mi padre dice que no toque nada, que aún falta por llegar mi tía E. Le digo que ha ido al hospital a cuidar a alguien y no creo que vuelva hasta el día siguiente. Ordeno la casa (que no se parece en nada a la de mis padres). Al abrir un armario, veo entre la ropa jamón york, costilla de cerdo y bacon. Pienso que alguien ha confundido el armario con el frigorífico y habrá que tirarlo todo.

revisión

lunes, 1 junio 2020. Estoy en lo que parece un cuartel. Tenía cita para que me hicieran la revisión de los ojos, pero hasta las 20h no puedo salir del barracón. Salgo. En la enfermería no hay nadie. Pasillos vacíos, papeles tirados por el suelo, como si todos hubieran huido de repente. Un chico asoma la cabeza desde detrás de un mostrador. Me explica que no hay nadie. Tenía revisión le digo. El chico sonríe, se encoge de hombros.