rayos-x

viernes, 31 diciembre 2021. Isabel y yo estamos en, lo que se supone, la cubierta de un barco pero que parece un patio de colegio. A ratos todo es blanco y hay mesas con poetas haciendo deberes, a ratos todo es oscuro de ladrillo rojo y culturistas con bañadores ridículamente pequeños hacen posturitas para ellos mismos. Isabel a ratos es Bárbara. Dice que le gusta aquel (el más chulito). A mí me repugna, digo, tiene demasiado músculo, la piel color marrón y las pantorrillas parecen dos palos. Es mejor que los veamos con rayos-X, dice. De repente todo se ve todo negro y a ellos siluetas fluorescentes. Me gusta ese, digo señalando a Salvatore. Tiene las piernas perfectas, fue jugador de balonmano. Se nota, se nota, responde, pero fíjate que tiene el pelo blanco. Para eso no hacían falta rayos-X. Nos reímos. Le digo que somos amigos desde que teníamos quince años, que incluso nos llamamos hermano/hermana. La luz vuelve a ser blanca y vuelven los poetas en mesas individuales haciendo deberes. Antonio Jiménez Millán me saluda. Me ha enviado mi mujer, se excusa sin dejar de hacer planas. ¿Llevas dos gafas?, le pregunto. Se encoge de hombros como si tuviera cinco años. Una poeta mayor se me acerca, dice que podríamos pasear por cubierta, que si yo quisiera haría que tocara la tuna para mí (intenta meterme mano). Le digo con cierto tonito que nunca me ha gustado la tuna, para que entienda lo que no me gusta. Isabel me hace un gesto desde lejos como diciendo: ¿Vas a perder esa oportunidad?
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Estoy en casa. Es mi casa pero está distinta. Las paredes empapeladas y en el suelo hay moqueta. En vez de dos puertas hay tres. En el rellano hay un montón de ropa recién recogida del tendedero. Oigo que sube el ascensor, cojo la ropa y entro por la puerta de servicio. Dejo la ropa sobre la cama y, en ese momento aparece el culturista chulito del otro sueño. Se pone a empujar muebles hasta convertirlos en acordeones. Le grito que pare.

la fuga

jueves, 30 diciembre 2021. Miki Nadal me dice que tenemos que irnos. Parece que hay prisa porque me empuja hacia la puerta. Vemos varias maletas y bolsas con cosas de Alberto en el descansillo. ¡Pretendía fugarse! dice Miki muy sorprendido. Sí, es el "fuguista prevenío".

etc etc etc

29 diciembre 2022. Busco los contenedores de reciclaje. Hay mucha gente celebrando algo. Me distraigo y al entrar en el supermercado me doy cuenta de que no he tirado nada. Los que entran a comprar usan unos carritos de tela rojos o morados que hay a la venta. Pienso en que no tienen complejo alguno, que me gustaría ser así. Nos soy capaz de dejar mis bolsas de reciclaje en cualquier sitio. Me voy.
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Las calles están desiertas. Desemboco en calle Larios. Hay filas de sillas a cada lado como si fuera a pasar una procesión. Se me acerca un tipo con pantalón blanco y camisa hawaiana. Pienso que es Jurdi, pero es mi padre. Me sorprende más verlo caminar por la calle que su vestimenta. Parece mucho más joven. Incluso pienso que quien me vea con él pensará que es mi novio. Lo acompaño a su asiento, entre una chica con cesto playero y un tipo con pinta de indigente. La chica y el tipo discuten. Ella critica a los pobres (así los llama), dicen que tienen al culpa de todo. El indigente protesta suavemente sin levantar la cabeza del suelo. Le digo a la chica que tiene pinta de no haber dado un palo al agua en su vida, que de qué trabaja. No voy a responder a esa pregunta, dice y se abraza a su cesto de playa.
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Llego a casa de mis padres. Mi madre pone los ojos en blanco. ¿Qué pasa? Tu hermana ha traído otro gato a casa. Lo dice y el gato me salta al pecho. Es una pequeña bola de pelo. Mi madre parece muy triste. Para animarla, le cuento que vi a mi padre por calle Larios, sin andador, caminando erguido, estupendamente. Mi madre hace un gesto como si espantara una mosca. Te llaman por teléfono, dice. Es Alejandro. Yo digo una frase y tú la sigues, dice. Nos reímos. Mi madre me pasa un libro abierto con unas líneas subrayadas para que se las lea. A Alejandro no le gustan. Es que ahora quiero escribir sin mentir, dice. Mientras hablo, mi hermana me persigue por la casa con el gato en la mano, dándome explicaciones. Entro en mi cuarto, cierro la puerta, la empuja desde fuera. Da la vuelta e intenta entrar por la ventana. Casi no oigo a Alejandro. De repente estoy conduciendo. Es de noche y, como el coche el nuevo, no sé encender las luces. Ale, si me pierdes de vez en cuando es que voy conduciendo, le digo. Nos sabía que tuvieras carnet. Es que me lo saqué hace poco, hace 25 años. Nos reímos. Hablo mientras conduzco por calles empedradas que no reconozco, decido aparcar y volver andando, pero al salir del coche veo que una ventanilla trasera está rota. Al volver a entrar, empujo sin querer al coche que estaba aparcado delante, que empuja al siguiente, etc etc etc.

vodka

25 diciembre 2021. Llego a calle General Ibáñez. Al subir la escalera que lleva a casa de la abuela de Odila noto que las piernas no me responden, como si tuvieran voluntad y no quisieran subir. Al llegar al portal veo que ha cambiado. A la izquierda sigue la misma casa, pero a la derecha hay un hall enorme muy moderno. parece una clínica dental. Una chica con bata blanca me recibe. Me doy cuenta de que no llevo la mascarilla puesta. Le cuento que yo jugaba allí de niña, que si sabe dónde vive ahora esa familia. Le enseño una botella de vodka que llevo en una bolsa de papel como muestra de que es verdad. Me hace pasar al fondo de la clínica que es un salón de actos dividido en dos por una cortina. En una parte un tipo da clases de algo en una pizarra. En la otra mitad un tipo con pinta de repelente da clases de escritura creativa. Ha venido a ver dónde jugaba, les dice. Toda la clase me mira. Son en su mayoría chicas muy jóvenes. El profesor me trata como una alumna más. Le digo a la chica que está a mi lado que, para que los personajes de una historia sean creíbles hay que trasladarles algo que nos haya sucedido de verdad, que no invente de la nada, que se apoye en su vida o en la vida de alguien. El profesor me oye, dice que no tengo ni idea, que no estoy llamada para escribir, que por ese camino nunca llegaré a nada. Lo dice con una sonrisa beatífica, marcando mucho las sílabas. Una chica se vuelve, cuchichea con sus compañeras, miran el móvil y me miran a mí. Pienso que me han buscado, que me han reconocido. Antes de que le digan a su profesor que escribo, me voy. La chica de la bata blanca me acompaña a la puerta. La chica me dice que está harta de la pandemia, que ha sido un año muy duro. Le doy la botella de vodka.

blusa

viernes, 17 diciembre 2021. Estamos sentados alrededor de la mesa (me llega a la barbilla). Mi madre aparece con regalos envueltos en papeles brillantes. Va entregando uno a uno. Al llegar a mí me lanza a la cara una blusa de florecillas muy infantil y muy arrugada.

el juego de caer

jueves, 16 diciembre 2021. Miro hacia una plaza adoquinada. Observo a un chico que juega con un control remoto desde un portal. Mueve por la plaza una especie de patinete con cuatro ruedas. El patinete choca con una señora. La señora cae como lo haría un árbol y queda tumbada completamente recta sobre los adoquines. Le hago señas al chico para que salga y vea lo que ha hecho. Corro para ayudar a la señora, no se mueve. Cuando el chico llega, le digo que la ha matado, que cómo se puede ser tan irresponsable. En ese momento la señora e levanta de un salto, es una niña rubia muy guapa. Es mi hermano, dice la niña. Pienso que solo estaban jugando. Me sienta muy mal y me alejo hacia unas gradas. El chico, de cerca, también es muy guapo. Se sienta junto a mí, me pide disculpas, me invita a salir con él esa noche. Me da un beso muy rápido. Lo aparto. Podría ser tu madre y además es mi última noche en este pueblo, solo soy una turista, le digo. Más razón para salir esta noche, dice.

tres gobernadores

lunes, 13 diciembre 2021. Delante de la casa de mis padre hay un descampado donde luchan dos hombres. Más que luchar parece que jueguen. Uno gana. Ya tenemos a los tres representantes, dicen por megafonía. La gente aplaude. Alguien me empuja para que me acerque y me siente entre los otros dos ganadores. Estos son los tres nuevos gobernadores. Veo sentado a Daniel a mi izquierda y al hombre que ha ganado la pelea-juego a mi derecha. No sé de qué soy gobernadora, si de la calle, la ciudad, el país. Ellos nos representarán, dicen. Al decirlo, todo el mundo se va sus casas con cara de satisfacción. Me acerco a Daniel, lo saludo. No sé si me ha reconocido (en el sueño se supone que han pasado muchos años sin que nos hayamos visto). Tengo un libro para ti, dice de repente. Estoy haciendo limpieza en mi biblioteca, igual te interesa. Libros siempre, respondo. Me alegra mucho verlo, quiero abrazarlo pero no me atrevo. De repente se convierte en Odila. Me cuenta, como si nos hubiéramos visto ayer, que la noche anterior estuvo de fiesta, que en el bar les dieron unas barritas luminosas que movían en el aire cuando sonaban los estribillos de las canciones, que ligó con un chico muy guapo, que hacía tiempo que no lo pasaba tan bien. La observo mientras habla, parece tan joven como hace veinticinco años. Quiero abrazarla pero no me atrevo.

frisbee

martes, 7 diciembre 2021. Estamos en una sala que se parece al antiguo ateneo. Alberto está sentado detrás de mí. Hay muchas chicas con libros, quizá esperando a que el ponente se los firme. El ponente es un tipo sin personalidad, muy redicho, que comienza a criticar a los que meten en sus libros descripciones del atardecer. En ese momento varias chicas se levantan y se van muy ofendidas. Cambia de tema, habla de que tiene un ombligo tipo orzuelo. Lo describe. Dice que es como un mochuelo sonriente. Levanto la mano, le explico que un orzuelo es algo que sale en los ojos, que supura. El tipo se queda en blanco. Otro grupo de chicas sale de la sala, tiran con desprecio los libros del ponente al suelo. Alberto y yo bromeamos, le digo: ¿Y si levanto la mano y le digo que quiero ver al mochuelo? Alberto se ríe. Un chico muy joven le pide que le firme un ejemplar para su padre. Cuando lee la dedicatoria le grita, le dice que ha puesto madre, en vez de padre, levanta el puño para pegarle. Los separo, le digo al chico que lo deje, que se vaya a casa. El tipo casi llora, coge sus cosas y sale corriendo escaleras abajo. Lo sigo. Por el camino va dejando caer libros y un frisbee rojo con su foto. Dejo los libros, cojo el frisbee de recuerdo.
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Me cruzo con Salud por la calle. Está muy delgada. Pareces un figurín, le dio. Nos vemos luego, dice. Después, en su casa, frío unas patatas en un cuenco pequeño sobre la mesa. Llega Paul y coge una directamente del aceite hirviendo. Te vas a quemar, le advierto. Hace gestos de que están ardiendo, pero se las come. Siguen sabiendo a motor de coche, dice.

la tercera edad

domingo, 5 diciembre 2021. Un señor mayor, al que se supone que conocemos y con el que hemos pasado unos días, vuelve a su casa. Alberto saca de una especie de guillotina de imprenta una plancha de turrón de Jijona y le corta dos tabletas. También le da tres prendas de ropa de abrigo dobladas (se supone que son para algún familiar que tienen en común). En el sueño consta que ese señor se fue muy joven a buscarse la vida y le ha ido muy bien. Nos despedimos. Le digo que si algún día decido dejarlo todo ya sé dónde iré. Ahí o a la nada, la digo.
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Estoy ordenando la habitación de mi hermana. Voy sacando ropa sucia que hay en el suelo y la voy acumulando delante de la puerta del baño. Del baño comienza a salir agua y la ropa se moja. Oigo a mi padre levantarse de la cama, temo que se resbale y voy a su encuentro. Le doy los buenos días y un beso, le pregunto qué tal ha dormido. Me dice que ya sabe por que cuando le doy un beso no son de verdad. Siempre te doy besos de abuela, le digo, mira, así (y le doy varios besos seguidos y sonoros.

recortes

viernes, 3 diciembre 2021. Llegan ángeles y Emilio porque habíamos quedado para comer en c asa. Se me había olvidado. No tengo preparado nada, ni siquiera tengo bebidas para entretenerlos mientras improviso algo, pienso. Mientras lo pienso, en vez de ponerme en marcha, sigo en pie en la cocina haciendo poemas con recortes.

tormentas

jueves, 2 diciembre 2021. Estoy con la espalda pegada a un centro comercial como si estuviera esperando a alguien. En la acera de enfrente creo reconocer a alguien. Me acerco y al cruzar la calle tropiezo con mis tías. Están tumbadas en el asfalto. Me saludan con naturalidad. Cuando me ven saludar al conocido (no recuerdo quién era) se dan un codazo y mi tía Mari saca del bolso unas fotos de sus últimos cuadros (eso dice). Me sorprende que no me dijera que había vuelto a pintar. Los cuadros son impresionantes, me recuerdan a Turner, pero en salvaje. Tormentas en las que sólo se intuyen, en cada una, un barco.

un galgo

martes, 23 noviembre 2021. Un galgo que se me acerca. Recuerdo que vi en un vídeo a varios perros que, al darles un beso, pegaban su cabeza al dueño. Le doy un beso y efectivamente pega su cabeza a la mía. Pienso si pasará con todo. Comienzo a darle besos a una cuchara, un plato y hasta una linterna enorme y pesada que tiene mi padre sobre la mesa. Todo se me queda pegado a la cara.

andador

viernes, 19 noviembre 2021. Estoy sentada en el sitio del sofá donde suele sentarse mi padre. Él, que dice que es incapaz de sostenerse sin andador, camina de un lado al otro del salón. No sé si decirle, ¡ves cómo puedes!. Aunque quizá darse cuenta de que puede le animaría, no le digo nada porque quizá reaccione mal y se caiga.

brazos de chicle

jueves, 18 noviembre 2021. Llego en un bus con aspecto de teleférico a lo alto de un monte. Oigo decir a un pasajero que le han dicho que por allí hay una librería con terraza y bar. Le digo que es justo el edificio que tenemos a la izquierda, que hay muy buenas vistas. Nos bajamos. Entro en una sala de exposiciones. Me recibe Oeste. Me abraza, se alegra mucho de verme. Una guía nos va explicando cada pieza. Hay cuadros y objetos personales de Paul Klee. Sobre una mesita hay unas tiras de papel con algo escrito. Reconozco la letra de Klee. Son originales, me dice la guía. Me extraña que las tengan así, para que todo el mundo las toque. Las huelo, las dejo en su sitio. No sabía que te gustara Klee, le digo a Oeste que mira el reloj en ese momento. Me fijo en lo tarde que es. Oeste me acompaña a la salida. Me coge de la mano y tira de mí. Corre, que todavía llegas al bus de vuelta. No se fija en que hay un escalón y cae. El escalón es una caída de al menos cinco metros. Lo sujeto colgado de mi dedo índice que he doblado en forma de gancho. Me tumbo en el suelo y estiro el brazo como si fuera de chicle para que al soltarse esté lo más cerca posible el sueño. Consigo que sólo esté a medio metro. Cae de pie. Ahora déjame pensar cómo te saco de ahí, le digo.

manos frías

lunes, 15 noviembre 2021. Salón de actos totalmente lleno. Todavía no se han encendido las luces. Salgo sin hacer ruido. Veo a Oeste sentado en el extremo de una de las filas. Al pasar a su lado me agacho a saludarlo. Me da la mano. La tiene helada. Se la cojo entre las mías. Al salir, me espera una sala que a ratos parece una catedral que han convertido en sala de exposiciones. Se supone que las fotos que hay expuestas son mías. Oeste se queja de que no les hayan dejado "filito blanco". Es verdad que resultan ahogadas. Le digo con un gesto que me da igual. En realidad quiero largarme de allí cuanto antes.

larvas

domingo, 14 noviembre 2021. Preparo un brazo de gitano en la cocina de la casa de mis padre. Andrés llega, toma un cuchillo de sierra enorme, lo corta por la mitad y el brazo de gitano se deshace. Está mal hecho, dice. Yo intento recomponerlo. Nada, se convierte en un charco de natillas. Comienzan a parecer larvas del tamaño de un dedo índice. Me da asco tocarlas. Andrés propone tomarlas con las pinzas de sacar el pan de la tostadora y tirarlas por el patio de luces. Eso hacemos.
sábado, 13 noviembre 2021. Voy de copiloto en un coche rojo. ¡Frena! Un tren pasa a toda velocidad delante de nuestras narices. Pasa dando una curva cerrada. Tan cerrada que se tumba pero sigue su camino en horizontal. Quiero volver a casa, pienso. Salgo del coche y camino. Son senderos de tierra. Llego a un pueblo. Me voy encontrando amigos y a todos les pregunto si pueden llevarme a casa. Mi prima Elisa dice que ella también se queda. Veo pasar a Alberto. Sube por un camino de tierra. ¿Me llevas a casa? Se vuelve con gesto enfadado. Sé que dice algo porque le veo mover los labios, pero ni oigo ni entiendo lo que dice. Después de un rato echándome la bronca le digo: Fin. Me doy la vuelta y bajo de nuevo al pueblo. Veo a Colin Firth en una esquina, sentado en el suelo sobre una toalla. ¿No estará mendigando?, pienso. Lleva bañador de palmeras y tiene heridas en las piernas. Pienso que se las hizo haciendo surf. Intenta consolarme. Todo se arreglará, dice. Yo niego con la cabeza. Dudo si sentarme con él sobre su toalla. Veo a Masip a lo lejos. Lleva el pelo con mechas verdes, pantalón corto y calcetines hasta la rodilla. Se le ve joven y feliz. Cuando me ve, se acerca sin decir nada y me pone un caramelo en la boca. Después cruza la calle bailando. Yo me quedo sentada en el escalón de un portal muy oscuro, viendo como se aleja.

dos pájaros y un gato

viernes, 12 noviembre 2021. Miro una foto pegada a un cartón (como las fotos antiguas). La foto es de mi cuarto (aunque no se parece en nada). Mirarla me da mucha tranquilidad. En la foto la ventana está abierta y entran dos pájaros que desaparecen al llegar a lo que se supone el tope de la foto. Así, en bucle.
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Vuelvo a casa. Llevo al erizo César en la mano. En los bajos del bloque han puesto un bar. Hay grandes colas para entrar. Todos son amigos de Pablo y van con trajes de chaqueta oscuros. También algunas chicas muy arregladas. Tropiezo con una de ellas que trata de quitarme a César. Si no lo sueltas te arrancaré la cabeza, le digo. La chica sigue luchando por él con una sonrisa odiosa. Se lo voy a contar a Pablo, le digo y lo suelta. Pepe me reconoce (hace años que no nos vemos) y dice que no he envejecido nada, que estoy guapa sin siquiera haberme pintado la raya del ojo (y mira a la chica odiosa que en ese momento me odia todavía más). Jamás me he pintado la raya del ojo, respondo. No mientas. Vivo aquí arriba, sube y registra mi casa: no encontrarás lápiz, ni maquillaje, ni nada de nada.
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Mi madre y yo salimos de casa. Oigo al gato de mi hermana quejarse desde dentro y le abro la puerta. Llamamos al ascensor. Oímos un ruido muy raro. Al abrir la puerta vemos que dentro hay cartones y manchas de pintura. Nos miramos. Le pregunto si es capaz de bajar siete pisos andando. Vamos allá, dice mi madre. Por el camino mi madre se ha convertido en Alberto. Llegamos a l a planta baja. para bajar al garaje (en mi bloque no hay), hay que saltar porque no hay escalera. El gato salta antes que yo. Oigo una queja muy leve. Cuando miro el gato es un muñeco de felpa rojo de unos siete centímetros. Lo pongo en la palma de mi mano y le digo: No te has hecho daño porque estás relleno de arroz. El gato responde con un Miau feliz. Alberto dice que no recuerda dónde tiene el coche. Nada más decirlo, ya estamos dentro. Yo, sentada en el asiento trasero y el gato en el lugar del copiloto.

rubio platino

martes, 9 noviembre 2021. Suena un móvil. Es el mío y está sobre la mesa del comedor de mis padres. Al sonar, aparece una foto de mi hermana con el pelo rubio platino, liso y muy largo, y una ropa que brilla. La veo entrar desde la terraza peinada y vestida igual que en la pantalla. Es para mí, dice. En ese momento recuerdo que le presté un momento mi móvil para que llamara, pero se ha hecho con él y le ha dado el número a todo el mundo. No le digo nada. Entro en la cocina. Me quejo a mis padres, lloro de rabia. Mis padres están descalzos y en pijama, comen algo en pie, con las manos. Parecen dos animales de zoo abandonados en comparación con el pelo y la ropa de mi hermana. La lavadora está en mitad de la cocina. Se ha roto, dice mi madre sin emoción alguna. Las lágrimas de rabia se transforman en tristeza y dolor.

en cuclillas

lunes, 8 noviembre 2021. Voy con Ángeles y Emilio. Ángeles se encuentra mal, quiere tomarse la tensión y entramos en un portal. Nos reciben una madre y una hija muy guapas. La hija está tumbada en el suelo. Se queja (sin mucha convicción) de que es fea y gorda. Mientras la madre la consuela, Ángeles de agacha y extiende el brazo para que le tome la tensión. En cuclillas no saldrá bien, pienso. Mientras, le cuento a la chica que yo siempre me quejé de ser gorda y, ahora, cuando miro fotos de joven veo lo delgada que estaba. La chica se levanta y me da las gracias. Nos vamos. Emilio dice que la madre estaba buenísima. Yo le digo: de liarme con alguien, me liaría con la hija.

heridas

domingo, 7 noviembre 2021. Mi padre llega muy arreglado, como cuando volvía del trabajo. Antes de saludar o decir algo, se remanga las dos perneras del pantalón y me enseña unas heridas que tiene en las espinillas. ¿Y esto qué?, ¿¡y esto qué!?, repite enfadado como si yo tuviera la culpa.

en formación

sábado, 6 noviembre 2021. Estoy con Manuel en un bar (aunque se supone que es su casa). Lo tiene casi todo empaquetado porque va a mudarse. Yo llevo a la espalda una bolsa-mochila de una tela muy ligera (parece de papel). La miro y recuerdo que esa bolsa sea mía. Me doy cuenta de que la bolsa tiene un desgarro y se ha salido lo que llevara. Pienso que llevaba botellas de vino, pero ni de eso estoy segura.
+
Mi hermana tiene dos gatos. Uno está durmiendo enroscado sobre un sillón. El otro en el suelo, completamente aplastado, como si fuese una alfombra. Mi hermana sale desgreñada de su dormitorio. Le pregunto qué es eso y, al verlo, se desploma. La cojo en brazos y la llevo a su cuarto para ponerla en la cama, pero todo la habitación está llena de soldaditos de plástico colocados en formación. Temo tumbarlos.

el peso del oro

miércoles, 3 noviembre 2021. Hay un montón de chicas vestidas de fiesta. Ocupan varias calles de bares. Alguien me dice que han llegado de todo el país para buscar pareja. Hombres no veo. No comprendo que piensen que puedan gustar a nadie disfrazadas de princesas Disney. Entramos en un local desangelado. Niños y niñas leen textos malísimos. Una niña muy resuelta dice que prefiere hacerlo sin micrófono. Es buena. Quiero apuntar su nombre para leerla en un futuro. Una pareja se me acerca tímidamente, dicen que han visto todas mis películas. No sé de qué hablan. Salimos del local (en el suelo consta que estamos en alguna ciudad de Irlanda). Hay borrachos tirados por todas partes, como si hubiera habido una gran fiesta. Bajo un banco veo una moneda muy pequeña. Al cogerla, pesa demasiado. Lleva una cadena y varias esferas y cascabeles de oro. A la entrada del bar hay un tipo en camiseta de tirantes con muy mala pinta haciendo de portero. No me fío. Aparecen dos mujeres policías. Les digo en inglés que me he encontrado eso bajo un banco, allí, les señalo. Me dan las gracias sin convencimiento. Es oro, insisto, su dueño se alegrará de recuperarlo. Sonia se enfada porque lo he devuelto. Tú habrías hecho lo mismo, le digo. Intento hablar con mi madre por videollamada, pero responde mi tía. Le voy enseñando las calles por las que pasamos. Bajamos por una escalera de caracol oxidada. Abajo hay una especie de placita cerrada donde todos miran un carro también de hierro. El carro de Molly Malones, dice Míchel. No lo es, respondo. Quiero irme de allí, huele a orines. Una chica nos dice que cuidemos de su novio, que ella tiene que volver a España. El novio es Javier Bardem. Los dos llevan unos kimonos a juego. Es difícil tirar de él porque quiere entrar en todos los locales. Entramos en uno. Aunque parezca un bar es una casa. Sobre la mesa alguien ha colocado su almuerzo y una lata de cerveza. Bardem se come todo lo que hay en el plato. Alberto se bebe la cerveza. Sonia y Míchel esperan fuera avergonzados. Aparece la dueña de la casa con sus dos hijos (una señora enorme con delantal). Su hijo lleva un cuchillo japonés y la hija un rodillo de madera. Me río para adentros porque parecen de dibujos animados. Se queja en francés. Le respondo, también en francés, que mis amigos se han equivocado, que creían que era una restaurante. Me amenazan. Mientras, Alberto y Bardem están mirando los cuadros que hay por los pasillos de la casa, como si estuvieran en un museo. Cuando aparecen en el salón y reconocen a Bardem, la señora y su hijo se quedan de piedra y comienzan a hacer reverencias. la hija se desmaya. Aprovechamos para largarnos.

visita inesperada

martes, 2 noviembre 2021. Se supone que acabo de levantarme de la cama. Estoy en la casa de mis padres. Al llegar al salón veo a Lolita y a un tipo que, se supone, es su novio. ¿Ese ruido no será lluvia?, pregunto. Efectivamente está lloviendo y el novio ha bajado el toldo. No le digo nada, pero me sienta muy mal que toque cosas que no son suyas. Lo recojo para que no se moje. Algo habrá que cenar, dicen. Tengo que entretenerlos mientras preparo la cena. Veo un radiocasete antiguo (con una cinta dentro) y una tele portátil que parece de juguete. Le doy al play: Joan Margarit lee poemas. Enciendo la tele: un Metróplis con grupos de los años 80. ¿Preferís a Margarit o música? Música, dicen. Me llevo el radiocasete, les dejo la tele puesta y marcho a la cocina. Desde allí los oigo quejarse y reírse de mí, de la casa y de la música. Me entran ganas de echarlos a patadas (pero en ningún momento me pregunto qué hacen en la casa de mis padres). La cocina está desordenadísima. No encuentro nada. Abro cajones buscando platos y cubiertos pero todo está sucio. Encuentro jamón. Hay pan, pero está congelado. El novio entra en ese momento. Le digo que no encuentro los platos, que usaré los míos. Sobre la encimera están los platos Duralex verdes que suelo usar en casa. Le digo que se los lleve para quedarme sola y pensar qué más les puedo poner de cena.

la fiesta de la vagina

lunes, 1 noviembre 2021. Estoy en una habitación con una pared de cristal desde dónde puedo ver lo que pasa fuera, pero desde fuera no me pueden ver. Parece la terraza de un bar cerca de la playa donde hay dos o tres personas desayunando. Como sé que no pueden verme, abro las piernas y, con una linterna, ilumino mi vagina que se proyecta en el cristal como si fuera una pantalla. Dentro se ve una especie de película de dibujos animados que no son personajes sino formas que se mueven. Me río sola al pensar en que podría dejar de escribir y dedicarme solo a eso, a proyectar lo que sucede dentro de mí, vendérselo a un museo de arte moderno y llamarle "La fiesta de la vagina".

distraída

domingo 31 octubre 2021. No sé bien dónde estoy. Alguien me hace preguntas y yo voy respondiendo como bien puedo porque estoy distraída mirando por la ventana. Por la ventana veo Alberto correr en zig-zag en un cruce de carreteras como lo haría un conejo al que van a dispararle.

medias esferas

sábado, 30 octubre 2021. Camino por una calle sin asfaltar. Busco tierra prensada por la lluvia para no ensuciarme los zapatos. Me cruzo con gente vestida con sayos de lana en colores muy tristes. Miro a mi alrededor para comprobar si todo sucede en blanco y negro. No sucede en blanco y negro, solo es triste. Me doy la vuelta, mis amigos me esperan a las puertas de un restaurante. Les pregunto si han visto la zona antigua si no les parece demasiado medieval. Me miran extrañados. El camarero que nos recibe habla nuestro idioma. ¿Mesa para uno?, me pregunta. Somos siete, le digo. Qué bonito viajar con amigos dice sinceramente, con cierta nostalgia. Me pregunta si en mi país hace sol. En Málaga siempre es verano. Él suspira y me recuerda a Mario Virgilio Montañez. De repente alguien, con una cámara de fotos, dice que la lectura ya ha empezado. Se supone que debo leer. Le enseño a Salvatore un papel con cuadraditos de colores que parecen dibujados con acuarela. ¿Qué te parece? Niña, ¿esto qué es? Se titula "Homenaje a Klee". Salvatore me mira extrañado. Me empujan para que entre en la sala, no sé qué voy a leer. Las puertas de la sala son un laberinto de medias esferas blancas verticales que se van solapando según avanzo. No encuentro la salida, ya los oigo presentarme. No sé cómo llegar, no sé cómo salir de allí.

mar tirreno

jueves, 28 octubre 2021. Llegamos a unas gradas que dan al mar. Se supone que detrás de uno de los bloques hay una procesión que interesa a Alberto. Un chico camina sobre el mar. No entiendo cómo lo hace. Será que no es agua, que es un líquido newtoniano, pienso. Alberto sigue sus pasos pero se hunde. Debes caminar con fuerza y el líquido se volverás duro, le grito. Sale empapado del agua. Llega una familia, nos pregunta qué hacemos en su casa. Miro a mi alrededor: no hay gradas ni playa, hay muebles de casa de vacaciones. Les explico que Alberto quería ver una procesión. Se miran entre ellas, encienden un proyector y ponen una película de la dichosa procesión, pero Alberto prefiere marcharse. La dueña de la casa me da un bocadillo para el camino, dice. Les doy las gracias y sigo a Alberto. Aquí tienes tu casa, recuerda el nombre para poder volver (dice un nombre que no recuerdo, de una planta que empieza por A). Cuando salgo, vuelvo la vista y veo que en la fachada pone "Restaurante".

broches y celos

viernes, 22 octubre 2021. Voy con Salvatore por un sendero rodeado de árboles. Lleva una camiseta llena de broches. Me extraña porque él no es de adornos. Me recuerda a esos frigoríficos que la gente llena de imanes. Me pregunto si cada vez que lava la camiseta los quita y después vuelve a ponerlos, pero no le digo nada. Llegamos a una cascada. Abajo hay gente bañándose. Él sigue hablando y temo que se caiga. Ten cuidado, porque si tú te cae, yo me tiro detrás, le digo.
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Un chico muy joven me pregunta algo. Hablamos y nos reímos. Aparece su novia, se coloca ente nosotros dándome la espalda, me va empujando hasta que consigue sacarme a la calle. Aléjate de mi novio, dice. Le digo que debe aprender a medir. ¿no ves que podría ser su madre?; qué digo, ¡podría ser su abuela!

abono

jueves, 21 octubre 2021. Intento ordenar la que fue mi habitación en la casa de mis padres, pero el suelo está cubierto de abono. Huele fatal. Lo voy sacando en pequeños capachos que llevo a la cocina. En la cocina, mi padre se prepara el desayuno: filetes a la plancha con pimientos fritos. Me enseña satisfecho una bandeja con más de cien.

demasiados gatos

miércoles, 20 octubre 2021. Saco revistas de debajo de una mesa camilla que hay en el salón de mis padres. Intento ordenarlo todo, pero el sofá no tiene cojines y cada vez que muevo un mueble sale un gato. Tengo prisa porque unas vecinas de mi madre viene a merendar.

isla de arropía

martes, 19 octubre 2021. Tengo que dar una clase y todos mis alumnos están en fila a la orilla del mar. Quieren regalarme cosas. Una chica me ofrece una percha de un diseñador francés (por lo visto ha leído que yo quería una). Otro me trae una biografía del Rey Juan Carlos dedicado por el propio rey (aunque la letra parece de un niño de cinco años). Le digo que sintiéndolo mucho no puedo aceptar el libro porque sé que no lo voy a leer. El paisaje a nuestro alrededor es precioso: montes nevados, islas, y una isla de colores que parece de cartón piedra o arropía.
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Una señora al ir a cruzar la calle se cae de boca. La levanto, le pregunto si está bien y, antes de despedirnos, le doy un beso en la cabeza. Dos señoras que cruzan en sentido contrario me dicen: No la ayudes que es muy mala.
+
Estoy en la cola de un supermercado con María Eloy-García. Cuando llega la hora de pagar, a la señora que hay delante de nosotras se le cae una caja de congelados al suelo. Se la doy. Dice de muy malos modos que no es suya, que la dejé en su sitio. Corro a dejarla en el congelador. Cuando vuelvo María ya no está. Pregunto si la han visto salir. Nadie sabe nada, me miran mal.

legionarios del universo

jueves, 14 octubre 2021. Entro en la habitación de mi hermana. Está tumbada sobre arena que hay sobre las sábanas. La levanto con una mano como si fuera un bolso y trato de quitar la arena. Se pone en pie y dice que tiene que tirar ciertas cosas porque su novio es muy celoso. Le digo que antes de casarse debería conocerlo más. Borra con un trapo mojado nombres que hay escritos en la pared.
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Parece un desfile de legionarios, pero llevan capas plateadas y unos cascos con antenas y cristales tallados de colores. Todos son muy bajitos. Le pregunto a una chica (viste igual que ellos) quiénes son. Son los elegidos, son los nuevos Legionarios del Universo y nos vamos a una misión espacial. Pienso que quizá los han elegido tan bajitos para que quepan todos en un cohete. Veo que Daniel está a mi lado. Me alegro mucho de verlo. Le pregunto cómo está. Bien, dice. Cómo estás de verdad, insisto. No sé de qué hablamos. Vemos pasar a tres legionarios disfrazados de triángulo (vemos sus tres pares de pies corriendo al unísono). Daniel y yo nos miramos y nos reímos. Apoyo la cabeza en su hombro. Me besa la frente.
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Oigo ruido en el descansillo. Miro por la mirilla. La vecina llega de la compra. Veo cómo el gato escapa de su casa. Abro para avisarla pero ya no están, ni ella ni el gato. El rellano está lleno de pelusas. Las barro con un cepillo sin palo.

uñas

miércoles, 13 octubre 2021. Me meto un dedo en el oído. Saco uñas (que no son mías) pintadas de blanco.
martes, 12 octubre 2021. Hay una fiesta desangelada en un parque que recuerda a los antiguos iconas. Las mesas y los bancos corridos son de tablas de madera muy toscas. El grupo con el que estoy (no son conocidos) ha colgado un globo enorme lleno de sangría (pero cuando la sirven sale gelatina). Aparece David González. Dice que necesita ayuda para hacer una mudanza. Entramos en su casa. Está muy deteriorada. Los muebles parecen quemados o roídos. Sacamos todo en bolsas. Cuando todo está fuera, nos damos cuenta de que David ha desaparecido. La fiesta continúa.

funeral y harina de garbanzos

lunes, 11 octubre 2021. Se supone que una chica ha muerto. El ataúd está en el centro de lo que parece un campo gigante de fútbol y en las gradas están sentados todos los alumnos de su colegio. Oeste y yo entramos los últimos. Él se sienta en el último asiento que queda libre en la última fila de las gradas. Veo a mi madre en el campo, junto a otras dos personas, empujando un trasto enorme que parece muy pesado. Lo hacen sin esfuerzo aparente. Pienso que la mueve el pundonor, pero por la noche le dolerá todo el cuerpo. Por los altavoces anuncian que ha llegado una profesora (no recuerdo el nombre) y todos aplauden. Más que un funeral parece una fiesta de fin de curso, pienso. La profesora lleva sobre la ropa una especie de traje-burbuja transparente con flores de plástico pegadas. Cuenta desde el campo anécdotas de la chica. No sé qué hago allí, pero no veo a Oeste para despedirme ni a mi madre.
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Busco recetas de tortilla de patatas veganas (en vez de llevar huevo, llevan harina de garbanzos). Como si la calle fuera una página web, pulso en distintas personas que me responden mecánicamente. Cada una me da una receta diferente. Veo a mi prima Elisa y su exnovio Paco. Se les ve muy felices. Paco está exactamente igual. Miro a Elisa sorprendida del buen rollo que parecen tener y sin que yo le pregunte nada, dice: Es que yo lo quiero mucho. Ríen como tontos. Todo me parece muy extraño.

mancha

domingo 10 octubre 2021. Buscamos un bar donde hemos quedado con unos amigos (aunque no conozco a nadie). Llevo una lata cuadrada llena de ostras que me ha enviado Carmen. Les digo que les va a gustar la sorpresa. Llegamos al bar. Está en una cuesta. Dentro hay una escalera de caracol por la que es imposible subir. Les dejo la lata sobre la mesa y les digo que se coman las ostras, que a mí me dan mucho asco. Me alejo del grupo para ir a buscar a alguien que se ha perdido. Un chico se acerca e intenta robarle el bolso a una de las chicas. Es un bolso enorme azul. La chica se lo da. El bolso está vacío y el chico protesta. le digo que se siente con nosotros a comer. De repente ya no estamos en el bar, estamos sentados en el suelo sobre una manta. El chico actúa como un loco, me da mucha pena. Dice que se va, todos se despiden. El chico me abraza. Noto los huesos de su espalda.
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Huyo de alguien. Corro por lo que parecen los pasillos de una casa abandonada. Llego a una habitación con dos puertas y me escondo detrás de una de ellas. Sé que no tengo escapatoria.
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Me pican las piernas. Sobre las espinillas tengo una mancha marrón. Me voy subiendo el vestido y veo que la costra me llega hasta el pecho. Se la enseño a Alberto que se tapa la cara con las dos manos y grita.

reatalaes y ojos de mosca

sábado, 9 octubre 2021. Alguien llega caminando a la terraza de la casa de mis padres, como si la terraza estuviera a ras de suelo (en el sueño consta que es inglés). Entrega un sobre grande de cartón a mi madre. Verás, dice mi padre con desconfianza. Mi madre abre el sobre. Dentro hay una pajarita, unos botones, cosas de costura que parecen muy antiguas. No hay instrucciones, pero todos sabemos que debemos construir una muñeca Holly Hobbie. Le digo al chico que trajo el sobre (y que se ha sentado en una silla de playa junto a mi madre) que de niña me hice una muñeca así, con trocitos de tela de mis vestidos. Te la voy a enseñar, le digo, pero me siento en sus rodillas. Sostengo la pajarita delante del cuello de su camisa. Te sienta bien, le digo. Creo que voy a meter unas cuantas cosas en un sobre para que dentro de cien años se las lleves a alguien, le digo. Aparece una chica, se sienta delante de nosotros en una silla baja. Se saca los pechos (son enormes). Dice que su padre le ha dicho que tiene que dar de mamar a su hija, pero no vemos ninguna hija. Resulta incómodo, y mi padre y yo nos vamos. Se ha hecho de noche, pasamos por portales iluminados. Mi padre va haciendo un comentario de cada uno. De uno me dice que quien lo compre puede vivir solo en todo el edificio o compartirlo. Pienso que no me gustaría vivir sola en un edificio. La calle se va poniendo fantasmagórica. Veo un portal convertido en mercería con un montón de cintas, dedales, botones. Pruebo a abrir una de las puertas de cristal. Se abre. Antes de que pueda coger algo, mi padre se acerca, me retira y recoloca algo que he movido. Cierra y hace un gesto para que me aleje.
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Ángeles, Nené y yo caminamos por calles de pueblo encaladas y adoquinadas. En mitad de una de ellas hay una caja abierta. Dentro hay pedacitos de telas. Los voy sacando. Mirad, este trocito es del mantel del comedor del colegio, y este de un uniforme (así con cada cuadradito de tela). Les digo si quieren alguno de recuerdo. Hacen un gesto negativo con las manos. No sé qué hacer, si llevarme algunos o seguir nuestro camino.
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Llego a una especie de hospicio. Es la hora de comer. Subo con prisa. Ya están sirviendo la comida. Cada mesa está rodeada de rejas y es difícil sentarse. Carmen sirve la comida. Lleva una bata blanca. Supongo que trabaja allí. La saludo, pero parece no reconocerme. Me pone delante un plato con muy mal aspecto: dos lonchas de carne que parecen plantillas recién sacadas de un zapato y una especie de puré. Las lonchas llevan incrustados dos cubos blancos con una marca negra. No os quejaréis, dice Carmen, hoy llevan condimento. El chico que está a mi lado dice que los dos cubos son ojos de mosca. Los saco de la loncha con el tenedor. Parecen dos muelas con caries, pero son blandas. Las aplasto. Carmen me mira mal por haberlas aplastado. Llega Jonás, se sienta a mi lado. Mira el plato con asco, pero cuando aparecen varios gatos para quitarle la comida me dice que los espante.
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Mis tías caminan hacia casa. En la acera hay una especie de armazón plegado muy pesado. Mi tía Mari, que va delante, le dice a mi tía Encarna que los coja. Sin que se dé cuenta, me cambio por mi tía Encarna. Mi tía Mari no se vuelve. Encarnitacarneishon, qué fuerza tienes hoy, le dice. Nos reímos sin hacer ruido para que no nos descubra. Subimos a un piso sin ascensor (se supone que es su casa) y justo antes de abrir la puerta se vuelve y me ve. Se alegra mucho, da palmas como una niña.

nueces

miércoles, 7 octubre 2021. Llego a casa de Manuel en el momento en el que van a cenar. Una chica y un chico ayudan a poner la mesa. Todo está muy desordenado. Se supone que ya hemos hablado y sabe que quiero que seamos compañeros de piso. Mientras va llevando cosas a la mesa me explica que es imposible, que soy demasiado ordenada. Y ya ves, dice señalando pilas de libros por el suelo. A ver qué piensas de esto, dice y me enseña una habitación en la que las piezas del cuarto de baño están en el techo. La imagen, a pesar de no tener nada malo (sólo que la habitación está al revés), me resulta tremendamente siniestra, como si por el agujero de la ducha fuera a entrar algo horrible. Dice que el casero se ha lavado las manos. Pienso en hacerle un chiste sobre lavarse las manos colgado del techo, pero no digo nada porque estoy muy triste. En la cocina hay un saco enorme lleno de una especie de cocos o piñas que contienen nueces. Un operario acaba de dejarlo allí con una pequeña grúa. Manuel dice que así, las nueces, salen mucho más baratas. Yo no tengo espacio en mi cocina, le digo. El operario interviene para decir que vive en un piso muy pequeño y tiene un saco igual. A usted le conviene vender nueces, pienso pero no se lo digo. Por la ventana se ven árboles. Me entra una melancolía enorme al pensar lo feliz que sería en esa casa si la ordenaran y si no tuviera el baño en el techo, pero no digo nada. Manuel me pregunta por Iker. le cuento que no quiere saber nada de publicar, que tengo una libreta suya con poemas, pero es sólo para mí. Manuel dice que él sí necesita saber que lo que escribe lo va leer alguien. La eterna canción, pienso. Mientras seguimos poniendo la mesa estoy a punto de decirle que me abrace, que me siento muy sola. Pero no le digo nada y cambio de tema. Le cuento, para que se ría, cuando fui delegada en COU y fuimos a Sevilla para impedir que inglés no entrara en la selectividad.

cumpleaños

lunes, 4, octubre 2021. Hay muchísima gente en la Plaza de la merced y alrededores. Espero a que cambie el semáforo que hay en la puerta del cine Astoria. En la acera de enfrente veo a Inma Luna. De repente la felicitan por unos altavoces. ¡Feliz cumpleaños!, grita toda esa gente que ocupa la plaza y las calles. Ella sonríe y saluda emocionada. Cuando cruzamos (en sentido contrario) escondo la cabeza de vergüenza porque me he olvidado de su cumpleaños. Lloro y me escondo entre la gente. Un chico que hay detrás de mí me pregunta qué me pasa. Le digo que estoy perdiendo la memoria. Dice que no me preocupe, que él está igual, pero sé que es mentira y solo lo dice para consolarme.

empastes

sábado, 2 octubre 2021. Salgo de una especie de parque acuático y llego a una zona de casas adosadas con jardines muy bien cuidados. Voy sola, pero noto que alguien (a quien no veo) me dice que el resto del camino lo haré acompañada. Aparece un chico muy delgado que me recuerda a Juan Carlos (mi primer novio), pero no le digo nada. Nos damos la mano para presentamos formalmente, aunque no decimos nuestros nombres. Parece que tuviera la misión de hacerme agradable el camino. El camino es de tierra con pedruscos y zanjas (una especie de mina abandonada que bajamos en espiral). Por hablar de algo, hacemos una lista de las cosas que nos gustan y las que no soportamos. Me sorprende que coincidamos en tantas cosas. No soporto que alguien lleve empastes, dice de repente. No es que no lo soporte, pero hago así, dice y cierra los puños con los brazos caídos y emite un ruido de fastidio. Yo hago el mismo gesto para que vea que es el mismo que yo hago. Nos reímos. Está claro que no te conocía nada, le digo. Eso estaba pensando, dice con pena (pero sonriendo) dándome a entender que lo dejé sin motivo. En ese momento siento un frío enorme, pero no le digo nada. Cuando echamos de nuevo a andar me agarra del hombro, tira de mí pegándome mucho a él. Para que no tengas frío, dice. En ese momento me fijo en que no es Juan Carlos, es Oeste, y lleva una rebeca blanca con solapas muy finas. Alguien con una rebeca blanca no puede hacerme daño, pienso mientras bajamos.

cortinas abombadas

martes, 28 septiembre 2021. Mi cuñada me enseña unas cortinas que ha comprado (se parecen a las que vi en casa de su prima hace poco). Le digo que son muy bonitas. No digo nada de que estén mal puestas y que se note que detrás no hay ventanas sino montones de ropa.

aquella mecedora

lunes, 27 septiembre 2021. Estoy en la barra de un bar. Todo está muy oscuro y huele a discoteca de los 80. Un chico (mezcla entre mi sobrino Diego y mi amigo Carlos) se acerca a mí. Me cuenta que le han hecho pruebas y no han encontrado nada, que quizá esté todo en su cabeza. Le digo que quizá sería mejor que le hicieran un escáner (aunque sé perfectamente que no necesita un escáner). Sé perfectamente que no necesito un escáner, dice como si me hubiera leído el pensamiento. ¿Te acuerdas de aquella vez delante del buró?, me pregunta. Me acuerdo, le digo (aunque pienso que no fue delante del buró: fue en la mecedora, él no tendría más de cinco años, me dijo que cerrara los ojos y me besó). De repente no es un chico alto, vuelve a ser un niño, se acerca a mí y me besa. Aprieto mucho los labios, intento meterlos hacia adentro como si no tuviera boca.

la catapulta

domingo, 26 de septiembre de 2021. Carmen nos enseña su casa. Es una casa tan grande como Conde Duque, pero tiene las paredes encaladas al modo de una gruta o al modo de las casas de Chaouen, con las paredes encaladas en un leve tono añil. Otras habitaciones son directamente azules. Las paredes están cubiertas de vestidos. Mientras nos enseña su casa (a mí y a un grupo de mujeres) veo que en el enorme patio que hay abajo se está rodando una película. Estoy a la vez en las dos partes: viendo la casa y formando parte de esa película. Alguien me sienta en una especie de catapulta con elásticos y pienso: Me voy a estrellar contra aquel muro. Pero no digo nada. Estiran la goma y salgo despedida. Cuando llego al muro caigo lentamente al suelo como lo haría una pluma. Alguien me enseña unos papeles con el guión de la película, me grita y me dice que lo he hecho mal.

conga

sábado, 25 septiembre 2021. Un grupo heterogéneo, jóvenes y viejos (sobre todo viejas) en una especie de encuentro en un crucero quieto (es un barco enorme pero no navega). Julián López (lo vi en la Feria del Libro) se me acerca y comienza a contarme algo. Al notar en mi gesto que no me interesa nada de lo que dice, se para y me pregunta: ¿Es que no te interesa? No, respondo. Se sorprender de mi sinceridad, dice que desde que es famoso nadie se atreve a decirle la verdad. Me abraza. Dos señoras, desde un sofá Luis XV, me preguntan dónde podrían hacerse un seguro. Les digo que Julián es el mejor asegurador. Quieren abrirse una póliza de un millón de euros. Ahí los dejo hablando y aprovecho para escabullirme. Entro en una habitación (que parece un todo a cien) donde un montón de gente hace una conga alrededor de las estanterías. Me uno a ellos para no llamar la atención. Pienso que nada tiene sentido, que en realidad me gustaría estar en casa. De repente camino por un sendero embarrado. Pienso en lo bien que me vendrían las botas de soldado que llevé hace poco a que les pegaran las suelas. De repente las llevo puestas, pero las suelas se despegan. Vuelvo a caminar sobre barro. Pienso en que ojalá se hiciera de noche para no ver dónde piso. Se hace de noche, todo está tan negro como si tuviera los ojos cerrados.

menuda bronca

viernes, 24 septiembre 2021. Se supone que es la casa de mis padres, pero es mi casa. Mi hermana y mi madre dejan cosas por en medio, todo está desordenado y sucio. Mi padre dice que todavía no he visto lo peor. Miro dentro de la lavadora y hay un ratón y un teclado. Los saco pero no creo que vuelvan a funcionar. Les hecho una bronca tremenda.

la trampa

jueves, 23 septiembre 2021. Huyo de algo. Una señora, que está pintándose los ojos en el portal de su casa, me dice que entre y me esconda. Al final del portal hay un hueco entre la pared y la escalera. Oigo un ruido, miro hacia arriba y una viga de hierro me cae encima a toda velocidad y me aplasta.

áfrica

domingo, 19 septiembre 2021. He quedado con mi madre en un restaurante. Cuando estoy a punto de llegar me doy cuenta de que llevo botellas y plásticos que tenía que haber echado en los contenedores de reciclaje. Junto al paseo marítimo hay dos. Al meter la mano en el bolso me doy cuenta de que llevo dos móviles, el mío y otro naranja y negro que parece de juguete. Cuando llego al restaurante mi madre no está. Empiezan a llegar conocidos que no tengo ganas de ver y salgo por un lateral. Intento llamar a mi madre pero el móvil tiene muchas teclas muy pequeñas y cada vez que pulso una aparecen dibujos en la pantalla. En esas estoy cuando se me acerca una chica con sus hijos. Al parecer los niños dicen que quieren jugar con el móvil (ya imaginaba yo que era un juguete, pienso). La chica me resulta familiar, le pregunto si estaba en mi clase, en el colegio. No se acuerda. Eres África, pienso pero no le digo nada. En ese momento llega mi abuela. Se la ve realmente esplendorosa (me alegro muchísimo de verla porque lleva muchos años muerta), la abrazo, huele a perfume de rosas. Le cuento que estoy esperando a mamá y le presento a África. De repente estoy en una habitación de hotel, sobre el restaurante, y veo a mi abuela y a África en el paseo marítimo, charlando como si se conocieran de toda la vida. Intento llamar de nuevo a mi madre. Nada. Me doy cuenta de que no llevo sujetador. Una señora enorme aparece para ofrecerme algunos. Son enormes y muy feos. A pesar de eso me los pruebo (me quedan pequeños). Dejo a la señora en la habitación y salgo a buscar a mi madre porque está oscureciendo. No doy con el ascensor, los pasillos parecen un laberinto que no lleva a ninguna parte.

tsunami

sábado, 18 septiembre 2021. Hay tres mesas sobre la arena, en la orilla. En una de la mesas hay niños, en las otras dos adultos. Yo estoy en una de ellas mirando hacia el horizonte que cada vez se vuelve más negro. Alguien toma una piedra de la orilla y la tira hacia atrás. Todos les ríen la gracia. Yo pienso que esa piedra podría provocar un tsunami. Según lo estoy pensando, veo una ola enorme que llega y nos arrastra a todos.

tren plateado

miércoles, 15 septiembre 2021. Camino hacia una estación de tren. Alguien pasa a mi lado con prisa, dice que el tren plateado ya llega. Corro para no perderlo. La estación está entre barro y charcas. Una chica salta y cae en una de ellas. Intento hacer lo mismo y acabo ensuciándome hasta las rodillas. Consigo entrar en el tren cuando ya se ha puesto en marcha. El tren está hecho de tablas de madera. Me doy cuenta de que he olvidado la maleta, sólo llevo una cartera de colegio muy vieja. Aparece la revisora y comienza a pedir los billetes. Busco en mi cartera, pero sólo hay dos DNI caducados y dos o tres papeles con apuntes para poemas. Miro a mi alrededor por si pudiera esconderme. Un chico muy parecido a Juan Marqués, como si leyera mis pensamientos, le cuenta a la revisora, al oído, mis planes. Le explico que entré con el tren en marcha, que seguramente mi maleta esté en el andén, le enseño lo que llevo en la cartera. La revisora, que se parece mucho a Sara Mesa, se apiada de mí. Dice que me acompañará durante todo el viaje por si llega el jefe de los revisores. El chivato, Juan Marqués, se cruza de brazos y se va a un rincón con un enfado propio de los cuatro años.

rabal-kinski

domingo, 12 septiembre 2021. Parece una fiesta junto a unas canchas de tenis. Es de noche. Mientras hablo con Carlos, allá en segundo plano veo a Alberto abrazar y besar a una chica. Supongo que me ha cambiado el gesto porque Carlos pregunta qué me pasa. Se lo digo y se alegra mucho. Los hijos de la chica también se alegran. Me levanto para irme pero no sé dónde ir.
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Estoy en casa (la distribución de las habitaciones es diferente). Veo que la luz amarilla del atardecer entra hasta el cuarto de baño, lleno la bañera. Cuando voy a bañarme, alguien corre las cortinas y la casa queda en penumbra. Voy en albornoz a volver a abrirlas. Un tipo discute con su padre a gritos. El padre es una mezcla entre Paco Rabal y Klaus Kinski. El padre sale dando un portazo y su hijo va detrás. Aprovecho para abrir las cortinas, dejar que vuelva a entrar la luz y bañarme, pero la luz se ha ido, la casa se ve gris. Oigo la puerta, creo que es Rabal-Kinski y corro a esconderme en la terraza. Estoy agachada detrás de un muro cuando aparece una chica. Le digo que se esconda conmigo. Le pregunto quién es. Soy yo (dice su nombre). Le digo que debo de estar perdiendo la memoria porque no sé quién es. Ella me explica con mucha paciencia dónde nos conocimos y que quedó en venir a buscarme. Desde la terraza (que ahora no es de muros, es de barandillas de hierro) vemos al chico dar explicaciones sobre su padre a un grupo que hay a las puertas del bar. Los ojos del chico están llenos de lágrimas. Me da mucha pena. La chica, al fijarse en mi albornoz, me pregunta si iba a bañarme en la playa, y al decir playa desaparecen las barandillas. Estamos ante una preciosa playa de piedras. caminamos hasta la orilla. El agua está completamente transparente. Me agacho de espaldas al mar y rebusco entre las piedras. Hay algunas preciosas (de rayas, de colores, con círculos concéntricos). Las voy poniendo en línea. También encuentro dos muestras de perfume de tres centímetros con forma de perro salchicha. Son de cristal amarillo y al tirar del rabo sale una varilla. La olemos. Nos miramos asombradas. Llegan tres niñas, se agachan delante de nosotras y observan la fila de piedras. Temo que me las quiten.

mosquita amarilla

viernes, 3 de septiembre 2021. Unas chicas vienen a casa de mi madre a hacer un trabajo para clase. Una de ellas tiene un hijo. El hijo quiere ver los pájaros que hay en la terraza. Le digo que salga conmigo pero que tenga cuidado. El niño se convierte en una mosquita amarilla muy pequeña. Aparece una avispa asiática y se lo come. Entro en casa sin el niño y sin saber cómo decirle a su madre lo que ha pasado.
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Estamos durmiendo en una habitación con varias personas. Oigo un ruido, me asomo y le digo a mi madre que hay un hombre sentado en el salón, que salgan todos conmigo para ayudarme por si es peligroso. Hay quien se tapa la cabeza con la sábana y no sale. Salimos únicamente mi madre y yo, dispuestas a darle un garrotazo al hombre. Es el vecino, dice mi madre al verlo. Nos cuenta que mi madre ha aparcado en su plaza y viene a vengarse. Le explico que mi madre no tiene coche ni carnet de conducir. Intento convencerlo para que se vaya, pero dice que no puede bajar por la escalera y que el ascensor está roto. Salgo a comprobarlo. Efectivamente en vez de ascensor hay unas tablas muy frágiles como las de las cajas de frutas.

papel arrugado

miércoles, 1 septiembre 2021. Papá es un recortable de papel arrugado. Se deshace en mi mano. Mi hermana se niega a cuidarlo. Le pregunto si quiere venir a vivir a mi casa. El papel dice que sí, se vuelve cenizas y se vuela. Vuelvo desolada. Al entrar en casa encuentro a mi padre sentado en un sillón. Dice que ya era hora de que volviera y comienza con sus exigencias de siempre.

la ganzúa

lunes, 23 agosto 2021. Un niño se pega a mi espalda. Dame la cartera, dice. Me hace gracia, me río. No ves que no lleno ni bolso, le digo. El niño se enfada muchísimo, me cachea desde atrás, ve que no llevo nada en los bolsillos. Comienzo a andar con el niño pegado. En una tienda veo a Marina, una amiga de mi tía. Me enseña un vestido de princesa Disney. Le entiendo por los gestos que le podría gustar a mi sobrina Nadia. Asiento y sigo caminando. El niño pegado a la espalda me da calor, me cansa. Doy un salto, se despega y cae al suelo, pero en el suelo no es más que una ganzúa. La ganzúa habla: Tengo una pistola, no te librarás de mí.

aprendiz de pirómana

sábado, 21 agosto 2021. Voy a subir a lo que parece un barco. Una chica que va delante de mí le dice al tipo de la entrada que me deje pasar. Al llegar mi turno me da excusas. Les digo que lo he oído todo, que si no me dejan pasar llamaré a la policía, que ya me han hecho la misma faena dos veces. Les da igual. Le digo a la chica que sé dónde vive y quemaré su casa. Me dejan pasar. Me llevan a una habitación en el fondo del barco donde no hay asientos, sólo cojines en el suelo. Protesto. Qué más quieres, es el cine del barco, no te quejes más, dice alguien.

escondida

miércoles, 18 agosto 2021. Pinto el suelo del que fue mi cuarto en la casa de mis padres de azul con una fregona. Salgo y al volver a entrar veo cómo la pintura se la levantado en algunas zonas formando olas quietas. Empieza a llegar gente a casa. Mi cuarto se transforma en mi dormitorio de ahora. Yo me pego a la pared y me cubro con una cortina para que no em vean. Entra una madre con tres niñas vestidas igual (un vestido con delantal muy cursi). Pisan el suelo recién pintado (que ahora tiene muebles). Las niñas tocan todo. Una de ellas coge una caja y una figurita de cerámica. Pienso que la madre le dirá que suelte lo que no es suyo, pero se hace la tonta rebuscando en su bolso y las niñas se llevan varias cosas. Después entran tres o cuatro operarios, miran la puerta que da a la terraza. ¡Han puesto la manilla de plástico!, dice el que parece el jefe. Todos comentan horrorizados. Me fijo que de la pared sobresalen unos tornillos del grosor de un dedo.

parrafada

sábado, 14 agosto 2021. Parece un autobús o una sala estrecha con asientos a los lados. Al fondo Chivite. Suelta una parrafada que deja a todos boquiabiertos. Le digo que lo apunte, que después se le olvidará.

barro

jueves, 12 agosto 2021. Voy con un grupo (no los conozco) por las calles donde jugaba de niña. Les explico que antes las casa eran muy bonitas y ahora son bloques feos de pisos. Entramos en uno. Para llegar a un salón de actos tenemos que bajar por una pared de barro. Alguien me pregunta algo que no llego a oír. respondo que no sé qué soy pero sí sé a quién defendería.

collar rojo

martes, 10 agosto 2021. Llego a lo que parece una tienda o un a exposición. Un gato muy pequeño corre hacia mí, lo cojo, siento que me pide auxilio. Lo dejo en un cesto junto a otro. Tiene los ojos enfermos, le digo a una mujer de mi edad. Dice que les da una comida especial para que los tengan así porque así valen más. Pero mírelo, está sufriendo, le digo. La mujer se enfada muchísimo, dice que no entiendo nada de gatos. La madre de la mujer antipática me consulta sobre una tela, no sabe qué hacer con ella. Le digo que con que le ponga una cinturilla y cuatro pinzas ya tiene una falda. Se abrirá, dice. Le pone un broche, respondo. Toma la tela y se la pone como si fuera un chaleco. Ya tengo las mangas hechas, dice. ¿Entonces para qué me pregunta nada?, pienso. La hija, me mira mal. La señora quiere enseñarme su salón, dice. Subimos las escaleras. Llega el nieto vestido de marinero para hacer la comunión. Está ridículo. ¿Te gusta ir así? Me da igual, quiero ir como todos, dice. En mitad de la escalera hay un niño durmiendo en una cuna. La saltamos. He estado aquí antes, le digo al niño, me acuerdo e la cuna y de que había que saltar un mueble para entrar al salón. El niño de comunión es el único normal en esa casa. Qué grande está el bebé, digo por decir algo. Tiene siete años, responde la madre malhumorada. después me recrimina que yo no haya tenido hijos. Mientras, intento recuperar un collar rojo que se me ha enganchado en el pomo de la puerta.

bañera con piedras

lunes, 2 agosto 2021. Parece un patio. Alrededor hay un arriate con plantas que parece que nadie cuide. También una bañera llena de piedras. Hay un grupo de personas desayunando. Hace ruido. Les digo alzando la voz que de hoy no pasa, que vaciaré la bañera de piedras y quedará como nueva, que la casa da vergüenza. Ni se inmutan. Me fijo en que en cada maceta también hay piedras. Algunas me parecen muy bonitas y, en vez de tirarlas, empiezo a pensar en dónde voy a guardarlas. El grupo deja de desayunar a la vez y disfraza a una señora de Isabel II para grabar un vídeo. Le ponen una gabardina, botas de agua, un bolso (que no pega con el atuendo) y un pañuelo a la cabeza. Salgo tras ella. Está subida en una especie de trilladora y se lanza ella misma patatas a la cara mientras un chico la graba.
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Mi madre tiene el pelo muy largo. Va vestida como una quinceañera. Mírala, es igual que Elisa, le digo a mi tía. Mi madre casi llora, dice que no conoce Fuengirola y no sabe dónde podrá ir a cortarse el pelo. Corro hasta la cancela para abrazarla. No te preocupes, busca cualquier peluquería que ponga "de señoras" no en una unisex, y verás qué bien te dejan. Mi tía sale de casa, le digo que tenga cuidado, que no deje que se cierre la puerta que no tengo llave.
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Manuel dice que a pesar de todos lo años que lleva escribiendo no encuentra su voz. Acércate a la mesa, le digo, cuéntaselo a ella. La mesa es de madera maciza con los cantos romos por los años. Manuel apoya la cabeza en la mesa y le habla. Lo que dice se va escribiendo solo en el papel que hay sobre la mesa.
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Voy con Joan por la acera del parque. Me pego mucho a él, lo abrazo y le doy un montón de besos de abuela porque hace mucho que no nos vemos. Mientras caminamos le cuento la película que vi por la noche con música de los Smiths. De repente estamos en la cama de mis padres y Joan es un bebé muy pequeño. Está dormido. Abre los ojos y dice: La bruja ya no tiene hambre.

el teleférico

domingo, 25 julio 2021. Estoy en una especie de parque de atracciones. Voy con una pareja y una niña pequeña. Tienen prisa, subimos a una cabina de teleférico. La madre de la niña (supongo que es la madre), dice que quiere hacerse un selfie y abre la puerta cuando ya estamos en el aire. Le pide a su pareja que se acerque, la abrace, la bese, mientras sigue haciendo fotos. Están recolgados de la puerta, en el aire. Él se pone sobre ella y hace como que le pega. Una operaria (muy parecida a Amatista de la serie "Steven Universe") los ve, cree que él la está violando, para el teleférico y corre hacia nosotros. Saco la mitad del cuerpo de la cabina, agito los brazos, le digo que es una broma, que sólo están haciéndose fotos. La operaria llama por teléfono a alguien y saca una porra enorme mientras sigue avanzando hacia nosotros. Le enseño a la niña, como queriendo decir que es una familia, pero entiende que pido socorro. Le digo a la pareja que huyan. Él dice que sabe cómo arreglarlo, que huya yo con la niña. Esto es un (dice dos palabras que no entiendo). No creo que sobornarlos sea buena idea, le digo. Vete ya, dice. Me bajo con la niña. La niña se va parando en todos los puestos de la feria (se parece mucho a Amy, la niña de "La mujer pantera"). Quiero esa mascarilla, dice. Más que una mascarilla parece a la máscara de Iron man. ¿Cuánto cuesta? Después de pensarlo un poco, el chico dice: 10 euros. ¡Ni hablar!, le digo. Miro el puesto, es una heladería, pienso que sólo tienen la máscara de adorno y nos quieren timar. Tiro de la niña, la niña se aferra al mostrador, se enfada muchísimo y finalmente camina delante de mí. Pienso que es una malcriada. De repente estamos en casa. Le digo a la niña que se vaya a su cuarto castigada. Los muebles no están en su sitio, pero en el sueño parece que eso sea lo normal. Busco algo en un cajón y veo una especie de roca con un montón de escarabajos granates incrustados. Si los pongo al trasluz brillan. Noto que uno se mueve. ¡Están vivos!, grito. Alberto aparece, se lo enseño y los escarabajos saltan de la roca y corren por la casa. Alberto me mira con cara de pocos amigos pero no dice nada. ¿Qué hacemos?, le pregunto. ¿El agua de la ducha es la misma que después llega a la lavadora?, me pregunta. Supongo, respondo. Se me ha ocurrido una cosa, dice. Abre la puerta del baño y deja en el suelo la ropa sucia. Supongo que quiere que me duche y lave la ropa a la vez. El agua empieza a inundar el cuarto de baño. Hago una bola con toda la ropa y la golpeo como antiguamente hacían las lavanderas. Alguien abre la puerta, es una vecina. ¡Qué estoy desnuda!, le digo. Ni caso, se pone a contarme cosas, de fondo oigo hablar a sus padres y a otros vecinos que van llegando. Me llama la atención que el agua que ya me llega a las rodillas no salga del cuarto de baño al pasillo como si la contuviera un muro invisible.

el congreso

miércoles, 21 julio 2021. Se supone que Carmen y yo hemos ido a un congreso como acompañantes de Alberto. En el sueño Carmen tenía, además de sus dos hijas, un hijo de unos catorce años. Un rato antes había hablado con él. Se quejaba de que su madre lo cuidaba demasiado. Pues da gracias por tener dos hermanas y así sus cuidados se reparten; y da gracias también por que alguien se preocupe por ti, le digo. Nos despedimos y (los mayores) nos sentamos a desayunar en una mesa preparada como para una boda. No conocemos a nadie aunque una pareja me suena. Pienso que estudiaron conmigo, que han envejecido mal, pero no les digo nada. Carmen y yo hablamos. A mi lado hay un tipo que se ha traído la almohada de su casa y la lleva bajo el brazo. Al cabo de un rato estamos en una habitación compartida. El chico de la almohada se lo ha dejado todo desordenado. Estiro las sábanas, doblo su ropa interior y se lo dejo todo sobre su cama. No sé cómo llevo aceitunas enormes entre las manos y se me caen. La puerta se abre y salen a las zonas comunes. Intento barrerlas, agruparlas, pero todos empiezan a pisarlas como si fueran niños que juegan. Sale tanto jugo que la habitación se inunda un palmo. Una chica camina de puntillas (lleva zapatillas de ballet) y dice que es buenísimo para la piel. Aprovechad, dice mientras baila, se agacha y se unta el aceite en los brazos. Cuanto más miro las aceitunas, más creo que son uvas, pero no digo nada. Volvemos a sentarnos a la mesa, ahora para almorzar. Me llama la atención que todos ocupan los mismos asientos que por la mañana (yo esperaba conocer gente más afín). Veo a Enrique a lo lejos. Lleva el móvil pegado a la oreja con un artilugio de plástico semitransparente que me parece útil y precioso.
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Hay mucha gente en la calle. Una chica resbala y cae boca arriba. Un chico ve que va a caerle encima el café que otro lleva en un vaso de cartón, da un salto y se tumba sobre ella. El café le cae a él y le quema la espalda. La chica se enfada muchísimo, se levanta y le da un bofetón. Las calles están inundadas, el agua les llega hasta la cintura. La chica y su amiga se salpican, disfrutan del agua como si fueran niñas. Todo esto sucede a cámara lenta, como si estuviera viendo un vídeo musical cuando, de repente, todo vuelve a su velocidad normal. Mi madre está a mi lado y habla con mi hermana por teléfono. Lleva el manos libres. Oigo a mi hermana quejarse de que un compañero de clase no quiere acompañarla a casa. Se queja como si fuera una niña. Le digo a mi madre que le cuelgue, que se busque ella la vida, que no ha conseguido nada protegiéndola tanto. Fíjate, con cincuenta y un años y todavía en el instituto con problemas de adolescente, le digo. Mi madre ni me mira.
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Estoy en casa. Veo por la ventana que ha empezado a llover, que el viento ha tumbado varias macetas y un vaso verde de Duralex rueda hacia el borde de la terraza. Corro a detenerlo para que no le caiga a nadie, pero la puerta de la terraza está cerrada con llave y la reja lleva un candado. Intento abrirla a toda prisa antes de que el vaso caiga.

el sarcófago

lunes, 19 julio 2021. Llegamos a una casa antigua. Por fuera parecía un palacio, pero por dentro está vacía, llena de escombros y sin techo. En una de las habitaciones hay un sarcófago. Nos sentamos uno a cada lado. Una chica lo abre. Yo vuelvo la cara muy rápido para no ver lo que hay dentro. Alberto mira. La chica le dice que, por mirar, le ha caído la maldición. La maldición consiste en no volver a dormir.

la rejilla

domingo, 18 julio 2021. Voy con una chica a una manifestación. Pasamos por unos servicios muy luminosos (se parecen a los del colegio). También hay oficinas a lo largo de un pasillo. Llegamos a una sala grande y blanca (todo es muy blanco y luminoso) se supone que ya estamos en la calle (aunque seguimos en el edificio) por donde debe pasar la manifestación. A un lado hay mesas de trabajo. Detrás de cada mesa una chica. En el sueño consta que es una reivindicación feminista. Cada chica ha hecho algo con sus pechos (unas desnudos, otras se los han pintado, otras han cortado las camisetas para que le asomen los pezones, etc). Llegamos tarde, dice la chica que va a mi lado. Llegamos a una explanada, delante de un barco enorme. De uno de los laterales cuelgan varias personas de tirantes metálicos casi invisibles. Se supone que harán una coreografía. Reconozco a una de las chicas, es la camarera que nos sirvió la cena (a Javi y a mí). Como en un flasback, recuerdo que le dijimos que podría venir con nosotros a viaje en septiembre. Al oírlo se relajó, y pasó de estar erguida y tratarnos de usted a sentarse a nuestro lado y tomarse nuestra sopa. La chica, ahora, está colgada del lateral del barco. Sus compañeros y compañeras ya bailan en el aire. Ella se tapa la cara con las dos manos y llora. Tiene miedo, pienso. De repente estoy con otra chica en un autocar. La chica le pregunta al conductor si puede conducir. El conductor deja el volante y se sienta a mi lado. La chica (que ya va al volante) le pregunta al conductor cómo nos conocimos. Dice que era el conductor del bus del colegio y me recogía todas las mañanas en mi parada, que era una niña muy buena, la única que le daba los buenos días. Yo no recuerdo nada de eso. La chica vuelve la cabeza todo el tiempo para hablar con el conductor. Me hago a la idea de que vamos a estrellarnos en cualquier momento.
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Echo poco a poco una cazuela de atún al fregadero. Veo que la rejilla no está puesta., que la comida se va por la tubería. No sé qué esperaba. Me hecho a llorar. Todo me sale mal, digo mientras sollozo (me despierto llorando).

la visita

viernes, 16 julio 2021. Se supone que es la casa de Manuel aunque se parece mucho a mi casa. Hablamos. A ratos en el sofá, a ratos en el suelo. Va pasando el tiempo y pienso que debería llamar a casa para decir que llegaré tarde o no llegaré. De repente, es como si estuviera en el portal de Salitre, mi antigua casa. Tengo delante los buzones. Parece que espero a que llegue alguien para darle el recado, aunque en el fondo sé que solo es una visión y, aunque aparezca alguien, no podré decir nada.

el anillo del muerto

lunes, 12 julio 2021. Entro en una casa antigua con un gran patio. Ahora es un bar. Alguien dispara a un hombre con gabardina. Lo veo caer al agua, pero el agua está arriba, en el lugar del cielo. No sé si lo ha visto alguien más, incluso dudo de que sólo sea una película que están proyectando y por eso le resto baila, bebe o habla con otros. Un chico alto muy delgado se me pega, supongo que pretende ligar. Intento darle esquinazo, pero me sigue a todas partes. Desde detrás de uno de los muros del patio caen pegotes de cemento como si fuera granizo. Nos ponemos todos perdidos, pero nadie parece darse cuenta. Intento salir de la casa-bar. El chico me sigue. A la salida encontramos a unos supuestos policías que interrogan a todo el que entra o sale. Pienso que es por el muerto. El chico alto y delgado, al verlos, desaparece. Me preguntan qué me ha pasado. Les digo que junto a la casa hay un hospital en obras y se les ha debido de escapar la mezcla. ¿Qué llevas ahí?, dicen señalándome las manos. Mis manos están llenas de anillos que no son míos. Lo curioso es que sé de quién es cada uno. Nombro a cada persona (este de fulanita, este de menganita, etc). Hay uno que no sé de quién es. El anillo del muerto, pienso. Pienso que quizá el chico sea el asesino, pero no quiero delatarlo porque quizá el hombre de la gabardina merecía morir. Les digo que voy a intentar devolver todos los anillos. Vuelvo a la fiesta. El patio es ahora una sala chill out. Intento distinguir entre los grupos de chicas qué anillo es de quién. 
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Le explico a un niño con dos pelotas de goma (de esas que rebotan muchísimo) cómo se podría viajar en el tiempo. Una de las pelotas es una esfera terrestre. Por fin voy a darle uso, le digo al niño muy contenta. Le explico que cuando la luz sale de una estrella y llega a la tierra, esa luz salió antes de que siquiera pudiéramos verla y que si fuéramos capaces del volver sobre esa línea de luz hacia atrás viajaríamos en el tiempo hasta el nacimiento de esa luz. El niño dice que eso no sirve para viajar de verdad. Le digo que es un viaje para las partículas de luz, no para las personas, pero que igual que se puede conseguir que una partícula de luz viaje, quizá en un futuro podrían viajar nuestras partículas. El niño parece desencantado. No tengo telescopio, dice al fin. A su lado hay un telescopio blanco muy grande, se lo señalo. No tengo terraza, dice. Ven a la mía, le digo. Me levanto porque me entran ganas de orinar. Todo eso sucede en el kiosco Los paragüitas, que no tiene servicio. Recuerdo que está cruzando la calle. Cruzo hacia el Málaga Palacio. Hay militares por la calle armados hasta los dientes. Me doy cuenta de que voy descalza. Intento no mirarlos a los ojos. Veo a una chica entrar en un portal. Llamo con los nudillos a la puerta de cristal. ¿Sabes dónde está el servicio de Los paragüitas? No, y ahora déjame hacer caca, dice y se mete debajo de la escalera. Camino unos metros y llego al que fue mi colegio (que en realidad está en otro lugar). Entro. Han modernizado los pasillos y las puertas, en cada una hay un número. Pienso que si alguien me pregunta le diré que estudié allí y que necesitaba urgentemente ir al "gavinet" (como le llamábamos entonces). Una chica sale de la puerta número tres. Veo que es un servicio y entro (como en todos los sueños, los cuartos de baños, servicios, etc, están siempre sucios y el suelo mojado). Como voy descalza, me da mucho asco y quiero salir de allí.

defensas

domingo, 11 julio 2021. Una mujer da de comer a su hijo. Entre cucharada y cucharada toma una especie de natilla muy espesa con el pulgar y se la mete en la boca. La miro sin decir nada. Ella me mira muy seria y me dice que es (no recuerdo la palabra). También me dice bajando la voz que le pone orina a las lentejas porque es muy buena para las defensas.

arcón

sábado, 10 julio 2021. Estoy en una especie de garaje con las paredes de cristal. Se supone que es mi casa. Alguien dice que la hora de comer. Un chico que parece chino dice que quiere comer pasta. ¿Otra vez?, pienso. Mientras busco unos pantalones en una especie de arcón, pienso en cómo convencerlo para ir a comer pescado. En el arcón no reconozco ninguna prenda que sea mía. Saco unos pantalones negros que, al ponérmelos, son unos vaqueros de campana desflecados y rotos por las rodillas.

biblioteca

miércoles, 7 julio 2021. Llego a una biblioteca que parece un vivero. Veo a Chivite en una de las mesas leyendo. Paso a su lado lo suficientemente despacio para que me vea. No sé si me ve. Los pasillos de la biblioteca y el jardín están llenos de gente. No se puede avanzar. Intento salir. Busco el pelo blanco de Chivite entre la multitud. Una chica me para, me entretiene preguntándome pamplinas. Pierdo de vista a Chivite.

cardado

sábado, 3 julio 2021. Busco a mi madre por General Ibáñez. La busco intuitivamente porque las calles están vacías. Entro en una casa que resulta ser una residencia de ancianos. Veo a mi madre sentada y sonriente. Una enfermera le pasa el cepillo por el pelo varias veces hasta quitarle el cardado. Mi madre sonríe todo el tiempo.

mecano

jueves, 1 julio 2021. Elena y yo acabamos de salir de una especie de librería. Salgo tosiendo porque había una señora fumando. Elena quiere volver para pegarle. Le cuento que una niña me ha dicho que de mayor quería ser muchas cosas pequeñas y me había enseñado como muestra de que era verdad un puñado de bolitas de anís de colores (en el sueño tenía sentido). Un chico pelirrojo que parece de un país del Este nos pregunta algo. Elena y él hablan. Yo miro un edificio donde han cambiado una de las platas por piezas de mecano. Alguien me explica que ahí vive una youtuber que da las noticias y el tiempo. A pesar de tal despliegue arquitectónico, saca dos cartones con números (como en los marcadores de fútbol antiguos) que marcan la temperatura. No comprendo nada. Vuelvo a la conversación con Elena. Hablan del precio de los libros. El chico pelirrojo dice que quince euros por libro no está mal. Opino que si costaran sólo cinco se venderían muchos más. El chico se despide al cabo de un rato. Ahora lleva una chaqueta que le queda grande. Visto desde lejos parece un señor antiguo, le digo a Elena. Justo eso, responde.

help

lunes, 28 junio 2021. Estoy delante de mi propia tumba. Sobre ella hay juguetes, joyas, relojes. Un tipo llega e intenta llevarse algo. Le digo que todo lo que hay ahí es mío. Voy a llevarme los muñecos para que no me los roben, le digo. Claro, que no te van a robar las joyas, dice y se ríe. Lo recojo casi todo y lo meto en el bolso. Claro, que el bolso no te lo pueden robar, dice ahora. Nos sentamos a hablar. Me cuenta que le gustaría ser manager de un cantante negro, pero no sabe cómo se hace. Extiende delante de mí un montón de lo que parecen estampas arrancadas de un álbum. Cojo una, llamo a alguien para convencerlo de que debe contratar al músico de la estampa. Me cuelgan. Pues tenías razón, no es fácil ser manager, le digo. Después decimos cada uno que canciones nos gustaría que sonaran en nuestro funeral. Coincidimos en casi todas. Le digo que la primera de debería sonar sería Help. Nos reímos.

peluca

domingo, 27 junio 2021. Mi abuela camina delante de mí como si fuera una jovencita. le digo que tenga cuidado. Echa a correr, se asoma a un precipicio y salta. La veo caer. En el momento de estrellarse contra las rocas pienso que es un muñeco de trapo al que han puesto una peluca.

psicodelia

viernes, 25 junio 2021. Especie de sueño psicodélico en el que yo era una mancha de colores que envolvía a Oeste. Sin música, sin sonido siquiera. Sólo imagen.

caída

lunes, 21 junio 2021. Estoy en la azotea de un edificio. Una chica salta de muro en muro. Mira hacia la calle. Ni se te ocurra, le digo. Pero la chica salta. Lleva un mono estilo Lady Bug pero de leopardo. Cae al vacío, patalea y antes de estrellarse se agarra a un muro. Bajo a toda velocidad por las escaleras. Me encuentro a varias niñas que salen en ese momento. Se supone que es un bloque recién construido y todas las familias acaban de mudarse, así que no sé cómo se han hecho amigas tan rápido. llegamos al sótano, hay sábanas tendidas. Vamos a jugar a redes y pescadores, dice una de las niñas.

amatista

miércoles, 16 junio 2021. Estoy al borde de una piscina muy rústica, hecha de obra. Se me cae una cuenta al fondo. El agua está muy fría y no sé si seré capaz de meterme para recuperarla. Deseo que la piscina se vacíe y se vacía. Cojo la cuenta y la meto en un zapato para no perderla.

venecia

lunes, 14 junio 2021. Subo a la primera planta de un restaurante por una escala pegada a la pared. El techo está muy bajo y hay que andar a gatas. Llego a una mesa enorme donde el dueño sirve hojas de parra rellenas y me pregunta de qué color prefiero el agua. Color agua, respondo pensando que se trata de agua para beber. Se ríe y señala a mi izquierda. Estamos al borde de lo que parece un canal de Venecia, pero con oleaje. El agua va cambiando de azul a verde.

caída

miércoles, 9 junio 2021. Estamos en la terraza planeando una excursión. Alberto dice que habrá que tener cuidado porque el camino está cubierto de nieve. Siento como la terraza da un frenazo y caigo hacia adelante por encima de la barandilla. Quedo colgada. Llamo a Alberto a gritos para que me agarre de los pies y tire de mí.

pelo de fibra óptica

martes, 8 junio 2021. Daniel tiene las puntas del pelo con luces rosas (como las lámparas de fibra óptica). Tú que eres médico, ¿cómo explicas esto?, le digo a Masip. Masip se levanta ceremoniosamente y, en vez de acercarse a mirarle el pelo, se pone a oler las flores de las macetas.
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Estoy en algo parecido a un colegio mayor. Tengo prisa y no me he duchado. Busco una ducha, encuentro una junto a lo que parece la recepción. Nadie se fija en mí. La ducha es un tubo flexible (junto al inodoro) que sale de la pared. El agua sale a presión. Le paso un agua al inodoro que está bastante sucio. Cuando por fin voy a ducharme entra una pareja mirándolo todo, como quien mira un piso en alquiler. No reparan en que estoy duchándome.

lluvia de estrellas

lunes, 7 junio 2021. Se supone que estamos en la casa de mi abuela (aunque la casa no se parece en nada). Se hace de noche de repente. Aparecen estrellas fugaces, las constelaciones cambian de forma sincronizadamente, etc. Mi hermana es una niña y se acurruca entre mis brazos emocionada para ver el espectáculo sentadas sobre el césped del jardín. Cuando acaba me despido de mi abuela y mis tías. Le digo a mi hermana (que de repente es mayor) si se ha despedido. Ni caso. Pasamos por delante de un kiosco. Mi hermana dice que va a comprar unas cosas. Venden como souvenir un colgante con tu foto en una piedra. Mi hermana dice que comprará una para mi madre. Cuando la chica va a ponerse manos a la obra, le digo que no, que mi madre no querrá eso para nada, que no compre cosas inútiles, que ahorre. Mi hermana se enfada muchísimo, se tira la suelo, dice que le he llamado gorda, que no la dejo comer. Según lo dice va engordando cada vez más como la niña arándano de Charly y la fábrica de chocolate.

herencia

domingo, 6 junio 2021. Mi madre dice que la pasada noche pusieron en la tele un documental sobre Cantos donde contaba que había heredado dinero de un amigo que murió y había creado un canal de Youtube donde enseña a cocinar.

descarga eléctrica

sábado, 5 junio 2021. Voy en autobús. Se hace de noche de repente y el autobús se para junto a un paseo marítimo. Andrés aprovecha para gastar una broma: junta dos cables para que los que no lleven zapatos sientan una descarga (sólo yo llevo unas chanclas de goma). La descarga se descontrola y todos caen electrocutados. Cojo a Darío (su hijo, mi sobrino) en brazos y trato de tranquilizarlo. Pesa muy poco, noto sus huesos entre mis brazos. Voy a cuidarte siempre, le digo.
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Un microbús avanza al borde de un acantilado. Aparca para que podamos tomar unas fotos. Sólo me he alejado un par de metros cuando se pone en marcha. Cuanto más corro hacia el bus, más lejos estoy. Camino hasta casa de mis tías (que nos e parece en anda a su verdadera casa). La veo cenar tranquilamente mientras ven la tele. Entro por una ventana y me siento a oscuras en el salón, para no molestar.
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Al pasar por delante de lo que parece una atracción de feria, una señora me grita que tengo que devolver los ochenta mil dólares que pedí a Estados Unidos para nosequé tratamiento. No sé de lo que me habla. La gente que pasa a mi lado me mira con asco. Cuando, por fin, le digo (para quitármela de encima) que sí, que ya se lo devolveré, la veo reírse con un señor muy gordo detrás de la atracción. Ha picado, dicen, se abrazan y ríen.
+
Mi hermana es enorme, tiene la cabeza rapada y del tamaño de un melón gigante. Dice que le ha salido una mancha en el ombligo y que irá a una clínica de estética a borrársela. Le digo que a mí me salió una cuando tomé salvia y ahí sigue, que no vaya a gastar dinero para nada. Por su cara deduzco que ya se lo ha gastado.

lycra y pelo

viernes, 4 junio 2021. Laetitia Casta va a dar una lectura de poemas. Llega con su novio. Me parecen el horror (ella enfundada en mallas de lycra; él con chándal blanco y cadenas). El suelo de la sala está lleno de pelo. Barro todo lo deprisa que puedo. En un rincón está Cela escribiendo en un cuaderno. ¡No levantes polvo!, me dice.

sala blanca

lunes, 24 mayo 2021. Grupos de personas caminan por la calle como en la película El congreso. Mi madre me presenta a Yul Brynner. Mientras caminamos hablamos de que la manera de vivir el sexo es lo que diferencia a las sucesivas generaciones. Yo soy del 64, ¿de qué año eres tú? Tarda en responder, pienso en su coquetería. Del 54, dice al fin. Sé que, de estar vivo, sería mucho más mayor pero no digo nada. Seguimos caminando. Sonia se acerca, dice que un grupo de amigos de distintos países (por lo tanto hablan distintos idiomas, recalca) quieren ver una exposición sobre exploradores que hay en la Sala Blanca. Ya la he visto, son retratos a lápiz de exploradores muy mal hechos. Avanzo entre el grupo, que cada vez es más grande y cada vez más ordenado (en fila de ocho). Un tipo, al pasar por su lado, mete la mano por debajo de mi jersey y me rasca la espalda. Qué gustito, digo. Él, al notar que no llevo sujetador, la saca con asco. Lo ves, Yul, le digo mentalmente, este es de la generación fetichista. Veo a Blanco y Pacho entregando muestras de saliva en un kiosco. Es para volver, dicen, aquí te hacen la prueba gratis. Sigo avanzando hasta adelantarlos a todos, entro una sala donde se exponen huesos y restos de libros. En una caja hay marcapáginas. Cojo uno con fotos de casas para Francis y otro con forma de faro para Marqués. Entro en una sala vacía muy blanca. Hay huecos, me voy metiendo por cada uno, vuelven a llevarme al mismo sitio. Uno de ellos es un tubo por el que me dejo caer (de nuevo a esa sala). Me gusta tanto que me lanzo varias veces antes de que llegue todos. Cuando los oigo, salgo por un hueco que hay en el techo. Por aquí no podrán seguirme, pienso.

pequeño salto

domingo, 23 mayo 2021. Parece que volvemos de compras. Yo llevo una bolsa en cada mano. Alberto dice que todavía queda alguna compra más por hacer. Le digo que no puedo más, que lo espero en casa. Doy un pequeño salto y me elevo (quizá demasiado alto). Veo la ciudad desde arriba. Las bolsas me desestabilizan el vuelo. Se acercan unas nubes grises. No sé si seré capaz de sortearlas (falta de entrenamiento, pienso). Pienso si tirando las bolsas o parte de lo que contienen volaría mejor. Pienso que al solar lastre me levaría aún más y no es eso lo que quiero. No sé qué hacer. Pienso en Masip cuando dice que, si volara, volaría tan mal como vuelan los murciélagos.

lagarto y mantas

jueves, 13 mayo 2021. En la terraza de y madre hay una maceta muy rara. me acerco. Veo una especie de lagarto pequeño. Me parece que tiene la piel muy seca (la tierra sobre la que está, también). Le echo un poco de agua. El lagarto se vuelve enorme, parece una berenjena, y pone un huevo igual de enorme color barro. Mi hermana me distrae un momento contándome que su novio le debe dinero, y cuando vuelvo a mirar la maceta, el lagarto no está. La terraza se ha convertido en un dormitorio muy desordenado. Joan está durmiendo en un catre bajo muchas mantas. Lo despierto. El lagarto ha escapado, le digo, tenemos que irnos. Cojo las mantas y salimos. Pesan mucho, no puedo con ellas. Joan me ayuda. Vamos por la calle, no sabemos dónde. Decido deshacerme de las mantas. Joan me abraza. Ojalá vi vivieras más cerca, le digo.

pienso

martes, 11 mayo 2021. Estoy en lo que parece la consulta de un médico. Saca un tubito dorado del cajón y me lo mete por la nariz. Aquí no hay nada, dice. Después saca un saco enorme que parece de pienso (muy parecido a las semillas molidas de lino que me regaló Sonia) y dice que me lo tome cada ocho horas (no queda claro si el saco entero, una cucharada, etc). Como me parece que está loco, no pido explicaciones y me voy.

vacas, vaquerizo

lunes, 10 mayo 2021. Estoy en un salón enorme donde parece que se celebra una fiesta. Todo es muy blanco, paredes, manteles, la ropa de los invitados. Alguien dice que en unas mesas más allá acaba de sentarse Donatella Versace. Miro. Veo a una señora parecida a Dolly Parton junto a un hombre parecido a Allen Baldwin junto a alguien que se parece a Glenn Close. Sólo se parecen. Miro a mi alrededor y todos y cada uno se parecen a algún famoso de Hollywood. De repente estamos en una especie de cine de verano. Proyectan un documental, se supone, reivindicando el femimismo. Una chica dice que sus mejores genes muy masculinos. Me levanto y digo al público que eso es supermachista. El público me aplaude como loco. Un chico bajito me llama. Sin pensármelo lo sigo, agachada para no tapar la pantalla. Entramos en una habitación a oscuras. Caigo en la cuenta de que no sé dónde me he metido, que me ha podido el ímpetu del aplauso. Una chica y un chico vestidos de negro con la cara pintada de tigre hacen un baile a mi alrededor como si me atacaran. Les sigo el cuento y bailo con ellos un rato pensando que es una performance que proyectarán después (hay algunas cámaras en las paredes). Cuando me canso salgo sin que se den cuenta. Quiero ir al servicio, pero no sé dónde está. Le pregunto a un chico en silla de ruedas. Me dice que tengo que pagar y señala una lata sobre una mesa. Recuerdo que llevo siempre encima 50 céntimos para los carritos de supermercado. Voy a buscar mi bolso (está tirado en el alcorque de uno de los árboles que hay en la acera). Echo la moneda en la lata, vuelvo a preguntarle dónde están los servicios y el chico se ríe a carcajadas. Un señor de blanco me indica que los servicios están detrás. Me acompaña y muestra un tubo de tela (el viento hace que vuele sobre nuestras cabezas). No sé si todos están locos o me están tomando el pelo. No sé bien dónde voy. Veo a un chico paseando a su perro. Le digo que tenga cuidado, que debajo de ese coche hay una boa enorme. La boa sale convertida en una familia de tigres. Nos persiguen. A media persecución se transforman en vacas. Llegamos a una zona donde han colocado tubos con concertinas. El señor de blanco de antes coloca sobre ellas una barra metálica que hace que me deslice sin sufrir siquiera un rasguño. Las vacas quedaron atrapadas. Intento sacar una. La saco y me la llevo. La vaca es muy pesada, tengo que tirar de ella entre el tráfico. Entre los coches veo a Mario Vaquerizo. Mira lo que traigo, le digo. Él le acaricia el hocico que rezuma baba. No comas carne de vaca, por favor, le pido, acuérdate de los priones, ya nadie habla de ellos pero siguen ahí. Mario me mira muy sorprendido. Miro hacia la vaca y se ha convertido en una maleta. A la maleta le falta la tapa y mi ropa está al descubierto. Le pregunto a Mario la hora. Alberto estará ya en el hotel esperándome, pienso. Corro con la maleta abierta por la calle.

uñas de gato

domingo, 9 mayo 2021. Varias chicas se hacen una foto de grupo. Algunas tienen el pelo blanco. Todas son mucho más jóvenes que yo. Ahora que están de moda las canas debería dejar de teñirme, pienso. Mejor el próximo año, pienso. 
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Estamos en lo que parece un supermercado, pero no tiene paredes ni techo, sólo frigoríficos tipo cofre abiertos. Dentro hay de todo, desde comida congelada a cables. Alberto mete en el carro un tubo flexible de veinte centímetros. Le pregunto para qué queremos eso. Para cambiar la ducha, dice. Lo acompaño como si fuera un niño pequeño para que lo devuelva. Ni necesitamos cambiar la ducha, si ese trocito de tubo nos serviría para nada, le digo muy dulcemente. Volvemos del brazo, sin comprar nada por el prado que es el supermercado. ¿Y si en vez de tréboles pusiéramos en casa uñas de gato? Le parece una idea extraordinaria, se pone contentísimo. Entramos, a la que se supone es nuestra casa, trepando por la terraza. Nos cuesta mucho porque mientras intentamos subir nos reímos a carcajadas.

abejas

sábado, 8 mayo 2021. Son las ocho y media y creo que he quedado con Antonio a las nueve para ir al cine. Intento llamarlo para preguntarle, pero no recuerdo su número. Hay un teléfono de baquelita en la pared del pasillo. Llamo a mi tía E. Le pregunto si sabe el número de Antonio. Me lo dice, e inmediatamente se pone a hablar de otra cosa. Mientras habla, desde ese mismo teléfono, llamo a Antonio, le pregunto a qué hora habíamos quedado. A las ocho, dice muy flojito. ¡Pero si son las ocho y media! Sí, estoy en el cine. Pienso que me está gastando una broma porque lo he llamado al fijo de casa de su madre. No digo nada. Él sigue hablando y voy quedándome dormida en pie, en el pasillo. Su voz se va convirtiendo en un zumbido de abejas.

conejito rosa

miércoles, 5 mayo 2021. Bajo al bar de un hotel (se supone que estoy en Edita). Al fondo veo a Alberto, Uberto y a una chica embarazada. La chica se queja de que lleva más de una hora esperando. Pienso si salir a comprar algo para su bebé y recuerdo un conejito rosa que vi en Dunnes Stores. Si fuera niño, tampoco tiene nada de malo jugar con un conejito rosa, pienso. Comienza a llover muy fuerte, una cortina de agua no deja ver la calle. No hay conejito, pienso y m siento. Una chica me da unos cuantos pins. Son para la lectura, dice. Me pongo uno muy bonito de un vaso de cerveza. Como si me leyera el pensamiento, me rectifica: es una caña porque la lectura va a ser la caña. Tiene una lata de galletas con fotos que va a proyectar. En una salgo montada en un burro, feísima. Me echo a reír. No recordaba esta foto, le digo. También hay recordatorios de comunión y crismas dedicados iguales a los míos. Sospecho que la lata es mía.

tres chupitos de tequila y un coloquio

lunes, 3 mayo 2021. Salgo de lo que parece un bar. Las callejuelas están encaladas, son estrechas y oscuras. Otras personas también vuelven con prisa a sus casas. Será por el toque de queda, pienso. La ropa que llevo no sé si es mía (una falda corta de florecillas y unas botas de tacón). Como no sé dónde estoy decido volver. Elisa y Andrés están en el porche de una casa. Les pregunto dónde estamos y qué ha pasado porque no recuerdo nada. Andrés me da un papel escrito a máquina. No sé si es un poema o un jeroglífico. Se supone que está escrito entre varias personas (Blanco, Pateta, Purranki). No entiendo ni recuerdo nada. Elisa resume: tres chupitos de tequila. ¿Tanto hacen?, pregunto. Si nunca tomas tequila, sí. Tengo que volver a casa. Me acompañan. En vez de ir por la calle atravesamos tiendas. Una de ellas por encima de un expositor con cerámica y vidrio. Parecemos gatos, no rompemos nada. El vendedor intenta que compremos algo. Nos ofrece un jarrón de Sargadelos. En ese momento me suena el móvil y lo uso como excusa. Salimos por una ventana a la acera, frente al Málaga Palacio. Abro el móvil y en vez de ver quién me llama aparece un plano con una luz amarilla parpadeante. Andrés dice que eso significa que la persona que me llama está muy cerca. Tengo que volver a casa cuanto antes, le digo.
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Paso por una cafetería y veo a Luciano en una mesa, solo. Está de espaldas, tiene el pelo completamente blanco. ¿Tanto hace que no nos vemos?, pienso. Me siento a unos metros, quiero que se vuelva, me reconozca y que se lleve una sorpresa. Lo hace, viene a mi mesa, abre su portátil y participamos en un coloquio sobre literatura creativa. El moderador, desde la pantalla, pregunta si creemos que todo es autobiográfico. Los dos asentimos. De algún modo, cualquier cosa que escribamos se convierte en autobiografía, decimos casi al unísono.