el fin del mundo

jueves, 8 diciembre 2022. Estoy en una calle entre bloques de pisos llena de gente. parece que celebran algo. Hay mesas de playa plegables llenas de comida. Los vecinos hablan entre ellos. No conozco a nadie, pero los trato como si fueran de la familia. Un señor gordo en camiseta de tirantes, tumbado en una silla baja de playa, señala al cielo (muy azul) que de repente se llena de humo negro. El fin del mundo, dice. No podemos respirar, corro a casa. Mi familia no parece preocupada. Llama mi tía Mari, pregunta si mi hermana está en casa. Está en el cuadro de baño, le digo. Mi hermana saluda desde dentro de la bañera (lleva la ropa puesta). Que no vaya a salir hoy, dice mi tía. Lo sabe, pienso. Mi hermana dice desde lejos que no piensa aplazar su viaje a Marruecos. Entro en su cuarto, le digo que mire al cielo, que es el fin del mundo, que no se vaya, que lo pasemos con la familia. De ninguna manera, dice. Pienso en dónde estará Alberto y que no voy a poder verlo ni hablar con él siquiera en un momento así. No sé qué ropa llevarme, dice mi hermana. ¡Vete a la mierda!, le grito, da igual lo que te pongas, seguirás igual de fea y vieja.
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Llego a un restaurante donde todo es blanco (suelo, paredes, sillas, mesas, hasta la ropa de los comensales). Todas las mesas están ocupadas y apiañadas. No conozco a la persona con la que voy. Al entrar me pregunto qué hago allí. Él se para a hablar con un tipo, al que se le cae la servilleta al levantarse. Está comiendo con Miriam Reyes. La saludo, pero ella sigue comiendo como si no me hubiera reconocido.
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Llego a la parada del C1 en calle Cristo. Unos chicos burrean a unos niños quitándoles unas barritas de chocolate. Sobre todo uno, más feo que los demás, que intenta incluso quitarle la camiseta a uno de ellos. La quiere porque dice que es de su equipo de fútbol. No estoy segura de si están jugando, porque los niños no se quejan, algunos hasta se ríen. Finalmente le digo a uno de los niños que por qué no defienden a su amigo. Me mira con mala cara. Miro al chico feo con asco y le dedico varias maldiciones. Llega el bus. Dejo pasar delante de mí a una chica con bicicleta. El autobús va hasta arriba. La chica me cuenta algo muy íntimo (que no recuerdo) como si me conociera de toda la vida. Deseo que llegue cuanto antes a siguiente parada para bajarme