diseñadora clandestina

lunes, 28 febrero 2011. Oigo una conversación. Alguien habla de una chica que va a casarse y no tiene el vestido de novia. Dibujo con disimulo un vestido para ella. Alguien me señala, escondo los dibujos en una carpeta y disimulo escribiendo números sobre el mantel de papel que cubre la mesa. Me hacen preguntas, yo me encojo de hombros como si no entendiera el idioma. Cuando me quedo sola, termino el boceto del vestido de novia e intento enviárselo a la chica por mail.

hermès

viernes, 25 febrero 2011. Para pasar de una calle a otra sin tener que dar un rodeo, entro en una tienda muy lujosa. Bajo una escalera muy empinada. Según avanzo mi ropa va volviéndose, eso que llaman, elegante. Traje de chaqueta, tacones muy altos y joyas. Según bajo los escalones van desapareciendo bajos mis pies, se van haciendo más y más estrechos hasta el punto de tener que saltar el último tramo. Unas chicas con uniforme de Hermès aplauden, no sé bien si mi agilidad o mi indumentaria impecable. Salgo sin mirarlas, intentando que no noten lo avergonzada que me siento. Una vez en la calle noto que, a cada paso, la ropa empieza a quedarme cada vez más grande.

villa borghese y olivia newton john

miércoles, 23 febrero 2011. En un parque que me recuerda a Villa Borghese, hay una escalera de piedra enorme. Juano me llama para que me acerque, dice que quiere que lo ayude a subir. Está muy débil. Me pide que busque un buen banco para morir. Pasamos por delante de varios, pero a todos les pongo pegas. Pienso que si no se sienta no morirá.
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Llego a un aula donde las mesas están puestas en semicírculo. La luz está encendida y las persianas echadas. No lo entiendo porque afuera luce el sol, pero no digo nada. La profesora dice que va a repartir los exámenes, pero en vez de eso un camarero chino reparte platos de comida y vino. Andrés está sentado frente a mí y cada vez que pasa el camarero le dice algo en chino. Andrés lleva una camiseta blanca con las letras JDK. Me resulta muy raro verlo vestido en colores claros. Alberto dice que sale a dar un paseo, agarra a Darío, el hijo de Andrés, de la mano y sale. Me voy con ellos. Recorremos el paseo marítimo hasta llegar a un espigón. Le digo que volveré por la arena. Alberto se queda jugando en la playa con Darío. La playa está llena de piedras mojadas. Cada vez que cojo una se seca inmediatamente en mi mano y se vuelve rugosa y fea. Entre las piedras hay una con forma de caja, incluso tiene una pequeña bisagra. Pienso que alguien la ha puesto ahí para que yo la encuentre. La agito, la vuelco sobre la arena, salen varias conchas transparentes, vuelvo a agitarla y se rompe. Cerca de la orilla hay estanterías con conchas de rayas y posavasos. Después de mirarlas un rato, pienso que son falsas. Además, yo no colecciono conchas, digo en voz alta. Decido llevarme un posavasos para Andrés. Así se acordará de mí en el trabajo, porque seguro que bebe Coca-cola e el trabajo, pienso. Todos los posavasos son de Coca-cola, pero son muy feos. Una chica que canta me distrae. Se parece mucho a Olivia Newton-John. Me mira y sonríe mientras mete la toalla en una bolsa. Mi hermana te adora, tiene todos tus discos y colecciona fotos tuyas, le digo. Sonríe. ¿Hablas español?, le pregunto mientras se aleja.

melones de caramelo

lunes, 21 febrero 2011. Voy con mis sobrinos a una piscina. Para llegar hay que bajar por una escala mal colocada en un túnel vertical. Para tener las manos libres tiro primero la toalla. Consigo bajar muy rápido. Las piscinas no son los que esperábamos, más bien parece un balneario de pueblo bastante abandonado. Unas mujeres miran el agua con los brazos cruzados. Dicen que el agua está caliente. Meto un pie. Más caliente que el agua de un río, les digo. Me miran mal. Mi sobrina se tira al agua si pensárselo mucho. De repente aparece todo el pueblo celebrando una fiesta, reparten caramelos. Los que más éxito tienen, hasta el punto de que todo el pueblo pelea por ellos, son unas bolas verdes con forma de melón.

rosenvinge

sábado, 19 febrero 2011. A las puertas de un bar hay cierto revuelo. Hay un coche negro aparcado, un guardaespaldas abre la puerta y sale Froilán, el hijo de la infanta Elena, con dos amigos. La gente quiere acercarse a verlo, se dan codazos. Alberto y yo nos alejamos de allí como podemos. Al pasar por delante de un kiosco vemos la foto del niño entrando al bar. Es imposible, le digo al kiosquero, acabamos de verlo entrar. Soy el más rápido, responde él mostrándome una foto suya posando a lo 007. Me fijo en que la portada es en realidad una foto digital mal impresa en un folio, colocada sobre una revista. Me río. Seguimos caminando. Me fijo en los zapatos de Alberto, son de ante marrón. No sólo me extraña verlo con unos zapatos así sino que además los zapatos llevan bolsillos laterales. Alberto los palpa para ver si hay algo dentro y saca un puro. Sigue palpando y saca una ristra de chorizos y una morcilla. He perdido de vista a Alberto, y cuando me vuelvo lo veo con unas gafas de sol de cristales rosas y un polo a juego. A su lado caminan dos chicas, una es Christina Rosenvinge. Yo atónita. Rosenvinge alaba las gafas rosas, le explico que me las regalaron con un tinte para el pelo. Pues ya te hace falta, dice señalándome las canas. Entramos en un restaurante. Me fijo en que llevo el chubasquero amarillo mientras que todos los demás van vestidos elegantemente. Deseo que debajo del chuvasquero lleve el vestido negro que me puse para la boda de Cantos. Voilá. Rosenvinge me mira sorprendida. La camarera ya ha traído sus cenas y me apremia para elija. Todo me parece horrible. En la carta sólo hay platos grasientos que mezclan gambas fritas con trozos de pizza.

planeta imaginario

viernes, 18 febrero 2011. Parece que he viajado en el tiempo. Un pueblo está en fiestas. Las casas tienen las puertas abiertas y una especie de fanfarria va entrando en cada una para que las chicas canten y bailen. Entre la gente reconozco a mi madre de joven. Intento acercarme a ella y sentarme a su lado. Al fondo de la casa unas niñas muy pequeñas y muy sucias, que parecen muñecas de trapo, pelean entre ellas, se tiran del pelo. Mi padre, también muy joven, se acerca a las niñas y las separa. Me parece increíble verlo con tanta fuerza y decisión. Los ojos de una de las niñas parecen de cristal, está llorando. Me acerco a ella, me pide que la lleve al hospital y que investigue al psiquiatra que está tratándola porque abusa de otras niñas.
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Intento cruzar calle Larios. Cada vez que pongo un pie en la calzada aparecen vehículos militares a toda velocidad. Araceli explica en voz alta, sin mirar a nadie, el nombre de cada vehículo y el tipo de gases que expulsan a distintas velocidades.
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Alguien me ata a una silla con un tubo de plástico transparente, como en un capítulo que vi de niña de "Planeta imaginario".
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Estoy en una habitación con la luz apagada. A lo lejos veo la luz encendida de una casa. Afino la vista y acerco la imagen como si tuviera unos anteojos. Reconozco la habitación donde escribe el escritor Chivite. En una pared hay pósters de conciertos, casi todo grupos de los 70. Una mujer se levanta, deja unos folios sobre la mesa y se acerca a la escalera. Me fijo en su ropa, lleva un pantalón de peto vaquero en consonancia con los pósters de la pared. Baja la escalera, Chivite camina delante. Tiene casi todo el pelo blanco, le contrasta con la barba negra. Me extraña que lleve barba. Antes de desaparecer escalera abajo, mira hacia arriba sonriente y se despide de una de sus hijas. Pienso en que no va a creerme cuando le diga que he visto su cuarto desde casa.

zuchkerman, café aguado y fotos selladas

jueves, 17 febrero 2011. Llego a lo que parece un hotel de paredes de piedra. No hay techos, se ve el cielo y algunas ramas de árboles. Ordeno mi ropa en un armario. Una chica, que se parece mucho a mi amiga Carmen, dice que me vista porque están a punto de llegar. Me pongo unas bragas color frambuesa y un kimono de vinilo transparente. Pego la espalda contra la pared y espero. Al rato aparece un tipo que se parece a mi amigo Iker. Pega su cuerpo contra el mío y dice algo en inglés. Pienso que no es Iker, que es el actor Josh Zuchkerman. Hazlo de una vez, le digo y desaparece.
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Desde una ventana veo un jardín donde sólo hay una mesa con un juego de café. Pienso que se debe de estar muy bien ahí, al sol. Nada más salir, comienza a llover. Un grupo de chicas llega con unas hamacas y se tumban bajo la lluvia. Intento aguantar el chaparrón, hago como si no lloviera, bebo de las tazas, pero el café está frío y aguado. Las tazas van encogiendo bajo la lluvia hasta convertirse en tazas del tamaño de un dedal.
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Alberto ha ido a recoger unas fotos. El mostrador la de tienda parece más una barra de bar. Una chica muy gorda saca sobres de fotos y los reparte. Mi amigo Rafa le dice a la chica que en su sobre había un ticket donde dice que tiene derecho a elegir dos canciones. Es mentira, me lo encontré en el suelo, dice en voz baja mientras me guiña un ojo. La chica busca un listado de canciones y Rafa elige dos. La chica trabaja a toda velocidad, pone sellos en las fotos antes de entregarlas, algunos sellos los pone sobre la cara de los retratados. Protesto. Le digo a Alberto que cómo consiente que le estropeen sus fotos. La chica dice entre lágrimas que son órdenes de su jefe, que hay que sellar siempre las fotos. Todos los clientes me miran con odio porque he hecho llorar a la chica. ¿Y por qué no las sellas por detrás?, le digo. Todos los clientes la miran a ella sorprendidos.

corte de pelo veloz

miércoles, 16 febrero 2011. Salgo del dormitorio de mi abuela. En el cuarto de estar están sentados en fila, como si fuesen en autobús, los poetas José Luis Gallero y Nacho Fernández. Están mirando hacia la tele, pero la tele está apagada. Mi abuela dice que tengo el pelo demasiado largo. Me fijo en que, efectivamente, me llega a la cintura. No entiendo cómo ha podido crecerme tanto en una noche. Una de mis tías se ofrece a cortármelo. Gallero y Nacho aplauden la idea. Mi tía me corta el pelo a toda velocidad con unas tijeras enormes que más bien parecen de jardín.

manzanas secas

martes, 15 febrero 2011. Me dejo caer sobre un seto de pascueros de un parque público. Me sostienen como si estuviera sobre un colchón. Una chica me dice que el árbol ya tiene manzanas. Nos ponemos debajo, buscamos una entre las ramas. Están secas como el corcho, no saben a nada.

more or less

domingo, 13 febrero 2011. Alberto me presenta a una chica extranjera muy joven. Se supone que yo me voy y ella se queda a vivir con él. Le voy enseñando la casa, cosas prácticas como dónde están los utensilios de cocina, la ropa blanca, y cosas así. Justo antes de marcharme, cojo unos marcapáginas y los corto en cuatro trozos idénticos. Y esto es todo, más o menos. La chica me mira sonriendo. More or less, le digo. La chica está tan contenta que da pequeños aplausos y mira a Alberto encantada.
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Estoy en el último cuarto de la que era la casa de mi abuela. Desde allí veo el pasillo oscuro y la puerta que daba al jardín. Por debajo de la puerta una ranura de luz. Me acerco muy despacio, me descalzo para no hacer ruido y miro por la ranura, a ver si hay alguien. Un gato maúlla. Abro la puerta y unos diez gatos pequeños se acercan, me olisquean los pies y se me agarran a los bajos del pantalón. Pienso que han tenido una buena idea, porque así puedo trasladarlos a todos a la vez hasta la cocina. En la cocina, con todos los gatos enganchados, busco leche y platos pequeños para que coman. Cuando les estoy poniendo de comer llega mi prima Elisa y dice que no pueden quedarse. Le explico que no es para siempre, que sólo les daré de comer unos días y después se irán. Ella, ere que erre, intenta espantarlos cada vez que se acercan a los platos, incluso se bebe la leche que ya les había puesto para evitar que ellos coman.

(paréntesis)

(hola

que nunca digo nada porque soy muy de mi pueblo
como decía mi abuela, pero
que me hace mucha ilusión y me intriga
enormemente
ver 90ymuchos cuadraditos de colores
ahí a la derecha

que no dejo poner comentarios
porque no tengo tiempo de responder
y poruqe me corta mucho que me digan cosas, pero
que feliz de veros ahí

que si algo
estoy en bkbonoarrobagmailpuntocom

a mandar

y graciasgraciasgracias)

delfín-lobo

sábado, 12 febrero 2011. Estoy en una cala pequeña, en la orilla, el agua me cubre hasta las cintura. Espero a que lleguen las olas para meter la cabeza dentro del agua porque sólo así puedo ver las piedras que hay en el fondo. El agua no es azul, es completamente transparente. Veo que en una de las olas llega un delfín. Según se va a cercando le van creciendo pelos en el lomo hasta convertirse en una especie de lobo con cuerpo de pez. Cuando la ola llega, el delfín-lobo me ataca, me muerde los brazos y las piernas. (Me despierto gritando.)
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Manolo Martínez, el cantante de Astrud, me enseña su nueva casa. Dice que ha comprado la planta entera del hotel para poder invitar a sus amigos sin tener que preocuparse de si tiene o no camas. Me va enseñando todas las habitaciones. En una de ellas está Norma Duval leyendo una revista. Se queja de que su antiguo marido le hacía los mismo regalos que a sus otras mujeres. Pienso que esa casa parece un parque temático, pero no digo nada. Manolo me regala un collar con piedras muy grandes, me lo pone. Disimuladamente me lo quito y me lo enredo en la muñeca a modo de pulsera para que llame menos la atención. Dice que lo compró en un lugar muy peligroso.
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Mi madre y yo esperamos a alguien en un portal. Mi madre le dice a todo el que pasa que soy escritora. Yo niego con la cabeza cuando mi madre no me ve. Me hace contarles historias a todo el que pasa. Yo empiezo a contar, pero nadie me hace caso. Un chico me dice que la historia no estaba mal, pero que no queda bien que mi madre me quite la palabra y las termine ella.

campana de gauss

martes, 8 febrero 2011. Nuria, a la que no veo desde los ocho años, llega a una estación de metro. Pienso que no ha cambiado nada. Se encuentra con un tipo, al que se supone yo estaba esperando, y se van abrazados. De repente aparece Blas, mi profesor de matemáticas del instituto. Me pregunta si sabría resolver un problema para la Olimpiada de matemáticas. Saco una libreta y le enseño el problema ya resuelto. La campana de Gauss, lo sabía, dice muy sonriente. Ahora saltemos, dice señalando una ventana que está en un tercer piso.

pepinillos rodantes

lunes, 7 febrero 2011. Dejo rodar desde lo alto de la cuesta de Carrión unos botes de cristal llenos de pepinillos. Juan se acerca y me dice que así no podrán comérselos las gaviotas. Abrimos los botes y dejamos que los pepinillos rueden cuesta abajo.

escombros y hojas de eucalipto

sábado, 5 febrero 2011. Andrés y yo llegamos a una playa que hay detrás de un edificio en ruinas. Para llegar tenemos que saltar por encima de un montón de escombros. A lo lejos se ven las chimeneas de la playa de la misericordia. Mientras intento mantener el equilibrio sobre los escombros, pienso que ya sé lo que va a decirme, que siempre que tiene que decirme algo muy en serio me lleva a esa playa. Siento una tristeza enorme. No quiero que me diga nada. Está a unos cinco pasos de mí con las manos en los bolsillos y el gesto serio. Se vuelve hacia mí, pero antes de que pueda decir nada le digo: Tú no te acuerdas, ya estuvimos una vez aquí, ya sé lo que vas a decirme.
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Héctor dice que me ponga las gafas para la foto. Lleva una cámara de super-8. Sobre la mesa sólo hay unas gafas de sol de aviador que no son mías. Me las pongo y él comienza a rodar. No te muevas, dice. No entiendo que no se dé cuenta de que lo que hace es película, no fotos. Me enseña un pañuelo de señora, lo agita mientras rueda. De repente el pañuelo se pone a arder. Lo deja caer al suelo. ¡Son hojas de eucalipto, arderá todo el bosque!, le grito

madriz

sábado 5 de febrero
20.00h

librería Arrebato

C/ La Palma, 21 Madrid


presentación del libro "mujeres en su tinta"

editado en méxico

antólogo uberto stabile


después unas cerves

no me dejéis beber sola

eh?

gracias

besos

fuegos nada artificiales

jueves, 3 febrero 2011. Unos adolescentes, que parecen sacados de una teleserie americana, juegan a dispararse. Una de las chicas se esconde detrás de un seto del jardín. ¿Son balas de verdad?, le pregunto. Claro, dice ella y me dispara a bocajarro. Caigo herida. Ellos siguen disparándose y riendo como si se estuvieran lanzando agua con una manguera. A uno de ellos se le han acabado las balas, entra por una garrafa y la esparce por el jardín, mojándome a mí y a sus compañeros de juego. Enciende una cerilla que inmediatamente prende el líquido. Todos ardemos. Un chico que arde a mi lado protesta: Las reglas dicen quemar a los muertos, no vale quemar vivos ni heridos.

una casa con misa

miércoles, 2 febrero 2011. Hay una casa enorme en obras, en mitad del campo. Se supone que es la casa donde voy a vivir. Las obras deberían haber terminado, pero la casa no tiene paredes ni techos. En lo que se supone será el jardín hay sillas de hierro oxidadas. El jardín, de momento es una explanada de tierra. Hay una puerta enorme de madera astillada. La abro. Dentro hay una iglesia enorme y donde se está celebrando una misa. Me siento en el último banco sin comprender nada.

volcán, pollo tikka y cocodrilos

martes, 1 febrero 2011. Un tipo y yo llegamos a una explanada en forma de círculo rodeada por unos montes de tierra. Al caminar sobre ella noto que se mueve, como si camináramos sobre la piel tensa de un tambor. Pongo la palma de la mano sobre ese suelo y noto que está caliente, que late. ¡Es un volcán, corre!, le grito. Corremos hacia donde están nuestras cosas. Nos ponemos las mochilas y una ola gigante de lava nos revuelca como si estuviésemos jugando en la orilla de la playa. ¡Agárrate a mí, aguanta la respiración y pase lo que pase, despierta!, le grito mientras la lava nos lleva.
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Mi hermana y yo leemos unos tebeos en el escalón de una librería. Mi hermana es muy pequeña, le enseño los dibujos. Una chica sale y dice que va a cerrar, pero que podemos llevarnos lo que queramos y devolverlo al día siguiente. Mi hermana corre por la acera y cruza sin mirar. Todas las calles están en obras. De repente todo está oscuro. Le pregunto a mi hermana si es de noche. Me temo que te has quedado ciega, me dice y me da la mano. Llévame a "Luces", le digo ("Luces" es una librería). No sé cómo, de repente, estamos sobre la alfombra de un restaurante indio comiendo pollo tikka.
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Oigo gritos en el garaje, bajo a ver qué pasa. Los veo correr por la rampa. Alberto está dentro del coche y me hace señas. En una escalera muy estrecha que no había visto nunca hay varios cocodrilos. Parecen de tela. Me acerco y me atacan. Me defiendo como puedo a patadas.