definición de amigo

domingo, 15 septiembre 2024. Grupo de poetas alrededor de una mesa. Una chica estornuda muy flojito. Pienso que debería estornudar más fuerte, sacarlo todo, pero no le digo nada. La chica me pide que la deje pasar al cuarto de baño. En ese momento alguien la critica. Salo en su defensa. No la conoces de nada, dice alguien. No me importa, necesitamos más narradoras, digo. Alguien habla de una antología que ha sacado Ocaña Miranda. Hacen bromas. Les digo que es una persona excepcional, la persona más divertida del mundo, les cuento anécdotas. Alguien dice que en las antologías todos sacan solo a sus amigos. Les digo que definan amigo pero acabo haciéndolo yo. Les digo que es cuando conoces a su familia, su madre, sus hermanos. Sonia le dice a alguien el nombre de su madre y sus tres hermanos. Todos aplauden. Ella dice que ha sido suerte porque en realidad no los conoce. 
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Llevo a mi suegra del brazo y en la otra mano un paquete envuelto en papel de estraza, dos móviles y el mío pequeño. Hago malabares para que no se me caiga nada (ni ella). Entramos en una farmacia. Ella busca una crema. Dejo todo sobre el mostrador mientras ella busca una crema. Al volver a mirar, veo que hay dos paquetes prácticamente iguales. Pienso que van a creer que lo he robado. Una guardia jurado se acerca. Le dice a mi suegra que la acompañe, que arriba tienen la crema que busca. No me da buena espina. Recojo mis cosas y voy detrás, pero desaparecen. Me doy cuenta de que he perdido mi móvil. Aparece una chica con pañuelo en la cabeza, lleva un móvil como el mío. Forcejeo, le digo que me lo devuelva. La chica se resiste. Al verlo bien, veo que es otro modelo y que no lleva la pegatina Jiménez en la tapa. Le pido disculpas, no quiero que piense que soy racista, simplemente me pareció raro que alguien usara un móvil tan antiguo. Le digo que debo encontrarlo porque ya no los fabrican, que no tendría interés para nadie porque no lleva mis datos ni fotos siquiera. Le digo que quizá se me cayó en el parking, al salir del coche. La chica se ofrece a ayudarme a buscarlo. Salimos de la farmacia pero las calles han cambiado. No hay parking, ni coches, hay una plaza con árboles y es de noche. No sé dónde estoy.

dos cines

viernes, 13 septiembre 2024. Subo por Fernando el Católico. Delante de mí, una familia (padre, madre, hija de mi edad, hijo muy joven). Se paran en la esquina con Rodrigo de Ullóa, dudan si seguir. Les digo que si siguen hacia adelante llegarán a la carretera de los montes, que no hay nada, que solo pasarán calor. Dudan, dicen que la ciudad no tiene nada. Les digo que ahí mismo tienen el seminario o Gibralfaro. De repente aparecen por arte de magia dos cines, uno frente al otro. El cine de la derecha tiene bar, les digo. Deciden entrar porque están muy cansados (van cargados de bolsas con souvenirs). Los acompaño a la puerta, miro el reloj y resoplo. El hijo me pregunta si pasa algo. Son las 20.35 y el tren sale a las 20.40, tendré que coger el siguiente. Me despido de la madre y la hija. El padre duerme con la boca abierta. Adiós señor papá, le digo desde lejos. El hijo acompaña a la puerta. Mientras vamos por el hall del cine me dice que quiere comprobar algo y va a besarme pero solo en los labios. No estoy segura de si quiere comprobar si hay química entre nosotros o que es la primera vez que va a besar a alguien. En ese momento aparece un tipo con pinta de tipo duro y le da unos golpes en la espalda. Pienso que nos ha fastidiado el momento. Me enzarzo en una pelea con él. El chico sorprendido me pregunta qué demonios hago. ¡No te das cuenta que quería matarte!, le digo.

la chica de balthus

jueves, 12 septiembre 2024. Voy a un servicio público que hay en los bajo de un edificio. A la puerta hay dos mujeres hablando. Una parece extraterrestre, con los ojos separados y enormes. Tiene una pierna levantada, apoyada contra la pared. Me recuerda a una de las chicas de Balthus. Dudo si decírselo para congraciarme con ella porque me mira con mala cara. Pienso que ya he estado ahí, pero no recuerdo cuándo. El servicio no tiene pestillo y está muy sucio. Levanto la tapa con el pie. Al orinar acabo mojándome las piernas y la ropa. Antes de salir pienso en qué esas dos mujeres pensarán que he sido yo quien lo ensució todo.

abrigos

miércoles, 11 septiembre 2024. Alberto quiere que vea una sala de un museo. Las paredes parecen vidrieras muy antiguas, pero cuando me fijo es que están muy sucias. Le pregunto si ya habíamos estado en ese sitio. Dice que sí, en un concierto. De repente la sala se transforma en una tienda de ropa de segunda mano atiborrada de abrigos. Cuesta avanzar entre tanta ropa. Decido arrastrarme por el suelo. Me acuerdo de que dejé a la entrada una bolsa. Le digo a Alberto que me espere fuera, que no tardo nada. Decido ir por la calle para tardar menos. Corro entre los coches como una bala. Casi no piso el suelo. Cuanto los semáforos, calculando por donde iré sobre la tienda (se supone que está bajo tierra).

chiclanera

domingo, 8 septiembre 2024. Estamos en una frontera. Hay coches esperando varios controles al aire libre (como cuando vas a pagar gasolina). En uno no hay nadie (pienso que está cerrado porque no tiene luz). Alberto va hacia él y varios policías armados se nos echan encima. Volvemos a la cola. Una señora no sabe rellenar el impreso. La ayudo. Le digo que apunte de dónde viene, dónde va y la fecha. Escribe Chiclanera, 3/3 y debajo el año en tres partes 2-02-4. Intento corregirlo pero un agente no me deja. Alberto mete su impreso en un sobre. Conociéndolo, con lo poco que le gustan estas cosas, no creo que haya escrito nada bueno. Quiero irme de allí cuanto antes.
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Pablo está en la cama de mis padres. Vamos a visitarlo Pepe y yo. Nos cuenta cosas. Le recuerdo un vídeo juego que nos prestó, uno de los primeros que salieron. Mientras, le doy la mano. Dudo si decirle, te quiero, al despedirnos.

ducha

viernes, 6 septiembre 2024. Llegan mis sobrinos Darío y Abel. Me extraña que sean dos bebés y casi tengan la misma edad, pero me encanta verlos así. Cojo a Abel en brazos y no pesa absolutamente nada, como si estuviera hueco.
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En casa de mis padres alguien se dejó la puerta abierta y la gata se ha escapado. Está bajando las escaleras. La agarro del rabo y tiro de ella. El rabo estira y estira.
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Estoy sentada en una silla plegable de playa en una calle soleada de un pueblo. No hay gente ni coches. Les digo a unos niños que así da gusto vivir. Uno de los niños me dice que Alberto ya se ha ido. Corro al hotel (una casa baja encalada). Alberto está en la dduch, menos mal. Intento hacer la mochila a toda velocidad, pero mi ropa está en una cuba de la calle. Pienso que no me dará tiempo a guardarla toda, pienso hasta en dejarla allí. Debo elegir qué me llevo y qué dejo porque el tren sale ya.
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Estoy en casa de mis padres intentando arreglar una cajita de música. Mi tía M dice que es imposible, que no seré capaz, que pierdo el tiempo. Me sienta muy mal. Con un táper transparente y un poco de arena de la gata consigo que funcione. Suena "Para Elisa". Se la pongo delante a mi tía. Dice que no volverá a hablarme.

cúter

martes, 3 septiembre 2024. Estamos en la acera de la casa de Rosamari. En el portal hay una especie de bar (nosotros lo vemos desde el coche). Llega una chica que me da mala espina. Saca un cúter rojo (como el que salía en la serie "Larry David") e intenta atacarlos. Le digo a Alberto que vayamos a avisar a la policía. Llegamos a un apartamento muy desordenado. Isabel Preysler y sus hijas se preparan para una fiesta. Sacan vestidos sobre la cama. Quieren que me pruebe uno. Le digo que ha llegado una asesina y deberiamos escondernos. Dicen que quieren darle una oportunidad y que trabaje en casa de sirvienta.

volverás

lunes, 2 septiembre 2024. Estoy en casa de mis padres. Mi tía M está muy despeinada, le digo que no vaya a salir así a la calle. La noto rara. Tardo en darme cuenta de que se ha teñido el pelo de oscuro. Le quedaba mejor blanco, pero no le digo nada. Mi padre no está en su sillón, no sé cómo se ha levantado solo. Mi madre dice que está en la cocina. Lo encuentro revolviendo en un cajón de herramientas. Me alegra que te entretengas, le digo. Eso hago, responde. Aprovecho para ir al cuarto de baño a ducharme, está todo manga por hombro, no hay sitio para colocar mi ropa. La bañera está muy sucia. Busco una toalla pequeña para usarla como alfombrilla. Ya queda menos, me digo. Mientras, suena de fondo "Volverás" de Sergio y Estíbaliz.

cumpleaños y ducha

sábado, 31 agosto 2024. Es el cumpleaños de mi hermana. Dice que ha quedado con unas amigas en un bar. Solo hay una chica y tres chicos (no conozco a ninguno). Se la ve nerviosa, va de un lado a otro entre las mesas. Las mesas del parecen de colegio. Cuenta en voz muy alta que cumple 24 años y que aunque parezcan muchos todavía es muy joven. Le digo a la chica que con 23 yo ya estaba casada y llevando mi casa. De repente caigo en la cuenta de que cumple 54, pero no digo nada. Uno de los chicos tiene cara de extraterrestre, con los ojos enormes muy claros. Los otros dos no destacan por nada. Le pregunto a la chica si le gusta alguno. Dice que no está segura, que no saben cuál le gusta a cada una. Le pregunto a mi hermana. Dice que le gusta el de los ojos claros, pero que sabe que no tiene nada que hacer con él. Nunca se sabe, le digo. Me aburro muchísimo, me quedo en la puerta del bar a mirar la calle. Pienso que en realidad no tiene nada que hacer con ninguno.
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Habitación de hotel enorme y destartalada. Solo hay una cama metálica de matrimonio en un rincón. El colchón parece de lana, se hunde. La colcha va a juego con las cortinas que en otro tiempo fueron de damasco dorado y ahora son jirones. Las paredes están desconchadas, quedan restos de lo que pudieron ser frescos con escenas de dioses griegos. A un lado de la cama hay una ventana que da a una plaza con escalinata de mármol donde los turistas se hacen fotos. Mi padre está en la cama leyendo. Le pregunto a mi madre dónde está la ducha y me señala la barra de las cortinas. Me subo a la cama y antes de abrir el grifo, pregunto si hay que correr la cama para que no se moje. No hace falta, dice mi padre. Espero un poco para que salgan mkentras me ducho, pero no se mueven, siguen a lo suyo. Hago tiempo buscando champú o gel, pero solo encuentro pedazos pequeños de jabón. Elijo uno amarillo transparente que parece de glicerina. Sigo esperando a que salgan, carraspeo para que se den por aludidos. Nada.

meter primera

jueves, 29 agosto 2024. Vamos en coche a toda velocidad desde calle Beatas a calle Álamos. Llevo un traje de chaqueta verde oscuro con corbata a juego (se supone que vengo que un evento en el que tenía que ir así vestida). Al coche le pasa algo. Alberto dice que es mejor empujarlo para que arranque solo. Lo empuja por una calle en cuesta, estrecha y empinada. Sería mejor bajar en primera para usarla como freno, le digo. Le coche baja a toda velocidad, corremos tras él, lo perdemos de vista. Oigo un golpe. Alberto se para y se lleva las manos a la cabeza.

la hora de los superhéroes

lunes 26 agosto 2024. Entro en el dormitorio de mis padres, está todo muy revuelto, la cama sin hacer. Es la hora de los superhéroes, todos a dormir, digo y lanzó un muñeco que parece más un luchador de pressing catch que un superhéroe. Después me meto en la cama y Homer, el gato de mi cuñada, se tumba a mi lado.

rampas y blusa

domingo, 25 agosto 2024. Estoy con mí padre y otros familiares en lo que parece la sala de espera de un médico. Mi padre dice que quiere dibujar, me pongo muy contenta de que tenga ganas de hacer algo. Sobre la mesa hay cuatro carpetas enfrentadas como si fueran cuatro manteles individuales. Abro una, pero no hay cuaderno, en otra solo hay hojas ya usadas, en la tercera solo un bolígrafo. Por fin, en la cuarta, hay cuaderno sin usar y bolígrafo, pero mi padre prefiere un lápiz. Busco uno. En el momento que va a ponerse a dibujar dice que tiene sueño y quiere irse a casa. Alberto lo levanta y se lo lleva. Todos se van. La sala ha quedado desordenada, se han olvidado las chaquetas y las bolsas. Coloco las sillas en su sitio y las cuatro carpetas como estaban. Me llama mi tía M, me pregunta cómo va la cosa, le digo que se han marchado y que estoy recogiéndolo todo, que llevo cinco bolsas que pesan mucho, que la casa es un laberinto y no encuentro la salida. Hablo con ella mientras voy por la casa abriendo puertas y recorriendo pasillos. En una de las habitaciones hay una anciana durmiendo. En otra, unos ancianos cocinan mientras canturrean. Cuando por fin voy a salir, al abrir la puerta, suena el timbre (que está por dentro y lleva una cruz roja pintada). Varios ancianos se me acercan a ver qué pasa. Nos despedimos. El descansillo es enorme y enmoquetado, no veo el ascensor por ninguna parte, hay rampas y escaleras (casi ruedo por una), se me caen las bolsas, una toalla fucsia (que tuve hace años para ir a la playa enrollada) cae rampa abajo. Ahí se queda. Cuando por fin llegó a la calle no sé dónde estoy. Sobre otra rampa de cemento se ve una autovía, los coches pasan en blanco y negro (parecen coches del siglo XIX). Miro a mi alrededor, estoy en un polígono, hay obreros charlando en las aceras, no sé cómo llegar al hotel donde se supone que estamos alojados. Sacó un móvil del bolso pero no es mi móvil, es un móvil cuadrado pequeño donde aparece la cara de Puigdemont. Lo guardo rápidamente antes de que nadie lo vea, porque pienso que me puede traer problemas.
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Estoy en lo que parece el hall de un cineclub situado en los bajos de un edificio. La luz es muy pobre, deprime. Miro la cartelera, ponen seis películas. No me suena ninguna. Oigo  decir a alguien que solo se accede con invitación y solo queda una en el mostrador. Varias personas corren a por ella. Voy a coger un programa pero no quedan, en su lugar alguien ha dejado una blusa de tirantes de vichy en rojo y blanco. Decido llevármela, pienso que me vendrá muy bien para dormir fresquita.

terrario

jueves, 22 agosto 2024. El mueble de las medicinas de la casa de mis padres tiene la puerta de cristal. Me pregunto cuándo la habrán cambiado. Dentro hay un terrario. Me acerco y veo unos huevos con manchas que parecen de codorniz. Temo que sean de serpiente y, cuando eclosionen, ataquen a la gata de mi hermana.

dentadura

miércoles, 21 agosto 2024. Estoy en casa de mi abuela, entró en el comedor, está a oscuras. Me siento en el sofá. Me sorprende ver que a mi lado está Larry David. Oigo ruidos en la puerta, entran dos hombres. Le digo a Larry David que nos escondamos, pero no nos da tiempo. De repente estamos en una especie de hangar enorme (se supone que nos han secuestrado). Hay mucha gente que hace colas para entregar sus abrigos. No parecen asustados. Cuando llega mi turno me dicen que saque lo que lleven los bolsillos. Sacó una dentadura postiza que no sé de dónde ha salido. Se ríen de mí. Intento esconder el móvil para poder pedir ayuda. Intento llamar, pero el móvil no funciona. En uno de los rincones hay un sofá semicircular pegado a la pared con una mesa delante, como en las cafeterías americanas. Se van arremolinando algunas personas, se sientan y hablan como si lo que está pasando fuera de lo más normal. Intentó sentarme y ser una más entre la gente. Los miro. La imagen me recuerda a cuando le das vuelta a un puré de patatas y se queda pegado a las paredes de la olla.

ropavieja

martes, 20 agosto 2024. Voy por la calle. Llevo un top rojo sin tirantes y una falda corta. Me miro y me veo muy delgada, ni siquiera tengo pecho. La acera es muy estrecha y está llena de señoras mayores que caminan muy despacio. Al verme se apartan hacia la pared para que pase. Llego a casa de mi prima Elisa (no se parece a su casa). Mi sobrina Nadia está en la cama y tiene el teléfono en la mano. Del teléfono sale la voz de mi tía M. Cojo el teléfono y le digo que ya he llegado. Se enfada porque he llegado muy pronto. Solo diez minutos antes, le digo. Me cuelga. Sobre la cama hay un montón de ropa, me pongo a doblarla, hago varios montones (camisetas, pantalones...). Voy a la cocina (ya no estoy en casa de mi prima, estoy en casa de Francis) tengo que preparar comida para mucha gente y solo tengo una bola de carne desmenuzada sobre un papel. Cuanto más la amaso mas pequeña se hace. Decido hacer ropavieja para que cunda más. La cocina está desordenada, llena de cacharros sucios, busco una olla pero no encuentro nada. Francis está en la despensa buscando algo y no quiero molestarlo.
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Mi prima Cristina dice que me trajo de Londres un neceser que pone London. Dice que no sabe si me gustará. Me encantas los neceseres, le digo entusiasmada. Alguien dice que Torre Eiffel se pronuncia de la misma manera en inglés que en francés. No corrijo. Les digo que los ingleses, cuando se refieren a la Torre de Londres, pronuncian el the, de the tower, como di, no como de. Alberto me mira con escepticismo.

hojas secas

lunes, 19 agosto 2024. Estoy en lo que parece una terraza de un bar pero no hay bar, solo son unas mesas en la acera junto a un árbol. El árbol deja caer todo el tiempo hojas secas, la acera está cubierta de hojas amarillas. No sé que hago allí no hablo con nadie. De repente estoy en casa de mis padres, cojo dos o tres cosas, las meto en un neceser y subo al piso de arriba (donde vivía Enmita). Al entrar me abre Zayas. Le digo que no me acordaba que estaba allí, que había subido a echarle un ojo a la casa. Por hablar de algo, le cuento que en las aceras ya hay hojas secas.
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Estoy en un despacho con tres personas que no conozco. Una chica dice algo sobre unas sandalias y le cuento que me hice unas con una base de madera y dos tiras elásticas cruzadas. Por sus caras, veo que no me creen. El chico me pregunta si también hago maquetas de trenes (señalando una que tiene justo al lado).

antebrazo

viernes, 2 agosto 2024. Voy en autobús. La chica que hay a mi lado le cuenta a su novio los dolores que tiene, que no entiende por qué le duele aquí (señala el antebrazo) donde no hay siquiera articulación. Dice que los médicos no saben lo que tiene. Dudo si decirle algo. En un momento que calla, mira al suelo y parece abatida, le digo que seguramente padezca fibromialgia, que yo tenía (y tengo) esos mismos dolores. Ya lo sospechaba, dice ella sin dejar de mirar al suelo.

estolas de piel

jueves, 1 agosto 2024. Por el público (parejas mayores muy arregladas) parece la terraza de un bar de hotel. Un tipo, vestido elegantemente de camarero, está sentado en un taburete sobre una tarima. Cuando entras debes recoger una tarjeta donde aparecen las tapas, y una casilla para poner una cruz al lado de lo que quieras tomar. Alberto pasa de largo y busca una mesa. Me fijo en que nadie ha cogido tarjetas. Le pido al camarero tarjetas para todos y las reparto entre las mesas. El tipo pone los ojos en blanco y me mira con gesto cómplice de "no se enteran de nada". De repente estamos en una sala de cine, llena hasta los topes. Las luces están encendidas a pesar de que la película esté proyectándose. De repente se abre una puerta lateral que hay justo al lado de mi asiento, y salen un montón de personas mayores muy arregladas (parecidas a las de la terraza de antes). Algunas señoras llevan estolas de piel. Varios acomodadores hacen gestos para que salgamos, mueven los brazos, nos echan como si fuésemos ganado. Protesto. Nuestra película no había terminado y quiero saber cómo termina, les grito.

rabos de lagartija

martes, 30 julio 2024. Estoy en casa de mi abuela, tengo que tender la colada en el patio. La colada son cuatro lagartijas vivas. Pienso que si las tiendo del rabo, se desprenderán los cuerpos. Mientras pienso en qué hacer con ellas una se me escapa.
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Estoy con un grupo de personas en una habitación pequeña, sentados sobre cojines pegados a la pared. No sé de qué hablamos. Yo solo me fijo en que dos de las chicas se parecen a dos actrices (no recuerdo cuáles). En el momento de despedirnos, el organizador de la reunión dice: Y esas dos chicas del fondo, se parecen a fulanita y menganita. Yo grito: ¡Por fin!

un gran tipo

lunes, 29 julio 2024. Llegamos a la explanada de la iglesia de la Victoria donde su supone que Alberto ha dejado el coche. Está en obras y está prohibido circular. Alberto conduce muy despacio y yo lo sigo andando. El coche derrapa por montículos de tierra. No hay salida. Alberto sale, lo empuja y lo deja caer a una hondonada llena de agua. Después se lanza al agua para entrar en el coche y sacarlo conduciendo. Me quedo mirando, no sé si será capaz de salir.
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Tengo que tomar un autobús para Marbella. Hay una acera con muchas paradas. Pienso que será la más concurrida. Le pregunto a un niño. Responde que no en inglés. Un señor mayor, dueño de una pastelería, me dice que él me sacará el billete. Su hija me ofrece una torrija flotando en un plato de miel. Como tanta miel me da asco, se la paso a un camarero como si no hubiera entendido que era para mí. Vemos llegar el autobús y me dicen que me dé prisa, que salga por la ventana. paso por encima de pasteles y mesas cubiertas de harina. Todos dicen que me echarán de menos, a mí y a Javi. El señor mayor me acompaña a la parada, dice que al principio creía que Javi y yo no nos llevábamos bien, pero que se dio cuenta de que siempre estábamos de broma. Le cuento que nos conocemos desde el instituto. Es un gran tipo, decimos casi a la vez. Lo veo tan triste por mi partida que le digo que le enviaré un libro de poemas. Mis poemas no riman, aclaro. Él tuerce el gesto y se ríe.
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Estoy en casa de mi abuela. Hace tanto viento que los cuadros se han descolgado. Hay cuadros que no he visto nunca y me extraña. abro la puerta y miro el jardín que me parece desolado. Temo que el trompetero se caiga o uno de los plátanos aplaste el muro o incluso algún coche aparcado. Todo está gris, da pena, pero me gusta mirarlo porque siento mucha paz. Suena el teléfono. descuelgo desde el comedor. Mi abuela ha descolgado desde el cuarto de estar y las dos decimos Diga a la vez. Mi tía M nos cuenta que han dicho en la radio que se ha perdido un bebé, que se lo ha llevado el viento, que los padres del bebé no tienen más de trece años y que mi madre ha llamado a la radio para ayudar. No quiero seguir escuchando esa historia, cuelgo y vuelvo a la puerta a mirar el jardín.

anillo de caramelo

domingo, 28 julio 2024. Esperamos para entrar a un concierto de Sr. Chinarro. Alberto se aleja de la puerta, dice que le aburre esperar con el resto del público. Una organizadora nos dice que los fans están invitados (se supone que somos los que llevamos un rato en la entrada). Busco a Alberto, pero no doy con él. Nos hacen entrar por una puerta lateral y nos sientan en las dos primeras filas. Intento llamar a Alberto, pero el móvil no funciona. Intento enviarle un sms. Pongo mi mochila en el asiento de la izquierda por si Alberto aparece, pero pienso que no lo dejarán entrar a las filas de los fans. Saco de la mochila el anillo amarillo que me compré en Vigo hace años. Me lo pongo como si eso me fuera a dar suerte. El chico que está sentado a mi derecha se ríe, dice que parece de caramelo. Lo chupo como si eso me fuera a dar suerte e hiciera que Alberto apareciera.
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Parece que acabamos de mudarnos a una especie de loft. Todo está manga por hombro, sobre todo la parte de la cocina. Nada está en su sitio. Intento mover el frigorífico, pegarlo a la pared. Cualquier cosa que hago me cuesta muchísimo, me canso moviendo un simple cubierto.

clavo

sábado, 27 julio 2024. Le enseño a Alberto una serpiente enorme que llevo en la mano. Está muy quieta, parece de juguete. Es blanca con aros rojos y negros. Los ojos y la boca son rojos, parece que un niño se los haya pintado con rotulador. Resulta ridícula y nada peligrosa. Parece que a Dios no le caía muy bien la serpiente, le digo a Alberto. No sé si soltarla, temo que se esconda debajo de algún 
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Estoy en una habitación vacía. En un rincón, a unos centímetros por encima del rodapié, hay un clavo. Al pintar lasparedes también lo han pintado de blanco. Me acuerdo del candado que dejó Javi en Peritos. Ese es mi sitio, pienso, junto a ese clavo, ahí puedo poner unos muebles pequeños, vivir ahí, sin molestar a nadie. Sólo quiero llorar, pero no quiero preocupar a nadie. Pienso en el erizo César, en que podría vivir ahí conmigo. También me acuerdo de aquella película Tiny furniture, y que nunca supe por qué se llamaba así.

casitas de lata

jueves, 25 julio 2025. Voy por la calle del brazo de un chico gay muy joven. Detrás de nosotros una chica con un anciano. La chica le va contando al anciano una historia. Cada vez que dice "entonces el gay..." nos paramos para escuchar y nos reímos. Así todo el camino hasta que llegamos a la orilla del mar. El agua está muy limpia, se transparentan las piedras. El mar bate contra un muro blanco. Aprovechamos cuando se retira para avanzar sin mojarnos los pies. Por sin llegamos a la playa que hay delante de un chiringuito-hotel. Hay una tienda donde venden llaveros, broches y anillos hechos con piedras de la playa. Les digo que si cogemos algunas piedras podremos hacerlos nosotros mismos. Veo cajitas de lata amarillas y rojas Desde lejos parecen Cubitos Maggi, pero de cerca son la casita de Heidi y dentro llevan figuritas (Heidi, las cabras, el abuelo). A la chica que contaba historias también le encantan y la animo a comprar una. Qué pena no tener siete años, le digo a la chica.

el hombre de la peluca

miércoles, 24 julio 2024. Parece la sala de espera de un médico, pero son los bajos de un edificio. Hay gente amontonada delante de la puerta como si temieran que alguien se fuera a colar. Un grupo de pacientes me dicen que entre primero, casi me empujan a la consulta (no sé qué hago allí). La consulta es una habitación decorada para niños. Hay dos camas, cada una pegada a una pared. En una hay un señor mayor con gafas negras redondas y peluca oscura despeinada que le hace parecer un payaso (sospecho que las gafas también son de broma). Hay crucigramas. El médico un chico joven muy guapo con aspecto de actor americano de los años 50, pregunta qué me pasa. No sé qué decirle. Por algo estará aquí, interviene el señor de la peluca. Aprovecho para decirle que estaría mejor sin ella, que le queda ridícula y que se lo digo por su bien. El hombre sale de la cama e intenta ponérmela. Me da asco, le doy las gracias y me niego. Vuelve a su cama y sus crucigramas. El médico me mira las piernas. Yo, instintivamente, también. Tengo las venas enormes. Dice que me tumbe. Me doy cuenta de que solo llevo una camiseta. Las observa con detenimiento. Le digo que suelen dolerme mucho y cada noche tengo calambres. Más que calambres, se mueven solas, aclaro. Me las cubre con la sábana y dice que espere. Pasa el tiempo y allí sigo. Pienso que Alberto estará fuera esperándome y todavía tengo que ir al supermercado y hacer la comida. ¿Cuánto debo esperar?, pregunto. El médico no responde, hace cosas (que no sirven para nada) por la habitación, como cambiar juguetes de lugar, o rascar algo con la uña en la pared. El hombre de la peluca sigue a lo suyo. Decido irme. El médico me pregunta si estoy sufriendo alguna situación de estrés. Primero cuidó de su suegra y ahora cuida de sus padres y tías, dice el de la peluca. Le digo que lo de mi suegra no fue nada y fue hace mucho, y que estar con mis padres y tías no es para tanto, que invento cosas, que ya le enviaré las portadas del Hola que les hago. Es otra cosa, le digo y me voy. Antes de salir me vuelvo para decirle al hombre de los crucigramas que la peluca le queda muy bien. Por fin volvemos a casa. Por el camino nos encontramos a mi sobrino Diego, sentado en la acera, recortando u ordenando papeles en una caja de zapatos. Le pregunto qué tal el examen (se supone que tenía que hacer la selectividad y solo estudió unas horas antes). Dice que sacó un 8,5. Alberto se pone muy contento. Le pregunto si hizo trampas. Dice que sí. Alguien lo llama. Tengo que volver, se ha escapado el gato. Le digo que estaba en el alféizar de la ventana y lo metí en casa antes de salir. No me hace caso y entra en un local abandonado para buscarlo. Bajamos por una escala de madera sucia. En el sótano hay cajas polvorientas y juguetes viejos. Quiero salir de allí. Agarro a mi sobrino por el cuello de la camiseta para subir la escala, pero se ha convertido en un recortable y se le rompe la cabeza. Salgo como puedo, le pongo fixo a la cabeza y se la doy a Alberto. Llegamos a casa de sus padre. Su madre ha preparado la comida. Le digo que no podemos quedarnos, que tenemos que ir al supermercado y todavía tengo que preparar la comida de mis padres.

segunda oportunidad

martes, 23 julio 2024. Todo sucede como si fuera una película y yo estuviera dentro de ella, pero solo de espectadora. Una chica vuelve a su casa, al principio viste muy mal (se le transparenta la ropa interior, no se peina ni maquilla, etc). Una tarde decide arreglarse. Su amiga se queda asombrada de lo guapa que está. Lleva un vestido plateado y le pregunta algo en el inglés al camarero que hay detrás de la barra. Este, alucinando con su belleza, deja caer un vaso que estaba secando. La chica tiene la voz muy grave. A pesar de ahora todo el mundo la admire se la ve totalmente infeliz. Me alejo de escena y llego a casa. Alguien me enseña una libreta con pasatiempos. Me fijo en que era una libreta que usaba hace años como agenda, donde apuntaba cada cosa que hacía con una inicial roja. Me fijo en que todo está como cuando era pequeña. Me miro las manos y el cuerpo y, efectivamente, tendré no más de diez años. Pienso que tengo la oportunidad de rehacer mi vida. Podría matricularme en Biología, como quería mi padre, en vez de en Económicas pero, ¿seré capaz de retener tantos nombres en latín? También pienso que en vez de no parar en casa cuando Alberto salía con otra, yo podría encerrarme en mi cuarto a estudiar. Pero entonces no conocería a Jurdi, ni a Elías y Henry, ni a nadie, y quizá nunca hubiera escrito poemas. Pienso en qué prefiero. Voy a ducharme (donde mejor pienso), pero la bañera está llena de agua sucia. Me da igual, me meto de todos modos. (Quizá haya influido que anoche vi el documental El método Farrer).

tres hermanos

sábado, 20 julio 2024. Alberto y yo llegamos a unas canchas de deporte. Se supone que es la entrada a unas instalaciones que vamos a visitar. A la entrada hay unas mesa largas con manteles de papel. Tres chicos, muy parecidos a Pacho, comen, cada uno a lo suyo, separados por varios metros (pienso que son sus hermanos). La visita comienza y yo me quedo rezagada mirando algo. Mientras el grupo continúa la visita yo limpio unas letrinas con un bastoncillo para limpiar los oídos.

calva

viernes,  19 julio 2024. Se me cae el pelo. Mi madre dice que me lo cepille bien y volverá a crecer, pero el cepillo arrastra todavía más pelo hasta dejarme calva.

cazuela de fideos

jueves, 18 julio 2024. Estoy en una casa de campo encalada y destartalada. La dueña (una jipi parecida a Eva de "Verano azul") está recogiendo sus cosas para marcharse. Yo también recojo las mías. Oigo ruido fuera. Alberto esta en el coche con Emilio y Salvatore. Les hago una seña para que me espere, pero arranca y se van. Corro detrás del coche, levanto los brazos, nada. Al entrar de nuevo en la casa ya no hay siquiera muebles. Al fondo veo a un chico en el suelo leyendo dentro de su saco de dormir. Su cara y voz cambia. A ratos es Nacho, a ratos Juano. Pienso que quizá me pueda quedar con él hasta que pueda volver a casa. Lee en alto, parece un poco ido. Veo por la ventana que vuelven en el coche (es un coche blanco que no conozco). Le digo desde la puerta que cómo se les ocurre no esperarme. Alberto baja la ventanilla y me dice nuestra sobrina está embarazada. Arranca de nuevo y se van.
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Estoy en la cocina de la casa de mis padres preparando la comida. El gato se sube a la encimera, intenta tirar la olla, le digo que va a quemarse las patas. Sigue hasta que se quema y sale bufando. Entra mi madre, pregunta qué vamos a comer, que le apetece cazuela de fideos. Miro la olla y es cazuela de fideos. Le digo que está de suerte. Dice que vendrá toda la familia, incluidos los sobrinos, que seremos mínimo quince personas. Dicho esto se pone a echar fideos a la comida que ya estaba casi hecha. Queda una masa incomible, pero no le digo nada. Intento arreglarlo como puedo sacando fideos a otra olla. El gato vuelve. Mi hermana dice que como es nochevieja ella se va, que no olvide ponerme los guantes y la bufanda. Miro el calendario que hay en la pared. Es mayo, pero no le digo nada.

gato ladrón

domingo, 14 julio 2024. Alberto lee el periódico en el hall de un hotel mientras yo atiendo a una chica que nos dice que es nuestra responsable, pero no va a poder hacerse cargo de nosotros. ¿No puedes dormir en el hueco?, le pregunto en broma refiriéndome a si no puede dormir entre los dos. A la chica le hace mucha gracia y se ríe a carcajadas, dice que es una lástima que no estemos en el Siete Mares (se supone que es un hotel que hay al lado). Le respondo que elegimos este porque ya estuvimos una vez y queríamos estar en el mismo. Alberto me dice al oído que en el que estuvimos fue en el Siete Mares, si no me acuerdo de las piscinas redondas. Le digo que no me acuerdo (lo que sí recuerdo es haber soñado con un hotel así). De repente estamos en casa, hemos vuelto a por algo, me doy cuenta de que llevo un pantalón de pana negro muy viejo con lamparones y manchas de lejía, y unas botas tipo australianas a pesar de que es verano. Le digo a Alberto si no se había fijado en lo mal que voy. Al entrar en el dormitorio todo está desordenado, la cama revuelta llena de ropa, de latitas con monedas, incluso hay perlas de onagra sueltas. Los cajones están abiertos, el teléfono descolgado en el suelo. Le digo Alberto que creo que alguien ha entrado a robar y que todavía está en la casa. Él se fija por primera vez en el desorden,  pero no parece afectarle. Le digo alzando la voz (para que el supuesto ladrón lo oiga) que saque la pistola (que no existe). De repente aparece el gato de mi hermana. Pienso que quizá haya sido él quien lo ha revuelto todo. Le digo a Alberto que tenemos que poner una cámara para saber qué hace mientras no estamos. Busco ropa de verano para cambiarme, pero toda la ropa del armario no es mía. Intento ponerme cualquier cosa, pero no hay una prenda que casé con otra porque todo es marrón, azul oscuro o negro. Alberto dice que me va a gustar el sitio donde vamos a ir a cenar. Intento quitarme una blusa muy fea que me he probado y me quedo atrapada dentro. Le pido a Alberto que me ayude, pero está buscando algo en sus estanterías. Me doblo y agacho para ver si sale sola, pero se enreda cada vez más.  No puedo respirar. (Me despierto llorando).

regalo

sábado, 13 julio 2024. Estoy en un apartamento con Federico y Virginia. Es la hora de dormir y nos damos las buenas noches. Antes de irnos cada uno a su cuarto, Federico abre el maletero de un coche y me da lo que parece una foto o un dibujo enmarcado envuelto en papel de seda rojo. Por más que intento abrirlo no puedo. Así que todos se van a dormir y allí quedo yo con mi regalo.

pantalones

jueves, 12 julio 2024. Entro en el cuarto de mi hermana para cambiarme de ropa. La encuentro llorando, dice que el chico que le gusta no le ha escrito. Le digo que estará ocupado, que le escriba ella y le mande la foto que se hizo vestida de futbolista. En ese momento llega mi padre, quiere que le cambie los pantalones. Cuando se los estoy subiendo me meto también en ellos, pero no consigo subirlos del todo y quedo atrapada en una postura muy incómoda, con las rodillas clavadas en su cintura, como si me llevara a caballito. Llamo a mi madre para que nos ayude. Tarda en venir, no sé cuánto tiempo podrá aguantar mi padre conmigo a las espaldas.

el chico de las muletas y las chicas furry

miércoles, 10 julio 2024. Estoy en la terraza de un bar (en realidad no es más que una calle estrecha con mesas muy apiñadas). A mi alrededor todos parecen extranjeros. Un chico muy joven se sienta en mi mesa y me cuenta cosas (no recuerdo de qué habla). Todo el bar lo atiende porque lo que dice parece ser interesantísimo. Le digo que quizá no entiendan nada porque son extranjeros, que si quiere lo voy traduciendo. En ocasiones habla de alguien que se llama Bono. Le digo que si es su apellido quizá seamos familia. No dice nada. Le pregunto si es un mote como el del cantante de U2. Se levanta y se va. Me fijo en que lleva muletas, tiene una pierna arqueada y más corta. De espaldas está extremadamente delgado. De repente me da mucha pena y lo sigo. Aparece David con dos chicas muy modernas, maquilladas estilo años 80, con gafas de sol enormes a juego con abrigos tipo furry (una en fucsia y otra en naranja). Parece que hayan viajado en el tiempo. Quieren ir a un bar. Miro la hora, las 21.30 (aunque el reloj que llevo en la muñeca es en realidad el envoltorio arrugado de una chocolatina). Pienso que tengo que avisar a Alberto, decirle que estoy bien pero llegaré un poco tarde. Les digo que no vayamos muy lejos, que conozco un par de bares allí mismo (en el callejón trasero a la plaza de la Merced). Los bares han cambiado, tienen distintos nombres y son luminosos, no son los antros con los que yo esperaba sorprenderlos. David dice que conoce uno tropical. Es enorme y colorido, tiene un jardín al fondo. Hay chicas preciosas bailando en bikini y tipos con traje y corbata mirándolas embobados. Las chicas furry levantan los brazos y bailan. El chico de las muletas, que antes parecía tan seguro, se siente avergonzado. Señalo al chico con la mirada y le hago un gesto a David de, mejor nos vamos.
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Llego a casa. No hay nadie. Llamo a mi sobrino, lo consuelo (no sé de qué). Mientras hablo, voy recorriendo la casa a oscuras. Él asiente a todo lo que le digo. Al cabo de un buen rato oigo el ascensor. Ya llegan, no estés mal, le digo. Vale, dice él y colgamos.

escalera amarilla

martes, 9 julio 2024. Hay que poner el despertador en hora, pero es tan antiguo que hay que presionar con fuerza los botones. Cuando voy a hacerlo, porque sé un truco, Alberto dice que no tengo ni idea y que hay que sacarle la escalera.  No sé de qué me habla. Me lo quita de las manos, lo abre, saltan un montón de piezas, entre ellas una tira dentada amarilla de plástico. Supongo que eso es la escalera.
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Es el cumpleaños de mi madre. Nos hemos reunido en una casa con jardín toda la famia (y personas que no conozco). Supongo que la han alquilado para el evento. La casa es enorme, pero estamos todos apiñados en una habitacion, donde una mesa de comedor enorme ocupa casi todo el espacio. Empiezan a repartirse las habitaciones. Solo quedo yo. Tú duermes en casa de Elisa y Andrés, dice alguien. Miro por la ventana, es noche cerrada. La casa de Elisa se supone que está en lo alto de un monte y tengo que ir sola andando por un camino de tierra. Para colmo, veo que alguien le da a mi madre el regalo que le compré como si fuera suyo.

fin de partida 2.0

lunes, 8 julio 2024. Mis padres están en casa, cada uno en una butaca (la escena me recuerda a Fin de partida). Hablan sin parar, preguntan. La casa está muy desordenada, llena de muebles que no sé de dónde han salido. Mi hermana dice que se va. Mis padres preguntan todavía más, qué dónde va, que a qué hora vuelve, que con quién sale... Hay una tableta sobre la mesa, intento escribir a Alberto para contarle lo que está pasando y que no he tenido tiempo ni de hacer la cena. En la tableta solo aparecen fotos de mi prima y su hijo, excursiones, fiestas de cumpleaños. Tardo en darme cuenta de que no es la mía. No sé cómo parar las fotos que se suceden cada vez más deprisa. Veo a mi madre que se ha levantado e intenta meter los dedos en un enchufe. Mamá, es una mancha en la pared, no la toques, le digo. Solo quiero encender la luz, dice. La habitación está a oscuras de repente. Cuando por fin consigo enviar un mail a Alberto contándole el caos que tengo en casa, me vuelvo y la habitación está vacía.

mochuelo

viernes, 5 julio 2025. Entro en el cuarto de baño de la que fue la casa de mi abuela. Sobre el lavabo hay un mochuelo de colores. No estoy segura de si es así o alguien lo ha pintado. Parece una bola. Me mira con pena. Le abro la ventana para que se vaya. Da unos pasos atrás. Mojo una toalla y le limpio el plumaje. Queda de colores marrones preciosos. El mochuelo va a un cesto que hay en un rincón y él mismo se tapa con una toalla. Lo arropo como si fuera un bebé. Se duerme. Lo miro mientras respira profundamente.
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Al entrar en el dormitorio de mi hermana me fijo en el que no tiene techo, se ven vigas desnudas. Temo que caigan cascotes mientras duerme. Puedes llevarte tus muebles, ya no los necesito, me dice. Miro a mi alrededor pero solo hay escombros. Reconozco mi buró, pero está polvoriento y roto porque el techo le cayó encima.

media manzana

jueves, 4 julio 2024. Estoy con un grupo y necesito ir al baño. Me acerco al despacho de Alberto (no se parece al real) y entro en el servicio. El servicio no tiene puerta. Entra la chica de la limpieza, me ve, se excusa. Le digo que no tiene que disculparte, que he sido yo la que ha entrado donde no debía. Al salir, alguien me dice que Alberto se ha marchado porque tenía prisa. Siento una tristeza inmensa. Iván comienza a presentarme a autores que me saludan cariñosamente, todos dicen que tenían muchas ganas de conocerme porque les gustó mucho mi libro. Todo me da igual, solo pienso en que Alberto se ha ido. Nos sentamos en la terraza de una bar. Nos ponen una tapa de ensalada malagueña. Oigo la voz de Francis a mis espaldas, le dice a la chica que él pidió ensalada de lechuga. La chica le dice que no se preocupe, que por la equivocación le regalará a cambio una manzana. Me vuelo, Alberto está tomando algo con Francis, pero actúan como si no me conocieran. Mientras, Iván sigue hablándome de autores pero no le presto atención. Veo pasar a Cristina, habla con seguridad con otra chica, está muy delgada y me gustan sus vaqueros (los comparo con los míos). Pienso que debo cambiar de forma de vestir y actuar. Me vuelvo y le pregunto a Alberto qué haremos hoy, si quedarnos en Fuengirola o volver a Málaga. Sin decir nada me escribe a boli en el muslo (que de repente está desnudo): C A O T P M (que significa Comer Aquí O Tirar Para Málaga).

dátiles

miércoles, 3 julio 2024. Todos están dormidos y entro de puntillas al cuarto secreto de mii padre. resulta que es la cocina de mi casa y hay un montón de dátiles en el suelo. Mientras los recojo le pregunto a Alberto si sabe lo que significa "máis vale unha enchente que sete lambiscos".

baraka

domingo, 30 junio 2024. Voy en autobús. Va casi vacío (tres mujeres más vestidas de saharauis). Entra tanta luz del exterior que parece que no tenga techo ni ventanas. Al fondo hay un chico durmiendo en un colchón. Cuando se despereza, veo que es mi sobrino Diego. Intento hacer fotos sin se nadie se dé cuenta. Fotos en las que no se vea a la persona completa, solo una mano o media cabeza. Cuando llegamos, el conductor corre hasta la puerta y nos ayuda a bajar los dos escalones. Shukram, dice y me da tres besos. Baraka, le respondo. Entro en un edificio en ruinas. Hago fotos de lo poco que queda. Sobre lo que fue un mostrador hay una caja con muñecas rotas entre tubos de ensayo. Cuando voy a hacer la foto llega una enfermera y se lleva las muñecas sin decir nada.. Voy en autobús. Va casi vacío (tres mujeres más vestidas de saharauis). Entra tanta luz del exterior que parece que no tenga techo ni ventanas. Al fondo hay un chico durmiendo en un colchón. Cuando se despereza, veo que es mi sobrino Diego. Intento hacer fotos sin se nadie se dé cuenta. Fotos en las que no se vea a la persona completa, solo una mano o media cabeza. Cuando llegamos, el conductor corre hasta la puerta y nos ayuda a bajar los dos escalones. Shukram, dice y me da tres besos. Baraka, le respondo. Entro en un edificio en ruinas. Hago fotos de lo poco que queda. Sobre lo que fue un mostrador hay una caja con muñecas rotas entre tubos de ensayo. Cuando voy a hacer la foto llega una enfermera y se lleva las muñecas sin decir nada.

ñus

sabado, 29 junio 2024. Estamos en un restaurante. Alberto dice que no le ha gustado tanto como la otra vez. No recuerdo haber estado. Dice que estuvo solo hace años. Miro el cartel y parece un restaurante recién inaugurado, pero no digo nada. A la hora de pagar, Alberto dice que ha perdido la cartera. Voy al coche a ver si se la ha dejado, pero no está. Cuando vuelvo le digo que estará en el hotel, que yo pago, pero dice que ya ha pagado. Entramos para despedirnos. Por dentro es enorme y parece un mercado con puestos. En uno venden un dulce típico con cabello de ángel. Lo tienen cortado en pedazos y cada uno con un precio desde 0,25 a 12 euros (a pesar de que los trozos son del mismo tamaño). Todo el mundo sale comiendo uno. Si los trozos fueran más pequeños no me importaría probarlo, pero son enormes. Una chica se me acerca a darme las gracias. Dice que si no hubiera sido por mí no habrían podido reunirse. Que tengo el don de la palabra y supe convencerla de que aquel troll no era un troll. Le explico que nos conocimos en un grupo de noticias de literatura a la que llamábamos ñus en 1999. La chica hace cuentas con los dedos. ¡Eso es media vida!, dice. Veo a Eugenio detrás del mostrador. Lleva una camiseta mitad del Málaga mitad un anuncio de neumáticos. La chica saca una hoja donde tiene apuntados nombres y puntuaciones. Junto al nombre de la chica hay un cero en casi todos. Eugenio le pregunta si los ceros significan las veces que se ducha. Me parece que esta va a ser espesita, digo y todos ríen a carcajadas como si hubiera contado un chiste buenísimo.

plátano frito

viernes, 28 junio 2024. Estoy en el salón de una casa destartalada con los techos muy altos. Un niño fríe rodajas de plátano en una especie de wok. Le echo un ojo de vez en cuando porque temo que se queme. Le digo que baje el fuego, que ya estaban casi listos. Llega la mujer y la hija de Chivite, se sientan para comer. Chivite llega después. Tengo un montón de folios entre las manos. Me pregunta si ya corregí y el libro. Asiento. No se si sabes que hay una manera muy rápida de corregir leyendo solo las palabras que empiezan por "pre". Se ríe. Mira qué listo, le digo. Discutimos en broma mientras su mujer y su hija comen.

modelos

jueves, 27 junio 2024. Un grupo de presentadoras y modelos cuchichean en un rincón de lo que parece un set de televisión. Una de ellas, empujada por las demás, se acerca a la cámara. Lleva un mono transparente como si fuera una segunda piel. Tanto es así que no se sabe si se le transparentan los tatuajes o son estampados de la tela. Cuando está delante de la cámara comienza a hablar. Se queja, llora. Según va hablando la cara le hace muecas grotescas y se le derrite como si fuera de cera.

balbuceo

miercoles, 26 junio 2024. Fernando Fernán Gómez ha venido a dar una charla. Después vamos a cenar con un grupo pequeño, entre ellos Alberto, Francis con una chica, Sonia, y dos más que no conozco. Nadie se atreve a hablarle. Se queja de los periodistas. Le digo que pase de ellos, que se centre en escribir, que cuando se le acabe la inspiración piense que no es él, que escriba desde fuera, que tome el papel de alguien que le hace una entrevista. Dice muy ofuscado que ojalá eso fuera tan fácil, que lo más difícil es no escribir sobre uno mismo. El grupo se levanta y echamos a andar por unas calles muy estrechas llenas de gente. Nos cruzamos con una procesión, nos corta el paso. Nos estamos alejando demasiado del centro. Les digo que después habrá que acompañarlo, que no sabrá volver solo. De repente todos dicen que se van a su casa. Al despedirse, Fernán Gómez, le dice a Francis que es quien mejor le ha caído porque no ha dicho nada en toda la noche. Todos desaparecen, me ofrezco acompañarlo, pero se tumba en la acera y se echa a dormir. Se le ve agotado. Habla en sueños, balbucea. Me quedo sentada en el suelo a su lado.

móvil viejo

domingo, 23 junio 2024. Estoy en un hotel con mi madre y mis tías. Toman el sol en hamacas, pero es de noche. Un camarero le trae a mi madre algo que ha pedido de comer. Cuando va a pagar, en vez de acercar la tarjeta acerca una cinta de casete. El chico la mira extrañado. Le explico que mi madre no se ha acostumbrado todavía a tener tarjeta y la confunde con cosas. Le digo que él es muy joven para saber lo que es una cinta de casete. Unas hamacas más allá veo a Aloma y Sr. Chinarro. Me acerco para contarles la anécdota, pero están hablando de sus hijos y prefiero no interrumpir. Sr. Chinarro se levanta y va metiendo frutas y verduras en un cesto (se parece al supermercado de Master Chef). Alguien le dice que le enseñe su pasaporte. Él le da la cartera completa con cara de "otra vez lo mismo". En ese momento me suena el móvil. Está roto, se le ha caído la tapa y la pantalla está en blanco. No sé quién me llama. Respondo. Soy Sol y sé que estás en Madrid, dice. No conozco a ninguna Sol, pero le explico que he venido de incógnito, de vacaciones con mi madre y mis tías. Dice que me ha llamado más veces y no se lo he cogido. Le explico cómo está el móvil y que a veces no funciona o se corta. Oigo hablar a alguien con ella, le dice que todo lo que le estoy diciendo es mentira, que ya nadie tiene móviles tan antiguos. Le digo lo que he oído y que si quiere le enseño mi móvil cuando nos veamos. Oigo también la voz de Ferran. ¿Está ahí Ferran?, él puede decirte qué móvil tengo, le digo. Me cuelga. Mientras hablo, mi tía M protesta porque no le gustan los libros que le he dejado y mi madre pide a gritos más comida.

sofá

sábado, 22 junio 2024. Estamos en una tasca parecida a Antigua Casa de Guardia, solo que donde suelen estar los mariscos hay un sofá pequeño. No sé si la tapicería es de color rojo oscuro o es que está muy sucio. Un tipo mayor se nos acerca. Lleva varias carpetas azules gastadas, de esas de toda la vida. De repente, como si lleváramos un rato hablando, comienza diciendo: Claro, es que la música es importante. Nombra instrumentos que no he oído en mi vida. Su marido sabe tocar cualquier instrumento, le digo señalando a mi prima Elisa (que se aleja inmediatamente). El hombre discute, dice que es imposible. le nombro todos los instrumentos que toca y le digo que incluso ha fabricado algunos. El hombre se va enfadando cada vez más. Cambia de tema, habla de poetas. Nombra a Julio Salinas. Le digo que es un futbolista, que quizá quiere decir Pedro Salinas. ¡Es Julio, lo sabré yo que es mi amigo!, dice enfadado. ¿El de los poemas a patinadores?, le pregunto. ¡Ese! Julio Aumente, le digo. Se queda callado. Habla de él en presente. Ni se me ocurre decir que murió hace tiempo. Mientras habla, algo se me ha derramado sobre el sofá ya sucio. Voy a mojar un pañuelo al servicio. En el servicio veo a mi prima en una bañera, dándose un baño. Vuelvo y el hombre se ha ido. Las carpetas están sobre el mostrador. No hay nadie en la tasca. Limpio el sofá. Parece nuevo.

lo mejor

jueves, 20 junio 2024. Estoy en una tienda con poca luz. Hay ropa desordenada en estanterías. Busco un sujetador, pero vienen de dos en dos y no se pueden separar. No hay probadores. Me los pruebo delante de todo el mundo, aunque nadie parece hacerme caso.
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El sol se ha ido, pero todavía queda luz. Le digo Alberto que se asome a un mirador sobre el mar. El paisaje es precioso. El agua de ve limpia, me gustaría bajar y bañarme. Alberto se queda asombrado. Dice: esto es lo mejor que nos va a pasar en la vida, ya no nos va a pasar nada mejor nunca más. Me echo a llorar.
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Estoy escribiendo un mail a José Luis Gallero. Le hablo de un perla suyo que sueño leer cuando estoy triste. Cuando voy a enviárselo el ordenador se transforma (o se actualiza) y aparecen un montón de programas nuevos con anuncios. No puedo guardar ni enviar lo que he escrito y temo que se pierda.

ni rata ni muletas

martes, 18 junio 2024. Estamos durmiendo. El dormitorio es mitad el nuestro, mitad el de mis padres. Algo se mueve bajo el armario. Pienso que guardé una pelota de tenis en una bolsa de papel y quizá se haya salido. La supuesta pelota empieza a ir de un lado a otro. Finalmente veo aparecer un hocico. ¡Es una rata! La rata se sube a la cama. Le digo a Alberto que se quede muy quieto, que oí e la tele que son muy amistosas, que incluso hay gente que las tiene de mascotas. Mientras lo digo, intento salir con cuidado de la cama. Una vez fuera, la miro bien. No te preocupes, es una cría de canguro, le digo a Alberto.
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¡Mira, es Javi!, le digo sorprendida a Alberto al pasar en coche por delante de una guardería donde también se organizan actividades para mayores. Me llaman la atención dos cosas: una, que va vestido de rojo (polo y pantalones); dos, camina muy rápido y sin muletas.

pésame

domingo, 16 junio 2024. El sueño transcurre a ratos como la vida y otras como un musical (pero sin música, solo con coreografía). Salimos de casa (que no es nuestra casa) por calle Mundo nuevo. Yo bajo la cuesta con un carrito de la compra y Alberto va unos pasos atrás charlando con dos chicas muy altas. En el cine Andalucía (ya no existe) hay un festival. Supongo que Alberto querrá ver algún documental y lo espero apoyada en la pared. Me siento tremendamente cansada y triste. Un señor (que se parece a Maldonado) se pone delante de mí. Lleva una sahariana celeste mal planchada. Pienso si Alberto quería una para el verano porque parece muy fresquita. Un chico coloca trípticos del festival en un mostrador, se acerca y me dice al oído: Pésame. Me sobresalto. Entiende por mi gesto que he entendido Bésame. Se ríe. Nunca hay motivo para estar tan triste, siempre hay algo por o que estar bien, eso es lo que significa Pésame en mi idioma, dice. Me fijo en él, es Gael García Bernal. Alberto llega con las chicas. Gael y él hablan de política. ¿Qué han dicho?, pregunta una de las chicas sofocada. Hablan de Durruti. La chica se abanica los ojos llenos de lágrimas con las los manos como si estuviera secándose las uñas recién pintadas. Menos mal, creía que habían dicho que para este otoño volvían los pantalones por encima de la cintura. No, han dicho Ventura. La chica llora de alegría y yo pongo los ojos en blanco. Llegamos a casa de Gael. Su madre tiene un anticuario. Parece una marquesa, Alberto le besa la mano y le regala un cuadro (que llevaba no sé dónde). Yo paseo entre los muebles y miro cada objeto. Hay un cajón de chibalete lleno de libretillas y juegos antiguos. Pienso en comprarle uno a Alberto por su cumpleaños. La chica le dice a la madre de Gael que qué va a hacer ahora que tiene la pintura de un rojo. Me pregunto qué ve Alberto en ella, cómo la soporta. Empieza una especie de coreografía sin música ni palabras. Todos se mueven como si bailaran, pero tampoco bailan. a veces me veo a mí misma desde fuera, como si todo fuera una película. Derramo sin querer un frasco de perfume pero no huele a nada. Ni sonidos, ni olores ni vida, pienso. Hay dos crías de gato sueltas. Una de ellas se me sube por el brazo, me clava las uñas. Me veo como espectadora de una película, bajando por una gran escalera de mármol (en realidad chorándome por los escalones como si fuera un tobogán). Detrás de mí aparece Gael con un vestido largo de fiesta, y también se chorra para alcanzarme. (Supongo que Gael y la coreografía se han colado en el sueño porque ayer vi un vídeo de "Ema").

tarta helada

sábado, 15 junio 2024. Estamos de visita en casa de unos vecinos. Nos reciben en la cocina. La casa parece la de Nuria (una compañera del colegio) porque desde la ventana puedo ver le chalecito que veía cuando de niña nos subíamos al balancín que había hecho su padre en el semisótano abierto. Se supone que el chalecito que veo vive mi abuela. No conozco a esos vecinos ni sé qué hacemos allí. Son dos hombres de campo bastante rústicos (uno se parece a uno de los actores de la serie "El pueblo"). De repente la cocina es la cocina de mi casa, miro el reloj, es muy tarde y debo irme. Hago café, caliento leche para dejarlo todo listo antes de irme. El café y la leche se derraman y no sé con qué secarlos. Digo que debo irme. Uno de ellos se interpone con los brazos abiertos. Le digo que es el cumpleaños de mi padre y no puedo faltar. ¿Ochenta y siete? Noventa y siete, respondo. Entonces puedes irte, llévate estas cajas de dulces, ice. Yo llevo una caja con una tarta helada que empieza a derretirse. Ya llevo tarta, le digo y se la enseño. Él insiste, es muy pesado. Miro la tarta y está cortada en cuatro pedazos. No parece una tarta. Empiezo a enfadarme. El hombre me pregunta dónde está mi hermana y dónde viven mis primas. Les digo que viven con mi abuela, ahí mismo, le señalo. Mientras mira por la ventana me escabullo. Aparece mi tía P (que murió hace más de quince años) y me dice que dé recuerdos de su parte, y que coma más que estoy demasiado delgada.

en terapia

viernes, 14 junio 2024. Estoy en casa de Marcos (la casa es en realidad la mezcla de su casa, la de mi madre y la mía). Mi hermana llegará en unos minutos porque tiene terapia con él. Hablamos de cómo debe abordar que ella se haya enamorado, qué va a decirle y cómo. Marcos me pide consejo. Tú eres el terapeuta, le digo medio en broma aunque sé que está muy agobiado. Mi hermana llega, yo me escondo. Ella intenta abrazarlo, lo persigue por toda la casa, dice que quiere casarse con él. Cada vez que puede, Marcos se escabulle y viene a quejarse más que a pedirme consejo. Le digo que la única opción es deshacernos de ella. (Creo que ayer vi demasiados capítulos seguidos de la serie "En terapia").

dicharachera

jueves, 13 junio 2024. alguien ha organizado en mi casa una fiesta para encontrar pareja. El cuarto de estar está lleno de gente que no conozco. Alberto va repartiendo copas de vino. Cuando llega a mi lado me da la botella, no sé si para que siga sirviendo yo o para que beba directamente de ella. Un tipo con aspecto de tortuga (parecido a un personaje de los Simpson) se me acerca. No recuerdo exactamente sus palabras, pero algo así como que qué bien habernos conocido y saber cómo soy. Muy serenamente doy un trago directamente de la botella y le digo que no me conoce de nada, que solo he dicho cuatro frases dicharacheras y no puede sacar conclusiones. Que te quede claro que no soy dicharachera, le digo. Me arrepiento, pero es demasiado tarde para arreglar nada. Él no tenía la culpa de mi mal humor (no soporto tener tanta gente desconocida en casa). Una chica con el pelo muy mal teñido, quemado, me da las gracias porque dice haber conocido al hombre de su vida, que mañana mismo se van de viaje en coche, a la aventura. No puede ser, pienso. Es. La chica y Javi se van de la mano. Los veo alejarse desde el portal (que no es el de mi casa, parece la escalinata de una iglesia). ¡Buena suerte, tened cuidaíto con el coche!, les digo pero Javi no puede oírme porque lleva los auriculares puestos. Siento una tristeza inmensa. Vuelvo a la fiesta. Alguien pregunta si puede poner música y le doy mi táblet. Solo tienes que abrirla y ya están las canciones preparadas, le digo. Voy al baño. Pienso que una ducha me sentará bien, que el agua caliente acompaña. Nunca nos acostumbraremos a esto, dice alguien desde fuera justo antes de que cierre la puerta. Es la voz de Mesa Toré.

harina

martes, 11 junio 2024. Organizamos fiesta para mi sobrina Yasmina en casa de mi abuela. Todos van de un lado a otro como hormigas, pero en realidad no hace nada. Mi madre prepara cordero. Le digo que antes de dorarlo tiene que enharinarlo para que la salsa no le quede aguachirri. Al oír aguachirri se ríe como una niña. Mi abuela entra en sale de la cocina nerviosa (ella que siempre fue tranquila). Ya llegan, dice. Voy al salón comedor, les digo que se sienten y tomen algo. Mi sobrina ha dejado de alisarse el pelo, lleva sus rizos naturales, pero se los ha pintado de colores. Pareces Beyoncé, le digo. Ella se alegra mucho. Todas van muy arregladas, yo solo llevo la blusa del pijama. Le pregunto a Alberto si ha traído mi ropa. Está en el maletero, dice. Así no hay manera, pienso. Vuelvo a la cocina a ver cómo va el cordero. Mi madre dice que no hay harina pero ha encontrado esto, dice, y me enseña una especie de granos de arroz blandos que no sé si son larvas (en el paquete no pone nada). Si las aplastamos podemos hacerlas pasar por harina, dice. Me meto una en la boca, es dulce, no nos vale. Le pregunto a mi abuela si hay alguna tienda cerca. Dice que es domingo por la noche, que todo estará cerrado. Pienso en el bar de la esquina, quizá me vendan un poco. Mi abuela me da tres euros, dice que será suficiente. Salgo a toda prisa a la calle, solo con la blusa del pijama. De repente es de día. Aparece Javi. Entre los dos será más fácil, pienso. Entramos en una mercería y, antes de abrir la boca, la dependienta nos dice de malos modos que allí solo venden hilos y botones. Solo iba a preguntarle si sabe dónde hay una panadería. Ni me contesta. Javi se entretiene mirando el pueblo. Dice que es precioso. Ayuda, poca. Ahí al lado está el Mirador de Enrique Morente, vete allí y me esperas, le digo.

kiosco burrito y perro cerdito

lunes, 10 junio 2024. Estoy en un bar con Alberto y mi tía M. Alberto ha entrado a una parte del bar que tiene tele para ver un partido de fútbol. Mi tía quiere hacerle fotos a todo porque todo, dice, es muy pintoresco. El bar es tirando a cutre, se nota que no le han hecho ninguna reforma en cincuenta años. ¿Qué van a tomar?, pregunta el camarero. Mi tía pide dos cervezas. Me extraño. Señala con el mentón la calle y veo a mi madre en la otra acera, comprando algo en un kiosco. El kiosco también es muy pintoresco. Los lleva una familia china con varias hijas. Las niñas llevan ropa de colores. Mi tía dice que les haga una foto. Todos posan, incluida mi madre, pero la cámara (analógica) tiene un visor muy pequeño que no me deja encuadrar nada. El camarero pregunta qué tomaré yo. No sé qué pedir. Miro la hora, todavía son las once de la mañana, no sé cómo mi tía ha pedido cervezas (no beben alcohol y además es muy temprano). Por pedir algo le pido un polo Drácula. El camarero dice que entonces la tapa no pega y vacía el plato en el suelo. Mientras tanto, mi madre y mi tía se han subido al kiosco como si fuera un burrito del parque e insisten en que les haga más fotos.
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Vamos en coche a toda velocidad por el paseo marítimo. Alberto entra por la zona donde están las bicis y los niños. Me agarro muy fuerte con las uñas al asiento. Llegamos a un chalet enorme para recoger a Míchel y Sonia (se supone que es la casa de la madre de Míchel, aunque en otros sueños ha sido la casa de la madre de Juano; no es de ninguna de los dos). Aquí pasa algo raro, dice Alberto, y llama con los nudillos a una ventana estrecha horizontal. Abre Míchel. El hall está lleno de muebles y cosas que no se sabe muy bien qué son. Sobre una mesa de escritorio (idéntica a la nuestra) se apilan objetos y ropa. Míchel se sienta a comer lo que me parecen espinacas mientras esperamos a Sonia. Está todo tan lleno que dudo si darle una bolsa con libros que le he llevado. Sonia baja arreglada como para una fiesta. Contrasta con todo ese desorden. Aparece un perro muy pequeño y muy gordo de color rosa chicle. Ya os dije que era muy feo, se excusa Míchel. Le acaricio la cabeza (al perro), le digo que lo había imaginado color canela, que es muy gracioso porque parece un cerdito.

l'écume des pages

domingo, 9 junio 2024. Se supone que estamos en Mallorca. Yo voy en bañador, un bañador gris muy feo con las gomillas dadas de sí. Encima llevo un vestido camisero sin abrochar (más que vestido parece una batilla de vieja de pueblo). Estamos en un balcón mirando cómo pasa una especie de procesión o desfile (unas chicas que parecen muñecas disfrazadas de caperucita y unos chicos vestidos de pastorcillos). Le doy un codazo a Alberto para que nos vayamos. Una vieja de pueblo muy fea me dice que ya era hora (mirándome de arriba abajo). Pienso que tiene razón, que ver una procesión en bañador no es muy propio, pero como me ha caído mal, le respondo con una enorme sonrisa que, desde luego ya estaba loca por marcharme. Antes de desaparecer me doy la vuelta y me despido con la mano más sonriente si cabe, para fastidiarla más. Bajamos en un ascensor estrechísimo de madera, con una chica muy arreglada. se presenta como la alcaldesa y se disculpa por las dimensiones del ascensor. Le digo que me encantan las cosas antiguas, que no se le ocurra hacer reformas, que las reformas suelen estropear las cosas con personalidad. No dice nada. En la puerta no invita a subir a un microbús para ver el resto de la isla. Entramos. El conductor recorre unos cinco metros y dice que ya hemos llegado. Hay un bar. Pienso que será de un pariente suyo y quiere que hagamos gasto. Nos toman por turistas tontos, le digo a Alberto. Alberto se ha sentado en un poyete de obra a charlar con una chica que se queja de que no liga nada. Me acerco, le digo que ligar es muy fácil. Solo tienes que hacer reír a la otra persona y olvidarte de ese que te gusta porque solo va con mujeres de pago, le digo. Alberto me fulmina con la mirada. Yo, le digo con la mía, que he dicho mujeres de pago, no putas. El camarero me dice que si quiero tomar algo me lo prepare yo misma, y me da una batidora. Está sin estrenar. Me cuesta abrir la caja. Dentro ya trae una especie de frutillas blancas y algo de líquido. Cuando bato, todo sale despedido y mancho a todos los parroquianos que ríen como si me hubieran gastado una broma. Les sigo el juego. El camarero dice que soy muy graciosa, que si quiero quedarme a vivir en la isla encontraría trabajo enseguida. Miro a la chica como diciéndole, ¿lo ves? Respondo muy seria que solo aceptaría un trabajo en el que llevara un uniforme de caperucita, como el de las chicas de la procesión. Todos ríen a carcajadas. Empiezo a no estar cómoda. Le digo a Alberto que vamos a perder el avión y que todavía no hemos pasado por la librería a la que quería ir. Yo la llevo, ¿qué librería es?, dice el conductor del microbús. Se llama La espuma de las páginas, respondo sin pensar. Al momento me doy cuenta de que esa librería estaba en París, no en Mallorca, pero no corrijo. Le pregunto a la chica si ha visto la cueva, que nos daría tiempo por que está justo al lado del bar. El conductor se ríe a carcajadas. La cueva está a más de ocho kilómetros, dice.

hay que ver

sábado, 8 junio 2024. Estoy durmiendo en el cuarto de mi hermana. Me despiertan dos chicas que llegan a hacer una inspección. La cama está revuelta (las sábanas liadas con ropa y restos de comida). El suelo cubierto de basura, zapatos y más ropa sucia. Hay varios cubos con líquido turbio (por sus caras de asco debe de oler mal). Toman muestras con unas jeringas enormes. Mueven la cama para ver que hay debajo (más basura). Se marchan sin decir nada. Empiezo a ordenarlo todo. Aparece el gato de mi hermana, se pone en pie sobre las patas traseras y me ayuda a empujar la cama a su sitio. Ay que ver, le oigo decir. Pienso que cuando le cuente a mi madre que el gato ha hablado no va a creerme.

san petersburgo

viernes, 7 junio 2024. La casa de mis padre tiene mucha luz, tanta que parece artificial. Los muebles también son claros. Las mujeres de mi familia llevan vestidos de verano blancos con florecillas de colores. Están todas, incluso las que murieron (mi abuela, mi tía P). También Marina (amiga de la familia). Todos parecen jóvenes y alegres. Están tan contentos que no sé cómo darles la noticia: Vengo del que era mi cuarto, mi hermana y mis primas se han rapado la cabeza (mal, a mechones) y mi hermana ha dicho que se va a San Petersburgo. Ha dicho que se iba a pasar las navidades, que ya sabe que es muy caro pero le da igual. Claro, como tú no lo pagas, le he respondido antes de salir de la habitación. También le he recordado que le había tocado presidir la mesa electoral el domingo. Mira el papel, lo rompe y lo tira al suelo (que está lleno de ropa y zapatos). Mis primas no dicen nada, bajan la mirada. Entonces es cuando salgo y encuentro toda esa luz. Me fijo en que mi tía M lleva un disfraz de unicornio, pero solo la parte de arriba. Cuando entra mi padre con una cámara de fotos ella intenta estirarlo hasta los pies para taparse. Mi madre ríe a carcajadas. En el salón, donde debería estar el mueble de la tele, hay una pista de tierra donde unos niños hacen carreras de coches.

gincana

miércoles, 5 junio 2024. Participo en una gincana. Voy en silla de ruedas y tengo que salvar muchos obstáculos. Salgo de una habitación de hotel y el pasillo es muy estrecho. Al llegar al ascensor pienso que seguro que hay alguien dentro para entorpecer el camino. Efectivamente. Un tipo dice que no cabemos los dos, pero entro de todos modos (él queda apretujado al fondo). Intenta besarme. Lo empujo como puedo, ya que si me levanto o uso las piernas pierdo. Al llegar a recepción protesto, porque no estoy segura de si forma parte del juego o es un trabajador del hotel (no me hacen ni caso). Una vez en la calle todo me parece un teatro (personas que hacen que se tropiezan conmigo niños que se sueltan de la mano de su madre y se me suben a las rodillas, etc). Paro el tráfico con la mano para cruzar y decido avanzar por la carretera (las aceras que están atestadas de gente). Voy dándole a las rudas con las manos. Las ruedas son muy rudimentarias (no son de las que llevan una doble para no ensuciarse las manos), temo pisar alguna caca de perro. Pienso en las personas que van en sillas de ruedas de verdad, en lo que tienen que pasar cada día. Finalmente, después de muchas penalidades, cuestas y escalones, llego a la meta que es una especie de cobertizo que se cae a pedazos. ¡Ya eres GO!, dicen mientras aplauden. Me piden que me le haga una foto a un muñeco de plástico de tres centímetros (igual a uno que me salió en un chicle Bazooka y que encontré ayer por casualidad en un cajón) para ponerlo en el carnet de Gincanista Oficial (así le han llamado). Todo me suena a cuento a pesar de su entusiasmo. Pienso que he estado perdiendo el día para nada. Cada vez que intento hacerle la foto al muñeco se tumba. Además, la cámara que me han dado está abierta, es de carrete y no creo que salga nada. De todos modos, lo intento una y otra vez.

el invento del siglo y una bolsa muy blanca

lunes, 3 junio 2024. He llegado con mis padres a un pueblo. Entramos en un portal a cambiarnos de ropa. Llega Juan con una especie de mando a distancia que emite una luz roja. Dice que es lo último en tecnología, que hace que nos veamos a nosotros mismos y todo lo que nos rodea, que revolucionará el mundo. Lo enfoca hacia la frente de mi padre. Mi padre abre mucho los ojos y dice entusiasmado que ahora lo comprende todo, que lo ha visto todo (pienso que al fin será feliz, podrá dormir y dejará de hacerse preguntas sin respuesta). Después enfoca la frente de mi madre. Mi madre se encoge de hombros (no me queda claro si ya lo sabía todo o no ha sentido nada especial). Cuando llega mi turno, noto únicamente un poco de calor en la frente. Pienso si esa luz hará que me salgan más pecas. Por no hacerle un desprecio a Juan (y no quitarle la ilusión a mi padre), le digo que está muy bien, que es un invento increíble y que lo patente cuanto antes.
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Me asomo a la cristalera de la que se supone es mi casa (no se parece en nada). Para correr las cortinas tengo que mover una bolsa enorme de reciclaje. Dentro hay botellas, plásticos y papeles, todo mezclado. Se supone que tengo clase. Miro el asfalto desde arriba, parece que ha llovido. Pienso si llamar a Javi para decirle que nos veamos un poco antes de entrar, para charlar junto a la escalera que lleva al colegio, donde se ponen los que fuman. Mientras pienso en si llamarlo o no me acuerdo de Daniel. Pienso en cómo sería mi vida con él, si él mezclaría botellas, plásticos y papeles en una misma bolsa. Sé que tengo que irme ya o llegaré tarde a clase, pero la bolsa es muy blanca, me parece preciosa y no puedo dejar de mirarla.

la fiesta de las gelatinas perdidas

domingo, 2 junio 2024. Un niño prepara su fiesta de cumpleaños. Espero con él en la acera (es una calle de chalets años 70 con jardines y vallas bajas de travesaños de madera blanca). Llega una camioneta como esas que venden helados en las películas americanas. Si pararse siquiera, va dejando un reguero de gelatinas de fresa con forma de flan. El niño y tratamos de salvar algunas, pero nada más caer al asfalto se deshacen. El niño entra en la casa muy triste. La cocina está adornada con guirnaldas de colores. Aparece Héctor. Dice que sus amigos llegará enseguida para la fiesta. Dudo que hable de la fiesta del niño porque va poniendo sobre la mesa de la cocina un montón de cajas con botellas de distintos licores. Abro una plana que parece una petaca. No sabe a nada y me la voy bebiendo sorbos, mientras ayudo a decorar el resto de la casa. Llegan de golpe unas cincuenta personas (todas extranjeras). Una chica china ha traído a su mascota. Qué gato más mono, le digo por decir algo. Todos ríen. Cuando me fijo, es una culebra disfrazada de gato con una funda hecha de ganchillo rojo. Oigo mi móvil sonar a la lo lejos. Lo encuentro dentro de un bolso que no es mío, en una butaca de mimbre del jardín. Es Alberto, dice que está muy triste por lo de las gelatinas y que se ha tenido que marchar porque tiene trabajo. Le digo que me vuelvo a casa, que allí no pinto nada. Junto al bolso hay un gato igual al de mi hermana que me mira con los ojos muy abiertos. Le abro la boca y le saco el pañito de croché que me regaló Isabel María. El gato casi me sonríe y se me restriega a modo de agradecimiento. Dudo si llevármelo a casa.

orejas tiesas

sábado, 1 junio 2024. Llego a un piso destartalado con Rosario (una compañera de colegio a la que no veo hace 40 años). Se supone que soy jurado de un premio. Al llegar me dan unos trozos de tela sin dobladillo. Algunos quieren parecer prendas de ropa. No sé qué hacer con ellos y se los paso a Javier, que los mira con desprecio. Al cabo de un rato me los devuelve. Dice que ninguno vale nada, que están para premiar. Pienso que tendré que explicar el porqué. Javier desaparece. Nos traen comida y bebida. Solo quiero irme de allí, pero se ha hecho de noche y no sé ni en qué ciudad estoy. Rosario dice que se va, que ha bebido demasiado. Le digo que no me deje sola, que no sé volver a mi hotel y Alberto me espera. Ana se me acerca. Me alegro muchísimo de verla, la abrazo. Ella está fría, no comprende por qué eché atrás su trabajo. Le explico que sus orejas de conejo podrán mejorarse. Todos ríen. No sé de qué (se supone que el concurso era de poemas convertidos en disfraces de animales). Le digo que sé que ella puede hacerlo mucho mejor, que se exija más, que las orejas de conejo no pueden ser flácidas, han de tener cuerpo. Para explicárselo, me pongo las manos sobre la cabeza como si fueran dos orejas tiesas. Ella asiente. Nos ponen más bebida, ahora copas de champán. Las de los demás son altas y muy bonitas, la mía es una copa baja con forma de campana. Hago que bebo para no despreciarla (no me gusta nada el champán). Le pregunto a Ana si tiene pareja. Dice que ha venido con una amiga. Me refiero a si vives con alguien, insisto. Sigo casada, dice. Qué pena, porque mi amigo, ¿te acuerdas de él?, sigue enamorado de ti. Mmm..., dice ella poniendo los ojos en blanco. Mientras sucede esta conversación, la mesa ha ido convirtiéndose en una cama sin sábanas, un colchón de lana muy usado, y han llegado mi profesor de biología del instituto con dos colegas (uno de ellos, el actor Wallace Shawn). Busco a Rosario con la mirada por si todavía puedo irme con ella. Nada.

caracolas y cauris

jueves, 30 mayo 2024. Alberto y yo paseamos por la orilla. El agua está tan limpia que entran ganas de bebérsela. Como siempre, miro más las piedras que el mar. Veo una caracola pequeña, al lado otras tres. Unos pasos más allá un puñado de cauris (uno, exactamente igual al que encontré en Pedregalejo cuando era niña). Parece que se arremolinan a propósito, digo. Llega un chico muy joven, saluda, quiere enseñarme algo en su móvil. Es Tony. ¡No te había reconocido, qué delgado estás! Sí, dice pasando del asunto. No solo está más delgado, también más joven, parece que tenga 20 años. Por su gesto, temo que lo que vaya a enseñarme en el móvil sea una mala noticia.

dos gatos y un bosque

miércoles, 29 mayo 2024. Al doblar una esquina, veo a Agustín y J.A. J.A. está en una hamaca y tiene dos gatos muy pequeños (caben en la palma de la mano). Nos despedimos y entramos en el coche. Yo voy en el asiento de atrás. Veo que uno de los gatos nos ha seguido e intenta agarrarse con las uñas al cristal, pero resbala una y otra vez. Abro la ventanilla, saco la mano y el gato se me agarra muy fuerte. Consigo meterlo en el coche. Una vez dentro olisquea todo y desaparece. Pienso que se habrá ido hasta el motor. Pienso que acabará chamuscado.
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Llego con mi tía M, Gabriel y su familia, a casa de mi abuela. Gabriel dice que quiere visitar un bosque. No hay, respondo. Pues una librería. Pienso que tengo que hacer comida para todos y no me va a dar tiempo. Mi tía dice que soy una antipática, que por qué digo no a todo. Le digo que estoy hasta las narices de hacerlo yo todo, que nadie me ayuda a nada y cada vez me exigen más. Todo eso lo digo mientras pongo la mesa y ella se lima las uñas.

crisálida

martes, 28 mayo 2024. Se supone que he quedado con alguien. Llego a un portal a la hora acordada, bajo unas escaleras y solo veo una caja de pizza. La abro. Dentro hay un tipo que sale de un plástico. Le digo que no podemos esconderlo mucho más tiempo, que debe huir lo antes posible. No sé cómo acabamos en casa de mi abuela. Al entrar en el comedor, mi padre, joven y animado, dice que ha compuesto algo, si queremos oírlo. Se sienta al piano y toca vigorosamente. Sobre la mesa hay unos buriles que, en el mango, llevan las tablas de multiplicar. Pienso que mi madre ha estado haciendo limpieza y piensa tirarlos. Me los guardo. La canción que toca mi padre parece una sintonía de anuncio, pero no le digo nada. Aplaudimos. Le digo que ahora que ha empezado no lo deje. Voy al baño y me sueno muy fuerte porque no puedo casi respirar. Me sale un globo lleno de líquido del tamaño de una castaña. No sé qué hacer con él, si echarlo al váter, llevarlo a la basura o guardarlo. Lo dejo sobre el lavabo. Recuerdo que, con las prisas, no metí el coche en el garaje. Salgo a todo correr. Ya es de noche. El coche parece haber menguado. Para abrirlo uso uno de los buriles. El freno de mano es una palanca extraña. El coche sigue menguando. Tanto, que puedo moverlo y aparcarlo en su plaza, simplemente, empujándolo con un dedo.

estropicio

lunes, 27 mayo 2024. Estoy en una especie de iglesia donde dan una charla. Veo que Mesa Toré se levanta, se pone un abrigo enorme y se dispone a salir. Le digo que me voy con él (pienso que si nos vamos juntos no me dirán nada). Vamos por la calle hablando de su móvil, de que no sabe enviar mails. Intento enseñarle con el mío, pero no funciona. Llegamos a su casa. Dice que entre. Nos recibe su madre. En realidad es mi suegra, pero no digo nada. Va vestida como si fuera una niña, con una falda verde acampanada muy corta. Me alegro mucho de verla. Nos dice que va a ponernos algo de merienda (siempre tan amable, pienso). Mesa le dice que zumos. Cuando va a buscarlos me fijo en que el reloj está parado. Ella cree que son las seis pero son las cuatro, le digo. Él se ríe y hace un gesto de, da lo mismo. Intento poner el reloj en hora, pero tiene alrededor y encima tantos adornos que se caen todos al suelo y formo un estropicio. Intento arreglarlo todo antes de que ella llegue.

edad

miércoles, 22 mayo 2024. Voy en un autobús atiborrado. Un tipo con su hijo (y un triciclo) intentan salir. Se hace paso entre la gente. Cuando sale, como si fuera una costumbre, votan qué edad aparentaba. Todos votan. Nadie acierta, tenía treinta y cinco. Digo que eso es imposible porque parecía mayor que yo y yo voy a cumplir sesenta. Me miran, comentan entre ellos y aplauden.

que nada te detenga

lunes, 20 mayo 2024. Estoy de visita en casa de una chica. La casa es una habitación rectangular atiborrada de cosas. Un chico (se supone que es poeta) está tumbado en un sofá rígido de cretona y nos cuenta su vida. Yo hago que me asombro de todo (no sé qué hago allí y pienso que así terminará antes y podré irme). La chica dice que quiere enseñarnos algo. Salimos de la habitación y entramos en otra idéntica vacía, con paredes suelo y techo de cemento. No tiene ventanas, solo unas ranuras cerca del techo. Me gusta más que la otra. Dice que no sabe qué hacer con ese espacio, que hay gente que lo ha decorado y agrandado su casa. Le digo que debe hacerlo cuanto antes, pero con menos cosas o repartir las que tiene entre las dos habitaciones. Si tanto te gusta quédatela, me dice. De repente me invade una oleada de calor y felicidad desde los talones a la cara.
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Tengo que recoger un par de paquetes. Le digo a Alberto que mientras él recoge uno donde estaba la comisaría, yo subo hasta donde estaba la Casa de la Cultura a recoger el otro. Veo que están cerrando, pero Alberto entra por debajo de la persiana a medio echar. Me gusta ese gesto de no darse por vencido. Cuando lego a mi destino está cerrado. Recuerdo a Alberto y salto la verja. Llamo a la puerta. Primero con los nudillos, después al timbre. Aparece un topo enorme. Parece de juguete hecho de terciopelo mojado. No estoy segura de si es un topo o un ornitorrinco. Empieza a subir pegado a la pared como si fuera una salamanquesa. Me da más asco que miedo. Salto de nuevo la valla y me alejo.
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Se supone que volvemos de algún sitio y que, a la ida, Josemari ha perdido una figurita de plástico. Me cuenta cosas sobre su padre. Cuando estamos llegando a casa (se supone que somos vecinos) le digo que voy a encontrar su figurita, que nunca hay que darse por vencido. Miro la acera palmo a palmo y, en un hueco, veo la figurita encajada. La saco con mucho cuidado y corro a dársela. Estaba encajada del revés, por eso no la vimos al pasar, le digo. Entra en su casa y yo en la mía (se entra directamente a la cocina) y les cuento entusiasmada, a Alberto y Salvatore, lo que ha pasado.

suelo de cristal

sábado, 18 mayo 2024. Estoy en una habitación de hotel demasiado ostentoso. Todos es dorado y el suelo es de cristal para que se pueda ver el paisaje. Salgo a dar una vuelta. Cuando regreso, el ascensor solo tiene dos botones. Una chica baja inmediatamente asustada y un señor se ríe. Pulso el delsegundo piso y ya buscaré la manera de seguir subiendo. Llegamos a una terraza. El señor desaparece entre la gente. La terraza des una sala de espera enorme llena de gente que se queja (dolorida y triste). Intento preguntar a varias enfermeras por dónde se sube alas habitaciones más latas del hotel. Nada. Una de ellas, con un vestido blanco de flores llamativas acampanado hasta los pies, me dice que espere como todos. Intento explicarle que no soy una enferma, que solo quiero ir a mi habitación. Nada. Me siento en el poyete de la terraza, como los demás. Una chica me mira fijamente. ¿Qué?, me dice. No he dicho nada, le respondo y comienza a contarme entre lágrimas que le duelen mucho los riñones, que le van a estallar. Le digo que mejor vaya a urgencias y la atenderán inmediatamente. Su novio la abraza y me mira con cara de malas pulgas. Le digo que seguramente sea una piedra, que mi madre expulsó una y dijo que había sido peor que un parto. Y eso que tuvo dos hijas, añado. Eso parece hacerles mucha gracia a los que me rodean y se vuelven afables. Una pareja mayor muy elegante me pregunta si tengo hijos. Ni hijos ni piedras, digo y todos vuelven a reír. A mi lado, una chica muy pija me dice que va a apuntarme su teléfono para que la llame si voy a Valladolid (lo apunta con rotulador rojo en el empeine de mi pie izquierdo (escribe, Begoña y un número). La pareja mayor y otro chico también muy pijo me hablan de política, de cómo ha cambiado todo. Si no me parece que AP sonaba mejor que PP. Le digo que sí, que sonaba mejor y que eran mejores políticos aunque yo jamás le votaría a un partido de derechas aunque me mataran. Hablamos mientras caminamos sin rumbo por la terraza. Ya no quedan pacientes. Otro chico tipo Bustamante se mete en la conversación, hace chistes, es muy amable, dice que me ayudará a encontrar mi habitación. Miro hacia arriba, señalo, ¡es esa! Todos miran, ven el suelo de cristal y exclaman, ¡ooh! Nos despedimos. La chica me recuerda que me dio su teléfono (me miro el empeine y el número se ha borrado, pero no digo nada). El chico pijo dice que su vuelo sale ya y se marcha. La pareja se despide cariñosamente. El chico Bustamante me abraza, dice que no puede separarse de mí. No sé ni cómo te llamas, le digo (responde algo parecido a Nachete). ¿Eres de Santander?, pregunto. Niega con la cabeza. Dice que es del Real Madrid y enumera a los jugadores. Me separo de él teatralmente, le digo que entonces nuestra a mistad es imposible. La pareja mayor ríe la broma. Él casi llora. Se supone que ha pasado mucho tiempo porque voy vestida con otra ropa. Vuelvo a subir en el mismo ascensor y llego a la misma terraza. Una enfermera muy borde no quiere decirme por dónde llegar a mi habitación. Vuelvo a pasar por el mismo poyete, y allí está Nachete, tumbado sobre una toalla, con ropa de verano. Me sorprende y me incomoda mucho verle allí. Me mira con cara de, ya era hora que llevo meses esperándote. No sé qué decirle.

concierto

viernes, 17 mayo 2024. Estoy en la Alameda. Han cortado el tráfico y puesto un escenario. Me parece exagerado porque solo canta un tipo más bien pequeño y sin orquesta. Estoy con un grupo de amigos (entre ellos, la familia Chivite, Salvatore, Francis, Javi y Héctor), pero no hablamos entre nosotros, como si no nos conociéramos o no me vieran. Poco a poco se van marchando. El cantante se ha acercado varias veces a mí para preguntarme, entre canción y canción, cómo es que me sé todas las letras. ¿Porque soy muy fan?, le digo sin convicción. A ver si te sabes esta, dice enseñándome un maletín. Si habla de dinero y marcharse sin despedirse me la sé, respondo. El cantante mira a su alrededor y pide (para mí) una ovación. Miro hacia atrás y veo que mis amigos se han marchado. Solo queda Héctor a mi lado con gesto de atarse los zapatos, pero actúa como si yo no existiera. Me fijo en que los zapatos de Héctor son verde turquesa, parecidos a los pies de gato de los escaladores, sin cordones. Tampoco lleva calcetines. Miro a mi alrededor, me siento muy sola.

erratas

jueves, 16 mayo 2024. Leo un libro de poemas y señalo con asteriscos azules algunas cosas. Se lo paso a Begoña que me lo devuelve a los dos segundos. Cuando lo abro veo que ha corregido un montón de erratas en rojo y ha hecho algunos comentarios. Se lo enseño a Alberto. ¿Has visto que rápida es?, le digo.

corona vs yen

miércoles, 15 mayo 2024. Llegamos a casa de Carmen y Enrique (que en nada se parece a su casa, salvo por la cantidad de libros). Hay una habitación estrecha donde han puesto dos estanterías enfrentadas. En la partes de abajo hay varias enciclopedias. Carmen dice que no sabe qué hacer con ellas. Le digo que me pasa lo mismo, que tengo dos que me compró mi padre cuando empecé el colegio, que cada semana leía un fascículo y cuando la encuadernaron ya me las había leído completas. Enrique me pregunta qué haré con los cómics. Le digo que algunos los regalo, que estoy empezando a deshacerme de cosas. Pienso que podría regalárselos todos a él, para sus hijas, menos los de Federico del Barrio. En ese momento Carmen dice que nos preparemos para la feria, que qué vamos a ponernos. Le digo que voy a ir así, como estoy, que no me apetece disfrazarme. Pero te tienes que poner al menos la moneda de cinco yenes al cuello. Le digo que no, que esa moneda me dio muy mala suerte. Pues entonces otra que tenga agujero. ¡Te la tienes que poner, va a ser divertidísimo! dice riéndose. Pienso en si llevaré en el monedero la corona noruega que traje de Oslo.
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Alberto y yo estamos en unos grandes almacenes mirando fundas de almohada. Nos encontramos a Caína. Está muy mayor y algo desaliñada. Alberto le dice que debería cortarse el pelo. Seguimos mirando enseres para casa cuando vemos a pasar Caína. Se para a saludar desde la acera. Se ha cortado el pelo como antes, parece mucho más joven y feliz, ríe y da saltos para saludarnos con las dos manos. Después sigue su camino. Yo me alegro muchísimo de ese gran cambio. Alberto se pone muy triste. Pienso que preferiría irse con ella que esta comprando cuencos, platos de postre y fundas de almohada.
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Estoy con mi tía M y mi madre en su cocina. Hago la lista de la compra, les voy preguntando qué hace falta. ¡No hay nada!, dice mi madre. Algo habrá, lo que pasa es que como ahora comes más se acaba antes, responde mi tía. Abro el horno y veo un montón de comida amontonada. ¿Sabéis por qué mi hermana esconde comida?, le pregunto. En ese momento entra mi hermana. Cierro la puerta para que no sepa que sabemos su secreto.

bloqueo

martes, 14 mayo 2024. Voy en autobús. Una chica va sentada con su hija. Es rubia y muy elegante (se parece a Uma Thurman). Lleva un anorak tan grande que parece que lleve un edredón por encima. Cada vez que el bus frena se le cae y le tapa la cabeza. La chica hace la broma de que soy yo quien la tapo. Parece que vuelven de un largo viaje porque llevan muchas bolsas. Me cuenta cosas muy lentamente, como si estuviera a punto que quedarse dormida. Pienso que me suena, que estaba en mi clase en el colegio, pero la traté muy poco y ella no debe acordarse. El bus para en una calle horrible con edificios destrozados. No le pega nada vivir en un sitio así. Como mientras me hablaba yo iba distraída, no recuerdo casi nada, pero sí que me dijo que ahí donde la veía era muy pobre pero que para ella la riqueza era tener una parada de autobús en la puerta de su casa. Efectivamente, el bus se para y ella salta directamente a su portal. Se despide con la mano. Me fijo en dos torreones muy antiguos que hay enfrente. No sé dónde estoy. Una señora enorme se deja caer en el asiento que antes ocupó la chica. Vuelvo a mirar por la ventanilla y decido bajarme o no llegaré al otro autobús que me deja en la casa de mis padres. Empieza a anochecer. Intento mirar en la tableta a qué hora pasa el C1, pero me pide dos claves. Las pongo. Después aparecen unas preguntas sobre una trama. Soy incapaz de leerlas, respondo cualquier cosa y la tableta se bloquea. Aparece la foto de la policía y un aviso para que me la desbloqueen ellos. No tengo tiempo y corro hacia la parada. La parada es una habitación enmoquetada con asientos pegados a la pared. Delante de uno de ellos hay una bolsa de cartón y una chaqueta. Miro a mi alrededor y no hay nadie. Fuera es ya completamente de noche y no hay ni una sola luz encendida en la calle.

trapecios y triciclos

lunes, 13 mayo 2024. Estamos en lo que parece una tasca medieval con mesas y bancos corridos de madera. Al fondo hay una especie de trapecios muy toscos. Oeste salta de uno a otro con ligereza hasta llegar a donde estamos. El mesonero le dice que lo hará muy bien (como si fuese a actuar esa noche). Le digo que yo también quiero actuar. Se ríen de mí con cariño. Me ato al cuello un mantel a modo de capa y voy hacia los trapecios. Subo al primero, me balanceo y salto al segundo, pero los travesaños no son de madera, son cuchillas afiladas. Me dejo caer. No comprendo cómo Oeste ha aguantado ese dolor. Vuelvo avergonzada. Oeste me abraza para consolarme. Por la ventana veo aparecer a dos tipos con tatuajes de esvásticas y navajas. Doy aviso y nos escondemos donde podemos. Los servicios son una especie de laberinto de planchas de conglomerado. Qué inocentes, ahí los van a encontrar enseguida, pienso. Abro una puerta de madera muy antigua. Es una habitación de dos por dos metros con el suelo de arena. Hay un tronco y una vasija rota. Las coloco de manera que pueda esconderme detrás tumbada.
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He quedado con Bel para que me dé su nuevo libro. Estoy en casa de mis padres. Suena el móvil, pero la pantalla se ve blanca, no puedo responder. Aparecen intermitentemente una letras con un mensaje. Mi madre me ayuda a descifrarlo. Pone "Otra vez será", dice mi madre. Me alegro, porque estoy cuidándola y no hubiera puedo dejarla sola.
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Entro a un salón de actos. No sé bien cómo he llegado ni qué hago allí, Los alumnos (o lo que sean) se sientan desperdigados. El salón parece vacío. Una señora comienza a pasar lista, pero están tan lejos unos de otros que no se entiende nada. Una chica sirve unas copas pequeñas con un líquido que lleva encima clara de huevo batida. Cojo la copa por no hacerle un feo. A mi lado, una chica con capa se la bebe de un trago. Ese te ha mirado dos veces, dice señalando a un tipo muy alto y muy guapo. Es uno de los músicos que va a actuar, se supone. ¿Qué te parece?, pregunta. Me gustan los altos, respondo. La señora que pasaba lista pregunta con apuro si hay algún flautista en la sala (como cuando preguntan si hay un médico). La chica de la capa, señalándolo, dice que el tipo alto es flautista.
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Estoy con Alberto y Francis en la terraza de un bar. Más que la terraza es en la acera, en unas sillas pequeñas de anea. Francis tiene a su lado una especie de triciclo-trineo de plástico con ruedas. Pienso que sería de sus hijos cuando eran pequeños, pero dice que lo encontró sobre un contenedor junto al Mercado de Atarazanas y que ahora es lo único que usa para desplazarse, que es muy cómodo y no gasta nada. Yo le digo que desde que tengo el triciclo voy a todas partes en él, pero siempre tengo que buscar calles que estén un poco en cuesta para dejarme caer porque no tiene pedales. Un tipo que está en la mesa de al lado, nos mira con gesto de burla. Yo digo fuerte, para que me oiga, que no me da vergüenza nada.

camaleón y rosa de jamón

jueves, 9 mayo 2024. Estamos reunidos en la casa de mi madre y de repente, desde la terraza, entra Isabel Díaz Ayuso dando zancadas. Pienso que será nuestra nueva vecina. Me pregunto cómo habrá saltado de su terraza a la nuestra. Dice que su camaleón se ha escapado. Lo veo en un rincón del techo y lo señalo. ¡Allí!, soy muy buena encontrando a Wally, digo. Todos se ríen. Ella se pone muy nerviosa y dice que se lo devuelva. Cojo un palo extensible de fregona. El camaleón se sube y lo pongo encima de la mesa. Mientras voy a dejar el palo en su sitio, mi madre (que siempre corta cualquier alimento en trocitos muy pequeños) ha cortado al camaleón con una cuchara. Dice muy contenta, con gesto de tener cinco años, que en trocitos será más fácil llevárselo a casa. Le digo que por qué ha matado al animalito, que no soporto más vivir en esa casa. En realidad estoy furiosa por ver a mi madre tan infantil, haciendo locuras. Me encierro en mi cuarto a llorar.
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Estoy en la parada del C2. Donde antiguamente había una tintorería han puesto una tienda. No se sabe muy bien de qué es porque solo tiene un mostrador. Está completamente vacía. Mientras espero en la parada, una chica le regaña a una madre por regañarle a su hijo. Se enzarzan en una pelea. La gente que pasa se pone de parte de una o de otra. Yo me escabullo, entro en la tienda. Le pregunto qué vende. Dice que es una óptica y también hacen análisis. Pues viviréis de hacer análisis, le digo. Como la pelea continúa, le digo que las gafas las cambio cada tres años, sin embargo análisis una vez al año. Me pregunta si quiero hacerme unas gafas. Lo dice y saca una jeringuilla de debajo del mostrador.
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Estoy con Alberto en un bar. Probamos algunas tapas (me extraña su manera de degustarlas, calibrándolas). De repente sale corriendo. Aparece con unos compañeros del trabajo. Eski se sienta a mi lado y me cuenta algo, pero no le presto atención. Alberto llama al camarero dando dos palmadas. Me extraña mucho su actitud, parece que esté actuando. Siento una tristeza y una soledad enormes. El camarero, un señor mayor vestido de etiqueta, vuelve a traer las mismas tapas, ahora para todos. A mí me pone delante una rosa hecha con jamón. Esa tapa no la había puesto antes. Lo miro asombrada. Me guiña.