estorbo

sábado, 31 diciembre 2022. Estoy en una casa muy desordenada. En el salón hay una pila de piedra (debería estar en el lavadero) de la que, cuando se abre el grifo, el agua sale disparada hacia todas partes menos hacia abajo. Ahora entiendo que todo huela a humedad, pienso. El cuarto de baño también está muy sucio. Me da asco usarlo, pero no sé por dónde empezar a limpiar. Mis padres entran y salen, y me hablan a la vez. No sé qué dicen. ¡Queréis dejarme en paz un momento, por favor!, les grito. ¡La que tiene que dejarnos en paz eres tú!, grita mi padre.
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Salgo de un bar con un grupo (solo conozco a Elisa y Andrés). Es muy tarde y tengo el coche aparcado muy lejos. Quiero pedirles que me acompañen a casa, que Elisa fuera en su coche y que Andrés condujera el mío porque es nuevo y temo darme un golpe. No sé cómo decírselo. Según nos acercamos a mi coche, peor me siento.

cajoncitos y medallitas

viernes, 30 diciembre 2022. Vivimos en el bajo de un edificio antiguo muy bonito. La casa tiene dos cierros que dan a la calle. Oigo que empieza a llover y me asomo. Veo que han dejado lo que parece un escritorio junto a los contenedores. Me da pena que se moje. Salgo a verlo de cerca. En realidad es una mesa de trabajo de zapatero. Se lo digo a Alberto. Dice que no nos caben más cosas en casa. Al menos me traeré de recuerdo uno de esos cajoncitos (planos, cuadrados, con tiradores de metal). Mientras voy a por ellos, una pareja se ha metido en casa. Alberto consigue sacar al chico. Yo intento convencer a la chica de que salga, pero acabo agarrándola de las muñecas y forcejeando con ella. le digo que no quiero hacerle daño, que se vaya. Mientras, su pareja y Alberto charlan amigablemente sentados en el escalón.
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Oeste y yo caminamos por la calle. Saca un colgante de plata del bolsillo y me lo da. Tiene forma de esfera abollada. También leva dos medallitas azules parecidas a la que me dio mi abuela de niña. Le pregunto si es la que yo le di. Dice que una sí, que la mandó limpiar y que debo tenerla yo. Hablamos mientras nos encaminamos a una estación enorme. Camina muy rápido delante de mí, se aleja. Veo la escena desde muy arriba. Manejo un artefacto con ruedas y antena (del tamaño de una caja de zapatos) que se abre paso entre la gente. Se supone que ese artefacto soy yo y en el momento que alcance a Oeste, estaré a su lado.

menudo festival

jueves, 29 diciembre 2022. Se supone que hay un festival de cine en Málaga y han reabierto cines de los que no quedaba siquiera el edificio. Me desplazo por la calle como si fuera sentada en una silla de ruedas pero, no hay silla, voy en el aire. Llevo un vestido que parece una funda de almohada con tirantes (no llevo nada debajo, creo que influida por la película que vi anoche Venus se hizo mujer). Se supone que el vestido me lo he hecho yo y pienso que voy muy elegante. Cuando llego a la puerta del cine, una señora tiene un montón de monedas en un cesto (no estoy segura de si es la cuidadora de los servicios). Pregunto si hay que pagar con monedas. Dice que prefiere que le dé un billete de cinco, se lo do y me devuelve cinco monedas de un euro. Todo parece de lo más normal. La sala empieza a llenarse (solo tiene cuatro filas). Se me acerca una chica, me pregunta en qué consiste el trabajo de alguien que quiere ser procuradora. No tengo ni idea, pero pregúntale a los príncipes de Gales, que acaban de entrar en la sala y además hablan inglés mejor que yo.

troll, grulla y popelín

miércoles, 28 diciembre 2022. Alberto, Daniel y yo estamos en casa de Chivite. En el piso de arriba hay una habitación enorme muy desordenada. Alberto y Daniel duermen en una cama cuadrada enorme. Mi madre aparece y nos da un plumero con el palo muy largo. Así podéis llegar a lo cuadros más altos y el reloj. Chivite y yo quitamos el polvo sin ganas. Cuando mi madre se va satisfecha, me siento sobre él y le miro el pelo como si buscara piojos. No puedo creerme que tuvieras el pelo negro, le digo mientras le doy tirones y lo peino hay arriba, como a un troll.
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Estoy en casa de mis padres. El salón está desordenadísimo. Mi padre está tratando de hacerse un nido en el sofá. Me grita que le lleve un taburete plegable. Voy a por él. Él sigue gritando, dando órdenes. El taburete es de playa con la tela amarilla (nunca lo había visto). Quiere usarlo de mesilla de noche. Llegan mis tías con una vecina y su nieto. Me da vergüenza que vean la casa así (aunque no sea mi casa). Quieren que oigamos cantar al niño. Mi tía Encarna canta a la par que él. Mi tía Mari la encierra en el que fue mi cuarto para no oírla. El niño desafina una barbaridad. Entro en mi cuarto para consolar a mi tía Encarna, le digo que el niño canta como las grullas. Nos reímos.
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Estoy en un supermercado en el que parece que haya entrado un tornado (todo está amontonado en el suelo sin orden alguno). Hay salchichas congeladas en un estante, fuera del frigorífico, también unos pulpos que no parecen pulpos y que han congelado con las patas extendidas, como si fueran estrellas de mar. Llevo poco o nada en el carrito. Una flecha indica que la perfumería está en otra planta, pero en realidad está en otro edificio. Bajo a la calle por una rampa mecánica. Una chica marca mi carrito con una pistola que lee los códigos de barra. Si va al otro edificio tiene que comprar algo obligatoriamente, y la salida es por otra calle (información que me parece absurda). Recorro un túnel y salgo a la calle. Hay más gente con carritos. Decido echarles una carrera. Lo empujo, apoyo la barriga en la barra y avanzo a toda velocidad. Al llegar a un semáforo, un tipo muy alto me saluda afectuosamente. ¿Nos conocemos?, pregunto. Me llamo... (dice un nombre extranjero, pero no recuerdo cuál). No nos conocemos, no, le digo y comienzo a cruzar. Es bisexual, dice una señora al pasar por mi lado. El tipo se excusa aclarando que lleva tres años sin pareja. Yo llevo cuarenta y dos años con la misma persona, le digo. Él se asombra muchísimo, tanto que empuja sin querer a una chica que va delante de nosotros. La chica cae. ¿Qué es el popelín?, pregunta a la chica mientras la ayuda a levantarse. La chica no sabe. Su blusa es de popelín, les digo y los dejo en lo que parece el principio de un idilio.

castillitos

martes, 27 diciembre 2022. Elisa nos ha invitado a toda la familia a ver su nueva casa. Tiene varias plantas y está decorada como un castillo medieval. Andrés ha colocado en la puerta adornos budistas donde dejar peticiones. Me pregunto cómo recordarán todo eso los niños cuando sean mayores. ¿Qué pensará Nadia de todo esto cuando sea mayor y viva en un piso de cincuenta metros cuadrados? A nadie le hace gracia mi pregunta, me miran mal. Salgo a uno de los balcones. El paisaje desierto, zonas donde construyen otros castillitos como ese. En uno a medio hacer, un padre y un hijo juegan. El niño va en una moto pequeña, salta la valla y cae al vacío. No sé si mirar. Miro. El niño sigue conduciendo su moto y el padre animándolo a que vaya más rápido.

banqueta amarilla

lunes, 26 diciembre 2022. Voy por la calle y me entran ganas de orinar. Se supone que cuando pasa eso entro en un edificio años 70 y uso el servicio de un piso vacío y abierto que hay junto a los ascensores. Entro, todo está oscuro pero se nota que hay alguien dentro. Camino a tientas, reconozco la cabeza de Alberto. Toco una más. Eres Emilio, lo he sabido por la hendidura en la mandíbula. Se ríe. Entro al servicio. Al salir, el piso está encendido y se ha convertido en una tienda de decoración. Hay una banqueta de anea pintada de amarillo. Le doy la vuelta para ver el precio. Mi prima Cristina dice que yo tenía razón, que es muy endeble, además, sería más bonita al natural, sin pintar. La dejamos en su sitio. Mi prima lleva una bolsa de papel con flores (se supone que la ha robado) y yo una bragas enormes con letras. Una dependienta se nos acerca. Pienso que va a detenernos, pero nos dice que para lo que hemos comprado dan unas bolsas especiales. Las cogemos sin decir palabra y salimos de la tienda por una gatera cuadrada que hay en la puerta.
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Voy por la calle con un tipo (no lo conozco). Oímos jaleo y nos volvemos. Detrás de nosotros camina Cristina Pedroche. Un tipo que parece un guiri borracho, la topa de los hombros y le vomita, con tal mala suerte que ella se agacha y el vómito me cae a mí. El tipo cae al suelo (no sé si mareado o de la risa). Dudo si darle una patada. Se la doy, pero muy flojito. El tipo que va conmigo dice que va a vengarla porque Pedroche estaba en su colegio y le gustaba. Pienso que a quien debería vengarme es a mí.
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Alberto y yo vamos en el metro. Está a punto de salir cuando notamos una especie de ola (el vagón hace una ese como si fuera de goma). Por megafonía avisan de que en la calle hay disturbios, que el tren no saldrá, que podemos esperar dentro a que pasen o salir a unirnos a ellos. Son la marea, pienso.

taj mahal

domingo, 25 diciembre 2022. Llaman a la puerta de la casa de mis padres. Son Faemino y Cansado. Faemino dice que se ha dejado una cosa y señala, desde el descansillo, el suelo de la cocina. Debajo del carrito camarera plegable veo una postal del Taj Mahal. ¿Es tuya?, pregunto. Me la dejé el otro día, responde.

la rebelión de las cebras

sábado, 24 diciembre 2022. Salgo del dormitorio con un libro. Alberto me pregunta qué libro es. Le digo que no tengo ni idea, que solo lo compré porque traía de regalo el último de Vonnegut. Abro el libro y saco un tomo finito que se titula La rebelión de las cebras. Se lo tiendo a Alberto. No lo ponen bien, dice. Me da igual, respondo.

viajeros

viernes, 23 diciembre 2022. Se supone que estoy en un país del este. Voy por dentro de un edificio (parece una antigua iglesia) en un coche de madera muy rústico (las maderas con barbas, sin lijar siquiera; las ventanas sin cristal). Al fondo hay unos tipos entrenando con pistolas y dianas. Uno se me acerca y dice, con muy malos modos, que me vaya de allí. La palanca de marcha atrás está en el techo del coche. De repente estoy en una tienda muy cutre y busco algún souvenir para llevar a los amigos. Solo hay cosas rotas y polvorientas. Hasta los chicles parecen caducados y ni siquiera están escritos en su idioma (todo está en inglés). Veo unos marcapáginas. Este para Loli, le digo a Alberto. Alberto dice que si le llevo algo a Loli tendré que llevarle a todas las amigas. No importa, no pesan nada. Unas chicas se me acercan, quieren comprar tazas de recuerdo. les digo que compren regalos que no pesen y no se rompan porque tratan muy mal las maletas. Otra chica me habla en un idioma extraño (aunque la entiendo) y me dice que compre ropa, que eso no se rompe nunca. Me tiende un cuello de lana blanco con dibujos geométricos, hecho a mano, pero está usado y roto. Veo un neceser de plástico transparente con utensilios del siglo pasado. Pienso en si Javi se reiría al verlo o preferiría un bolígrafo de madera (seguramente seco) que parece un buril. Alberto y Salvatore están al fondo de la tienda tomando algo. me hacen señas para que me dé prisa. Decido no comprar nada. Total, al único que le gustaría algo de esa tienda sería a Andrés, pienso.

ecos del mundial

jueves, 22 diciembre 2022. Estoy en una especie de instituto de un país árabe. No sé muy bien qué hago allí. Le digo a una chica que prefiero volver a casa. al momento la chica me dice que tengo una llamada de Alberto y me pasa un móvil. Una voz con acento extraño dice que me quede y me da instrucciones precisas de lo que tengo que hacer. Mientras lo oigo hablar bajo las escaleras y salgo al patio del instituto donde unos hombres con túnicas le dan patadas a un balón. Lo hacen muy mal, sospecho que están disimulando mientras me vigilan. No eres Alberto, le digo a la persona que me habla por el móvil. En ese momento los hombres se abalanzan sobre mí.
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Tengo una lectura. La presentadora me espera a un lado de la sala, se apoya en la pared y charlamos durante un rato sobre el libro. Pasado el tiempo, oigo aplausos y el público (al que no he visto) sale de la sala y me felicita. Una señora me dice que le enseñe a bailar. Otra se quita el sujetador (no sé si para dármerlo). ¡No hemos subido al escenario y hemos hablado sin micrófono!, le digo a la presentadora que, cierra la puerta y pide al público que se siente. El público vuelve a sus asientos. Les pido disculpas. Vuelven a aplaudir y se van.
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Mi sobrino Darío vuelve a ser un niño. Va con ropa Heavy en un triciclo que parece tener un motor. Vamos los dos montados y vamos muy rápido, bajando cuestas de un pueblo empedrado. Vemos pasar a una niña corriendo. ¡Mira, es mi madre! Me alegra verla de niña. Pienso si mi manera de correr se parece a la suya. Llegamos a una explanada con vistas a un barranco. Creo que es el Barranco del Abogado, le digo a Darío, pero Darío ya no está. Una señora con dos hijas que pasa por allí, me dice que esa zona era próspera, pero han cerrado los restaurantes. Veo tres restaurantes cerrados y en ruinas (uno de ellos aparecía en un sueño de hace años).

tela inocente

miércoles, 21 diciembre 2022. Alberto dice que vamos a comprar un coche. Llegamos al parking de unos grandes almacenes. Digo llegamos porque se supone que vamos los dos, pero voy yo sola en asiento de atrás de un coche que parece de cartón. Voy pensando que ya podría comprar de paso una tela inocente para hacerme un vestido y cambiar de look. El coche aparca solo junto a un montón de rollos de tela (el parking parece un almacén desordenado). Subimos a un ascensor que sólo tiene dos paredes. Comienza a moverse en todas las direcciones (como en la película Cube). Se para un momento, Alberto cree que hemos llegado y baja por uno de los lados que no tiene pared. Lo veo caer al vacío. Esta vez se ha matado de verdad, no como aquella vez que solo era un sueño, pienso. Me asomo y ha caído en una plataforma. Le digo que lo espero en el coche, justo antes de que el ascensor salga otra vez disparado en otra dirección. De repente me veo a mí misma (soy rubia y llevo un vestido de tela inocente) sobre la plataforma donde estaba él, alguien abre una puerta, me abraza y me consuela. ¡No es Alberto!, me grito a mí misma. De repente estoy en una casa construida directamente sobre la arena, un tipo me cuida. Otros dos tipos me traen el desayuno. Noto algo raro en ellos. Saco una nota del bolsillo de un vestido de tirantes (igual a uno que tenía de niña). Es una nota del verdadero Alberto donde me dice en clave que tengo que escapar. Los tipos me preguntan qué dice la nota. Les digo que nada, que ya la estudiaré más adelante. Nos sentamos a desayunar. Estoy de frente a la puerta de entrada (ellos de espaldas). Puedo ver a Alberto a través del cristal esmerilado. Pienso en cómo y cuándo podré escapar.

marrón

martes, 20 diciembre 2022. Llegamos tarde a un festival de poesía. Una azafata nos indica que es en el salón de actos. Es un salón enorme, casi como un estadio de fútbol. Buscamos dos asientos libres en primera fila. Un tipo saluda y se sienta a mi lado. Es Pepe Navarro. Supongo que cree que mi cara de sorpresa es otra cosa e intenta besarme. Lo empujo y le digo que se aleje de mí todo lo que pueda. Empieza a llegar gente, no quedan sitios libres y se colocan de pie delante de nosotros. Justo delante de mí, el Hermano Pepito (fossor del cementerio de San Miguel) que con su anchura me tapa el escenario (solo veo su hábito marrón). De repente estoy entrando en casa de mi abuela. Mi madre me recibe alegremente en el jardín. Tu hermana acaba de llegar, dice contenta. Al entrar, entre la mesa de comedor y el sofá hay un colchón en el suelo y, bajo las mantas, mi hermana con Pepe Navarro Los dos muy sonrientes. Navarro, al reconocerme, me jura que no sabía que era mi hermana (como si a mí me importara). Mi hermana se levanta feliz y comienza a arreglarse porque ha quedado con su amiga Silvia. Las dos llevan vestidos de flores muy llamativos hasta los pies y cintas en el pelo. Parece que vayan disfrazadas.

cerebros flotantes

lunes, 19 diciembre 2022. Alberto, Salvatore y yo comemos en un restaurante. Nos ponen una sopa muy aguada con cuatro bolitas de carne picada cruda flotando. También un plato de champiñones crudos. La sopa me da mucho asco porque parecen pequeños cerebros flotantes. El cocinero sale, se sienta a mi lado y pregunta qué tal todo. Le respondo con ironía, pero no la recoge. Dice que tengamos cuidado con la carretera. Un grupo espera (completamente pegados a mi espalda) que dejemos la mesa libre. Le digo a Alberto que deberíamos llevarnos al menos los champiñones ya que no hemos comido nada. Le digo a Salvatore si los quiere para la cena. Dice que Carmen nos quiere mucho, a las niñas (las niñas, se supone, son Ángeles y nené) y a mí, pero no come sobras. De repente ya estamos en casa (la de mis padres). Precisamente Emilio, Ángeles y Nené están allí. Mira lo que sabemos hacer, dicen Ángeles y Nené, y se convierten en dos bebés con la cara de porcelana. ¡Tenéis caras de Vírgenes!, deberíais tener una niña porque sería preciosa, les digo. Cojo a Ángeles en brazos y la llevo de paseo por la Alameda. Los mira todo como si fuera la primera vez que sale. Dentro de un camión aparcado hay merchandising de Doraemon y dibujos animados. También un globo que da vueltas en la cabina del conductor. La asomo a la ventanilla para que lo vea. Aparece el dueño. Nos quiere enseñar el remolque, que en realidad es un coche enorme negro acoplado en sentido opuesto. Del remolque salen varios tipos vestidos negro. Os los voy a presentar, dice muy contento. Dice que son músicos y que están encantados de estar en Málaga, que les encanta el desierto. Creo que confundes Málaga con Almería, le digo. Uno de ellos me da dos besos, me pone el brazo sobre el hombro mientras caminamos. Dice que son de Zamora y allí nunca hace sol. Me extraña, pero no digo nada. Somos de Bolmir, dice. Bolmir está en Cantabria, le digo. Se miran entre ellos, se ríen. Seguimos caminando, ahora el paisaje sí parece un desierto. Pasamos por delante de una casa baja encalada donde unas señoras hacen guirnaldas de buganvillas. Ves, esto es el desierto, en Zamora nunca hace sol, dice. Bolmir está en Cantabria, repito. Me fijo en que Ángeles se ha convertido en una muñeca con la cara de porcelana. Quiero irme a casa, pero no sé dónde estoy ni sé cómo volver porque estoy muy cansada. (En ese momento sueña el teléfono y me despierto.).

cuatro fuegos abiertos

domingo, 18 diciembre 2022. Busco en mi cajón del escritorio tiritas anchas y las meto en el bolso para cuando quede con mi prima Elisa (me dijo que las necesitaba). Voy a la cocina, abro el frigorífico y veo las botellas boca abajo. Me sirvo un vaso de gaseosa, pero parece agua. Pienso que al no estar tumbada ha perdido el gas. Al volverme, veo la olla y la cafetera echando mucho humo. Las apago. Los otros dos fuegos están encendidos sin nada encima. También el horno, encendido y vacío. Lo apago todo. Barajo qué me compensa más, decírselo a Alberto (se enfadará) o callar (aunque se lo diga volverá a dejarse todo encendido). Lo veo desde el salón, tomando tranquilamente el sol en la terraza. No le digo nada. Al verme se levanta, dice muy alegre que salgamos a comprar sellos. Voy a por el bolso, le digo. Mientras regaré las plantas, dice. Cuando vuelvo, está regando los libros de poesía de la estantería del hall.

pelo y más pelo

viernes, 16 diciembre 2022. Se supone que estamos en el despacho de Alberto (no se parece en nada). Javi está sentado junto a la ventana. Lleva traje. Tiene el pelo oscuro y fuerte. Menuda mata de pelo, le digo mientras se lo agarro y tiro de él, para comprobar que es suyo. Le digo que no se mueva, que la luz es perfecta y quiero hacerle una foto. Javi se quita la chaqueta y se la pone en la cabeza a modo de turbante. Jurdi va y viene con un aparato para hacer abdominales que incluye una especie de columpio. Al verlo, Javi pregunta si no ha llegado el suyo. Jurdi le dice que no sabe nada mientras hace ejercicios. Observo la escena sentada, pegada a la pared. Intento decirle a Javi que Jurdi ha escondido su paquete, pero es como si yo no estuviera. Javi lo ve, lo saca de la caja y comienza a hacer abdominales. El suelo se ha llenado de pelo (no un poco, cubre todo el suelo como si hubiera una alfombra). Javi se ha quedado calvo de repente. Le digo con pena y enfado que por qué se ha rapado la cabeza, que tenía un pelo precioso. No me ve ni me oye, todo sigue su curso como si yo fuera invisible.
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Mi hermana y yo caminamos deprisa por la calle. Vamos por los bajos de unos bloques. Mi hermana va en mangas cortas. Yo muy abrigada y, aun así, tengo frío. Se supone que llega tarde a algo y yo la estoy acompañando para que no le pase nada. Me fijo en su pelo, tiene mucho y muy brillante, de un color precioso. ¿Te has teñido?, le digo. Dice que es un color nuevo que se llama... (dice el nombre del tinte, son nueve o diez palabras que no recuerdo, algunas en inglés).

cinta roja

jueves, 15 diciembre 2022. Se supone que es la sala de espera de un médico, pero es un patio vacío cubierto, con viejas butacas de cine alrededor. Todo está viejo y gastado. Las paredes son de cemento sin pintar, hay una tela metálica que separa una parte del patio. Nacho (recostado en un poyete) le cuenta algo a Andrés. Los dos parecen muy jóvenes. Veo pasar a Salud con su hija a la consulta del médico (pasan de largo, no me ven). Hay una niña en una de las butacas (a la que, se supone, conozco). Le digo que vamos a animar ese patio. Cantan algo, le digo. La niña mueve los brazos como si bailara una sevillana. Todos ríen. ¿Hay alguien de Murcia?, pregunto. Una chica al fondo levanta la mano. ¡Pues cántate una jota!, le digo. Todo el mundo aplaude y ríe.
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Alguien llama a la puerta de la casa de mis padres. Mi padre dice que no abra. Miro por la mirilla, veo a una chica (muy parecida a Sara Mesa) con un paquete enorme a su lado. Abro. La chica pregunta por Pedrito, Paquito o Perico (no me acuerdo). Le digo que no vive nadie con ese nombre y, cuando intento cerrar, ella intenta entrar. Dice que solo quiere descansar, que necesita dormir un poco. Mi padre, desde el sofá, grita que la eche. La empujo suavemente al descansillo, pero me da mucha pena no dejarla entrar porque parece realmente cansada.
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Entro en una librería de viejo. El tipo que va conmigo (no recuerdo quién) se lanza hacia unos libros sobre anarquismo que hay en un cajón. El dueño se nos acerca y dice algo en un idioma que no reconozco. ¿Cómo dice?, pregunto. Ya veo que no hablas alemán, responde. Le digo que solo sé decir, te quiero, pero y adiós. Se va por donde ha venido. En el cajón de libros solo quedan dos (el tipo que viene conmigo se los ha comprado casi todos). En el fondo de la caja veo una canica muy bonita. Quiero llevármela, pero no sé si estará en venta. Intento robarla cuando nadie me mira, pero no soy capaz.
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Camino sola por la calle. Es de noche. No sé bien dónde voy. Llego a la fuente de Beatas y, al bajar por Granados veo una cinta roja (de unos diez centímetros) en el suelo. La cojo. Está mojada. La pierdo. Vuelvo a encontrarla unos metros más allá. Así todo el camino (perdiendo y encontrando la cinta) hasta Tejón y Rodríguez. Las calles están mojadas como si hubieran regado. La gente se recoge a sus casas. Pienso que pronto amanecerá. No sé dónde ir.

maleta

miércoles, 14 diciembre 2022. Elías me acompaña a casa de mis padres. Se sienta en el poyete del arriate del portal, junto a las plantas. Bajo con una maleta ropa. Salimos a la calle, me agarro a su brazo para no caerme. Por el camino se transforma en Enrique.
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Estoy en lo que parece una casa de campo. Hay una escalera muy empinada. Desde arriba veo a algunos actores grabando un videoclip. Le digo a Javi que no entiendo por qué los actores tienen que también que cantar, que eso es exprimirlos, que cada uno debería dedicarse solo a una cosa, a lo que haga mejor. Javi me escucha mientras toma el sol. No sé cómo preguntarle si tiene una habitación libre, porque he dejado mi casa y no tengo donde ir.

recepcionista contorsionista

lunes, 12 diciembre 2022. Mi hermana dice que le han hackeado el móvil. Lo ha puesto en un rincón del dormitorio de mis padres. Llega un técnico con varias maletas, y comienza a enchufarle cables como si fuera a hacerle una operación a corazón abierto. Me voy alejando de la escena como si fuera un dron. La habitación, desde lejos, es ahora la casita donde se reunían los scouts en Maristas.
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Estamos en el que fue nuestro piso de calle Salitre. Alberto nos enseña (a Emilio y a mí) unas camisetas de la selección española que le ha conseguido una amiga. No son camisetas, son petos de entrenamiento, le digo. Se enfada muchísimo. Emilio no dice nada. Pienso que debería apoyarme, pero se pone a hablar de unas funciones matemáticas que acaba de estudiar.
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Llegamos a un hotel. El recepcionista dice que, por ser la última noche, nos ha cambiado a una habitación mejor. El recepcionista hace el pinopuente y abre la puerta con los dedos de los pies. La habitación es mucho peor, es estrecha y tiene la puerta de entrada rota. El recepcionista se marcha en la postura del puente, deslizándose hacia atrás, como la niña del exorcista.

miel

domingo, 11 diciembre 2022. Llego con mi hermana a un ascensor muy antiguo (de aquellos con puertas de madera y cristales detrás de las puertas de hierro). Una vez dentro, el ascensor se convierte en una poyete junto a un bar donde hay sentados unos chicos bebiendo litronas. Uno de ellos me pregunta algo. Iniciamos una conversación de amueblamiento, nos reímos. Parece buen chico, le doy un codazo a mi hermana para que intervenga. Vosotros dos os llevaríais bien, les digo. El chico dice que es el dueño del bar, y señala el bar que tenemos al lado. Entramos. Me sirven una tarta de queso. Alberto llega con un abrigo muy feo, hasta los pies, y le pone miel a mi tarta. ¡Pero si no me gusta la miel!, le digo. Se enfada y se va.

descansillo

sábado, 10 diciembre 2022. Llevo a un bebé de pelo muy rizado en los brazos. En el pelo hay bolitas de plástico de adorno. Me pregunto cómo se las habrán metido. Alberto me pregunta si no estoy cansada. Le digo que me gusta notar su cabeza sobre mi pecho.
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Llego tarde a una lectura en calle Alcazabilla. Corro intentando encontrar un atajo. Cuando por fin llego, me recibe mi padre (muy joven). Gracias por haber venido, le digo. Me hace pasar a un jardín. Solo está la familia. Es una comida familiar. Pienso que me he equivocado de día o de lugar.
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Entro a casa de mis padres, pero no por el portal, por un piso de la primera planta. Hay dos gatos muy gordos (los gatos de mi vecino, que los suelta en el portal), huele a orines. Uno trata de restregarse en mis piernas y lo aparto. Al subir las escaleras (que son completamente distintas) hasta casa de mis padres, veo que han puesto entre tramo y tramo una pequeña cocina, un microondas y unos taburetes. Aparece mi hermana. Dice que así mi padre podrá irse de casa, a vivir al descansillo porque está harto de él. ¿Te vas a quedar en su casa, viviendo de su dinero, mientras él vive en el descansillo del edificio?, le pregunto. Claro, dice asombrada de que me asombre. Al llegar, la puerta tiene un eje central y gira al empujarla, sin meter siquiera la llave. Mis padres están vistiéndose sin haber salido de la cama, ajenos completamente a los planes de mi hermana. Los veo jóvenes y contentos. No me han visto, vuelvo hacia atrás sobre mis pasos para que disfruten de ese momento.

el fin del mundo

jueves, 8 diciembre 2022. Estoy en una calle entre bloques de pisos llena de gente. parece que celebran algo. Hay mesas de playa plegables llenas de comida. Los vecinos hablan entre ellos. No conozco a nadie, pero los trato como si fueran de la familia. Un señor gordo en camiseta de tirantes, tumbado en una silla baja de playa, señala al cielo (muy azul) que de repente se llena de humo negro. El fin del mundo, dice. No podemos respirar, corro a casa. Mi familia no parece preocupada. Llama mi tía Mari, pregunta si mi hermana está en casa. Está en el cuadro de baño, le digo. Mi hermana saluda desde dentro de la bañera (lleva la ropa puesta). Que no vaya a salir hoy, dice mi tía. Lo sabe, pienso. Mi hermana dice desde lejos que no piensa aplazar su viaje a Marruecos. Entro en su cuarto, le digo que mire al cielo, que es el fin del mundo, que no se vaya, que lo pasemos con la familia. De ninguna manera, dice. Pienso en dónde estará Alberto y que no voy a poder verlo ni hablar con él siquiera en un momento así. No sé qué ropa llevarme, dice mi hermana. ¡Vete a la mierda!, le grito, da igual lo que te pongas, seguirás igual de fea y vieja.
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Llego a un restaurante donde todo es blanco (suelo, paredes, sillas, mesas, hasta la ropa de los comensales). Todas las mesas están ocupadas y apiañadas. No conozco a la persona con la que voy. Al entrar me pregunto qué hago allí. Él se para a hablar con un tipo, al que se le cae la servilleta al levantarse. Está comiendo con Miriam Reyes. La saludo, pero ella sigue comiendo como si no me hubiera reconocido.
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Llego a la parada del C1 en calle Cristo. Unos chicos burrean a unos niños quitándoles unas barritas de chocolate. Sobre todo uno, más feo que los demás, que intenta incluso quitarle la camiseta a uno de ellos. La quiere porque dice que es de su equipo de fútbol. No estoy segura de si están jugando, porque los niños no se quejan, algunos hasta se ríen. Finalmente le digo a uno de los niños que por qué no defienden a su amigo. Me mira con mala cara. Miro al chico feo con asco y le dedico varias maldiciones. Llega el bus. Dejo pasar delante de mí a una chica con bicicleta. El autobús va hasta arriba. La chica me cuenta algo muy íntimo (que no recuerdo) como si me conociera de toda la vida. Deseo que llegue cuanto antes a siguiente parada para bajarme

romper el hielo

miércoles, 7 diciembre 2022. Vamos detrás de un coche rojo y vamos muy cerca. Me extraña que Alberto se pegue tanto. Los dos coches se hacen uno, y el conductor del coche rojo ahora va de copiloto, yo detrás. Nadie al volante. De repente veo la escena desde fuera y desde arriba. Los dos coches que ya eran uno, chocan en una carretera estrecha que pasa por unas casas bajas. De un tercer coche, aparcado delante de lo que parece un almacén, sale un hombre con una escopeta y dispara al conductor/copiloto del coche rojo. Salgo del coche arrastrándome para que el hombre de la escopeta no me vea. En mi lenta huida, me encuentro a dos compañeras del colegio a las que no veo desde hace más de 40 años, Rosamari e Inma. Inma está igual de guapa y habla igual de lento que entonces. Recuerdo que me caía muy bien porque siempre sonreía, y parecía dulce y tranquila. Por romper el hielo, le pregunto si su camiseta es antigua (lleva un logo de una tienda que ya no existe). Dice que no, que las venden así, ya con rotos, para que parezcan usadas (me enseña el roto del cuello). Llegamos a lo que se parece nuestra clase de 3ºEGB, con puertas de madera en acordeón, para separar el grupo A del B. Alumnas compiten con alumnos en una especie de pelea de gallos. Las chicas bailan y cantan, los chicos solo cantan. Cristina Chaneta está en una especie de andamio, dice que suba, que haga de jurado. Una vez arriba, temo caerme, es todo muy inestable. Quiero irme de allí y bajo de un salto. Estoy harta de ser amable, le digo y me voy. No sé dónde ir. Llego a una zona que parece un bazar chino. Al entrar, unas luces de Navidad y una voz mecánica repite: ¡Prohibido entrar! Una chica china me dice que salga. Salgo, le pido disculpas. No sé dónde ir.

batido de fresa

lunes, 5 diciembre 2022. Nos asomamos entre las chapas metálicas que han puesto alrededor de la plaza de la Merced y vemos que están jugando un partido de waterpolo. En ese momento, una jugadora le saca tarjeta roja a la arbitra (se va muy triste diciendo que es una injusticia). La jugadora vuelve satisfecha y yo le lanzó una mirada de odio. Alberto dice que no me olvide de comprar una libreta y agua. Aparecen De repente varios amigos (incluidos tres compañeros del instituto que hace años que no veo). Alberto quiere enseñarles algo en casa y lo siguen. Ellos dicen que no van. No despedimos, los abrazo. Alberto y el resto del grupo ya han desaparecido. Javi dice que se queda para acompañarme. Javi se convierte en Violeta. Mientras caminamos enciende un cigarrillo. Se lo quito, le digo que no se le ocurra volver a fumar, y lo aplasto en una maceta. Entramos en su piso (se parece al de Cumpián). Allí están sus compañeras de piso, a lo suyo, leyendo y escribiendo. Les advierto que si ven una colilla en una maceta he sido yo. Me enseñan un video de una fiesta donde me parece reconocer a Joseda perreando. De repente esto con Carlos, enseñándole unas fos que le hice. Tiene que verlas mi madre, dice. Su madre está sobre una colchoneta comiendo una manzana. Pienso que no le gustará nada ver a su hijo así (en la foto Carlos está tumbado sobre una mesa y alguien le ha echado un cubo enorme de batido de fresa). Ángeles se ríe mucho al verla. Ahora Carlos y yo vamos por la calle. Empujo varias cajas de leche. Llegamos a Carrasquilla. Carlos quiere que entre saludar. Meto la cabeza, veo a Carmelina. Me sorprende que esté igual de joven que hace cincuenta años. Me mira. Soy Belinka, le digo tímidamente. Se alegra mucho de verme. Le da a Carlos un móvil para que le busque mis libros.

lejos

jueves, 1 diciembre 2022. Veo que tengo una llamada perdida de mi hermana. Pienso que le ha pasado algo a mi madre. Por más que intento llamar, el teléfono no funciona.

gritos

miércoles, 30 noviembre 2022. Mi hermana me llama por teléfono. Me cuenta cosas intrascendentes. Yo solo asiento de vez en cuando. De repente oigo de fondo a mi madre. Está llorando. ¿Por qué llora mamá?, le pregunto. Mi hermana sigue hablando de sus cosas, alza la voz para tapar el llanto de mi madre. ¿¡Por qué llora mamá!?, ¿¡por qué llora mamá!?, ¿¡por qué llora mamá!? Por más que le pregunto a gritos, no me responde.

festival

sábado, 26 noviembre 2022. Llego tarde a un festival de poesía. Parece que hayan habilitado un edifico abandonado. Las habitaciones están vacías y pintadas de blanco. Busco a las organizadoras, pregunto por ellas. No me han dicho cuánto tiempo tengo para leer. No sé qué voy a leer y además he olvidado los poemas en casa.

más gatos

viernes, 25 noviembre 2022. Mi padre me pregunta si he desembozado su cama. Ten cuidado que no se cuele el gato, dice. Al abrir la puerta el dormitorio está lleno de gatos (los mismos que los del sueño de ayer). Gatos de todos los colores y tamaños.
+
Un escritor muy famoso dice que quiere entrevistarme para su revista. Me sorprende porque no sabía que tuviera una revista y, además, sé que le caigo mal. Insiste, me dice el lugar y la hora y tomo el tren de cercanías (aunque es un tren de madera que parece de juguete). Me bajo en una parada en un descampado. No hay ningún cartel ni nadie a quien preguntar, solo un camino polvoriento. Espero por si el escritor aparece, aunque según van pasando los minutos, pienso que era una broma.

pillapilla

jueves, 24 noviembre 2022. Juego al pillapilla con Sheldon y Howard (de Big Bang Theory) en una habitación pequeña donde han marcado un recorrido con cinta de policía. Jugamos a gatas y Sheldon lleva los ojos vendados. He llegado al final y estoy contra la pared. Howard se mete por medio para que lo pille a él en vez de a mí. Sheldon se marcha eufórico, diciendo que ha ganado. Howard y yo nos quedamos un rato sentados en el suelo, frente a frente. Le doy las gracias. Alguien me te la cabeza en el cuarto y dice: Se ha quedado viudo.
+
Al salir del dormitorio de mis padres cierro bien a puerta porque mi padre no quiere que se meta el gato. El gato está en el pasillo. Lo empujo con el pie hacia el salón. En el salón hay varios gatos de distintos colores y tamaños (el más pequeño estrecho como un lápiz). ¿De dónde han salido?, pregunto a mi madre. No dice nada. Le digo a mi prima Elisa que hay que deshacerse de ellos antes de que los vea mi padre. Elisa dice que ella se encarga. Mi padre aparece y le enseño unas monedas para distraerlo. Coge también una que hay sobre el taquillón. ¡Esa no!, le grito, ¡Son cinco yenes y te traerán mala suerte!

germinados

domingo, 20 noviembre 2022. Daniel y yo salimos de su casa (que no se parece en nada a la suya). En el portal hay un espacio para aparcar el coche. Le pregunto dónde está. Dice que tienen que dejar sitio para la fiesta. Le pregunto si fue ahí donde cantó ópera. No dice nada. Le digo que cante para mí. No dice nada.
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Camino con Eduardo por la calle. Al ir a cruzar me agarra del brazo muy fuerte como si temiera que me fuera a pasar algo. Llegamos a un restaurante. Nos esperan Alberto y Javi R. Piden ensaladas de germinados y pan de tomate. Alberto me pone agua. Le digo que tengo suficiente. Ahí se nota cómo es alguien, dice con desprecio. Le digo que estoy harta de sentirme juzgada y de él. Me levanto y me voy.
+
Javi M. va con unos compañeros de trabajo, se para y me habla de unas películas que tengo que ver. Alberto aparece vestido de esquimal. Dice que va a nadar. Lo seguimos por curiosidad hasta la piscina. Hace sol pero mucho frío. El jardinero le dice que la piscina está cerrada porque tiene una capa de hielo. Para llegar a casa tenemos que pasar por unos rulos que dan vueltas como los de Humor Amarillo.

el hombre cangrejo

sábado, 19 noviembre 2022. Manuel dice, ven. Nos sentamos en la acera con la espalda pegada a la pared. Dice que, después de pensarlo mucho, ha decidido que podríamos vivir juntos. Le pongo la mano en la cara, le doy las gracias. A tu lado soy una vieja, le digo. Él insiste. Cada vez que me da razones por la que saldría bien, lo voy viendo más y más joven. Una chica asoma la cabeza, como si hubiera estado escuchándolo todo. ¡Dile que una vez al año te vas a Grecia con un exnovia!, grita. Eso por supuesto, dice él y hace que baila. ¿Con aquella rubia loca?, pregunto. Esa misma, responde y sigue bailando.

boda

jueves, 17 noviembre 2022. Quiero comprar unos zapatos elegantes porque se supone que tengo que ir a una boda. Veo unos que me gustan, pero cuando voy a probármelos una chica me los quita de las manos. No sé qué pasa después. Miro escaparates, me siento muy sola, pienso que en realidad no quiero ir a ninguna boda ni necesito comprar nada que solo voy a usar un rato. Llego sin querer a la misma zapatería. La chica que me quitó los zapatos parece que llora, pide disculpas por algo. Mi amiga puede confirmárselo, le dice a la dependienta al verme. Le digo que no la conozco de nada, que ni siquiera sé cómo se llama.
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Alguien me envía un paquete. Parece uno de esos contenedores que guardan muestras en nitrógeno líquido. Después de usar varias claves para abrirlo, saco un tubo. Se supone que es algo muy importante y peligroso. Por más que lo miro no sé qué hacer con él.

jornaleros

miércoles, 16 noviembre 2022. Se supone que es la casa de mi abuela pero no se parece en nada. Mi prima Cristina está recostada en un sillón. Me extraña que lleve un vestido de gasa celeste y unas botas altas de cuero con taconazo. Llegan unos jornaleros muy enfadados. Miro por la ventana y decido no abrirles. Entran de todos modos. No sé qué hacen allí ni por qué me protestan a mí. Una señora me pone delante una caja de cartón llena de fruta. Me echa en cara que mientras trabajaba tenía la regla.

escombros

lunes, 14 noviembre 2022. Entro con Míchel y otro chico a varias casas con los pasillos llenos de escombros. Al salir de una de ellas veo en el suelo, junto a la puerta, una caja de un juego de mesa con figuritas de dibujos animados. Quiero llevarme uno de recuerdo, pero no sé cuál.

castillo

sábado, 12 noviembre 2022. Llego a casa de mis padres. En la calle hay muchísima gente a los dos lados de la acera. Un tipo muy parecido a Mocito Feliz se abre paso. Aprovecho para cruzar y entrar en el portal. Bajo los buzones hay papeles tirados. Al subir para coger el ascensor, no hay ascensor y en las escaleras han colocado cordones rojos para impedir el paso. Me cuelo por debajo intentando no tocarlos. Cuando llego al piso de mis padres no hay puerta, la han corrido un metro y queda completamente pegada a la de la vecina. La de la vecina está abierta y la casa por dentro parece otra. Oigo voces arriba, subo un piso más. La puerta también está abierta. Veo a mis padres al fondo de un salón enorme con chimenea. Todo es oscuro (en tonos rojizos) y abigarrado. Parece que estén en un castillo. Mi hermana corre a mi encuentro, la evito y abrazo a mi madre.

casa tren

miércoles, 9 noviembre 2022. Alberto y yo estamos en la terraza de casa, pero da a la casa que había frente a la casa de Nuria. Dos tipos parece que están peleando. Le digo a Alberto que se aparten para que no nos vean. El moreno le dice al rubio, ¡no te tires!, pero lo está empujando. El rubio consigue entrar en casa, se sienta en la habitación del piso de arriba y mira por la ventana con los brazos cruzados. El moreno grita, ¡me voy a tirar!, pero no hace nada.
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Entro en una tienda donde venden y arreglan bolsos. Parece una tienda de lujo. No sé qué hago allí. Delante del mostrador hay taburetes como si fuera la barra de un bar. Una chica me pregunta qué deseo. Le pregunto si mi bolso está listo. Detrás, veo una bolsa de papel blanca con mi nombre, pero está vacía. La chica desaparece. Pienso que van a tardar y salgo un momento a la farmacia de al lado, pero está cerrada. Cuando intento entrar otra vez en la tienda de bolsos me pilló los dedos con la puerta. No puedo sacar los dedos de entre los barrotes.
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Es la hora del tren de cercanías. Mi padre dice que va a acompañarme, le digo que tengo mucha prisa, pero se entretiene buscando al gato porque cree que ha entrado en su cuarto. Le digo que no se preocupe y salgo corriendo. En vez de correr por la calle otra vez estoy dentro de la casa. La casa es una serie de habitaciones, una detrás de la otra. Cada una con un dormitorio. Una de ellas tiene una mesa de hierro grande y ligera. Mi madre dice que mi padre tenía que dejar al gato y acompañarme. Le digo que prefiero ir sola, que no se preocupe. Sigo pasando de habitación en habitación. La casa no se acaba nunca.

built to spill

domingo 6 noviembre 2022. Estoy con Carmen en lo que parece el patio de una iglesia. Le hace fotos al erizo César. Lo deja sobre un seto y nos escondemos para ver qué pasa. Un cura y un monaguillo se acercan y lo observan. Comienza a llover y vamos a por él. Entramos un momento en un bar a secarnos. Una chica me pregunta desde cuándo soy amiga de Odila (Carmen se ha transformado en ella). Le digo que desde 3ºEGB, que la casa de sus padres y la de mi abuela estaban pegadas (y hago un gesto con los dedos índice). ¿Cuándo quedaste con ella?. Hoy, respondo. Pues tu madre no me ha dicho lo mismo, dice y se va. No entiendo nada. Carmen/Odila me pregunta quién era. Le cuento que se llama Pili y la conocí en 1ºEGB, que hicimos la comunión juntas, que sale en la fotos, que nunca fuimos amigas. Salimos del bar mientras se lo cuento, pero Carmen/Odila ahora es Sonia. Llega su novio (un chico alto, pelirrojo, que no se parece en nada a su marido). Les cuento que en 5ºEGB Pili me robó el compás. Les explico con todo lujo de detalles cómo era el compás y cómo me lo robó. Mientras, hemos llegado a una especie de parque temático. Sonia dice que quiere ir al cine. Nos ponemos en una cola. Veo que compra tres entradas. Pienso que una es para mí, pero veo que su novio compra otras tres. Compro la mía. La taquilla está en alto y tiene el tamaño de una ventana. No sé si llevo suficiente dinero. Vuelco el monedero y aparecen monedas, un espejito, lápices y todos los cachivaches que suelo llevar. El taquillero se ríe. Así me gusta, dice, que me den suelto. Toma unas monedas y me da tres entradas. No digo nada. En la cola todos cuchichean. Lo ha hecho reír, dicen y me miran cundo paso (al parecer tenía fama de antipático). Nos sentamos en una grada a esperar la hora de cine. Yo estoy entre un montón de chicas y ellos en la de enfrente. Hay música de fondo que no me gusta nada, pero de repente suena Built To Spill. ¡Han puesto el cedé completo!, ¡así es como hay que escuchar música!, grito poniéndome en pie. Nadie me hace caso. Canto las canciones a la par que el disco. Miro entre las gradas por si alguien más se las sabe. Pienso que si alguien se las supiera, probablemente, sería Jota. Pienso que si lo viera lo reconocería.

vitaminas y sillas

sábado, 5 noviembre 2022. He ido al médico por los resultados de mis análisis. La consulta está en un portal. Todo está muy desordenado. La médica despeinada, mirando el reloj continuamente. Me pregunta qué he tomado. Vitaminas B1 B6 y B12, tres meses, como me dijo. ¡Qué barbaridad!, eso contamina muchísimo. No sé si se refiere a mi organismo o a al mar (a través de la orina). ¿Y los análisis?, pregunta y señalo a un montón de papeles que hay sobre un mostrador. Saca uno cualquiera sin mirar y me dice que todo está bien, que siga sin beber alcohol. Sale en estampida a la acera y, mientras se aleja, dice que ya no necesito seguir tomando la medicación.
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No sé cómo hemos coincidido, pero Daniel, Ferran y yo vamos juntos por calles estrechas (parecen de algún pueblo blanco) hacia el coche de Daniel. Se supone que vamos a ayudarlo a recoger unas sillas en un instituto y llevarlas a la facultad. Les digo que tengo que volver pronto a casa porque a la mañana siguiente Alberto se va a de viaje y quiero verlo aunque sea un rato. Le pregunto a Ferran cómo está. Dice que sigue siendo diabético, que tiene que pincharse cada día, pero que a pesar de eso nunca ha jugado con su novia a médicos y enfermeras. En una de las calles más estrechas hay lápices y libretas abiertas y desperdigadas por el suelo, como si hubiera sido fin de curso y se hubieran querido librar de todo. Recojo del suelo unos lápices diminutos, del tamaño de una uña. Se los ofrezco a Daniel y Ferran. Cada uno coge dos. Llegamos al coche de Daniel (me extraña que sea color morado oscuro). Dice que recordemos dónde está aparcado para meter después las sillas. Ferran dice que vayamos por un atajo, campo a través. Le digo que no se orienta bien, que quizá sea mejor ir por el camino normal. Daniel se decide por el atajo. A los lados del camino de tierra hay grupos haciendo barbacoas. Parece que hayamos viajado en el tiempo porque todos llevan pintas de los años 70 (pero no son disfraces, son de verdad). De repente se ha hecho de noche, no sé absolutamente nada, ni las brasas de las barbacoas. ¡Daniel!, grito. ¡Ferran!, grita Daniel a lo lejos. Ferran no responde.

pantalón de espiguilla

jueves, 3 noviembre 2022. Daniel y yo tenemos que leer poemas en un festival o algo así. Llegamos a una plaza enorme donde han colocado una carpa y sillones y sillas desvencijadas que parecen traídas cada una de una casa. No sabemos muy bien qué tenemos que hacer. Llega un tipo muy delgado y muy alto (mide más de dos metros) sonriendo, con los brazos abiertos. Me abraza como si me conociera de toda la vida. Qué distintos somos fuera de internet, le digo y lo empujo hacia uno de los sillones, para que sentado quede a mi altura. Él dice que soy igual fuera que dentro, que incluso llevo la misma camiseta de rayas. No le digo nada, pero en la foto era roja y negra, y la que llevo en ese momento azul y blanca. Me excuso, le digo que pensaba ponerme un pantalón igual al que lleva, curiosamente, pero no me ha dado tiempo a cambiarme. Mientras hablamos toco su pantalón de espiguilla a la altura de las rodillas. Hablamos como si nos conociéramos de toda la vida. Daniel se ha sentado un metro más allá. Unas chicas (se supone que son sus fans) se acercan tímidamente para que les firme su libro. Ese poeta cerrará el festival, dice el tipo alto y señala a Zayas que pasa de largo sin vernos. Otro tipo con voz de tombolero anuncia desde el escenario que va a comenzar el festival. Lanza caramelos al público. No nos llega ni uno, pero noto que bajo mi asiento hay un puñado de cubitos. Pienso que son los caramelos del día anterior (lo raro es que no tienen envoltorio). Los lanzo con cuidado sobre el tipo alto, Daniel y las chicas. Se ríen. Los cubitos resultan ser de plástico o madera y llevan dibujos de anuncios antiguos. Quiero llevarme uno de recuerdo, pero son todos tan bonitos que no sé cuál elegir. También encuentro un monedero antiguo y un pasador. Llévaselos a tu niña de recuerdo, le digo a Daniel. Daniel le regala el monedero a una de las chicas. Para ti, reguapa, le dice. Vaya, a ella le llamas reguapa y a mí maldita decadente, le digo en tono jocoso. Todos nos reímos.

demasiado cansada

miércoles, 2 noviembre 2022. Tengo a Manuel delante. Se supone que hemos quedado en un bar después de varios años sin vernos. Estoy tan cansada que no soy capaz de abrir la boca para contarle nada. Él me mira y me pone la palma de la mano en la cara.

abrazo y sombrillas de papel

domingo, 30 octubre 2022. Llego a casa de mis padres. Mi madre está sola y parece agobiada. Mientras recoge la ropa tendida le echa un ojo a la sartén que tiene en el fuego. La sartén es profunda y tan grande que sobresale una cuarta de la cocina. Temo que se vuelque y mi madre se queme. Dentro de la sartén hay distintas cosas (verduras, pescado, carne y hasta un postre). Le pregunto suavemente si la ayudo. Se echa a llorar. La abrazo. Se supone que tengo que ir al médico pero no puedo dejar a mi madre sola. Mi tía dice que vaya en taxi, vuelva pronto y lleve después a mi madre a su casa. Le digo que para eso mi madre tendría que arreglarse el pelo. Mi madre se toca el pelo, dice que no piensa hacerse nada, que la dejemos vivir a su aire, y se echa a llorar. De repente estoy en un taxi. Llevaba cinco euros sueltos para pagar pero el taxista dice que son once. Mucho me parece para un trayecto tan corto (solo ha cruzado la calle). Me bajo y camino entre coches (no hay semáforos). Mientras esquivo a unos y otros, pienso en dónde iba. Se me ha olvidado completamente.
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Hay una lectura de poemas en una caserón enorme con las paredes de cristal. Afuera hay un jardín también enorme. Se supone que es un gran acontecimiento porque hay muchos invitados que pasean de un lado a otro con sus copas en la mano (algunas copas llevan incluso sombrillas de papel y pajitas de rayas). La lectura tarda en empezar porque nadie sabe cómo funciona la mesa de sonido ni el micrófono. Le pregunto a mi padre que está retrepado en un sofá junto al jardín. Será un problema de cables, dice. He visto a la familia Chivite y quiero que me oigan leer, pero el público empieza a marcharse. Subo a la azotea por si fuera problema de antena. Antena no hay, pero encuentro una mochila en el suelo con ropa. Es mía. No sé quién la habrá puesto allí. Empiezo a pesar que alguien ha saboteado la lectura. Cuando bajo, no queda casi nadie, solo mi familia. Vas echa un mamarracho, deberías cambiarte de ropa, me dicen.

perro rubio y chicles robados

viernes, 28 octubre 2022. Alberto dice que tiene que dejar algo en la que fue nuestra casa de calle Salitre. En el portal hay una niña con su madre. También hay un perro rubio de pelo corto en una caja. Cuando entramos el perro nos sigue. Miro hacia atrás, como preguntando a la niña si es suyo. Se encoge de hombros. El piso es un bar con asientos tipo americano de los años 50. Alberto se sienta. En la caja donde estaba el perro (que no sé cómo está allí) hay varios dulces y bocadillos. Una familia se sienta junto a Alberto (todos están muy gordos) hasta el punto de aplastarlo. Le digo que salga y nos vayamos. La familia habla sin parar, nos quieren invitar a a la comunión de su hijo (el único delgado y sensato). El niño me habla con la mirada (se avergüenza de sus padres y abuelos). Le pregunto si quiere quedarse con el perro.
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Estoy en la cola de un supermercado. Hay tanta gente y estoy tan cansada que me siento en un módulo de escay que hay junto a la padre. Cuando por fin me toca, vuelvo todo lo que llevo en el bolso sobre el mostrador. La chica dice que le pague en monedas pequeñas. Voy contando moneda por moneda. Cuando por fin he pagado, recuerdo que llevo unos chicles en el bolsillo. Pienso que sería volver a empezar y tener que dar demasiadas explicaciones. Estoy tan cansada que decido no decir nada. Mientras me alejo de la caja siento que voy a desmayarme por haber robado unos chicles.

mudanza

martes, 25 octubre 2022. Subo por una cuesta a la que se supone es mi casa (no se parece en nada, ni la calle ni el edificio). En el primer piso (su supone que donde vivo) los balcones están abiertos. Me parece ver a Alberto con alguien, tomando una cerveza. Creo reconocer a Francis. Saludo. Subo a casa por la escalera (no hay ascensor) y todo está lleno de muebles viejos y cajas (se supone que nuestros porque acabamos de mudarnos). Al sostenerme en la barandilla, se rompe. No sé cómo los vecinos no han protestado porque no hay sitio para subir ni bajar. Al entrar en casa, varios amigas de Francis están recolocando mis libros en las estanterías. Aguanto mi ira. No os matéis mucho porque en cuantito os vayáis pienso cambiarlos otra vez, le digo serenamente. Unos chicos le enseñan a Alberto algunos enseres, le preguntan sin son para tirar. Alberto les dice que mejor me pregunten a mí. Les digo que lo que crean que es para tirar lo dejen todo en un rincón de la casa para que yo pueda mirarlo cuando se vayan. Aguanto mi malestar con una sonrisa solo porque son amigos de Francis, pero los mataría a todos.

pelo rojo

sábado, 22 octubre 2022. Parece una habitación de hotel algo abigarrada (cálida y algo desastrada, decorada en tonos rojizos con luz indirecta). Se supone que tengo que leer poemas en breve y, al mirarme al espejo, veo que tengo el pelo como el actor secundario Bob y teñido de rojo. Cuanto más me miro más rojo se vuelve. Busco otro espejo. En el siguiente tengo el pelo castaño, pero la mitad inferior de la cabeza rapada. Pienso que así no puedo salir. Agarro con fuerza el pelo y me lo arranco. Sale completo, como cuando sacas con tierra una plata de una maceta.

hermanas

viernes, 21 octubre 2021. Mi suegra y su hermana protestan porque nadie les ha llevado la comida. les digo que la tienen delate. Sin mirarla siquiera dicen que está muy mala. Me siento en el suelo agotada. Me fijo en ese momento en que la habitación está vacía, solo hay una alfombra enorme.

batidora y burka

viernes, 14 octubre 2022. Estoy en la cocina de la casa de mis padres. Desde el comedor todos me gritan, me dan instrucciones. Queremos puré, dicen. Saco la batidora, pero el cable es demasiado corto. Cuando meto las verduras se quedan en nada, el vaso se la batidora se hace cada vez más pequeño hasta convertirse en un tapón de botella de suavizante.
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Recorro un parque con Francis y mi familia. Cuando estamos a punto de salir, mi padre dice que no hemos visto la rosaleda, que tenemos que volver. Francis toma un patinete y yo una barra metálica con una rueda. Recorremos de nuevo todo el recinto (que se ha convertido en un pueblo parecido a Chauen). Vamos a muchísima velocidad. Rosaleda no vemos. Francis sale, pero a mí me agarra del brazo una mujer con burka, me dice que es policía y que me cubra de los pies a la cabeza con un pañuelo enorme que me da. Cuando declares, que te brillen los ojos, dice. Hago intentos por llorar pero no me sale.

zapatos rojos

jueves, 13 octubre 2022. Estoy junto a un mostrador para que me impriman unas fotos. Llega una chica y se pone delante. Cuando me muevo, ella se mueve para ocupar mi sitio. La dejo. Cuando por fin me toca, le digo al tipo que quiero dos copias pequeñas de una foto y una grande de otra. Él pasa las fotos muy rápido, no da tiempo a elegir. Saca las que quiere. Le digo que sí a todo para irme de allí lo antes posible. Un chico se asoma a la ventana y pregunta si van a celebrar el día de la poesía. Nadie le hace caso. Yo llevo un libro de poemas en el bolso, quiero enseñárselo, pero veo que fuma y de repente quiero irme de allí lo antes posible. Miro las fotos que me han imprimido. En una aparece Oeste con un zapato rojo y otro blanco y rojo. No era la que yo quería, pero me alegro de que la hayan sacado. Busco una papada de bus porque llego tarde (no sé a dónde). Veo una cola larguísima y me sumo.

balones y chebakias

viernes, 7 octubre 2022. En el suelo de la terraza hay unas parrillas largas como de cocina de hotel. Salto sobre ellas como si fuera una rayuela dibujada. Un niño pequeño me mira provocador e intenta tirarse por la barandilla. Lo agarro de los pies de milagro. Le digo que la próxima vez lo dejaré caer. Abajo no hay césped ni piscina, hay un pequeño campo de fútbol de tierra rodeado por una malla de alambre. El balón se les sale y a otro campo también vallado lleno de balones que alguien perdió. Cuando el chico más alto va a buscarlo le grito desde arriba que coja varios balones y así no tienen que estar yendo y viniendo, pero no me oye.
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Mesa en ele. Grupo heterogéneo (no conozco a casi nadie). Todos se levantan y se van, me quedo retrasada porque tengo que atarme los cordones de los zapatos. Cuando me doy cuenta tampoco llevo calcetines. Me siento en un banco que hace esquina y da a una ventana a ras de la acera. Veo los pies de alguien en la cama. Pienso que es persona verá mis pies calzándose. veo como el grupo se aleja. Llegan dos chicas con pinta de locas, meten las manos en mi mochila y sacan un cheque. ¡Ahahá!, dice una de ellas y agita el cheque en el aire como si fuese una escena de dibujos animados. Dice que he cobrado una comisión ilegal. La policía está al llegar, dice (la otra no dice nada, parece triste). Estoy tranquila porque un rato antes Federico había grabado un vídeo donde una chica me daba el cheque y firmábamos algo. Llegan un montón de coches de policía y rodean la zona, montan una carpa y una mesa con catering como si aquello fuera a durar meses y fueran a detener a alguien peligrosísimo. Llega hasta la prensa. Nadie se acerca a mí. Me acerco a la mesa para decir que soy la del cheque, pero antes veo que unas chicas están tristes, dicen que el último producto que han sacado al mercado está malísimo. Son unos aperitivos de masa frita con sésamo (como las chebakias, pero en forma de muelle). Pruebo uno. Son pegajosos pero no saben a nada. Tenéis que lavarlos y meterlos en miel, le digo y me voy. Junto a la mesa, Garriga Vela y Aurora Luque, me dicen que declararán a mi favor, que no me preocupe por nada. Les digo que tampoco se mojen demasiado, que estar en la cárcel un tiempo será una buena experiencia. Una chica grande que parece extranjera se me acerca saltándose el cordón policial. Dice que si puede robarme otro poema. Claro, le digo. Se va dando saltitos.

el artefacto

jueves, 6 octubre 2022. Mi madre está en la cama. Mi hermana lo lava con una toalla que chorrea agua. Pienso que habrá que cambiar las sábanas y poner el colchón en la terraza porque estará empapado, pero no digo nada. Voy a recoger la ropa del tendedero. Hay varias colchas que pesan mucho. Me duelen los brazos y temo que caigan al primer piso. Suena el teléfono, es mi padre desde su cuarto. Estoy en casa, ahora voy, le digo. No, no, es muy urgente, dice y se queda callado. No dice más. Como suele hacer, debo adivinar de qué se trata. Aparecen mi hermana y él en la cocina. Mi hermana nos cuenta muy orgullosa que se ha hecho un tatuaje. Lo que parece un número de teléfono o un código postal le rodea el anular como si fuese un anillo. Con este número se mueve el pez, dice. Pone en el suelo lo que a mí me parece un híbrido entre tortuga y conejo de plástico celeste semitransparente. Al acercarle el número del dedo, se pone en marcha. Mi padre y mi hermana miran el artefacto ensimismados. Yo no sé qué decir.

ese jardín

miércoles, 5 octubre 2022. Estoy en un restaurante con un grupo de personas (no las conozco). Para ir al servicio debo cruzar un jardín laberíntico que nadie ha cuidado en años. Al llegar a los servicios, pienso que ya he soñado con ese sitio alguna vez. Parecen una cabaña hecha con troncos, cañas y plástico translúcido. Temo que me vean desde fuera. Solo hay un agujero en el suelo. Intento orinar sin mojarme los pies. Oigo voces muy cerca. Parece que la cocina está justo al lado. Al terminar, me doy cuenta de que los plásticos han desaparecido. Me largo antes de que alguien me vea. Cuando llego al comedor, las personas con las que estaba dicen que se van. Mis cosas están fuera del bolso (el bolso es una bolsa grande de tela negra). Las meto a trompicones. Cuando salgo están todos en la acera esperándome. Me miran con asombro. Me fijo en que la bolsa tiene las asas muy largas y sin querer la he metido en una alcantarilla. Una chica enorme y gorda dice que la bolsa era suya. Le digo que saque el móvil y mire si se ha mojado. La bolsa llena y mojada pesa mucho. No puedo sostenerla y mirar si algo se ha mojado a la vez. Todos me miran con asco, nadie se mueve, nadie me ayuda.

miami vice

martes, 4 octubre 2022. Chivite me ha enviado un vídeo donde se le ve en su biblioteca sacando lo que parecen tacos de madera. Cada taco tiene una letra. Los saca, los escucha con unos cables como si fueran walkmans, se tapa la cara y llora.
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Se supone que en la farmacia me han dado unas facturas de varios medicamentos que he pagado y tengo que llevarlas a Correos para que me devuelvan el dinero. Las facturas resultan ser papelitos rotos donde solo se leen algunos números incompletos. Mi madre interviene, le dice al tipo de la ventanilla que ella puede ofrecerle algo. Pienso que se está insinuando. Todo me da mucha vergüenza, reclamarles el dinero y la actitud de mi madre.
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Estoy en casa de mi suegra, aparece con unas bandejas llenas de filetes. No sé cómo decirle que ya he cenado y que no quiero comer carne. Aparece Alberto (con look Miami Vice), y le dice a su madre de muy malos modos que tenemos que irnos y deje ya de agobiarme. me da mucha pena todo.
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Parece un concierto. Entre el público veo a una chica que lleva, todo el tiempo, en brazos a su hija. La hija es bastante grande, lleva un vestido rojo ajustado. Le digo que me la pase un rato para que pueda descansar. La niña me dice que está harta de ir al colegio de monjas, que no le enseñan nada. La madre me pregunta si soy creyente. le digo que según mi padre soy materialista pura. Deberías explicarme qué es ser materialista, dice. Que solo creo en lo que veo, no creo en la magia, le digo. La niña dice de repente que le duele algo y se levanta el vestido. La niña bajo el vestido es un pollo asado.

jara y darwin

domingo, 2 octubre 2022. Hemos aparcado en la acera, a la puerta de una farmacia. Se supone que en la trastienda hay un concierto. Comienzan a llegar coches, se amontonan en la acera y en la calle. Veo a Farfán junto a la ventanilla. Lleva gabardina y sombrero. Estás igual, le digo y lo abrazo. Me señala a dos chicas que acaban de aparcar. Mi mujer y mi hija, dice. La hija es igual que él, con su pelo rizado tirando a rojo. Mientras hablamos, el público va entrando a la farmacia. Entramos los últimos, la puerta de la trastienda es corrediza y muy pesada, de madera. María Jesús Bernet nos dice que no puede dejarnos entrar porque ya ha comenzado el espectáculo. Al momento abre la puerta y dice que pasemos y busquemos nuestros asientos. Los asientos son mesas con bancos de madera como aquellos que había en Icona en los 70. Tienen pegatinas amarillas con números y letras escritas a mano. Veo como según me acerco, las personas que están sentadas despegan esos papeles para que no pueda verlos. Me siento en el primer cubo de madera que veo libre. La trastienda resulta ser una plaza enorme con edificios franceses al fondo (tipo plaza de los Vosgos, pero sin árboles). Sobre un coche pequeño una especie de torre de luz, y arriba, cantando, Victor Jara. No comprendo nada. Primero, porque murió; segundo, porque está muy joven; tercero, porque a pesar de estar vivo y joven tiene muchas canas. Me distrae la vista de uno de los edificios del fondo: los bomberos rescatan a varias mujeres. Las van sacando boca abajo, como si fueran troncos rígidos. Entre ellas reconozco a mi tía Mari. Incluso estando tan lejos puedo oír lo que le dice al móvil: Estamos bien, no te preocupes. Supongo que es un mensaje que me ha dejado y escucharé cuando vuelva a casa.
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Estoy en la terraza de un bar. Un niño juega con piezas de puzzle. Mira, un trozo de cielo, dice y me enseña una pieza azul del mar Mediterráneo. Eso es el mar, le dice el tipo de la mesa de al lado. El niño me regala la pieza. Después vuelca una bolsa con algunos de los personajes de "El asombroso mundo de Gumball". Te los regalo, dice. Escojo a Darwin, pero no se parece nada al de los dibujos.

purranki

viernes, 29 septiembre 2022. Se supone que he llegado a Valencia en tren. Entro en una tienda de ropa jipi. Pregunto si tienen pantalones de mi talla. La dueña me da una serie de explicaciones que no entiendo. De nuevo en la calle, pienso que podría darle una sorpresa a Ibán. Decirle: ¿Una caña? Busco su dirección y número de teléfono en una táblet (no sé de dónde ha salido), pero de repente la pantalla se pone negra y aparecen dos fantasmas. Apago. Entro en un edificio donde, se supone, proyectan un ciclo de Fernán Gómez. En el hall está Masip y Purranki. Me alegro mucho de verlos, pero Masip dice que tienen que irse ya. Purranki me dice el último libro que ha leído, pero habla tan rápido que no entiendo nada, solo la última palabra: ventana. Dice que pronto presentará su novela. Le propongo que venga a Málaga, dice que sí. Me voy al ascensor contentísima. Llego a una sala. Hay mucha gente en el suelo, tumbados bajo mantas, viendo la película de Fernán Gómez (incluidos Alberto, Marcos y mis padres). Mi padre dice algo. Pienso que quizá haya preguntado dónde está el gato (como hace en casa), y me río. Salgo a la calle. Una chica me dice que ha oído decir a alguien que gracias a una frase de uno de mis libros ha hecho las paces con su madre. Me echo a llorar. Todos van saliendo de la proyección. Me pego a la pared para que no me vean llorar. No tengo pañuelo.

conejos y entropía

martes, 27 septiembre 2022. Parece que estoy de visita en una casa de familia numerosa. Todos los hijos quieren enseñarme algo (un juguete, los deberes, etc). Un chico que se parece a Fernando Aurioles (a quien no veo desde hace más de 30 años) me enseña sus nuevas investigaciones (así las llama). No entiendo nada de lo que hay escrito. Para aclararlo, echa sobre el mantel de una mesa enorme un montón de bolitas color nácar. Entre las bolitas hay algunos conejos diminutos de plástico (se supone que eso lo explica todo). Me viene a la cabeza la explicación de la entropía con bolas de colores en una caja que leí de niña en la enciclopedia. Al ver mi gesto de entusiasmo al ir encontrando conejitos, me dice que tiene una bolsa llena. Va a por ella. Una de sus hermanas aprovecha para enseñarme un juego al que se le encienden luces. Era igual al que tenías de niña, me dice. No sé de qué me habla, pero como no quiero discutir, le digo que sí.

arañazos

viernes, 23 septiembre 2022. Manuel está muy triste. Eso lo arreglo yo, le digo y le araño la espalda para que el dolor le haga olvidar la tristeza.

ascensor

miércoles, 21 septiembre 2022. Padre, madre e hijo japoneses en el ascensor de casa de mis padres. Yo no voy en el ascensor, pero veo la escena como si estuviese allí. Presionan el botón del bajo, pero el ascensor sigue bajando no sé sabe dónde. El niño llora. Todos sabemos que va a pasar algo malo.

nadia, el bebé canguro

martes, 20 septiembre 2022. Mi prima Elisa y yo esperamos a alguien en la Plaza de la Merced. Me cuenta que no quiere vivir en una casa que ha heredado porque le trae malos recuerdos. Recuerdos tristes, dice. Le digo que como la casa tiene dos puertas, puede entrar por la de servicio (en ese momento recorremos la casa virtualmente sin levantarnos de los bancos de la plaza). Se la voy mostrando. Ves, aquí está el cuarto de baño completamente renovado (un espacio diáfano, con la ducha integrada por si tuviera que entrar alguien en silla de ruedas), a cada lado del pasillo los dormitorios y, la fondo, la cocina y el salón. Elisa lo mira todo como si fuera la primera vez que lo ve. De repente estamos en la entrada de una casa de campo que se cae a pedazos. Un obrero arrastra una estantería muy vieja. Se supone que hará obra en la nueva casa de Elisa. Digo algo (no recuerdo qué) y él se ríe como si hubiera contado un chiste graciosísimo. Elisa tiene en brazos a su hija Nadia (en el sueño es un bebé de dos meses). Para que pueda seguir con la obra, le digo que me llevo a la niña. La niña patalea y grita, pero finalmente se duerme. Llego con ella a un restaurante multitudinario, donde están ya comiendo algunos de mis amigos (los de toda la vida y los poetas, mezclados). Me han guardado un sitio. Emilio y Salvador dice que van a por mi comida. Me siento con la niña en brazos. Puedes darle langosta, a los bebés canguro les gusta mucho, dice alguien. Efectivamente, cuando aparto la toquilla que cubre a Nadia, es un bebé canguro. Le doy pedacitos de langosta. Le encanta.

abrazo

lunes 19 septiembre 2022. Hay un grupo de amigos. Están bajo una uralita. Uno de ellos explica a los demás la diferencia entre las distintas uralitas que hay en el mercado. hasta saca varias muestras de una maleta. Llega Salvador en lo que parece un cochecito de los que se usan en los campos de golf. Se baja, pasa entre el grupo sin mirar a nadie, se acerca a mí y, sin mediar palabra, me abraza muy fuerte durante un rato.

granadas y toboganes

domingo, 18 septiembre 2022. Se supone que se van a entregar unos premios. Entre el jurado veo al editor Munárriz y al ministro Garzón. Llega Jaime y se sienta a mi lado, pero no parece reconocerme. Me despisto un momento y ya se ha terminado todo. Emilio me llama por teléfono, me pregunta dónde estamos. Le digo que si pone la tele nos verá, en ese momento, pasar por la puerta del hotel (no recuerdo el nombre). Francis sale del hotel con una chica (se supone que es su novia). La novia, al vernos, entra en el hotel y sale con unas granadas. Nos las regala muy sonriente. Francis dice que echa de menos una comida que hacía su madre, que llevaba plátano, limón y granada. Me despisto otra vez y los pierdo. Los encuentro en una tienda muy antigua. Están comprando un jersey rojo de segunda mano para Alberto. Aparece Oeste. Dice que llegamos tarde a la clínica. Corremos. Nos recibe una doctora con los labios de un rojo muy bonito. Mientras habla (tenemos que estar al tal hora en no sé dónde) le pregunto qué rojo lleva. Dice que es el número 14 y que se lo ha regalado a sí misma por su cumpleaños. Para llegar antes a la cita nos tiramos por unos toboganes (todo es muy blanco, futurista). Llegamos por fin a la clínica. Parece una nave espacial. Nos atienden, desde detrás del mostrador, una enfermera y un enfermero con monos de lycra blancos. No sé qué decir porque no sé a qué vamos. Habla Oeste. Mientras les explica que tengo dolores de cabeza que me han llegado a provocar una lesión en la espalda, la enfermera, muy sigilosa, sale de detrás del mostrador y me pincha en la columna. Quiero irme de allí.

esa miradita helada

viernes, 16 septiembre 2022. Tengo que presentar Los secundarios y no sé qué decir. El público está en unas gradas, como si esperara ver un partido de baloncesto. Cuando comienzo a hablar, las amigas de mi hermana se ponen a hablar entre ellas a gritos. Las miro, callan. Nada como una miradita helada, digo y el público se ríe. Otro grupo, encabezado por la excuñada de mi hermana, forma una circunferencia, se lanzan algo unas a otras, parece que recen algo también a gritos. Le digo al público que así no hay manera, que más provechoso es que les diga cómo hago la ensaladilla rusa (les doy la receta a gritos, para superar los gritos del grupo religioso). Veo que también han montado un tenderete donde venden manualidades. Entre ellas una funda de cojín de croché que es mía. ¡Le han puesto hasta una etiqueta con el precio!, le digo indignada a una chica. Le arranco la etiqueta con los dientes. Si que te caen mal, dice la chica. Ni te imaginas, respondo.
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Mi suegra y yo estamos en el cuarto rosa (que es blanco). Está vacío y parece mucho más grande que en la realidad. Sólo queda mi armario y dos cuadros (que son de la casa de mi amiga Salud). Alberto llega con un batín que le llega a las rodillas. Sin decir nada se pone a bailar. Baila maravillosamente. Se quita el batín, debajo lleva un pantalón de peto y varias camisetas, unas sobre otras. Se las va quitando mientras baila. Aplaudimos emocionadas.

pozo

miércoles, 14 septiembre 2022. Llevo dos bolsas llenas de agua, una en cada mano. Una es de plástico, la otra de papel. Cuando voy a volcarlas donde se supone que debo hacerlo (un charco junto a una especie de pozo de ladrillos) una de ellas está vacía.

teléfonos para nada

lunes, 12 septiembre 2022. Estoy en casa de mis padres. Alberto me llama por teléfono, está llorando, me dice que ha hecho todo lo que ha podido. No sé a qué se refiere. Pienso que mi abuela o mi madre han muerto. Intento llamar a mis tías, pero el teléfono no funciona. Llegan Francis y Salvador, lloran, dicen que lo sienten mucho, que Alberto hizo lo que pudo. Pero, ¿quién ha muerto?, pregunto. Me dicen el nombre de una chica que no conozco.
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Se supone que Mesa Toré me ha regalado un recortable tamaño natural de un tipo vestido de peruano. Me lo encuentro por una galería. Va con el peruano en persona. Les digo muy contenta que tengo el recortable en mi salón. En ese momento veo desde la galería a Trini. Hace años que no nos vemos. Le hago señas, no me ve, corro tras ella pero sé que no podré alcanzarla. Mesa Toré me presta su móvil para que la llame. No me sé su número. En el móvil hay fotos de un mono pequeño. Me explica que es de su hija y que maldita la hora en que se lo compró.

el vestido rojo

jueves, 8 septiembre 2022. Alberto y yo corremos con la calle hasta llegar a un buzón. Yo llevo un lienzo en su bastidor (no sé si se supone que es lo que voy a enviar). Cuando llegamos, le digo lo bien que sienta correr. Dice que estoy muy guapa. Le digo que es por el vestido rojo (un vestido camisero que tenía con 17 años). Volvemos corriendo de nuevo por donde hemos venido, solo que ahora la acera está llena de gente con la que tropezamos y el lienzo es más grande. Llegamos a una especie de estación con varios niveles. veo a Alberto en una de las vías superiores y corro hacia él. Espero que haya sacado los billetes para no perder más tiempo, pienso. Por el camino me entretengo mirando un edificio con apartamentos sin cortinas. Me encanta ver la vida de los demás, pienso mientras me siento en el patio interior. Pienso que no me importaría mudarme a uno de esos apartamentos. En ese momento llega un chico vendiendo vino dulce. Dice que es el vino de la Virgen. le digo que en Málaga también tenemos vino dulce. El patio se ha transformado en una habitación con mesa camilla llena de botellas y comida. Hay un grupo al que le hablo del vino dulce y del trono de la Siervita, les cuento que lo llevan muy pocos hombres y los puestos se heredan de padres a hijos, y que los varales llevan tacos de madera para mantener el nivel del trono. Todos beben alcohol menos yo. Veo cómo se divierten y las tonterías que dicen. Pienso que cuando yo bebía también parecería tonta. Uno de los chicos pone una película. Cuando la película se vuelve gore (un tipo se autolesiona las manos y la cabeza con una sierra, después se va comiendo con palillos chinos su propia cara) el tipo la para, enciende las luces y todos se marchan. Pues me la he tragado toda, dice marcos (que no sé de dónde ha salido). Una chica me pregunta qué hago al verme recoger papeles y plásticos. Le digo que es una manía, que de todas partes me llevo lo que hay que reciclar porque nadie lo hace. Una vez en la calle, uno de los chicos camina haciendo eses. Se apoya en mí, lo tomo por la cintura, se va volviendo cada vez más bajito.

gambas y diamantes

martes, 6 septiembre 2022. Estamos en una plaza. Un chico se acerca, saluda familiarmente y nos cuenta cosas como si nos conociera de toda la vida. No sé qué dice porque sigo pensando en mis cosas, solo asiento de vez en cuando. Yo te acompaño, dice de repente. Al levantarme para ir con él, me doy cuenta de que llevo una bata muy mullida de felpa y unas zapatillas a juego. Me levanto y voy con él a la que se supone es mi casa. La puerta es de madera muy vieja (no encaja, es más corta, más estrecha, deja huecos por los que cabría un gato). Aquí es donde te hiciste la foto del libro, dice. Le digo que no, que no era ahí. Estoy por decirle que es la primera vez que veo esta casa supuestamente mía, pero no digo nada. La llave es enorme, de hierro, como en las antiguas casas de pueblo. Entramos. Todo está revuelto. El chico, como si conociera la casa, va directamente a la cocina, lo oigo trastear. Veo un contestador de los antiguos con la luz parpadeando. Escucho un mensaje de mi madre. Cuenta que fue con mi tía en algún sitio y estuvieron esperándome. Su voz es joven y animada. Mira, la voz de mi madre, le digo al chico. Quiero escuchar los demás mensajes, pero sin querer los borro. Me pongo a pelar gambas. El chico me pasa un plato con gambas peladas. Hemos tenido la misma idea, dice.
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Veo en una revista la foto de los ojos de un sapo. En cada página aumentan la foto hasta que solo se ven infinidad de puntitos. Parecen diamantes. Alberto dice que hizo eso mismo con una foto de no sé quién y descubrió que tenía algo metálico en la cara. Sería purpurina de la pintura de ojos, le digo con desprecio.

la bolsa de la nasa

sábado, 3 septiembre 2022. Andrés hace bromas sobre una bolsa de tela que me he hecho, le pone nombre (no recuerdo cuál, algo así como la bolsa de la NASA). Llegamos en ascensor a un pueblo que han convertido en Silicom Valley, solo que no se ve nada moderno, más bien lo contrario. Entramos a una sala de ordenadores (se supone que van a reparar el ordenador de Alberto). Una chica me cuenta (mientras unta mermelada en el pan) que no es de allí, que llegó a trabajar unos días y se ha quedado. De repente veo que a mi lado está desayunando Antonio. Lo primero que pienso es que ha envejecido. Mira la carta como si no se decidiera qué va a tomar. No sé qué decirle porque no sé si me ha reconocido.
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Mi padre se afeita solo. Me alegro tanto de que pueda volver a hacerlo que me agarro a él y bailamos. (El tipo del sueño no se parece nada a mi padre, es una especie de ruso grande y rubio muy musculado).

dedicatoria encubierta

viernes, 2 septiembre 2022. Estoy en un sillón de orejas muy viejo ojeando unos cuadernos con cubiertas de cuero. Alguien me los ha regalado. Llevan dedicatoria en una hoja cuadriculada mal pegada. La despego con cuidado. debajo hay otra dedicatoria de un escritor famoso (no recuerdo cuál). No comprendo cómo alguien ha podido pegar algo sobre ella. Me llaman para comer. En una terraza estrecha, pero acogedora, se celebra la navidad. La mesa está muy adornada. Los platos tienen dibujos dorados. Mi madre, al verme mirarlos con atención, me dice que son antiguos, de Cartagena. Lo sé, yo tengo en casa uno. Se sorprende, me pregunta con la mirada. Lo robé, le digo y se ríe.

barracón

miércoles, 31 agosto 2022. Salgo de un barracón con otras mujeres. Todo está oscuro, sucio y húmedo. Un tipo hace entrar a las mujeres detrás de una cortina. Una dice que no puede hacer nada porque está embarazada. Me dice con la mirada que diga lo mismo. Me tumbo sobre una especie de tumba dedicada a un militar. Alguien ha colocado piedras y monedas muy rústicas también de piedra. Pienso que si me quedo muy quieta quizá se olviden de que estoy allí. De repente aparecen Sean Penn, George Clooney y Catherine Z Jones disfrazados. Entran en el barracón. Los sigo. Penn va vestido de mujer con unos pechos puntiagudos falsos. Le dice al tipo de la entrada que les explique a los soldados que no es una mujer, que no lo toquen. me acerco a ellos, les digo que me saquen de allí. Aparece Alberto, me dice que eso de que Z Jones aparenta veinte años es mentira.

corcho

martes, 30 agosto 2022. Entramos en un museo (al que ya hemos entrado en otros sueños: rampa escalonada de mármol blanco recorrida por una acequia). Se supone que va a cerrar porque vamos corriendo a la tienda de souvenirs. Buscamos en regalo para nuestra sobrina. Alberto dice que podemos comprar una funda de móvil de corcho. No me gusta pero no digo nada. Mejor le compramos dos, dice Alberto.

poetas y bacalao

lunes, 29 agosto 2022. Le pregunto a Javi si quiere acompañarme a una lectura que organizan para despedir el verano. En estas aparece Carlos con el pelo largo y rubio (tipo Actor Secundario Bob), se sienta sobre una piedra y habla sin parar. Después de un rato sin entender nada de lo que dice, me despido de los dos desde un coche, asomando medio cuerpo por la ventanilla. ¡Adiós, Isabel!, dice Carlos. Oigo a alguien por la calle que dice, ¿Isabel?, y mira hacia el coche. Es Tenllado. Dice que se alegra de verme, que cuánto tiempo, que qué ha sido de mí. Lo acompaña JLA. JLA dice que yo creo que él me ha tratado mal, pero que no tengo ni idea de lo que es capaz de hacer, que no me queje, que al resto los ha tratado mal de verdad. No sé de qué habla ni me interesa. Suena el móvil. Es mi madre. Está muy contenta, llama desde Valencia. Voy a hacer la ruta del bacalao con Villagrasa, dice. No sé si explicarle que esa ruta no consiste en comer bacalao, pero como está con Villagrasa me quedo tranquila. Por fin llego a casa (que no es la mía). Hay una habitación en penumbra con cama, mesa y silla. Me tumbo, el colchón se hunde un poco y quedo como en un nido. Alguien pasa por el pasillo. Me quedaría aquí para siempre, le digo.

volcán

domingo, 28 agosto 2022. Ventana. Veo un paseo cerca de la playa y al fondo un monte con forma de volcán. De repente comienza a expulsar hojas con mucha fuerza. La gente corre perseguida por ramas de árbol. Cuando todo se calma salgo a buscar a Luciano (por la noche vi a alguien en la tele "Guardianes del espacio" y pensé que un personaje se parecía a él). Llego a un chiringuito por el que se entra a un parque acuático. Asomo la cabeza. No está.

ratón

martes, 23 agosto 2022. Estoy en casa de mis padres. Mientras estoy intentando cazar a un ratón del tamaño de una uña, llaman a la puerta. Oigo que mi madre abre sin preguntar. Corro hasta ella. Una chica embarazada está entrando en la cocina. La acompañan varias niñas. Les digo que se marchen, lo miran todo, la madre apunta cosas en una libreta. Las empujó hacia afuera. Pienso que cuando vuelva al salón el ratón se habrá escapado.

bailo

lunes, 22 agosto 2022. Bailo en el comedor de la casa de mi abuela. Alberto dice que tenemos que irnos, pero le digo que no puedo hasta que no baile la canción que está sonando (de The Whitest Boy Alive). Soy feliz.

trampillas

viernes, 19 agosto 2022. Salgo de la casa de mis padres cargada de bolsas de reciclaje. Al final de la calle hay un círculo en el suelo con varias trampillas. No indican cuál es para cada cosa, tengo que ir abriéndolas para ver qué hay dentro. Han mezclado basura orgánica, plásticos y papel. Aquí todo se hace mal, me dice una señora. Me pongo a sacar la basura y reordenarla. Veo que Alberto me está esperando en el coche. Tengo que darme prisa. Dejo la basura de los demás y tiro la mía, pero veo que en las bolsas que me ha dejado mi hermana también está todo mezclado, incluso hay ropa. No sé qué hacer. Miro hacia donde está el coche de Alberto, pero ya se ha ido.

agua, jolgorio, retales y ducha

lunes, 16 agosto 2022. Le sirvo agua a mi padre. Dice que no le gusta, que sabe que no es la suya. Le digo que acabo de abrir la botella. Dice que no sabe igual. Le digo que madure de una vez. Voy a la cocina a por una botella. Ha varias botellas de suavizante llenas de agua, casera y bebida isotónica.
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Alberto conduce. Una chica y yo vamos en el asiento de atrás. La chica habla sin parar de banalidades. Cuando salimos del coche veo que llevo un triciclo de plástico de colores. Al ir entrar a lo que parece un museo, le pregunto a Alberto si lo dejo en consigna. Se enfada muchísimo, dice que la noche anterior me entretuve hablando con los sevillanos entre los bancos de la iglesia. No sé de qué habla. Le digo que estoy muy cansada, que prefiero irme a casa. No dice nada, entra en un edificio okupa. Desde fuera oigo que lo reciben con jolgorio. No sé qué hacer con el triciclo, no sé qué hacer en general, no sé dónde ir.
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Estoy en lo que parece una tienda, junto a unos retales colocados unos sobre otros, como si fueran alfombras. Tomo algunos para ver los estampados. Imagino qué tal quedarían unos pantalones. De todos pienso: demasiado jipis. También hay trozos de lona negra con una foto impresa (supongo que para hacer bolsas). Todas son de súper héroes, demasiado infantiles.
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Hay una habitación que hace las veces de ducha. En el centro, en el suelo, hay una gominola azul del mismo color que los baldosines. Andrés pregunta quién la ha dejado ahí, si es una cámara espía. Le digo que no es nada, que se olvide. Dentro de la habitación hay una cortina que separa una ducha de otra. Elisa se está duchando tras la cortina. La oímos cantar. Córtame por la mitad, le digo a Andrés. ¿Por dónde? De aquí para abajo o de aquí para arriba, le digo señalando mi cintura.

repetición

domingo, 14 agosto 2022. Hemos quedado con Daniel. Pienso que se va a extrañar de que ahora vista de color claro. Lo veo de lejos. Va vestido de color claro de arriba a abajo. Nos sentamos alrededor de una mesa redonda y pequeña (parece de guardería). Pienso que ya estuvimos en ese mismo lugar y que tenemos una foto, pero vestidos de negro.

abrazos

viernes, 12 agosto 2022. Juan Marqués camina a mi lado. Cada tantos pasos se para, me mira y me abraza como si me consolara de algo.

puzzle

miércoles, 10 agosto 2022. Espero a Marcos junto a un parque, cerca de una parada de autobús. Llevo mi antigua bici. No sé si esperar, llevar a casa la bici y volver o llamarlo para decirle que ya estoy donde hemos quedado. De repente lo veo salir de un coche. Va encorvado y lleva puesto el kimono de mi madre. Entra en un edificio al que le veo pinta de sede de secta. Dejo la bici en la parada del bus y me acerco a Marcos. De repente, un montón de personas salen del edificio y ocupan todo el parque. Hay tanta gente que unos avanzan sobre otros amontonados. Reconozco a varios futbolistas famosos, cantantes, políticos. Me quedo muy quieta para que no me pisoteen. Cuando el parque se despeja, veo a Marcos, lo llamo, quiere enseñarme el edificio. A la entrada hay una vidriera que de lejos parecía muy bonita y de cerca es horrorosa (cristales de distintos colores con formas de piezas de puzzle). Miro hacia la parada y se han llevado mi bici. A lo lejos veo a dos tipos montados cada uno en una. Desde lejos no sé cuál es la mía. Decido perseguir a uno de ellos (el otro lleva un niño). Cuando lo alcanzo, está con otro tipo junto a un bidón. Dentro del bidón hay una hoguera, la bici está desgüazada y calientan los tubos en el fuego para volver a ensamblarla.

incendio, carpetas y charco

martes, 9 agosto 2022. Mi hermana dice que si hubiera un incendio entraría en casa para salvar a su gato. Pienso que si ella entra tendré que entrar para salvarla.
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Alguien duerme en una de las muchas camas de una habitación (me recuerda al comedor del colegio, pero con camas en vez de mesas). Veo que tiene el termómetro puesto y se lo quito para que no se haga daño. Dos chicas y un chico entran. ¿Temperatura?, pregunta. 37ºc, no, 36ºc, le digo. Me miran mal por dudar. Al salir el chico me dice que lo ayude con unas carpetas, que no sabe llegar al pabellón B. Lleva unas diez carpetas negras enormes una encima de otra, como lo haría un dibujo animado. Le digo que me siga. A mitad de camino todas las carpetas caen al suelo.
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En una habitación grande con muchas camas, Un tipo cargado de ca Una chica y yo salimos de una pastelería (se supone que somos amigas). Vemos que delante de nosotras caminan tres tipos (se supone que de ellos uno es su novio y otro el mío). Como hoy salimos solas podemos ir al mismo sitio pero sentarnos separados, dice en tono divertido. Un tipo con mal aspecto aparece de repente, ella lo saluda, entabla conversación, le pregunta si prefiere el verano o el otoño. El verano, dicen los dos a la vez y ríen tontamente. Me miran. Yo prefiero los charcos, digo al fin. El tipo chapotea sobre un charco lleno de barro. Me aparto para que no me manche. Lo retiro, prefiero la buena educación, le digo. El tipo me mira con desprecio. No sé qué hago allí ni dónde estoy. Solo quiero irme a casa.

ordenador de cuco

lunes, 8 agosto 2022. Llego a casa de Joan, me recibe su madre. Paso a su cuarto. Tiene una mesa expositora con recuerdos. ¿Conservas los muñecos que te di? Dice que los tiene en una caja. Seguro que los tienes en el altillo, como yo. Nos reímos. Me enseña un ordenador con forma de reloj de cuco. Dice que no funciona. Le pido permiso para abrirlo. Vemos en una inscripción que es de 1896. Pienso que la fecha está mal porque tiene dos entradas USB. Toco aquí y allá, empalmo cables y conecto. Funciona. Masip se pone contentísimo, nos abrazamos y saltamos de alegría. El ordenador se enciende y para comenzar a funcionar hace unas preguntas clave sobre Roma. Joan le da a enter a todas y el ordenador dice que ha respondido bien al 99%. Qué inteligente eres, le digo. Dirás qué suerte tengo, responde. Es la hora de comer y debo marcharme. Nos abrazamos, nos despedimos. Al salir de su casa tengo la boca llena de nubes de malvavisco.

a cantar

domingo, 7 agosto 2022. Tengo que cantar en un teatro durante treinta minutos. No me sé ninguna canción completa ni sé cantar.

calcetines y ramas

sábado, 6 agosto 2022. Se supone que salimos del cine y acabamos de ver la última película de Jonás Trueba. Jonás sale entre el público. Lleva un la mano unos calcetines de lana. Recuerdo varias imágenes, un anciano en el desierto poniéndose esos mismos calcetines, y fotos de utensilios y adornos (uno de ellos una baldosa con la cara del anciano). Jonás se da cuenta de que miro fijamente los calcetines y me los da. Los observo detenidamente, intento ver más allá del objeto, percibir algún rastro del anciano.
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Barro el último rincón de una terraza de bar inmensa. Estoy allí para no tener que ver ni saludar a nadie. Todo es muy blanco, con asientos de obra años 80. Van llegando grupos de chicas rubias muy arregladas, con vestidos brillantes y sandalias de tacón doradas. Barro de espaldas para no tener que decir nada. Cuando no queda nada que barrer echo al suelo los tarjetones de publicidad y sigo barriendo hojas y ramas que yo misma arranco y tiro al suelo.

llavero de barro

jueves, 4 agosto 2022. Estoy en la cocina de la casa de mis padres ordenando el reciclaje. Como siempre, mi hermana ha mezclado cartones con plásticos y latas. Incluso hay un bolso color grosella nuevo (aunque muy feo). El bolso pesa muchísimo. Saco unas bolas de goma, otras de metal y unos llaveros. Temo que también haya tirado llaves. Rebusco en todos los bolsillos. Encuentro un llavero de barro (una olla con unas cadenas). Me da pena tirarlo, pienso en la persona que lo hizo (se nota que está hecho a mano). Le quito las cadenas con unas tijeras de las uñas. Mi madre dice que supondrá demasiado trabajo para nada, pero las quito en un segundo.
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Alberto y yo buscamos una librería que había en Madrid, donde solo vendían libros de medicina. La calle ha cambiado, ahora solo hay bares. Vemos una luz muy tenue y entramos. La librería no está igual, ahora venden libros "normales" y cachivaches de papelería (gomas de borrar con formas raras, lápices flexibles). Sobre el mostrador hay un libro con las cubiertas blancas. Es de Manuel Rico, dice la dependienta. No sé si se refiere a que lo va a comprar o lo ha escrito él. Lo veo a lo lejos paseando (la librería tiene dentro un patio, que más que patio es todo un pueblo blanco andaluz). Veo que charla con Alberto y me acerco a saludar. Por el camino me cruzo con unas adolescentes que hablan de él (se supone que una de ellas es su hija). Cada vez que quiero acercarme ellas, sin querer, me cortan el paso. Acabamos en una sala de cine que solo tiene tres filas. Proyectan una película con las luces encendidas.

agua que no moja

lunes, 1 agosto 2022. Alberto y yo hacemos cola para lo que parece un jardín rodeado de un muro de piedra. Al entrar es una casa normal bastante destartalada con las paredes encaladas. Una chica nos hace pasar. El servicio está al fondo, dice. El servicio es una habitación enorme con una bañera en el centro. La habitación está llena de agua. El agua nos llega a la cintura pero no nos moja. Alberto se sienta en el borde de la bañera y orina. No sé qué hacer. Me siento, pero soy incapaz de orinar. Mientras estamos allí le digo a Alberto que me encantaría tener una habitación inundada en casa.

análisis

domingo, 31 julio 2022. He ido al médico, pero parece un estadio olímpico. Hay gente esperando en sillas. Llega mi turno. Detrás de una mesa de playa plegable hay dos médicas. Una me pregunta si no estuve hace poco. No, la llamé por teléfono para pedir los análisis anuales. Le explico que vi doble un día con el ojo izquierdo y ahora me pesa mucho. Ellas se miran, mi médica dice que no entiende que con esos análisis perfectos esté tan mal. La otra apunta: no bebe, no fuma. Sí bebo, le digo. Nadie dice que bebe, dice sorprendida. ¡Todos mienten!, respondo.