cuentas y camion de juguete

martes, 31 diciembre 2024. Se supone que me están esperando para irnos. Cuatro o cinco personas, entre ellas Camilo y Salud. Ya estoy lista, digo y hago un bailecito en plan dibujo animado. Camilo ríe desproporcionadamente. Me gusta hacerlo reír. Repito el baile (que no es más que das unas patadas de claqué en el suelo). Vuelve a reír. Mira, parece que soy graciosa, le digo a Alberto que me mira con cara de resignación.
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Me duele muchísimo el estómago. Busco Omeprazol entre los medicamentos de mi padre. Solo hay cajitas con aros, clavos y cuentas de collar muy pequeñas. Las vuelco sobre la cama y separo las blancas de las de colores. Me tomo un puñado de cuentas blancas. En ese momento llega mi sobrino Abel para decirme que vaya, que ya están todos a la mesa.+Hay una gran fiesta en la calle. Cristina Pedroche da una vuelta para que el vestido haga vuelo y aparecen cinco Pedroches más. Un presentador explica lo que significa cada movimiento y cada palabra que dice, que cada cosa es una clave para comunicarse con su hija y su familia por no poder estar con ellos y tener que estar en la tele. Por ejemplo, si dice Amarillo en realidad está diciéndole a su hija que la echa de menos, explica. El público aplaude y grita exageradamente. Hay una especie de tómbola. Saca un nombre de una pecera y dos ayudantes entregan el regalo. A mi lado hay un padre con un niño en los brazos. Les ha tocado algo que parece un paquete de tabaco.
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Se supone que mis padres se han mudado a un piso nuevo. Es un portal lujoso, con enormes planchas de mármol con vetas doradas y lámparas dignas de Versalles (feísimo todo para mi gusto). Para llegar al ascensor hay que pasar por un pasillo muy estrecho con varios escalones. Pienso que si a mí, que peso 48 kilos me ha costado, habrá vecinos que no puedan llegar a sus casas. Una vez arriba hay una fiesta de inauguración (gente que no conozco). Discuten porque el médico ha dicho que el bebé de una chica (se supone que vive allí) tiene alergia a perros y gatos. Unos están a favor de deshacerse de los dos perros y el gato (que andan por allí rebuscando comida que cae al suelo), otros a favor de deshacerse de la niña. La madre de la niña dice que no piensa deshacerse de los animales. Temiendo lo peor, cojo a la niña en brazos y la escondo bajo mi ropa. Jorge está sentado junto a otros invitados. Un camarero empieza a recoger los restos de la fiesta. Tienes que probar ese vino, me dice. Es una botella a medias que el camarero ya se llevaba. El camarero se vuelve y nos sirve dos copas hasta el borde. Tiene un color amarillo y denso, parece aceite.
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Estoy en casa de mis padres con Blas, el que fue mi profesor de matemáticas en el instituto. Estamos sentados en el suelo. Tiene un camión de juguete. Le pregunto si es el mismo que llevaba a clase. Dice que sí, que lo usaba para guardar el tabaco y que ahora lo usa su hija para llevar el bocadillo al colegio. Le cuento cuánto me gustaban las matemáticas y que fue una pena que no estudiara exactas como yo quería. Me doy cuenta de que estamos en el suelo y voy a por un cojín para que no se le quede el culo helado. Entro en el cuarto e mi hermana, todo está manga por hombro. Le pregunto a mi madre dónde están los cojines. No sabe.

mr small

lunes, 30 diciembre 2024. Estamos en una mesa alta con taburetes esperando a Salud. Cada vez que se acerca un camarero para tomarnos nota le decimos que estamos esperando a una amiga. Salud llega sofocada, de mal humor. Dice que no piensa desayunar ahí, que bajemos a la cueva. No sé a qué se refiere. Alberto la sigue. Ayudo a recolocar los taburetes en su sitio y pido disculpas. Bajo detrás de ellos. Es un espacio muy blanco y luminoso (me recuerda a Las Rampas de Fuengirola). Los veo entrar por una puerta pequeña que pone La cueva. Un tipo parecido a Mister Small  de "El asombroso mundo de Gumball" me sigue con un arpa. ¡Qué tía más buena!, le oigo decir. Pienso que no puede ser por mí. Me fijo en que voy en bikini. Corro hacia La cueva.

ducha mochila

domingo, 29 diciembre 2024. Voy del brazo de Alberto por Fernando el Católico hacia casa de mis padres. Llevo una mochila de la que sale una ducha. Voy duchándome para ganar tiempo. Está lloviendo. Mientras me ducho, pienso en lo absurdo que es  porque ya voy mojada de pies a cabeza, pero no digo nada.

sábanas

viernes, 27 diciembre 2025. Estoy en una habitación de hotel. Alberto ya ha bajado y me está esperando en la cafetería con Salvatore. Tengo que arreglarme, pero la ropa que hay en las maletas no es mía y, además, está sucia y rota. Oigo que vienen a hacer la habitación. Una chica muy dispuesta entra sin llamar. Le pido disculpas (yo a ella). Llama a otras compañeras y se sientan a charlar. Ahora que estáis todas voy a preguntaros algo, les digo. ¿Os gusta que los clientes dejen las sábanas quitadas cuando se van? Les cuento que yo suelo dejar la cama hecha para ahorrarles trabajo y que una vez una camarera me dejó una chocolatina y un papelito dándome las gracias sobre la almohada. La chica dispuesta dice que a ella no le gusta que se metan en su trabajo. Me pongo desproporcionadamente triste.

la grieta

miércoles, 25 diciembre 2024. Voy con un chico por la calle. Es más bajito que yo, lo llevo agarrado del cuello y él me agarra por la cintura. Pasamos por calles estrechas encaladas. Parece que hay toneles pegados a la pared y gente contenta bebiendo. Veo al grupo de Pili Hortelado (una niña de mi colegio que no veo hace años). Nos saludamos con la mano. Pienso que me criticarán pensando que me he echado un novio nuevo. Llegamos al patio de un bar, también encalado con macetas de colores por las paredes. En la mesa del fondo está mi tía M. Nos sentamos con ella. Un señor se acerca y le dice que tiene que solucionar lo de la grieta, que su casa está en peligro. Pienso que le hablan como si fuera la alcaldesa. Pregunto de qué se trata y hace un gesto de desdén con la mano. Le digo al señor desde la mesa, a gritos, que depende si la grieta es superficial o profunda. Pero el hombre ni se vuelve.

platos sucios

martes, 24 diciembre 2025. Mi tía M tiene que preparar la cena y dice que no hay nada. Mi abuela propone recortar comida de un folleto del supermercado y servirlo. Al ponerlo en un plato cobran vida, segura. Lo hacemos. Efectivamente, unas lonchas de jamón se vuelven de verdad. Mi tía dice que no sabe si estarán en condiciones porque el folleto es antiguo y quizá el jamón esté caducado. Por otra parte, la cocina está hasta arriba de platos sin fregar. Me pongo a ello. Me dicen que me dé prisa, que quieren ir a casa de Ami a darle una sorpresa por su cumpleaños. Les digo que quizá quiera pasarlo sola, que hay personas que a las que no les gustan las celebraciones ni las sorpresas.

fuego y bombillitas

lunes, 23 diciembre 2024. Estamos en el comedor de la casa de mi abuela. Tengo algo en el fuego. Miro de vez en cuando. De repente veo que salen llamas al pasillo. Con mucha parsimonia, le digo a mi familia que hay un incendio y salgan al jardín, sobre todo porque la bombona puede explotar. Si tenéis algo de valor de la cocina hacia dentro me lo decís y voy, les digo. Nadie dice nada y salen ordenadamente. Abrigaos antes de salir que no quiero que nadie se resfríe, les digo. También ordenadamente van poniéndose ropa de abrigo que hay en el perchero de la entrada. Cojo mi mochila, salgo al jardín y llamo al 112. En ese momento explota la bombona.
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Vamos en bus por la Alameda. Algunas pasajeras cantan felices un himno que el ayuntamiento le ha hecho a su barrio. Pienso en lo fácil que es contentar a algunas personas y conseguir votos. Nos bajamos y, al pasar por delante de Antigua Casa de Guardia, vemos que la han convertido en Primark. Salen Caía y una amiga (idéntica a ella pero amarilla, como si fuera un personaje de Los Simpsons). Las dos llevan un ramo de flores. Hola amiga, me dice tocándome el brazo con cariño. Me extraña su actitud, pero me alegro mucho de verla tan guapa y tan joven, igual que hace veinte años. Estoy cansada y quiero irme a casa, pero Alberto dice que nos tomemos algo. Caína cuenta que tuvo que mudarse y ahora tiene un apartamento cerca de la Alcazaba. Al alegrarme, me dice que no, que no tiene ventanas, ni balcón siquiera. Las terrazas y balcones deberían ser obligatorias por ley, le digo. Se ríe y se me cuelga del  brazo. Seguimos hasta Alcazabilla, hay una verbena con música y bombillitas de colores pálidos que le dan un toque nostálgico. Como voy fijándome en las luces me desvío de camino (la verbena queda abajo), tropiezo con una maceta enorme y, para que no le caiga encima de nadie, hago malabares con las piernas. Acabo en el suelo, boca arriba, sosteniendo la maceta sobre los pies. Todo el mundo me mira. Me río a carcajadas imaginando la imagen que estoy dando. De repente hemos llegado al apartamento, que no es más que una habitación larga vacía. Llegan tres tipos con pinta de haber estado en la cárcel, con tatuajes hasta en la cabeza y la lengua. Se presentan muy educadamente, dándome la mano. Me dicen sus nombres (muy raros, no los recuerdo). Me preguntan el mío. Isabel, les digo. Por fin un nombre normal, dice el más grande. Aparece Oeste, le dice que de normal nada, que soy escritora. Le doy una patadita disimuladamente para que se calle. Empieza a llegar gente hasta que el apartamento está hasta arriba. Al fondo veo llegar a Camilo y Pablo (no me pega nada que vayan juntos). También están igual de jóvenes que hace veinte años. Tropiezo y vuelvo a caerme de culo. Camilo se acerca a levantarme. ¡Amiga, cuánto tiempo! Me alegro mucho de verlo, pero a quien quiero abrazar es a Pablo. Pablo también se va volviendo amarillo según me acerco. Lo abrazo. No te acerques mucho que contagio, dice con voz de catarro. Mientras no contagies a Alberto..., le digo.

salud, la choferesa

sábado, 21 diciembre 2024. Tengo que comprar un medicamento para mi padre. Estoy en mitad de una acera y no reconozco la calle ni la ciudad. De repente, un autobús para justo delante de mí, abre las puertas y veo a salud al volante. ¡Yo te llevo!, dice. Subo de un salto y el bus arranca, avanza solo unos metros y para. Veo una farmacia. Salgo, compro las pastillas de mi padre y vuelvo al bus. Los demás pasajeros protestan. Salud se pone una gorra de chófer (más bien parece de capitán de barco) y los manda callar. ¡Yo soy aquí la autoridad!, dice. Busco asiento al fondo. Me siento avergonzada por haberlos hecho esperar pero, a la vez, orgullosa de ver a salud conduciendo con la gorra. Los pasajeros me miran con rencor. Yo miro por la ventanilla. Hace un día espléndido.

excursión

miércoles, 18 diciembre 2024. Me estoy vistiendo para ir de excursión. Mi madre y mi abuela entran para supervisar. He sacado del cajón de la mesilla de noche unos pantalones cortos. No sé si me quedarán porque son de cuando era mucho más joven. Mi mi madre dice que me dé prisa y en ese momento se tumban, ella y mi abuela, sobre la cama deshecha a dormir.
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Estoy en el hall de un instituto. Miguel Ángel está mirando unos papelitos escritos en japonés que hay en un tablón de corcho. Al final te vas a ir, le digo. Él duda. Tienes que ir, tienes que ir por los dos, insisto. De repente estamos en la cola para pagar en un supermercado. El cajero nos habla como si nos conociera de toda la vida, charla mientras va pasando artículos. Pregunta a Miguel Ángel si quiere bolsas. Las bolsas parecen pañales de adulto, pero no digo nada.
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Estoy en el escenario de un teatro, en una silla baja, mirando hacia el público. Público no hay y las luces están apagadas. Detrás de mí hay actores descansando. Intento hacer mazapán, pero la más va creciendo y al final tengo una especie de tarta mazacote y una gota de relleno que extiendo con el dedo. Me vuelvo y se la doy a uno de los actores, que me mira con cara de asombro (para mal).

dulce navidad

lunes, 16 diciembre 2024. Llego a casa de mi abuela (aunque es la casa de doña Antonia, en Pedregalejo). Mi abuela (está muy joven) me recibe contenta, pero se queja de que todo esté manga por hombro. Mientras doblo ropa y guardo cosas en los armarios, le pregunto si está sola. Dice que mis tías y mi hermana andan por allí (hace un gesto de desdén con la mano). Le digo que ya he comprado todo lo que me encargó para Navidad, que voy a meterlo en el frigorífico y, por la tarde, cuando vuelva para cuidar de mis padres dejaré lista la carne. Queremos mucha salsa, dice, porque el año pasado no llegó para todos. Al salir, veo a mi hermana y a mis tías peleando en una habitación. De repente estoy con Alberto en un coche (en realidad es como si el coche fuera invisible y nosotros fuéramos sentados en el aire a toda velocidad). Voy hablando por teléfono con mi tía M. Dice que tengo que ir ya, que ha habido pelea y nadie quiere celebrar la Navidad. Le digo que ya estuve por la mañana, que volví a casa, que no me dio tiempo a comer y ahora voy otra vez hacia allí, pero más rápido no puedo. Protesta, me grita. Le grito también, le digo que estoy harta, que ya podrían pensar un poco en los demás y no exigir tanto. Alberto me hace una seña con la mano, como preguntando si sigue o se vuelve. Tiro el móvil por la ventanilla invisible.

castañuelas

viernes, 13 diciembre 2024. Estamos en una reunión familiar. Se supone que es la casa de Angelita (una prima de mi suegro). Mi tía E está muy nerviosa, quiere gritar, dice. Le doy unas castañuelas para tenerla entretenida pero, cuando las toca toda la familia protesta porque se supone que nos hemos reunido para ver algo en la tele. Voy al baño para escapar un rato. Me extraña que haya dos, uno junto al otro. Elijo el de color rosa. El váter está cerrado y sobre la tapa alguien ha vomitado. Pienso que si salgo pensarán que he sido yo, así que lo limpio como puedo, con mucho asco, con papel higiénico.
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Alberto y yo estamos en el restaurante de un hotel. Le digo que voy a dar una vuelta para bajar la cena. Alrededor del hotel hay un camino de gravilla. Voy mirando al suelo por si me encuentro alguna piedra bonita. De repente veo la medallita azul que me regaló mi abuela de niña. No sé cómo ha llegado allí. También hay, a un lado, un pequeño tenderete con cuentas de collar, pañuelos para el cuello, libros usados... Elijo dos cuentas azules y un pañuelo en tonos verdes. De vuelta al hotel, se lo cuento a Alberto. Mira la medallita y dice que se nota que es muy antigua. Se le cae al suelo. Así sería cómo se perdió, le digo en broma, pero se enfada muchísimo. Me equivoco al darle al ascensor y lo mando al garaje. Alberto, harto, se va por las escaleras.

zona embarrada

jueves, 12 diciembre 2024. Alberto se asoma a la terraza. La terraza es un tejado de tejas rojas. Entre las tejas hay plantas. Dice con pena que todos los pascueros se han secado. No veo pascueros, veo aloes pero no le digo nada. Creemos que alguien ha llamado a la puerta, pero al abrir no hay nadie. De repente estamos en un descampado de tierra y barro. Tengo que apartarme porque pasa un autobús. Alberto va unos metros por delante de mí. Oigo decir a alguien que baja del bus, que los enamorados caminan juntos. Siento una tristeza enorme. Intentó salir de ese terreno embarrado. Cuando al fin llegó a la acera, está llena de gente, como si fueran a dar un concierto delante de un bar. Un niño me quiere vender entradas. Intento pasar entre dos coches aparcados y una chica muy mona, con un vestidito negro y el cuello blanco, me dice que por qué no he querido comprar una entrada al niño. Me da mucha vergüenza, le doy muchas explicaciones, y la chica se ríe, dice que era broma. ¿No te acuerdas de mí? ¿Ateneo?,  le pregunto. Me abraza eufórica, me dice su nombre (no lo recuerdo). Le digo que no la había reconocido, que pensaba que era la hermana del niño, que parecen tener la misma edad. La chica se pone muy contenta. ¡Se ha creído que era más joven, se ha creído que era más joven!, dice mientras abraza a su novio y baila de felicidad.

dolor de muelas

miércoles, 11 diciembre 2024. A Catherine Deneuve le duele una muela. Se agarra la cara con las dos manos. Alguien me dice al oído que no tiene registros ni para eso.

aciertos

martes, 10 diciembre 2024. Estoy en un restaurante que parece más un bar de facultad. Estamos en una mesa alargada con Carmen y Enrique. Enrique y yo nos acercamos a la barra para pedir las bebidas. La camarera es una niña. Obdulilla, dice. No comprendo como alguien le puede poner Obdulia a una niña en el siglo 21, pero no digo nada. Por mantener la conversación, le digo: ¿A que no sabes a quién me encontré en Madrid el otro día? A Juan Tamariz, responde. Me sorprende que haya acertado a la primera y, sobre todo, que esa niña tan pequeña conozca al mago. Cuando volvemos a la mesa se lo cuento a los demás. No me hacen caso. Le preguntó a Enrique: ¿Sabes a quién más me encontré? A Almodóvar, responde. No entiendo cómo también ha acertado a la primera.

vermú y soga

sábado, 7 diciembre 2024. Llamo por equivocación a mi suegra. Cuelgo y al momento me llama ella diciendo que tiene una llamada perdida. Me propone quedar para tomar algo a la hora del vermú. Me sorprende tanto que no sé qué responder.
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Tenemos que ir a no sé qué sitio. Tres o cuatro personas esperan el autobús. Una va en silla de ruedas. Pregunto. El 8 os deja en la puerta, me dicen. El autobús es en realidad un bar con forma de cubo de cristal. Parece moderno por fuera, pero por dentro todo está sucio y viejo. No hay asientos. Nos lleva como si fuera un telecabina. Estamos en una sala de espera. Mientras, pasa una cabalgata por en la calle. Por allí andan Antonio y mi sobrino Darío (de nuevo es un  niño de unos cuatro años). Le digo que salga a la terraza, que en la cabalgata van a pasar Doraemon y Keroro. El niño mira sin interés. Antonio dice que no me doy cuenta de que ya es muy mayor para todo eso, que va a cumplir dieciocho años. De repente me acuerdo del que el autobús solo pasa dos veces al día y tenemos que coger el de vuelta. Alberto está en el mostrador. Sus cosas en la mesa de centro de la sala de espera. Las recojo y se las meto en el bolsillo. Te espero en la parada, le digo y salgo corriendo. Corro por una avenida larguísima, no reconozco ninguna casa, ni siquiera la ciudad en la que estoy. Sigo corriendo. Voy tan rápido que llegó al puerto, se acaba y tengo que agarrarme a una soga para no caer al agua.

bicicleta amarilla

viernes, 6 diciembre 2024. Voy con mi tía M en el tren de cercanías. Veo pasar a Paco en bicicleta a toda velocidad (por el pasillo del tren). Ese era Paco Paquito, le digo, seguro que ahora viene a saludarnos. Efectivamente, a los diez segundos, vuelve, se pone delante de nosotras, se apoya en su bici amarilla y nos pregunta qué tal estamos.

caramelos de cabalgata

jueves, 5 diciembre 2024. Cruzo un parque algo desangelado con Joan (casi no hay árboles y el suelo es de tierra). Hay caramelos enormes en colores brillantes, parecen de cristal. Algunos están pisoteados. Pienso que son de la cabalgata. Cojo uno. Joan dice que lo tire, que seguro que está chupado. Voy mirando por si alguno está sin abrir. Cuando llegamos al portal de su casa llevo una bolsa llena. Joan se ríe y me dice que no tengo remedio. Debajo de la escalera del portal venden revistas. Joan pide una de moda. Me sorprende. Con la revista regalan una agenda y un brillo de labios. Aparecen sus padres. Joan dice que me esconda, que no quiere que me vean con él.

pan de madera

miércoles, 4 diciembre 2024. Busco una tienda de alpargatas. Las veo amontonadas a través del escaparate. Al entrar no están. Parece un taller de un carpintero, con virutas y tacos de madera por el suelo. También hay animales del tamaño de una nuez hechos de madera. Cojo una tortuga para regalársela a Gallero, pero cuando la tengo en la mano parece un pájaro y al devolverla al suelo parece solo un trozo de pan. También hay suelas de zuecos y trozos de cuero. Pienso que tal vez están ahí para que cada cual pueda hacerse el suyo a su gusto.
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Estoy en casa de mis padres alrededor de la mesa camilla. Francis come una rebanada enorme de pan como si fuera un niño hambriento. Va en pijama. Alguien me pasa el teléfono, es Salvatore. Me cuenta algo sobre un partido de fútbol. No sé qué decirle y le paso el teléfono a Alberto. Alberto si decir nada se lo pasa a Francis, que mastica con prisa para poder hablar.
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Voy con alguien parecido a Alberto por una calle empedrada. De repente decide bajar por un hueco que parece lleno de harina. El supuesto Alberto lleva un traje de ante marrón. Te pondrás perdido, le digo. Se revuelca por la supuesta harina como lo haría un niño que acaba de descubrir la nieve. Mientras baja, me pregunta por qué cuando jugaban al fútbol se llamaba unos a otros "perra", que eso solo pasaba en su colegio. Pienso que me pega que lo inventara Héctor, pero no digo nada y sigo bajando, tratando de no mancharme demasiado. El hueco desemboca en una especie de sala donde se supone que trabaja un practicante, pero quien está es un chico arreglándose para salir. Alberto es ahora otra persona y se pone muy contento al comprobar que el chico y él llevan los mismos calzoncillos (una especie de mallas rosas hasta mitad del muslo). El chico dice que como es viernes lleva dos, una sobre otra. Se ríen. Llegan dos amigos del chico, le dicen que se dé prisa. Él habla con una chica a través de la puerta. Dice que si no se quedó satisfecha puede intentarlo otra vez, pero solo para ella. Mientras los oigo hablar, pienso en cuánto han cambiado las cosas, que cuando yo era joven ningún chico me hubiera propuesto nada parecido.

cortinas y zapatos feos

martes, 3 diciembre 2024. Estoy en casa de Francis (no se parece a su casa; se parece a una casa con la que he soñado otras veces, pero era de Juan Luis). Tiene una planta de arriba enorme con unos asientos pegados a la pared, con respaldos altos tipo coro de catedral. Pienso que si esa fuera mi casa no tendría sitio donde poner mis libros y empiezo a agobiarme. Bajo la escalera, la planta de abajo es un loft con grandes ventanales y cortinas movidas por el viento. Parece un anuncio. Están en la terraza poniendo la mesa. Pregunto si puedo ayudar, pero en realidad quiero irme de allí.
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Mi hermana dice que se ha comprado unos zapatos, que adivinemos cuáles son (nos enseña una estantería con varios modelos; todos son muy feos). Espero que sean esos, le digo y señalo unos de ante planos. Casi, dice. Después nos quiere enseñar la ropa que se ha comprado. Se desnuda delante de todos y se pone la ropa nueva. Mi tía M le dice si no le da vergüenza. Es verdad, dice, no he saludado. Se pone a darnos dos besos a todos sin entender que lo que nos extraña es que esté medio desnuda.

microgimnasia y mecedora voladora

lunes, 2 diciembre 2024. Estoy en casa de mis padres. Me concentro, encojo las piernas y quedo suspendida en el aire a medio metro del suelo. Aprieto los brazos con los puños cerrados como si hiciera pesas. Mira mamá, he inventado la microgimnasia, le digo.
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Mi tía E se levanta de la cama. Le ofrezco una capita de lana azul marino que se supone ella misma tejió (aunque lleva una etiqueta en el cuello). Si quieres puedes pasarte a la mecedora, es comodísima, le digo (es de anea con las patas traseras más cortas; además de mecedora, tiene ruedas). De repente paseo por las calles estrechas y encaladas de un pueblo (se parece a Estepona). Se supone que busco a mi hermana y mis primas. Salieron a jugar y no han vuelto. Una vecina me dice que les vio en la plaza. No sé de qué plaza me habla. Me cruzo con una chica que lleva un perro enorme (no se sabe quién pasea a quién). Tira de ella tan fuerte que la hace avanzar unos diez metros. Casi me tiran al suelo La chica me mira avergonzada. Le digo que no se preocupe, que le mire el lado bueno, que puede ahorrarse el autobús a Marbella. La chica frena en seco y deja escapar al perro. No te entiendo, dice. Digo que a esa velocidad, en cinco minutos llegarías a Marbella arrastrada por tu perro. Era broma, añado. La chica sigue sin entender, mira al cielo y dice que va a empezar a llover. Sale corriendo. Quieres que te lleve, dice. No te preocupes, vengo motorizada, respondo y me siento en la mecedora (que de repente está a mi lado). Cruzo un puentecillo de madera sentada en la mecedora (más que rodar, vuela) y vuelvo a estar en las calles estrechas y encaladas de antes, solo que ahora son en blanco y negro.

la filosofía del amor

domingo, 1 diciembre 2024. Voy con un grupo de amigos, entre ellos Alberto Jr. Al llegar a un balcón sobre el mar se hace de noche de repente. Está muy triste, lo ha dejado con su novia, me pregunta cuál es el truco para que el amor no se acabe nunca, si existe alguna filosofía del amor. Le digo que no hay truco, que la única filosofía del amor es: Se quiere o no se quiere. Me pregunta cómo se reconoce el verdadero amor. Le digo que es cuestión de suerte, que hay quien sabe verlo desde el primer momento, como si tuviera rayos X, y otros lo tienen delante, no se dan cuenta y lo deja pasar. Según le hablo le va creciendo el pelo, se le va poniendo rubio y rizado. Te pareces a Sócrates, le digo. Confundes a Sócrates con Valderrama, responde.

basura

sábado, 30 noviembre 2014. Salimos de una fiesta en un piso. En el rellano, observo que todos los invitados se han llevado algo de recuerdo (Perkins, por ejemplo, una cabeza de Ramoncín de escayola con los labios rojos y una cresta azul). Vuelvo para coger algo. La puerta es ahora una cuerda con una camisa hawaiana tendida con dos pinzas de madera. ¿Me la llevo?, pregunto. Los dueños de la casa se ríen, creen que estoy de broma. Bragas también me vendrían bien, les digo para que sigan riendo. Marcho sin nada. Ya en la calle es de noche. Alberto intenta sacar algo de un buzón. Yo sé, le digo. Me quito el anillo de la mano izquierda y uso los dedos como pinzas. Saco varios sobres. Alberto los mira y los tira a un montón de basura que hay junto a la acera. El montón de basura es, sobre todo, lámparas flotantes (de esas que echa la gente al mar para conmemorar algo). Están nuevas, me da pena dejarlas allí, pero tampoco las necesito para nada. Mientras decido si llevarme alguna Alberto ha desaparecido. Por más que subo una cuesta (que se supone que lleva a casa) no lo veo.

tecnología y gata parlante

viernes, 29 noviembre 2024. Estoy con mi hermana en un bar (se parece mucho a una cafetería que había en la esquina de Gran vía con Mesonero Romanos). Mi hermana me lee varios folios de algo que ha escrito sobre su vida (tono de telenovela). Llega su amiga Virtudes. Mi hermana le dice que me ha leído algo que ha escrito y no le he hecho ni caso. Le digo que no es verdad, que hasta he tomado apuntes de todas las faltas gramaticales y de ortografía. Virtudes, que no le hace caso, saca una cámara diminuta, del tamaño de una castaña, levanta el brazo y comienza a grabarlo todo. Según graba va a pareciendo en los monitores que hay en el bar (colgados cerca del techo). Pienso que dónde vamos a llegar. Pienso que qué hago yo allí. Pienso en cómo escapar de allí.
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Como cada día, le pregunto a la gata de mi hermana cómo está, solo que esta vez me responde: Bien. Llamo a mi madre. ¡Mamá, por fin habla!, le digo. Y mi madre y la gata se enzarzan en una conversación interesantísima.

infusion y cables

miércoles, 27 noviembre 2024. Estoy en lo que parece una cafetería. Al levantarme me caigo. Menos mal que el suelo es de moqueta, pienso. También, que todo el mundo creerá que estoy borracha a pesar de haber tomado una infusión. Intentó levantarme pero no tengo fuerza en las piernas ni en los brazos. Pienso en cuando yo le digo a mi padre que sí puede levantarse y él me dice que no tiene fuerzas.
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Estoy en una tienda de electrónica. Busco un cargador para el móvil viejo. Aparece Francisco, viene huyendo de una chica. Es rubia y llega sofocada, se lanza sobre él a darle besos. Francisco me mira con cara de pedir socorro. No sé qué hacer, contemplo la idea de lanzarle cargadores y cables, incluso empujar sobre ella una estantería.

bofetada y ruleta de cartón

martes, 26 noviembre 2024. Estoy en un caserón abandonado en mitad del campo. Una chica rubia muy guapa en silla de ruedas ha hecho correr la voz de que la he insultado e incluso pegado una bofetada. Sus amigos me buscan. Intento esconderme y encontrar a los míos para que me defiendan, pero al final llegó a una habitación sin salida. La chica llega con sus amigos. Me pongo delante de ella, me agacho, la miró los ojos y le pregunto por qué ha inventado toda esa historia. La chica se echa a llorar. Los amigos se miran unos a otros sin entender nada.
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Estamos en un bar viendo un partido de fútbol. Alberto se sube a una mesa para celebrar que ha ganado su equipo. Carmen me dice que lleva la camiseta al revés. Ya le pasó una vez y se la quitó por la calle para darle la vuelta, le digo. En ese momento Alberto se saca la camiseta y se la pone bien. Es de tirantes y lleva dibujos y palabras escritas con rotulador fluorescente. Lleva el escudo del equipo contrario. Los aficionados se dan cuenta, intentan pegarle. Saco una especie de ruleta de cartón en la que hay escrito: Alberto desaparece ahora. Al tocarla desaparece. Carmen y yo nos alejamos del bar. Cuando estamos suficientemente lejos, y voy a traerlo de vuelta, suena el teléfono. Es mi tía M, dice que mi madre está muy mal. Le doy la ruleta a Carmen para que haga que traiga a Alberto de vuelta, pero la ruleta ahora es digital, hace muchas preguntas sobre Alberto que no sabemos responder. Temo no poder hacerlo volver.

gusanos de seda

lunes, 25 noviembre 2024. Se supone que estamos en Nueva York.  Alberto  tiene que ir a dar una clase y yo tengo la mañana libre. Al salir del hotel, al borde de la acera, hay cientos de gusanos (parecen gusanos de seda, pero del tamaño de un dedo). Los hay blancos amarillos y verde claro. Alberto los pisa. Le diga que tenga cuidado, que estarán ahí por algo. Mientras se aleja, pienso dónde podré pasar la mañana, si encontraré un café que me guste, y recuerdo la foto del café parisino que me envió Virginia. Me dispongo a buscar unos igual.

marilyn y mi suegra

sábado, 23 noviembre 2024. Parece una casa rural y es hora de irse. Oigo como todos van saliendo de sus habitaciones con sus cosas. Pienso que no tardaré nada porque siempre viajo con lo imprescindible. Voy al baño, tiene moqueta y, en la moqueta, cacas de perro que alguien ha pisado. Salgo para que no crean que he sido yo. Al entrar en otro Andrés se me adelanta y cierra la puerta. No pienso orinar delante de ti, le digo. Me pregunta qué me pasa en la boca. No noto el labio superior, como si fuera de goma. No sé qué decirle. Me abraza y se va. Por fin llego a mi cuarto y hago la maleta. Empiezan a aparecer cosas que no recuerdo haber llevado por todos los cajones, el armario está lleno de ropa, incluso hay copas de vino y de champán. Por más maletas y bolsas que lleno, a toda velocidad y sin orden, no termino nunca. Me planteo dejar allí la mitad de mis cosas.
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Alberto y yo llevamos a su madre del brazo. Cruzamos el parque. Para bajar al Paseo de los curas hay una escalera y una rampa. Mientras Alberto tantea el terreno veo fotos de Marilyn y fotogramas de sus películas entre los setos. Cojo una. Veo que también hay libros, cómics y cuentos para niños. Un chico me dice que la exposición ha terminado y puedo llevarme todo lo que quiera. Hay un mostrador con una tarrito de perfume, una bola amarilla luminosa y una figurita del alemán de la cerveza Victoria. El perfume no puedes llevártelo, lo demás sí. Precisamente ayer, Antonio Soler me contó que le tiraste una bola luminosa como esa a los ojos, dice el chico. No sé de qué me habla. Prefiero seguir mi camino. Veo que la madre de Alberto entra en un autocar. Corro tras ella, le grito a Alberto que la están secuestrando. Consigo sacarla aunque ella insiste en quedarse porque le han prometido una merendola. ¿Merendola? no te das cuenta de que te tratan como a una niña para engañarte?, le digo y se me escapa del brazo. En vez de bolso ahora lleva una copa de vino tinto. Corre hacia una escalera sin barandilla, se cae. Mientras me acerco a ella deseo que la mancha sea de vino y no de sangre por haberse cortado la mano.

mata de pelo

viernes, 22 noviembre 2024. Estoy en un centro comercial, al entrar a un probador veo un charco en el suelo. Busco una fregona para secarlo y que nadie resbale. Una dependienta me dice que no me meta donde no me llaman. Después paseamos por un barrio señorial (tipo Londres) mientras ella me habla de su vida. Yo llevo en la mano una larga coleta de pelo, como si se la hubiera cortado a alguien.
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La casa de mi abuela está muy desordenada, incluso hay obreros picando las paredes. Intento salvar algunas de mis cosas (no sé qué hacen en el jardín). Mi tía M dice que no pierda el tiempo, que todo acabará en la basura. (Me despierto angustiada).

restaurante italiano

martes, 19 noviembre 2024. Alberto y yo estamos en un restaurante. La mesa es redonda y pequeña. Empiezan a traer platos enormes (todos me parecen igual, todos son espaguetis con algo). En la mesa de al lado se sienta una familia con una niña (todas mujeres: madre, abuela, tías). La niña va comiendo con las manos de los platos de las demás. Cuando se acerca al nuestro, intenta meter los dedos. La freno, forcejea, mira a su madre, no está acostumbrada a que nadie le diga que no. Al rato intenta meter las manos en nuestro postre (también es un plato enorme de espaguetis con bolas que parecen bombones de carne). Esta vez le agarro las muñecas, la miro a los ojos, le digo que es una maleducada. Pienso que la familia me va a decir algo, pero todas me miran con admiración.

meñique

lunes, 18 noviembre 2024. Voy con Alberto, Jorge y una chica. Tenemos que cruzar el hall de un hotel para llegar a la playa. El hall es enorme, está lleno de mesas muy bien adornadas porque hay un concurso de postres. Hay muchísima gente de un lado para otro probando dulces y tartas. Les digo que sigan, que quiero probar alguna. La chica me sigue. En todas las mesas hay unas tartas con aspecto delicioso, pero todos los tenedores están usados. Una chica muy joven nos ofrece una lámina de algo que no sé qué es (parece queso, no sabe a nada). Le digo que está bueno (por decir algo). Con mucha ilusión, comienza a escribir la receta en una servilleta de papel para dármela. Nos acercamos a otra mesa con unas tartas de queso. Les pido un trozo para comerlo directamente en la mano. Me explican que no son de queso, pero no oigo de qué son porque hay mucho ruido. En ese momento aparece el jurado para dar el premio. Alberto, Jorge llegan con Joan de la playa. Me alegro mucho de ver a Joan. De repente estamos en un primer piso, nos asomamos a una escalera de hierro para ver el paisaje. La escalera está rota, despegada de la pared. Me agarro con el meñique y me elevo en el aire. Mirad lo que hago, mirad qué fuerza tengo. (Mientras lo hago, pienso que si me lo propongo en la vida real también podría hacerlo, como si en el sueño fuera consciente de que estoy soñando). Alberto se asoma a una habitación. Me parece ver a un tipo de espaldas, en calzoncillos, esnifando sobre un paquete de salchichas Campofrío. Les digo que nos vayamos, que no es una casa abandonada. Corro escaleras abajo, pero nadie me sigue.

miel

domingo, 17 noviembre 2024. Estoy en un piso muy alto. Desde ahí arriba veo el sitio donde tengo que ir (una calle normal, con tiendas y bares). No dejo de mirarlo. No quiero ir. Llevo un jersey de cuello alto rojo de lana gruesa (que tenía de niña) con un vestido de tirantes de flores encima. Tengo que cambiarme de ropa y me da pereza. Mi tía M dice que vaya como estoy, que qué más da. Alberto llega, dice que tenemos que irnos. Voy al baño, intento quitarme el jersey sin quitarme el vestido. Me entran ganas de orinar. Orino en el bidé. Me sale una especie de miel de caña muy espesa. No estoy segura de dónde me sale.

zumo seco

sábado, 16 noviembre 2024. Alberto dice que no ha desayunado y tomemos algo en la terraza de un bar. La terraza está en alto, sobre lo que parece el cauce de un río. De repente creo recordar que he estado ahí esa misma mañana. Alberto pide un batido de frutas (me extraña). Yo pido otro. Cuando el camarero los trae me mira mal. Alberto dice que su zumo está exquisito, viene en un vaso muy historiado, con pajita y adornos. El mío viene en un vaso de plástico y dentro hay un grumo seco que parece paja prensada.

nísperos

viernes, 15 noviembre 2024.  Mi padre está comiendo en una especie de triclinio. Le digo que hay nísperos, si le apetecen. Hace un gesto que alguien que no lo conociera diría que es de asco, pero significa que sí. Me da tanta rabia que no diga que sí abiertamente que no me muevo. Pienso que, si de verdad los quiere, vaya él a buscarlos.

ascensor

jueves, 14 noviembre 2024. Estoy en casa de mis padres. Hay mucha gente, mucho desorden de voces y de idas y venidas. Digo algo (no recuerdo qué) y Paquito (un amigo de la infancia) se enfada muchísimo, me acusa de haber contado su secreto (no sé de qué habla). Me fijo en ese momento en que va vestido de jugador de baloncesto. Coge su bolsa de deporte y se va indignadísimo, entra en el ascensor. Voy tras él. Elisa (que es un bebé de poco más de un año) me sigue. Le digo que no puede venir. Se queda conforme en la puerta, me hace un baile de despedida (el mismo que hace mi madre cada vez que nos despedimos). Una vez en el ascensor, con Paquito, le digo que cómo ha podido pensar que yo podría traicionarlo. Es verdad, perdóname, dice y me abraza. Dejemos esto para luego que ahora tenemos prisa, le digo.

en cinco

miércoles, 13 noviembre 2024. Daniel está tumbado en la calle, no sé si se ha caído o se ha tumbado él. Llegan Andrés y Elisa. Andrés se tumba un metro más arriba y empieza a orinar. Le dijo a Elisa que me ayude a mover a Daniel para que no se moje.
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Le digo a Sonia que he visto en Google el pueblo donde va a vivir y que me parece muy bonito, que tiene hasta teatro romano y un dolmen. Sonia saca del bolso unos cupones de la ONCE para tirarlos. Le digo que lleva el número premiado, que estuve a punto de comprarlo pero no me gustó que terminara en 5. Le digo que cuando se lo cuente a mi tía M no se lo va a creer.

tiranos temblad

martes, 12 noviembre 2024. Estoy en una habitación (a ratos se convierte en un patio). Un grupo charla (están sentados en el suelo con las espaldas pegadas a la pared (entre ellos un señor con pinta de Papá Noel, Sr. Chinarro y Bárbara Lennie). Se recomiendan series unos a otros. Les digo que si han visto ya en Youtube "Tiranos temblad". Lennie se enfada, dice que estoy pesadísima con eso y no tiene ninguna gracia. Sr. Chinarro y el tipo que tiene a su lado empiezan a cantar el himno de Uruguay. ¿Os sabéis el de Uruguay y el de España no? (pido disculpas porque me doy cuenta de que el de España no tiene letra). Sr. Chinarro va a por algo y lo oigo cantar a mis espaldas un pasodoble dedicado a (no recuerdo qué objeto). ¡Es un genio, digo a los demás, ser capaz de escribir algo así!, cuando e lo cuente a mi tía E va a alucinar (se supone que es un objeto que a ella le gusta mucho). Intento hacer las paces con Lennie hablándole de feminismo Mientras, el señor vestido de Papá Noel monta una lámpara de sí mismo sobre un mueble. ¿Ya es Navidad?, pregunta Jorge mientras lo ayuda. El tiempo vuela, le digo. Sr. Chinarro ha cruzado la calle, llega su novia con varias amigas. La novia lleva los labios muy rojos, le da un beso muy leve para no marcarlo. ¿No habrá chicas con minifalda? (le pregunta y mira hacia nosotras), así me gusta. Después le huele el aliento par saber si ha bebido. Lennie y yo nos miramos como diciendo, menudo control.

carpintera

lunes, 11 noviembre 2024. Estoy con Daniel en un bar que se parece al de la Facultad de Medicina. No hablamos, pero me siento profundamente acompañada. Pienso: deseo que no hablemos y quedarnos así para siempre. Daniel dice de repente que necesita una silla para su casa nueva. Pienso que tengo una en el cuarto de baño, una silla Thonet pintada de blanco que encontré en la basura. Se la ofrezco. Una silla especial, aclara. Dibujo sillas en servilletas de papel, le digo que yo le fabricaré la que más le guste.

coche beige

domingo, 10 noviembre 2024. Alberto, Luciano, Salvatore y yo Salimos de una especie de palacete. Al llegar a los jardines hay cuatro coches iguales (antiguos y enormes color beige). Abrimos los maleteros a ver cuál es el nuestro. Me he dejado la chaqueta, les digo y corro escaleras arriba. Me cuesta avanzar porque todavía hay mucha gente bajando. Las escaleras no tienen barandilla y temo caer. Cuando por fin llego, el salón de actos se ha convertido en una especie de tasca con mesas corridas con restos de haber celebrado una boda. Veo mi chaqueta en el respaldo de una silla (es una chaqueta beige), al cogerla, pienso que de dónde la habré sacado (también el coche, porque nunca hemos tenido coche ni chaquetas beige). También está mi chaqueta negra y dos de mis bolsos. No sé qué hacen sobre la mesa, entre platos sucios. No sabe usted lo que la gente olvida, dice una camarera. Fíjese, dice y me enseña una falda de fiesta. La ministra se la quitó porque otra ministra llevaba una igual y se le ha olvidado llevársela, dice. ¿Volvió a su casa en bragas?, le pregunto, pero la chica sigue limpiando mesas. Al volver a los jardines recuerdo que el coche lo aparcamos en la, en una cuesta. Voy a por él, les digo. Se ha hecho de noche de repente. Subo una cuesta con la acera estrecha y sucia. Hay algunos vecinos en la calle, tomando el fresco en camiseta interior y pantalón de pijama. Un tipo hace poses de karate. Estoy ensayando para mi próxima película con Jonás Trueba, dice. Le digo que es amigo mío y me invita a pasar a su casa. le digo que estoy buscando mi coche. Tu coche estaba ahí pero Alberto se lo llevó hace un rato, dice. Entro en su casa, hay tres sofás alrededor de una mesa de centro cuadrada con restos de comida. Varios tipos fuman y beben cerveza. Estábamos votando cuál es la mejor canción para masturbarse. Suena una de Dire Straits. Esta no, digo y el ritmo cambia. Ah, pues sí, esta sí, pero solo para muy fans, digo. 

lata de apuntes

jueves, 7 noviembre 2014. Estoy al fondo de un bar enorme. Llega una señora con carpetas (se supone que es una profesora; se parece a Dolores Vázquez) y los clientes se convierten en alumnos (ponen sus mesas mirando hacia una enorme pizarra que hay en la pared). La profesora nombra a dos chicas que hacen el camino entre las mesas, cabizbajas. Les regaña y salen llorando de la sala. No sé el porqué, pienso que va a nombrarme. Belinka, dice. Me da mucha vergüenza. Todos los alumnos mueven sus mesas hacia atrás hasta dejar la mitad delantera de la clase vacía. Por el camino, una chica que se parece a Montse Amorós (compañera de colegio a quien no he vuelto a ver), dice que me pese. Subo a una báscula que parece de cocina. 40 kilos. Sigo mi camino, subo la tarima. Dice que cometí faltas de ortografía. Le digo que no fue eso, que fue que había dos preguntas y respondí la que no era. Le da igual, dice que me vaya. Salgo a la calle y busco una mesa en la terraza del bar. Hay un viejo con una radio muy vieja. Está escuchando la clase. La radio se oye tan mal que solo pillo algunas palabras. Como no hay mesas libres me tumbo en la acera boca abajo para tomar apuntes. No tengo cuaderno, no hay servilletas. Encuentro una lata de sardinas abierta y vacía en el suelo y apunto dentro, como puedo, algunas palabras. Veo unos pies que llegan, es la profesora. No pones ningún interés, me dice. Le enseño la lata con algunas palabras dentro, como para demostrarle el esfuerzo que he hecho. 

en ruta

miércoles, 6 noviembre 2014. Estoy en un autobús. Una señora me pregunta (en inglés) dónde hay un estanco. Le digo que se baje en la próxima parada y lo verá. Mi marido quiere preguntarle algo, dice. Me pregunta en qué año y cómo fue la Transición. Le digo que comienza al morir Franco en 1975, que fue tranquila y pacífica (mi inglés no da para extenderme). El hombre se ríe, está gordo y se le mueve la barriga. Le dice a su mujer que no tengo ni idea, que todo eso ocurrió en 1789. Le digo que la confunde con la Revolución francesa. Me entran ganas de decirle que no sabe ni en qué país está, pero no le digo nada porque su mujer ya le está echando la bronca. Me bajo del bus y la mujer se baja conmigo. Lleva un libro mío en las manos. Intenta leerlo pero pronuncia muy mal. En el libro hay un poema en inglés, le digo. ¡Sí, dice muy contenta! Lo lee en alto y se despide. Se ha hecho de noche y no sé dónde estoy. Están regando una plaza. Al cruzarla, el jardinero me apunta con la manguera, tengo que acurrucarme sobre unos escalones para no caer porque el chorro lleva mucha fuerza. Nadie en la plaza intenta ayudarme, se ríen. No digo nada y sigo mi camino. De repente hace sol y estoy seca. Llego a unos bungalows color terracota. Pienso que no sé cómo he llegado a México. Entro en uno, está decorado con cosas que fueron mías (juguetes y cosas que perdí). De repente me enfado muchísimo, pienso que los amigos me han dejado tirada. Llamo a Alberto. Como responda una chica lo dejo para siempre, pienso y responde una chica. Me enfado todavía más. Vamos en ruta, responde con acento mejicano. ¡Que pare y se ponga al puto teléfono!, le digo. Al momento aparece la chica con un niño de la mano. Dice que me esperan fuera, que los amigos ya se fueron a ver los lagos que rodean el pueblo, que coja lo imprescindible porque el coche es pequeño y ya van cinco (conmigo seríamos seis). Miro a mi alrededor y no sé qué elegir. Me guardo en los bolsillos algunos muñecos pequeños y un reloj diminuto del tamaño de una uña. Le digo al niño que coja lo quiera. Otra chica muy seria con gesto imperturbable entra, toma al niño de la mano y se lo lleva disimuladamente. ¡Lo está secuestrando!  Corro tras ellos hasta que se lo arranco de la mano y cruzo la carretera entre los coches. Al otro lado está aparcado un 600 con mi prima Elisa al volante. Al verme, sonríe. No te preocupes, dice Elisa, es un 600 de siete plazas.

el salto del tigre

domingo, 3 noviembre 2024. Le digo a Alberto que voy a ver a Gallero (ha venido de Madrid) y vuelvo en un momento. Gallero está con dos amigos delante de un local cerrado. Dicen que fue un espacio de cultura que abrieron para su barrio (me extraña porque estamos en Málaga, junto al jardín de la Victoria). Me enseñan un vídeo con el proceso, donde ellos mismos hacen la obra, colocan una reja, las estanterías de madera, los libros...). Supongo que tuvisteis que cerrar por culpa de la pandemia, les digo. Asienten (se les nota muy afectados). Nos sentamos en un bar y sacan un juego de mesa que inventaron para el centro. Consiste en un tablero con un aspa que lo divide en cuatro. Tres jugadores tienen seis piedras pequeñas y el cuarto jugador cinco cristales pulidos (de los que se encuentran en la playa). El juego consiste en ir perdiendo piedras y conseguir cristales. El que consiga todos los cristales gana. Empiezan a mover las piedras de un lado a otro sin ton ni son. De repente, un tigre del unos siete centímetros sale del bolsillo de la chaqueta de Gallero y se me sube al hombro. Juego con él. Les digo que es más cariñoso que la gata de mi hermana, que nunca se deja acariciar. Uno de ellos me explica que en los 70 era muy común llevar un tigre en el bolsillo. Se burlan de Gallero, dicen que se ha quedado colgado en esa época. ¿De llevar un tigre en el bolsillo viene eso de hacer el salto del tigre?, pregunto inocentemente. Todos se ríen. Llega Parreño con su hija. Mira el tablero, mira al tigre. ¿Todavía seguís con eso?, pregunta. Jara dice que quiere irse, que se aburre, y amenaza con ponerse a hablar en inglés. Lo hace (parece que recita algo de memoria). Ya no es una niña, pero intento entretenerla, me invento que en Japón celebran el día del tigre disfrazando a los niños de animales de peluche y hacen una carrera por un monte. ¿Quién gana?, pregunta entusiasmada. Gana el que lleva el disfraz de tigre debajo del suyo, así que ya había ganado antes de salir de su casa, solo lo celebran para que los niños dejen los ordenadores y hagan ejercicio. Todos se ríen. Jara se hace pequeña de repente y se queda dormida, enroscada como un gato, en una butaca de mimbre. Llega Pedro Sánchez y se sienta a mi lado. ¿A qué jugáis?, pregunta. Le explican el juego de las piedras. Pregunta cómo se llama. Todos se miran porque inventaron el juego pero no le pusieron nombre. Se llama "El salto del tigre", le digo. Todos se ríen (no entiendo que rían todo lo que digo). Sánchez se abre un poco la corbata y pide una cerveza. ¿Puedo preguntarte algo?, ¿necesitas tomar alguna pastilla para dormir?, le digo. Dice que de momento no, pero sabe que hay quien las toma. Yo las tomo, le digo. Todos vuelven a reírse. Uno de ellos apura su cerveza, dice que su mujer lo está esperando y que si fuera joven no volvería a casarse. ¿A qué edad te casaste?, me pregunta. A los veintitrés. ¿Y volverías a casarte? Le digo que sí y veo pasar el C2. He perdido el bus, Alberto estará preocupado. Intento llamarlo pero el móvil no funciona. Sánchez se sorprende al ver mi móvil marca Jiménez. Una chica, guardaespaldas de Sánchez, me acompaña a la parada. La parada es un banquito de madera muy viejo, casi a ras del suelo. Junto al banquito, sobre un ladrillo, está uno de mis sujetadores muy bien doblado. Se supone que lo dejé allí para cuando fuera a dormir a casa de mis padres. También hay una bolsa de tela con collares y juguetes colgada de la reja de una ventana. Fíjate, le digo a la guardaespaldas, llevan aquí varios días y nadie se los ha llevado, ¡esto parece Oslo!

ola y fiesta

martes, 29 octubre 2024. Se supone que estoy en casa de unos amigos. Estamos en una ahbitación enorme y desordenada. Hay platos con restos de comida, ceniceros con colillas y latas de cerveza vacías. No sé dónde sentarme poruqe todo está gastado y sucio. Para salir a la terraza hay que pasar por encima de la cama (deshecha). De repente veo llegar una ola, me agacho, me pasa por encima, no me mojo, pero ha entrado en la habitación y ha mojado la cama. Llaman a la puerta, nadie se mueve, abro. Son los padres de uno de esos tipos, dicen que vienen a ver los desperfectos que ha causado la ola. Dicen que habrá que tirar el colchón. Me miran como si fuese la responsable. Comienza a llegar gente. En la terraza veo lucecitas encendidas y una mesa con vasos de plástico. Entra Alejandro. me alegra mucho verlo. Lleva un modelo muy extravagante: pantalón y chaleco negro con unas bolas cosidas y una especie de barretina negra con un alfiler de sobrero con cristales de colores y perlas.

fiesta de disfraces

lunes, 28 octubre 2024. Estoy en un supermercado. A lo lejos veo a Alberto. Lleva una bolsa enorme de otro supermercado. Le hago señas para que se acerque. Un tipo muy alto y delgado (se parece a Charly, el amigo de Caína) me saluda familiarmente. No sé quién es. Cuando llega Alberto le digo: ¡Mira a quién me he encontrado!, y hago un gesto de "no recuerdo su nombre". El tipo dice que tomamos algo y nos pongamos al día. Nos sentamos en la terraza de un bar que parece cerrado. En la mesa de al lado hay dos chicas extranjeras. Nos dicen que vayamos con ellas a la bahía (no sé si se refieren al mar o un bar con ese nombre), porque se celebra una fiesta de disfraces. Pienso que quieren ligar con Alberto y "Charly". Pienso que Alberto dirá que prefiere irse a casa, pero dice muy animado que sí, que vamos. Cundo llegamos Bahía es una estación de autobuses. Hay una multitud expectante, entre ellas Ferran y Cumpián. ¿A quién esperan?, pregunto a una madre con un bebé en los brazos. ¡A Padura! Ah, estuvo el otro día en el Museo, le digo. De repente la multitud queda decepcionada con mi comentario y se van a sus casas. Ferran dice que tiene un libro para mí. Le digo que pronto tendré uno para él. Cumpián me pregunta por mis padres. Le digo que sigo cuidándolos, que ya tienen 97 y 93, que es muy cansado. Mi madre con 99 vivía sola, dice Cumpián. De repente estoy en el aseo de casa y "Charly" me lava el pelo. Sale mucho barro. Cuando me froto noto granos de tierra. o vamos a llegar a la fiesta de disfraces, le digo. Lo tengo preparado, me dice. Me seco el pelo, lo tengo corto y de punta (parezco Pumuki). De repente estamos en un edificio parecido al Hotel Miramar. Veo llegar a los amigos, entre ellos Elías disfrazado de policía. También están las dos extranjeras. Tienes que darte prisa, dice Elías. "Charly", un tipo que va en patinete y yo buscamos una habitación en el hotel para cambiarme, pero todas están cerradas. Llegamos a una zona de oficinas con cristaleras que dan a un jardín. Salimos y comienzo a quitarme la ropa para ponerme el disfraz. Al otro lado hay un edificio de oficinas. Todos los empleados (hombres) se han sentado para ver cómo me desnudo. Les hago una reverencia, aplauden, nos vamos. No he podido cambiarme. "Charly" me enseña un mapa, dice que no vaya a la fiesta, que me vaya con él. Tengo un mapa y una ruta, dice señalando una línea dibujada con boli.

coche amarillo, máquina expendedora y columpio

jueves, 24 octubre 2024. Bajo una cuesta con Alberto y Luciano, veo pasar un coche de plástico amarillo que parece de juguete. Les digo, me parece que era Zoki. El coche frena. Zoki asoma la cabeza. Me pareció oír mi nombre, dice. Nos acercamos y vemos que es un coche normal al que le ha puesto una funda amarilla para que no lo estropee la lluvia. Le doy un abrazo inmenso. Dice que vayamos a su casa. Llegamos a una habitación de hotel. De repente Zoki es una mujer pero sin barba. Nos cuenta que desde que murió su marido, y tuvo que dejar su casa, los amigos le van prestando una casa cada mes. Mientras nos lo cuenta se cambia de ropa varias veces.
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Estoy con Jurdi y Javi. Contamos chistes todo el tiempo intentando que el siguiente sea mejor al anterior. No paramos de reír. Vemos una máquina expendedora de ropa (se supone que la gente que no quiere algo lo deja ahí para otros). ¡Qué ropa más fea!, dice Javi muerto de risa. Jurdi dice que le gusta y quiere esa camisa (señalando una horrorosa con estampado de colores chillones). Al abrir el expendedor se da cuenta de que es una funda de inodoro. Se ríe a carcajadas. ¡Esta funda era de mi madre!, dice y nos caemos al suelo de risa.
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Estoy en una casa de acogida. Hay chicas muy jóvenes con bebés, otras que están dejando el alcohol. Yo estoy porque me he separado y no tengo dónde vivir. Una chica con un bebé casi recién nacida quiere salir. Me dice que soy su mejor amiga, que soy muy guapa. Le digo que no hace falta que me haga la pelota, que me quedaré con su niña de todos. Sale corriendo (lleva minifalda y va muy maquillada). Entro, voy descalza y el pasillo que lleva las habitaciones está lleno de cristales rotos. Voy abriendo puertas para encontrar la habitación del bebé. En una está Alberto, en la cama, con un ordenador enorme y muchos monitores, como si rigiera el mundo. Le digo que voy a pasar el día con el bebé de mi amiga (por si se ofrece a pasarlo conmigo), pero no dice nada. Vuelvo a buscar al bebé. Finalmente lo encuentro en un columpio del jardín. Su madre y él están columpiándose. Lo hacen tan fuerte que caen hacia atrás. Intento rescatar al bebé. Me ilusiona pensar que si la madre ha muerto del golpe, me quedaré al bebé para siempre.

timo

miércoles, 23 octubre 2024. Mi cuñada dice que la han estafado, que compró un viaje y ha perdido el dinero. Le digo que vaya al banco o llame a la agencia. No dice nada. Le voy sacando poco a poco que en realidad la ha timado un tipo que dijo estar enamorado de ella. Entramos en un bar. ¡Es ese!, dice. Lo seguimos. Es un tipo con barba muy feo.
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Un montón de famosos duermen la siesta en el suelo de una plaza enorme (parece Cádiz). Incluso en los escalones que suben a la catedral hay gente tumbada. Me acerco a Nacho cano, lo despierto y le pregunto por qué los hombres se casan con mujeres guapas y las engañan con mujeres feas.

tobogán, pan duro y alubias negras

martes, 22 octubre 2024. Para llegar a casa de mi prima Elisa hay que bajar por un tobogán. Mi sobrino Darío se sienta conmigo. Tú me ayudabas de niño, ahora te ayudo yo. Bajamos. Me llama la atención lo brillante que está el suelo.
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Mi hermana se queja de que mi padre se queja de que el pan que le da está duro. Le digo que tiene que sacarlo del congelador la noche antes y envolverlo en una servilleta o bien meterlo en el microondas, con medio vaso de agua, unos diez segundos. Veo que no me está escuchando.
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Estoy sentada en la escalera que da al rellano de la casa de mis padres. No quiero entrar. Aparece Carmen con una cucharada de alubias negras para que las pruebe. Imagino que está cocinando para quitarme trabajo. ¿Cómo están?, pregunta. Perfectas, parecen mantequilla, respondo.

el coleccionista de personalidades

lunes, 21 octubre 2024. Oigo voces en el dormitorio de mis padres. Mamá le enseña fotos a Jonás. Apago la luz para que no pueda verme con quince años, maquillada y con tacones. Todo queda completamente negro. De todos modos lo oigo decir: esto es un cumpleaños, estas de la playa... Se ríen. Me maravilla que las pueda ver al tacto. Enciendo la luz. Mira mi móvil con incredulidad. ¡Pero si tú tienes uno igual!, le digo. El mío tiene cámara, responde. Abre mi móvil y aparece una foto de mi padre posando con un perro. Qué raro. No parece que tenga noventa y siete años, dice. Después mete todas las fotos que han ido esparciendo por la cama en una bolsa amarilla y la guarda en el armario. Antes de cerrarlo le hace una foto. Le digo que esa foto no  le servirá para su colección de personalidades porque no es representativa de mi padre, que él nunca metería de cualquier modo una bolsa en el armario porque es el rey del orden. Jonás borra la foto con gesto triste
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En las noticias cuentan que el gobierno ha decidido separar a la población idiota del resto para el mejor funcionamiento de la nación. La presentadora cuenta que pusieron un anuncio: "Se venden terrenos en Galicia y Murcia a un euro". Han hecho una lista con todos los idiotas que han llamado para comprarlos. + En la tele, en un programa de talentos, un niño cuenta que ha descubierto el modo de comerse un helado que no le gusta. Si te compras un helado y al probarlo no te gusta, coges un buen puñado de regaliz rojo, lo vas mojando y el sabor cambia, cuenta mientras come. El público aplaude enloquecido. El niño gana. El premio es un cubo de cristal de un metro cúbico lleno de agua. En el centro hay una bola enorme de helado de chocolate. Un mago le echa por encima láminas de oro. Donde cae la lámina se abre un agujero y de cada agujero sale un gato color chocolate. El público vuelve a aplaudir. ¡Has ganado una máquina para hacer helado de gato!, dice el mago.
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Se me rompe la pulsera que me hice con dos cuentas de madera. Decido, para que no se rompa más, hacerme una con trozos de brownie.

en diagonal

jueves, 17 octubre 2024. Chivite da una charla. La sala está completamente llena. Esta en un rincón y yo en el opuesto, en diagonal, así que no puedo verlo. Habla muy bajito, casi no lo oigo.
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Compro algo en unos grandes almacenes. A la hora de pagar, una chica me acompaña a una habitación muy pequeña donde un señor trajeado ordena papeles. Se va la luz. Cuando vuelve todo lo que llevaba en la mochila está tirado encima de la mesa. Intentó ordenarlo, no encuentro mi tarjeta. Hablamos de libros. La chica quiere saber cómo se escribe una novela. Le digo que hay dos maneras. Una, inventar una historia desde un episodio real; otra contar un episodio real empezando por algo inventado. El señor dice que está pasando por un momento delicado, que cuál de mis novelas le recomiendo. Ninguna, le digo.

pulsera de maizena

miércoles, 16 octubre 2024. Hablo con Begoña por teléfono mientras busco el coche (no recuerdo dónde lo he aparcado). La noto muy triste, dice que en cualquier momento irán a recogerla. Se supone que van a ingresarla en un hospital. Yo pienso que en realidad es una secta y no van a recogerla, van a por ella. Le digo que tenga cuidado, que ya sé que no le permitirán tener móvil, pero que haga todo lo posible por ponerse en contacto conmigo.
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Mesa larga de madera. Está toda mi familia (los vivos y los muertos; mi padre parece joven). Veo a mi padre intentar quitarle un pelo a su plato para poder seguir comiendo. Me extraña porque es muy escrupuloso. Miro a mi madre. Se lo digo con un gesto. Ah, es que el pelo es suyo, dice mi madre tranquilamente. En segundo plano hay una tele donde aparezco yo disfrazada de geisha. Pongo caras muy raras mientras canto en japonés inventado. ¿De verdad estoy tan gorda?, pienso, pero no me atrevo a preguntar a nadie.
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Vuelvo a casa (mi casa no es mi casa, es un edificio muy antiguo de piedra en una plaza adoquinada en cuesta). Paso por delante de una joyería que hay justo enfrente. Las dependientas ya están cerrando. Me acerco a preguntar por una pulsera del escaparate. Hemos traído la que usted quería, dice. Me arrepiento de haberme acercado (no quiero esa pulsera, solo fue curiosidad, porque la vi en un capítulo de Larry David). Les hago preguntas para poder decir en algún momento que no me interesa. ¿Son circonitas? Son zafiros. ¿Es de oro? Está hecha de Maizena y flan, de ahí el color, mañana puede venir a por ella. Cruzo la plaza a todo correr, pienso que al día siguiente puede ir Alberto a comprarla y decir que no la quiere por algo. Al llegar al edificio, veo a un tipo igual a Alberto, con su misma ropa, que se arrodilla y se santigua en la acera, delante de una iglesia. No se parece en nada, me digo. Sigo pensando en la pulsera, Alberto me la podría regalar por mi cumpleaños, pero seguro que me queda grande, tendrá que tener cuidado de que no lo engañen y le quiten piedras para achicarla, le diré que las piedras que sobren se las den para hacerme unos pendientes a juego, pero en otra joyería. En todo eso voy pensando mientras subo al último piso por unas escaleras de piedra muy viejas (algunas tienen musgo; temo resbalarme porque voy descalza). Me miro las piernas y me extraña que estén tan morenas. Me gustan. La puerta parece de establo, hecha con tablones viejos, no necesita llave, empujo y entro. Parece una casa de campo abandonada con un prado enorme al fondo. Siento no haber llamado, pero la puerta está rota, le digo a Alberto.
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Alberto y yo vamos en coche por una carretera muy estrecha junto a un precipicio. Al llegar a una curva se hace de noche de repente. Se supone que vamos a un restaurante muy exclusivo que hay en la cima. Le recuerdo que ya estuvimos una vez y no nos gustó nada. Al llegar se hace de día de repente. Todas las mesas están ocupadas y hay una cola larguísima para llegar a una mesa donde hay una tarta de comunión. Pasamos entre las mesas, sin bajarnos del coche, buscando una libre.

agua gris

lunes, 14 octubre, 2024. Las calles están inundadas de agua gris. Me llega hasta las rodillas. Llego a un bar. Javier dice que tengo que leer, pero no llevo ningún libro ni mis gafas. Busco unas en el bolso, pero son las de mi padre. Javier me pasa un papel mal cortado con poemas escritos con una letra muy mala. Leo a trompicones, pero ni siquiera son poemas, parecen recetas mal copiadas. Los clientes siguen a lo suyo, no les interesa. Pregunto, ya que es una bar librería, si habrá algún libro mío. Una chica intenta ayudarme. Me pone un micrófono, me da una revista. Me busco, pero solo aparecen fotos de otras lecturas. Paseo ente las mesas leyendo. En realidad hago que leo porque no hay nada escrito, voy inventando el poema mientras paso entre las mesas. El poema comenzaba: "Nené Búho pintó su teclado con laca transparente".

helicóptero

domingo, 13 octubre 2024. Sonia me enseña un vídeo de Adriana en la que se ve con dos amigas en un helicóptero. En el vídeo cuenta, sin dejar de reír, que van a desayunar. No me gusta que se tire el dinero de esa manera, le digo a Sonia. Sonia está muy resfriada y se mete en la cama. Su casa es lo contrario a lo que ella siempre le ha gustado. Pienso que quizá no esté resfriada, solo 
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Mi madre está en la cocina. Cuando me acerco a ver qué hace, le veo bebiendo el agua atascada y sucia del fregadero.

cerveza espesa y perfume paquita

sábado, 12 octubre 2024. Llegamos a un embarcadero. Para llegar a un barco convertido en museo tenemos que pasar por unos tablones inestables que sobresalen del agua. Bienvenidos al Museo del vino, nos dice un señor con muy mala pinta. Su mujer nos cobra la entrada. Dice que podemos visitar las cuatro plantas y tenemos derecho a una cata de vinos y cervezas. Dicho esto nos da a cada uno un vaso de chupito de plástico. El museo consiste en una tienda de objetos de cerámica en miniatura relacionados con el vino (vasos, botellas, porrones). Su mujer nos azuza para que vayamos más rápido, nos guía hacia la bodega a empujones. Unos turistas degustan sus chupitos de vino. En cada mesa hay una especie de probeta de medio metro con un indicador verde dentro. La cerveza parece zumo de melocotón. La pruebo, da asco. Volvemos por donde hemos entrado. Alberto dice que pasa de tablones y se echa al agua. Al salir, lo espera el dueño con una toalla, le quita la camiseta, lo seca con mimo, le dice que está muy moreno. Alberto responde que es que va a misa todos los días. El dueño del museo lo mira con admiración. Le hago un gesto de no entender a Alberto, y él me hace otro de, he confundido la palabra piscina por misa.
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Estamos en unos grandes almacenes. Alberto dice que va a comprarse un perfume. Qué raro, pienso (a ninguno de los dos nos gustan). ¿Puedo oler ese, el que se llama Paquita?, pregunta a la dependienta. El frasco es la figura de una diosa griega. Le digo: primero, es de mujer; segundo, dudo que se llame Paquita, se llamará Afrodita o algo  parecido. Dice que le da igual el nombre y que le encanta porque no huele a nada. Nos lo llevamos, dice satisfecho. ¿Vas a pagar más de 70 euros por un perfume que no huele a nada? Claro, es el perfume perfecto.

un socavón y dos copas de vino

viernes, 11 octubre 2024. Mi madre despide a mi hermana. Nada más cerrar la puerta me dice que tiene que enseñarme algo, pero no puedo decírselo a mi hermana para que no se deprima. Levanta una alfombra y debajo hay un enorme socavón. De repente toda la casa está llena en ruinas, incluidas paredes y techos. Nos movemos con dificultad sobre los escombros para ver los desperfectos. Le digo a mi padre que no se levante porque puede caerse. Arreglar esto va a llevar meses, le digo, y que hay que empezar cuanto antes porque podemos caer al piso de abajo. ¿Y no crees que pueda estar listo antes de que llegue tu hermana?, pregunta mi madre.
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Cruzo la calle donde vivía mi abuela y veo a Andrés en una especie de cobertizo. Me siento frente a él. Pregunto, ¿conoces a Larry David? Él responde en lenguaje para sordos, number one. Hay dos copas de vino sobre la mesa. Me hace una seña con el índice sobre los labios para que me calle. A nuestro alrededor parece que se esté proyectando una película. Antonio y otros poetas discuten sobre poesía en un callejón, Antonio cae al suelo, pierde las gafas, voy a levantarme para ayudarlo y Andrés vuelve a decirme con gestos que no me preocupe, que ni siquiera pasó en el pasado, que solo es un sueño proyectado. Se me cae el móvil a una alcantarilla. Andrés lo pesca con un cazamariposas y lo mete en una bolsa, le hace el vacío y me lo da como nuevo. Aparece mi sobrino Darío, pregunta a su padre si nos vamos ya. Andrés le señala con la mirada las dos copas de vino llenas. Me bebo una de un trago. Darío hace lo mismo. Pienso que cuando mi prima Elisa se entere nos vamos a llevar una buena reprimenda porque Darío es menor de edad.

un goya y tres dones

jueves, 10 octubre 2024. Estoy en el que fue mi colegio. Una chica me va enseñando las clases. Están cambiadas. Me las va explicando. Le digo que ya sé qué clases eran antes porque pasé por todas. Le sienta mal y acaba la visita bruscamente. Llegamos a las clases de párvulos, ahora convertidas en comedor. Me enseña una caja con cosas que las alumnas se dejaron. Dice que puedo quedarme con lo que quiera. No sé qué elegir. Y, de todos modos, ¿para qué querría una goma usada o un lápiz mordido? Salgo del colegio con pena y prisa porque llego tarde a una entrega de premios. La acera está como antiguamente (sin enlosar, tierra y piedras; si corro me tuerzo los tobillos). Llego a un auditorio al aire libre. Las gradas están llenas. Veo mi asiento vacío con una tarjeta en la primera fila. Empujo a algunas personas para que me dejen pasar. Llego justo a tiempo cuando dicen mi nombre. He ganado. Salgo al escenario. Aparece Fred Astaire y me entrega un Goya. Me susurra al oído que debemos bailar, que el público lo está deseando. Tú no hagas nada, sigue mis pasos, será fácil, dice. Al momento de tomarme la mano y ver mi torpeza dice que no va a ser tan fácil. Dos chicos nos hacen gestos para que acabemos ya. Le doy las gracias, le doy un beso y me voy.
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Estamos en una plaza con adoquines. En el centro hay un tipo con túnica. Dice que nos irá llamando de uno en uno para que nos acerquemos y lancemos tres monedas al aire. Si una moneda os cae a menos de un metro podéis quedárosla y ese será vuestro don, ¿entendido?, ahora poneos de rodillas, dice. Alberto se burla. Le recuerdo que fue él quien quiso venir, que ya que estamos vamos a hacerlo bien. Se ríe y, no solo se queda sentado, se tumba. Me pongo de rodillas sobre los adoquines (se me clavan). El santón llama a una niña, le dice que lance las tres monedas. La niña se pone nerviosa, las lanza mal, hacia atrás y me caen a mí. No me atrevo a cogerlas, no me atrevo a moverme. Tres dones, pienso, ¿qué voy a hacer con tres dones? De repente estoy en casa de mis padres, llevo las tres monedas apretadas en la mano. Entro en el cuarto de mi hermana y le dejo dos en una de sus cajas.

despacho de quesos

miércoles, 9 octubre 2024. Estamos, en el que se supone, el despacho de Cristina. Son dos habitaciones enmoquetadas casi vacias. Me extraña que todo esté desordenado porque ella es maniática del orden y la limpieza. Al salir, la última habitación es un ultramarinos. ¿Os pongo algo?, dice un chico vestido de blanco, con gorrito a juego, desde detrás un mostrador lleno de quesos. ¡No me tientes!, dice Cristina. Me cuenta que desde que le duele todo no come nada de lo que le gusta. Le digo que yo hago justo lo contrario, como me va a doler igual, como lo que quiero. Ya en la calle, dice que la acompañe a Ronda, que tiene cita con el especialista. Le digo que Alberto me está esperando en el conservatorio. Aparece Andrés paseando un perro blanco enorme. Yo te acompaño, le dice.

aguja envenenada

martes, 8 octubre 2024. Se supone que estamos en Uruguay, en un restaurante, pero la decoración y la comida es china. Entre las mesas nada un gato chato y peludo. El gato intenta beber de un frasco con líquido. Alberto le hecha un chorro de kétchup, el gato cae al frasco y sale teñido de rojo. Nos ha sobrado comida y le pido al dueño que la empaquete. Me da un táper y un cajón. En el cajón hay cubiertos, juguetes, anillos y medallas. Separo cada cosa, se las dejo ordenadas. Me quedo de recuerdo con unos soldaditos planos para Alberto. Daniel dice que le gustó más Cuba y otra chica habla de dos poetas. Le digo que se divorciaron y él se casó con la chica que habían adoptado. ¡Ha hecho un Woody Allen!, dice la chica sorprendida y me da una toalla para que me seque el pelo (no sé por qué me lo he lavado antes de marcharnos). Daniel dice que no le gustan nada los cotilleos, y menos de poetas. Carlos dice que antes de volver a España tengo que probarme unas gafas que ha visto, que me quedarían muy bien porque son muy discretas. Ya por la calle nos cruzamos con un grupo de chicos y chicas. Una de ellas dice, voy acaloraíta. Re acuerdo del anuncio Achicharraíta y lo repito varias veces. El novio de la chica piensa que me estoy riendo de ella, y lanza a Alberto una aguja. Se la quito de la espalda, le pregunto al chico qué es. Eso por reírte de mi novia, a tu novio se le paralizará el cuerpo y después morirá, dice. Busco un taxi para llevarlo a un médico. Una taxista, al parar, empuja una excavadora y la vuelca. Ante mi asombro dice: es que soy muy fuerte, me largo de aquí.

juguetes rotos

lunes, 7 octubre 2024. Voy encontrando juguetes rotos y piezas sueltas enterrados en la arena. Laura me ayuda a recogerlos. e cada uno que vemos asomar entre la arena decimos entusiasmadas: ¡otro!

el chico mochila

domingo, 6 octubre 2024. Cuando vamos a dormir veo una ventana abierta. Pienso que alguien ha entrado a robar, pero no falta nada. En el suelo hay círculos que parecen de cal. Los sigo y me llevan al jardín. Hay unos niños jugando. pienso que son los hijos de los cine que sean collado por la ventana para entrar a jugar. Empieza a llegar gente, hablan unos con otros como si fuese una fiesta. Pienso que debo darles algo, busco bebidas. Un chico se pega a mi espalda como si fuese una mochila, me cuenta cosas mientras yo sigo de un lado para otro atendiendo a los invitados. Busco a Alberto para que me ayude. Alguien señala una mosquitera hecha con una sábana. Al mirar detrás veo que está con una chica desnuda. La chica lleva a una careta con su propia cara. Pienso que es idiota. Les digo que ahí se quedan, que me largo para siempre. Salgo al jardín y pregunto a voz en grito si alguien me lleva a casa. Al decirlo me doy cuenta de que no sé dónde voy a ir porque se supone que esa es mi casa. El chico mochila me dice que me vaya con él. Aunque me gusta mucho, le recuerdo que tiene mujer y dos hijos. Las amigas de la mujer me ayudan quitármelo de encima.
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Estoy en un bar con tres tipos que no conozco. Hablamos de las lecturas de poemas que habrá por la tarde. Por hacerme la graciosa les enseñó lo que llevo en el bolso, entre otras cosas un cepillo plegable (mitad peine mitad cepillo). Primero me peino y después le paso el cepillo por los zapatos de antes a uno de ellos porque los lleva llenos de barro. Les cuento que hay una tienda donde me compré cuatro pares de zapatos iguales. Me acompañan. Le explico a la chica que en el año 91 compré unos zapatos de Gaultier, se los describo, le pregunto si le queda algún par más. Dice que sí, va a la trastienda, aparece como una caja muy pequeña de zapatos y empiezas a sacar alpargatas que no tienen nada que ver con lo que yo busco. También me enseña monederos y collares.

edredón

lunes, 30 septiembre 2024. Alberto y yo nos colamos en una la habitación de un hotel. Me inquieta que tenga varias puertas porque pienso que la camarera puede entrar por cualquiera de ellas y pillarnos. Alberto se pone cómodo en un sillón. Va envuelto en un edredón. Yo llevo una bata de guatiné que no sé de dónde he sacado. Le digo que debemos irnos lo antes posible porque ya oigo que vienen a limpiar. Él se retrepa en un sillón. Le grito que haga lo que quiera pero que yo me largo. No sé bien por qué puerta marcharme.

márgenes

sábado, 28 septiembre 2024. Voy por la calle con Chivite, dos chicas y un señor mayor. El señor mayor nos da conversacion, nos pregunta dónde vivimos y cuántos poetas viven en nuestro barrio. Como la conversación me aburre les propongo echar una carrera hasta el bar más cercano. Más que correr casi vuelo y llego la primera. El señor mayor se encarga de pedir las bebidas y las tapas. Desde el otro extremo de la mesa veo charlar animadamente a Chivite con las dos chicas. Después se acerca a mí, me da un libro en el que ha escrito notas en los márgenes. El señor mayor no para de hablar, no me deja leer. Con tono muy dulce le digo que no me interesa absolutamente nada lo que me está contando, que por favor se calle. Le doy un beso en la frente y sigo leyendo el libro de Chivite.
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Voy en el asiento trasero de un coche. Delante llevo un portátil donde suenan canciones de The Kinks a todo volumen. Intento bajarlo. Sonia, que va de copiloto, se vuelve y dice que es imposible, que su cuñado los engañó y les vendió un ordenador roto. Míchel, que va conduciendo, al volverse para decir algo, se sale de la calzada y se mete en unos jardines del paseo de los curas.

pienso

martes, 24 septiembre 2024. Estoy en una clase muy larga y estrecha. Al fondo se ve la iglesia de la Victoria. Pienso que quizá le hayan puesto una paredes a la acera. La clase la recorre una mesa igual de larga. Cada tres metros hay una caja de zapatos con lápices, gomas, sacapuntas y un compás. Al fondo, veo pasar a una chica. Pienso que la conozco de saludarnos, pero nunca hemos hablado. Pienso en lo que sé de ella: que parece tranquila, que tuvo un niño siendo muy joven, que trabajó en una mercería, que su padre era inventor. Pienso que la próxima vez que nos veamos le diré algo. Pienso que igual me meto en un lío porque quizá no sea como la imagino. Mientras pienso van llegando otras alumnas. Una dice que está muy nerviosa. Mira dentro de la caja y, señalando el compás, pregunta qué es.

meñique

lunes, 23 septiembre 2024. Es el primer día de clase. Los asientos son butacas de cine muy incomodas. Entra la profesora Magdaleno (me daba historia en el instituto). Me estraña que siga joven. Va vestida con minifalda y chupa de cuero, medias agujereadas y pelo punk. Antes de empezar se pone una pinza entre las piernas para que la minifalda no deje enseñar nada. Llega el que se supone es su padre a presentarla (en realidad es el que fue mi profesor de derecho civil en económicas). Mientras hablan, me levanto porque estoy muy incómoda y me apoyo en una columna. Cuando terminan, el profesor se despide dándome el meñique (como si me diera la mano). Dice que se alegra de verme. Pienso que ya no se acuerda de cuando me mandaba callar en clase.
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Estamos en la que se supone que es nuestra casa, aunque no se parece en nada. Es un loft enorme muy desangelado. Hay una mesa larga en el centro. Los amigos han venido a comer. Pongo cubiertos y platos para cinco. Les digo que tengo mucha prisa, que cojan lo que quieran del frigorífico. Lo abro y veo un montón de gambas peladas. Las huelo, las tiro. Te dejo a cargo de todo, le digo a Emilio. Me pregunta si debe desenchufar el frigorífico al irse. Le digo que Alberto volverá por la noche, que no se preocupe. Salvatore y Cantos ya están en la mesa. No me da tiempo a saludar ni despedirme. Salgo corriendo porque llego tarde a casa de mis padres. Alguien me dice desde un coche que me lleva. Entro. El coche va hasta arriba. Voy apretujada en el asiento de atrás. De repente alguien dice que quiere cambiar de asiento, paran, se cambia con Antonio Soler que, antes de volver a entrar en el coche, se prueba sombreros. Salgo del coche porque pienso que llegaré antes andando. Aparece Laura. Pararé un taxi, dice. Es un taxi descapotable que al momento se transforma en una limusina articulada. Rápido, entra, dice Laura. El conductor va sentado en el asiento de atrás, dice que yo me siente delante. Miro el reloj. Mis padres llevan una hora solos. (Me despierto agobiadísima).

permanente

domingo, 22 septiembre 2024. Mi prima Cristina y yo estamos escribiendo algo al fondo de una habitación. Yo estoy de espaldas a la puerta. Delante tengo un cristal o algo que refleja lo que pasa a mis espaldas. Veo pasar a mi tía M por el pasillo. Se vuelve, viene hacia nosotras. ¡No hables!, me grita, ¡no hables y escribe! No ha salido de la habitación y ya la veo volver. Vuelve a gritarme que no hable, me zarandea, intenta pegarme. Me defiendo tirándole el cuaderno a la cara.
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Tengo muchísimo pelo. No sé si me lo he rizado o llevo peluca. Intento hacerme unas fotos para enviárselas a Javi y que me diga si me queda bien, si me hago una permanente. Hago las fotos al espejo, pero el flash se dispara y no sale nada. Por más que lo intento no puedo quitar el flash.

descalza

sábado, 21 septiembre 2024. Parece un bar o el jardín de una casa. Un tipo llega con su bebé. Al bebé lo sienta a ras del suelo y se desentiende. Me siento a su lado, lo tomo en brazos, le doy de comer.
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Voy por una urbanización de chalecitos bajos con jardín. Los muros son blancos con barrotes de obra de entre los que salen plantas con flores muy delicadas. No hay nadie. Anochece. Me fijo en que voy descalza y en camisón. Noto la acera templada. Me gusta esa sensación de serenidad. Recuerda esto, me digo. No te olvides de esta felicidad, recurre a ella cada vez que la necesites. De repente estoy dentro de un coche en marcha (en esa misma calle) y voy a estrellarme contra la puerta de un garaje. Intento pisar el freno pero no llego porque voy en el asiento del copiloto. Moviendo el cuerpo consigo enderezar la trayectoria y el coche solo roza la puerta y un muro.
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Estoy con unos amigos en un descampado. A un lado hay eucaliptos y un arriate. Lo recorro. Dentro hay juguetes, cintas de casete y libros rotos, baratijas... Pienso que me gustaría llevarme algo de recuerdo. Aparece Pateta, quiere que le digitalice unos libros que le gustaban mucho de niño. Señala el arriate. Por más que miro no los veo. Me fijo en que también hay cajas de cerillas. Me pregunto si dentro guardarán algún tesoro.

totoro

viernes, 20 septiembre 2024. Han puesto unas figuras de "Mi vecino Totoro" sobre un montículo. Quiero hacerme una foto. Cuando estoy arriba, veo a Alberto encaramarse a un coche para poder hacerla. Se sube al techo del coche y el coche arranca. Alberto cae. Me asomo y está tirado en el asfalto. Corro hacia él, pero Cayetana Guillén Cuervo (la encargada de abrir y cerrar las puertas del recinto donde están las figuras) no me deja pasar. la empujo, corro escaleras abajo. Cuando llego, Alberto está sobre unas sábanas. Lo acompaña Salvatore. Le pregunto con miedo cómo está. Salva me hace un gesto que significa que se ha quedado tetraplégico. Alberto no quiere responder. No se mueve ni me mira siquiera. Pienso que, conociéndolo, no querrá vivir así. Dudo si sabré convencerlo que yo quiero cuidar de él, que no soportaría que él quisiera morir. (Me despierto llorando).

lambada

jueves, 19 septiembre 2024. Estoy en un concierto. Un tipo toca la Lambada con violín. Me echo a llorar. Me da vergüenza porque todo el mundo corea y aplaude a mi alrededor. Escondo la cabeza entre las rodillas, veo cómo mis lagrimones llegan al suelo y hasta salpican los zapatos de las personas que tengo al rededor. De repente el violinista para. Pienso que se ha dado cuenta de que estoy llorando, pero no es eso: pide a parejas del público que salgan a bailar.

zapatIllas rojas

miércoles, 18 septiembre 2024. Marcos y yo estamos en el hall de un hotel años 70 que parece abandonado. Todo está en penumbra. Hay un grupo a la entrada. No nos atrevemos a acercarnos. Parece que están preparando una hoguera. Dos parejas entran. Nos escondemos junto a los ascensores. Frente a nosotros hay un espejo. No se nos ve pero sí mis zapatillas rojas de casa. Cuando creemos que van a descubrirnos una de las chicas se pone de parto y todos se van corriendo.
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En el patio de la casa de mi abuela hay una reunión de hombres. Están sentados en círculo, parecen una mafia. Me acerco al jefe y le digo, solo por provocar al resto, que voy a salir a comprar piedras. Todos cuchichean.

pantalones de piso

lunes, 16 septiembre 2024. Miro hacia un edificio de tres platas. Hay muchas cabezas asomadas. Se supone que son amigos de Juan Luis y lo están buscando desde hace horas. Lo veo llegar con su hijo en brazos. ¡Está aquí, grito.
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Llego al probador de una tienda. Hay tres chicas. Una de ellas (la más gorda) se prueba mis pantalones. Le quedan ajustadísimos. Pienso que me los va a agrandar. Las otras dos la animan a que compre unos iguales. Son pantalones de piso, dice la otra. Una de ellas dice que puede hacer algo con su jefe para que le consiga unos de su talla. Le digo que no merece la pena hacer nada con nadie por unos pantalones de rebaja, ni siquiera por unos sin rebajar, ni por nada. Me miran mal. Me devuelve los pantalones que han ensanchado varias tallas. Pregunto si tienen tallas más pequeñas. Ni me contestan. Me ato los cordones de los zapatos y se me rompen.
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Andrés y Elisa llegan de visita a casa de mis padres. Les cuanto que mi padre está peor que nunca, que nos pone a prueba. Andrés lo disculpa y le dice a Elisa que debería haberse pintado los párpados de verde. Me fijo en que los lleva naranja a juego con la camiseta. Elisa se queja que desde que han llegado de Turquía no hace más que criticarla. Llega mi hermana y nos da regalos de su último viaje. En mi bolsa hay un nazareno de barro enorme muy mal hecho. Le digo que ya le dije que no quería regalos, que no quiero más cosas. También hay un cono truncado hueco de madera negra. Le pregunto qué es. No sabe. En la bolsa también hay lápices pequeños de haberles sacado punta mil veces. Le digo que es lo que más me ha gustado.

definición de amigo

domingo, 15 septiembre 2024. Grupo de poetas alrededor de una mesa. Una chica estornuda muy flojito. Pienso que debería estornudar más fuerte, sacarlo todo, pero no le digo nada. La chica me pide que la deje pasar al cuarto de baño. En ese momento alguien la critica. Salgo en su defensa. No la conoces de nada, dice alguien. No me importa, necesitamos más narradoras, digo. Alguien habla de una antología que ha sacado Ocaña Miranda. Hacen bromas. Les digo que es una persona excepcional, la persona más divertida del mundo, les cuento anécdotas. Alguien dice que en las antologías todos sacan solo a sus amigos. Les digo que definan amigo pero acabo haciéndolo yo. Les digo que es cuando conoces a su familia, su madre, sus hermanos. Sonia le dice a alguien el nombre de su madre y sus tres hermanos. Todos aplauden. Ella dice que ha sido suerte porque en realidad no los conoce. 
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Llevo a mi suegra del brazo y en la otra mano un paquete envuelto en papel de estraza, dos móviles y el mío pequeño. Hago malabares para que no se me caiga nada (ni ella). Entramos en una farmacia. Ella busca una crema. Dejo todo sobre el mostrador mientras ella busca una crema. Al volver a mirar, veo que hay dos paquetes prácticamente iguales. Pienso que van a creer que lo he robado. Una guardia jurado se acerca. Le dice a mi suegra que la acompañe, que arriba tienen la crema que busca. No me da buena espina. Recojo mis cosas y voy detrás, pero desaparecen. Me doy cuenta de que he perdido mi móvil. Aparece una chica con pañuelo en la cabeza, lleva un móvil como el mío. Forcejeo, le digo que me lo devuelva. La chica se resiste. Al verlo bien, veo que es otro modelo y que no lleva la pegatina Jiménez en la tapa. Le pido disculpas, no quiero que piense que soy racista, simplemente me pareció raro que alguien usara un móvil tan antiguo. Le digo que debo encontrarlo porque ya no los fabrican, que no tendría interés para nadie porque no lleva mis datos ni fotos siquiera. Le digo que quizá se me cayó en el parking, al salir del coche. La chica se ofrece a ayudarme a buscarlo. Salimos de la farmacia pero las calles han cambiado. No hay parking, ni coches, hay una plaza con árboles y es de noche. No sé dónde estoy.

dos cines

viernes, 13 septiembre 2024. Subo por Fernando el Católico. Delante de mí, una familia (padre, madre, hija de mi edad, hijo muy joven). Se paran en la esquina con Rodrigo de Ullóa, dudan si seguir. Les digo que si siguen hacia adelante llegarán a la carretera de los montes, que no hay nada, que solo pasarán calor. Dudan, dicen que la ciudad no tiene nada. Les digo que ahí mismo tienen el seminario o Gibralfaro. De repente aparecen por arte de magia dos cines, uno frente al otro. El cine de la derecha tiene bar, les digo. Deciden entrar porque están muy cansados (van cargados de bolsas con souvenirs). Los acompaño a la puerta, miro el reloj y resoplo. El hijo me pregunta si pasa algo. Son las 20.35 y el tren sale a las 20.40, tendré que coger el siguiente. Me despido de la madre y la hija. El padre duerme con la boca abierta. Adiós señor papá, le digo desde lejos. El hijo acompaña a la puerta. Mientras vamos por el hall del cine me dice que quiere comprobar algo y va a besarme pero solo en los labios. No estoy segura de si quiere comprobar si hay química entre nosotros o que es la primera vez que va a besar a alguien. En ese momento aparece un tipo con pinta de tipo duro y le da unos golpes en la espalda. Pienso que nos ha fastidiado el momento. Me enzarzo en una pelea con él. El chico sorprendido me pregunta qué demonios hago. ¡No te das cuenta que quería matarte!, le digo.

la chica de balthus

jueves, 12 septiembre 2024. Voy a un servicio público que hay en los bajo de un edificio. A la puerta hay dos mujeres hablando. Una parece extraterrestre, con los ojos separados y enormes. Tiene una pierna levantada, apoyada contra la pared. Me recuerda a una de las chicas de Balthus. Dudo si decírselo para congraciarme con ella porque me mira con mala cara. Pienso que ya he estado ahí, pero no recuerdo cuándo. El servicio no tiene pestillo y está muy sucio. Levanto la tapa con el pie. Al orinar acabo mojándome las piernas y la ropa. Antes de salir pienso en qué esas dos mujeres pensarán que he sido yo quien lo ensució todo.

abrigos

miércoles, 11 septiembre 2024. Alberto quiere que vea una sala de un museo. Las paredes parecen vidrieras muy antiguas, pero cuando me fijo es que están muy sucias. Le pregunto si ya habíamos estado en ese sitio. Dice que sí, en un concierto. De repente la sala se transforma en una tienda de ropa de segunda mano atiborrada de abrigos. Cuesta avanzar entre tanta ropa. Decido arrastrarme por el suelo. Me acuerdo de que dejé a la entrada una bolsa. Le digo a Alberto que me espere fuera, que no tardo nada. Decido ir por la calle para tardar menos. Corro entre los coches como una bala. Casi no piso el suelo. Cuanto los semáforos, calculando por donde iré sobre la tienda (se supone que está bajo tierra).

chiclanera

domingo, 8 septiembre 2024. Estamos en una frontera. Hay coches esperando varios controles al aire libre (como cuando vas a pagar gasolina). En uno no hay nadie (pienso que está cerrado porque no tiene luz). Alberto va hacia él y varios policías armados se nos echan encima. Volvemos a la cola. Una señora no sabe rellenar el impreso. La ayudo. Le digo que apunte de dónde viene, dónde va y la fecha. Escribe Chiclanera, 3/3 y debajo el año en tres partes 2-02-4. Intento corregirlo pero un agente no me deja. Alberto mete su impreso en un sobre. Conociéndolo, con lo poco que le gustan estas cosas, no creo que haya escrito nada bueno. Quiero irme de allí cuanto antes.
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Pablo está en la cama de mis padres. Vamos a visitarlo Pepe y yo. Nos cuenta cosas. Le recuerdo un vídeo juego que nos prestó, uno de los primeros que salieron. Mientras, le doy la mano. Dudo si decirle, te quiero, al despedirnos.

ducha

viernes, 6 septiembre 2024. Llegan mis sobrinos Darío y Abel. Me extraña que sean dos bebés y casi tengan la misma edad, pero me encanta verlos así. Cojo a Abel en brazos y no pesa absolutamente nada, como si estuviera hueco.
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En casa de mis padres alguien se dejó la puerta abierta y la gata se ha escapado. Está bajando las escaleras. La agarro del rabo y tiro de ella. El rabo estira y estira.
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Estoy sentada en una silla plegable de playa en una calle soleada de un pueblo. No hay gente ni coches. Les digo a unos niños que así da gusto vivir. Uno de los niños me dice que Alberto ya se ha ido. Corro al hotel (una casa baja encalada). Alberto está en la dduch, menos mal. Intento hacer la mochila a toda velocidad, pero mi ropa está en una cuba de la calle. Pienso que no me dará tiempo a guardarla toda, pienso hasta en dejarla allí. Debo elegir qué me llevo y qué dejo porque el tren sale ya.
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Estoy en casa de mis padres intentando arreglar una cajita de música. Mi tía M dice que es imposible, que no seré capaz, que pierdo el tiempo. Me sienta muy mal. Con un táper transparente y un poco de arena de la gata consigo que funcione. Suena "Para Elisa". Se la pongo delante a mi tía. Dice que no volverá a hablarme.

cúter

martes, 3 septiembre 2024. Estamos en la acera de la casa de Rosamari. En el portal hay una especie de bar (nosotros lo vemos desde el coche). Llega una chica que me da mala espina. Saca un cúter rojo (como el que salía en la serie "Larry David") e intenta atacarlos. Le digo a Alberto que vayamos a avisar a la policía. Llegamos a un apartamento muy desordenado. Isabel Preysler y sus hijas se preparan para una fiesta. Sacan vestidos sobre la cama. Quieren que me pruebe uno. Le digo que ha llegado una asesina y deberiamos escondernos. Dicen que quieren darle una oportunidad y que trabaje en casa de sirvienta.

volverás

lunes, 2 septiembre 2024. Estoy en casa de mis padres. Mi tía M está muy despeinada, le digo que no vaya a salir así a la calle. La noto rara. Tardo en darme cuenta de que se ha teñido el pelo de oscuro. Le quedaba mejor blanco, pero no le digo nada. Mi padre no está en su sillón, no sé cómo se ha levantado solo. Mi madre dice que está en la cocina. Lo encuentro revolviendo en un cajón de herramientas. Me alegra que te entretengas, le digo. Eso hago, responde. Aprovecho para ir al cuarto de baño a ducharme, está todo manga por hombro, no hay sitio para colocar mi ropa. La bañera está muy sucia. Busco una toalla pequeña para usarla como alfombrilla. Ya queda menos, me digo. Mientras, suena de fondo "Volverás" de Sergio y Estíbaliz.

cumpleaños y ducha

sábado, 31 agosto 2024. Es el cumpleaños de mi hermana. Dice que ha quedado con unas amigas en un bar. Solo hay una chica y tres chicos (no conozco a ninguno). Se la ve nerviosa, va de un lado a otro entre las mesas. Las mesas del parecen de colegio. Cuenta en voz muy alta que cumple 24 años y que aunque parezcan muchos todavía es muy joven. Le digo a la chica que con 23 yo ya estaba casada y llevando mi casa. De repente caigo en la cuenta de que cumple 54, pero no digo nada. Uno de los chicos tiene cara de extraterrestre, con los ojos enormes muy claros. Los otros dos no destacan por nada. Le pregunto a la chica si le gusta alguno. Dice que no está segura, que no saben cuál le gusta a cada una. Le pregunto a mi hermana. Dice que le gusta el de los ojos claros, pero que sabe que no tiene nada que hacer con él. Nunca se sabe, le digo. Me aburro muchísimo, me quedo en la puerta del bar a mirar la calle. Pienso que en realidad no tiene nada que hacer con ninguno.
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Habitación de hotel enorme y destartalada. Solo hay una cama metálica de matrimonio en un rincón. El colchón parece de lana, se hunde. La colcha va a juego con las cortinas que en otro tiempo fueron de damasco dorado y ahora son jirones. Las paredes están desconchadas, quedan restos de lo que pudieron ser frescos con escenas de dioses griegos. A un lado de la cama hay una ventana que da a una plaza con escalinata de mármol donde los turistas se hacen fotos. Mi padre está en la cama leyendo. Le pregunto a mi madre dónde está la ducha y me señala la barra de las cortinas. Me subo a la cama y antes de abrir el grifo, pregunto si hay que correr la cama para que no se moje. No hace falta, dice mi padre. Espero un poco para que salgan mkentras me ducho, pero no se mueven, siguen a lo suyo. Hago tiempo buscando champú o gel, pero solo encuentro pedazos pequeños de jabón. Elijo uno amarillo transparente que parece de glicerina. Sigo esperando a que salgan, carraspeo para que se den por aludidos. Nada.