casitas de lata
el hombre de la peluca
segunda oportunidad
tres hermanos
calva
cazuela de fideos
gato ladrón
domingo, 14 julio 2024. Alberto lee el periódico en el hall de un hotel mientras yo atiendo a una chica que nos dice que es nuestra responsable, pero no va a poder hacerse cargo de nosotros. ¿No puedes dormir en el hueco?, le pregunto en broma refiriéndome a si no puede dormir entre los dos. A la chica le hace mucha gracia y se ríe a carcajadas, dice que es una lástima que no estemos en el Siete Mares (se supone que es un hotel que hay al lado). Le respondo que elegimos este porque ya estuvimos una vez y queríamos estar en el mismo. Alberto me dice al oído que en el que estuvimos fue en el Siete Mares, si no me acuerdo de las piscinas redondas. Le digo que no me acuerdo (lo que sí recuerdo es haber soñado con un hotel así). De repente estamos en casa, hemos vuelto a por algo, me doy cuenta de que llevo un pantalón de pana negro muy viejo con lamparones y manchas de lejía, y unas botas tipo australianas a pesar de que es verano. Le digo a Alberto si no se había fijado en lo mal que voy. Al entrar en el dormitorio todo está desordenado, la cama revuelta llena de ropa, de latitas con monedas, incluso hay perlas de onagra sueltas. Los cajones están abiertos, el teléfono descolgado en el suelo. Le digo Alberto que creo que alguien ha entrado a robar y que todavía está en la casa. Él se fija por primera vez en el desorden, pero no parece afectarle. Le digo alzando la voz (para que el supuesto ladron lo oiga) que saque la pistola (que no existe). De repente aparece el gato de mi hermana. Pienso que quizá haya sido él quien lo ha revuelto todo. Le digo a Alberto que tenemos que poner una cámara para saber qué hace mientras no estamos. Busco ropa de verano para cambiarme, pero toda la ropa del armario no es mía. Intento ponerme cualquier cosa, pero no hay una prenda que casé con otra porque todo es marrón, azul oscuro o negro. Alberto dice que me va a gustar el sitio donde vamos a ir a cenar. Intento quitarme una blusa muy fea que me he probado y me quedo atrapada dentro. Le pido a Alberto que me ayude, pero está buscando algo en sus estanterías. Me doblo y agacho para ver si sale sola, pero se enreda cada vez más. No puedo respirar. (Me despierto llorando).
regalo
pantalones
el chico de las muletas y las chicas furry
escalera amarilla
fin de partida 2.0
mochuelo
media manzana
dátiles
baraka
ñus
plátano frito
modelos
balbuceo
móvil viejo
sofá
lo mejor
ni rata ni muletas
pésame
tarta helada
en terapia
dicharachera
harina
kiosco burrito y perro cerdito
l'écume des pages
hay que ver
san petersburgo
gincana
el invento del siglo y una bolsa muy blanca
la fiesta de las gelatinas perdidas
orejas tiesas
caracolas y cauris
dos gatos y un bosque
crisálida
estropicio
edad
que nada te detenga
suelo de cristal
concierto
erratas
corona vs yen
bloqueo
trapecios y triciclos
camaleón y rosa de jamón
letras góticas
pijama
pescadores y vetas
niño menguante
secreto
leones y leonera
tortilla mutante
manualidades
ajos crudos y libro de autoayuda para gatos
ventana indiscreta
300 kilómetros
martes, 23 abril 2024. Estoy con varias personas que no conozco, entre ellas una chica rubia (una mezcla de dos exparejas de dos amigos) que habla mucho y se ríe exageradamente de todo lo que dicen los chicos. A la hora de pagar saca una tarjeta como si fuera un mago, dejando claro que ella invita. Cuando la pasa por el datáfono, el camarero le dice que, no solo no tiene saldo, sino que es un cartón con forma de tarjeta. Ella pone gesto de niña pequeña, hace teatro y nos mira, esperando a que alguien pague. Alberto y los otros chicos se ofrecen. Paga Alberto. Le digo que siempre hace lo mismo, si no se dan cuenta de que es una gorrona. A lo que los chicos responden que, es tan guapa... El bar se ha convertido en un descampado junto a la autovía. Vamos hacia el parking. Alberto hace ademán de ir a echarme el brazo por el hombro. La costumbre, dice y lo aparta (se supone que ya no estamos juntos y ahora está con la chica rubia). Le digo que no entiendo qué ve en una persona así. No dice nada. Supongo que piensa como los demás, que es muy guapa y eso es más que suficiente. Le digo que prefiero volver andando. Son 300 kilómetros, dice. No digo nada y comienzo a andar junto a la autovía por no dar mi brazo a torcer. Mientras camino pienso, ¿300 kilómetros?, ¿pero dónde estoy?