alargalápices

lunes, 31 enero 2022. Parece un festival de música. No sé qué hago entre los periodistas, bajo un tenderete de lona, así que procuro pasar desapercibida. Alguien habla de Jonás Trueba, cuenta lo buen actor que es. Le digo que Jonás es director de cine. Nombro sus películas, me miran como si hubieran visto a un marciano. Para distraerlos saco de la mochila lo que llevo, un boli, un lápiz bicolor y un lápiz rojo sin punta. Se los reparten. Les cuento que, antiguamente, cuando un lápiz se gastaba se le ponía un alargalápices, que tengo varios. Vuelven a mirarme raro. Les enseño mi móvil. Creen que es de juguete, se ríen. Se parece a uno que tiene mi hija, dice una de ellas. Se ríen tanto que empieza a molestarme. Les digo que precisamente Jonás tiene uno igual pero con cámara. Y de repente estoy en un columpio (una tabla entre dos cuerdas) y me columpio felizmente sobre sus cabezas.

pechos fuera, cama de hielo y lápices ortopédicos

domingo 30 enero 2022. Estamos en casa de Juan Luis. Se están arreglando para salir. La casa tiene varias plantas y en el bajo un restaurante que lleva Jonna. Por fin salimos. Me entran ganas de orinar. En vez de volver a subir a la casa entro en el del restaurante. El baño es unisex y sin puertas. Puedo ver a los camareros pasar de un lado a otro (y ellos a mí). Corro para alcanzar a los amigos. Me doy cuenta de que no llevo camiseta ni sujetador siquiera. Siento un poco de vergüenza, pero no tanta como debería. Pienso que ir desnuda se ha visto en pasarelas así que no habrá ningún problema.
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Se supone que es la casa de mis padres pero no se parece en nada. ay mucho revuelo porque mi hermana se casa. Fuera hace mucho viento y creo que quedará una boda desangelada, pero no digo nada. Mi hermana dice que le faltan los zapatos y manda a mi madre a que le compre unos. Le digo que si mamá sale con este viento saldrá volando, que vaya ella o los pida por internet. De repente dice que no se casa. No sé si lo dice en serio o por no ir a por los zapatos. Saco unos míos de una caja y le coso una tela blanca para que parezcan de novia. Dice que no es por los zapatos, que a su prometido le dolía la espalda en la cama del hotel que reservó y que no está muy segura de que hoy aparezca. Mi prima me dice al oído que la cama era de hielo, que el hotel está en Suecia, que el catering le ha costado seis mil euros y que vendrán más de cuatrocientos invitados. Le digo a mi hermana que se aclare, si se casa o no se casa. No. Pues tienes que anular la reserva, el catering y escribir a los invitados para que no vengan. Pienso que usará el móvil para decírselo a todos pero se pone a escribir cartas, una a una, en hojas de papel. Los seis mil tendrá que pagarlos seguro, dice mi prima.
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Estamos en casa de mis padres. Sobre la mesa hay un montón de restos de lápices usados. Los clasifico por colores, voy apuntando letras y signos (que después me servirán de clave) en una hojita de papel. Llega Javi con cara de cansado. Mi día también ha sido estresante, le digo en broma enseñándole la hojita. Se ríe. Pregunta con el gesto qué es todo eso que hay sobre la mesa. Le explico que he sacado las minas de los bolis de cuatro colores y les he metido lo que me ha dado la gana. Lápices bicolores, carboncillo y hasta un tubo de pintura blanca que me servirá para ponerle el número que le falta al pulsador del ascensor. Mi favorito es este, le digo queriéndole enseñar un lápiz azul por fuera con la mina verde. No aparece. Podríamos montar un negocio, le llamaríamos "LOPT" (lápices ortopédicos para todos). Javi respira profundamente y dice: esto es lo mejor que me ha pasado hoy. Alberto y yo nos miramos como diciendo: pues si esto es lo mejor, pobre chico.

cisterna rota y familia de salamanquesas

sábado, 29 enero 2022. Se supone que estamos en la casa de mis padres (aunque no se parece). Sergi ha venido a pasar unos días. Me pregunta por un vino que me regalaron Carmen y Enrique. Remotamente recuerdo una botella con una etiqueta de rayas, le digo. Esa no es. Podemos mirar en el blog porque seguro que le hice una foto, le digo pero no buscamos nada. Oigo un ruidito en el cuarto de baño. La cisterna tiene a un lado un tornillo que nunca había visto y del que sale un chijete de agua. Mientras intento arreglarlo Sergi me habla de sus padres y su novia.
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Las calles están llenas de gente, como si volvieran de algún acto. Las aceras están cubiertas por papeles y libretas. Quizá han celebrado el fin de curso y han tirado a la calle los apuntes, pienso. Veo dos agendas muy gruesas donde alguien ha apuntado en cada hoja un número de teléfono y, en vez de escribir el nombre de la persona, una caricatura. Me acerco a Alberto que va unos pasos delante de mí y se lo cuento. ¿Y no las has cogido? Siempre dices que no coja nada, me defiendo. Vuelvo la cabeza por si están todavía, pero una chica con carrito tipo bandeja (como los que usan en las tiendas de bricolaje) ya ha recogido todo lo que había en el suelo. Estoy muy cansada, paramos delante del Málaga Palacio. Me siento sobre un parterre de césped falso. Alberto dice que mejor seguir en coche. De repente estamos dentro de un coche blanco pequeño y se ha hecho de noche. El coche solo tiene marcha atrás. Vamos todo el camino con las cabezas giradas. Alberto dice que quiere pasar por un sitio. Llegamos a un canal sobre el que flota una especie de plancha de plástico llena de pequeños contenedores. En cada contenedor hay piezas de plástico de todos los colores. Lo que podría ser un lugar de lo más siniestro lo convierte casi en una zona de juego para niños. Alberto dice que leyó un artículo donde hablaban de ese sitio y que la periodista se había llevado de recuerdo una pieza. Le digo que seguramente haya cámaras, que mejor nos volvamos a casa. Cuando estamos saliendo, veo un gran dormitorio. Sólo distingo los finales de las camas y varios pares de pies que sobresalen bajo las mantas. Los cuento: doce pares de pies. ¡Hay seis vigilantes, vámonos de aquí antes de que despierten!
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Hay un patio grande con una mesa grande. Una familia ya ha terminado de comer. Sólo quedo yo. Me miran, parece que esperen a que termine el último bocado para que pueda opinar. Como directamente de un envase metálico donde sirven los pollos asados. Alberto está a unos metros, jugando con unos niños. Se quita la camiseta. Distingo una salamanquesa en su espalda. No puede ser, pienso, ¿se ha hecho un tatuaje? Miro al suelo y a mi lado hay tres más, en actitud de espera (como la familia de la mesa). La familia está esperando, le digo a Alberto señalando a las salamanquesas. La que tiene en la espalda baja de un salto y se reúne con ellas. Desaparecen las cuatro por una rendija de la pared. He terminado, digo a la familia que sonríe satisfecha.

móviles de juguete y perrito parlante

jueves, 27 enero 2022. Me despierto y estoy en el techo de un coche en marcha agarrada a lo que parece una luz que sobresale. Pienso que es un coche de policía. Me fijo y es un retrovisor. Entonces es un taxi, pienso (como si fuera normal que los taxis llevaran un retrovisor en el techo). Sigo tumbada y aferrada al retrovisor para no caerme (vamos por la autovía) y miro con cuidado a mi alrededor. No reconozco la zona. Pienso que el taxista vuelve a su casa. De repente estamos en la casa del taxista. La habitación no tiene muebles. Ahora es él el que duerme la siesta sobre un tatami mientras espero sentada a su lado a que despierte. Entra su mujer, grita, pregunta quién soy y qué hago allí. El taxista se despierta. Dicen que he querido viajar gratis sobre el techo y que les debo la carrera. Les explico que si hubiera querido ir a algún sitio no estaría en su casa. Él parece que entra en razón, ella llama a sus vecinas para que me echen de la casa. Escapo como puedo. Me encuentro a Sergio, su mujer y a Andrés. Cuando intento explicarles lo que me ha pasado me cortan para hablarme entusiasmados de una fiesta en la que actuarán varios grupos japoneses. Les digo que tengo que volver a casa, que Alberto estará preocupado. Sergio se va decepcionado. Andrés se acerca a un camión de bomberos. Pienso que va a pedirles ayuda para que me lleven a casa. Andrés sube al camión y se van a la fiesta (el camión era en realidad una carroza con gente disfrazada). Hombres, dice la mujer de Sergio, y se queda para ayudarme. Bajo unos soportales hay varios poste de paradas de autobús. Buscamos una que me deje cerca de casa. Nada. Bien están tan oxidados que no se leen, bien son líneas de tres cifras le llevan fuera de la ciudad. Abrimos una puerta. Dos chicas fuman y beben a escondidas. Sin salida, le digo a la mujer de Sergio Ella se encoge de hombros como diciendo: lo he intentado, no puedo ayudarte. Eso te pasa por no tener móvil, dice con más pena que otra cosa. Sí que tengo, le digo y saco del bolso dos móviles de colores de juguete.
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Entro en una librería de cómics. Se supone que he quedado con un amigo de Enrique pero todavía falta media hora para la cita. Entro, echo un vistazo, pero me da vergüenza estar allí dentro media hora. Al salir pasa Enrique. Le pregunto si sabe algo de su amigo. Sí, ha ido al bingo y llegará en media hora, yo me tengo que ir, dice y me da una abrazo para despedirse. No quiero que se vaya. ¿Seguro que he quedado aquí con él? Miramos el nombre de la librería "Faro". ¿No te suena que en la que hemos quedado se llamaba "Filo"? No, es esta seguro, dice Enrique y se va porque lo ha llamado Carmen para decirle que estaban jugando en la playa y han pisado sin querer a una señora. Desaparece como por arte de magia. Eso es, pienso, bajaré a la playa a hacer tiempo, le digo a un perrito pequeño anaranjado que llevo (de repente) de una correa. Caminamos felices hacia la playa mientras charlamos (el perrito y yo). La gente con la que me cruzo me mira como si estuviera loca.

intuición

miércoles, 26 enero 2022. Mi madre tiene sobre la mesa un álbum de fotos enorme. Hay fotos de mi hermana con un chico que no conozco (se parece a John Galliano de joven). Mi madre pregunta retóricamente y con teatralidad: ¿A que tu hermana parece mucho más joven que él? Le digo que mi hermana parece la edad que tiene y él no debe de tener más de 30. ¡Pero si es el padre de Álex! Le digo a mi madre que ya es hora de decir la verdad, que mi hermana no parece más joven que nadie, que la trate como a una adulta. No tienes ni idea de nada, dicen. Vamos a hacer una prueba, les digo: este chico parece francés y bailarín, le digo. Mi hermana dice que vive desde hace muchos años en Francia y que trabaja en el Circo del Sol. Lo ves, mi intuición es así de grande, les digo abriendo mucho los brazos.

espinacas amarillas y guacamole de abogado

martes, 25 enero 2022. Carmen y Eduardo han venido a cenar a casa. Voy por algo a la cocina y tengo que pasar por encima de los muebles del comedor porque todos están revueltos y amontonados. No hay luz en la cocina, vuelvo sobre los muebles, busco bombillas en un cajón. Nada. Busco en el armario del pasillo. Desde allí veo que ya hay luz. Sobre la encimera hay un queso del tamaño de una rueda (como el que había en "La Cosmopolita"). Carmen corta un poco, lo prueba y pone cara de asco. Me da un poco. ¡Pero si está muy bueno!, le dijo. Sobre el frigorífico veo algo con aspecto de ramo de flores. ¿Son rosas amarillas?, pregunto. Son espinacas amarillas, dice Carmen, te las trajo Eduardo. Prefiero a los hombres prácticos, respondo. La cocina se ha ido llenando de gente. Pregunto si quieren postre. Quieren. Busco ciruelas pasas, nata y miel. Intento meterlo todo en la batidora, pero hay tanta gente que no puedo moverme.
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Salimos de un restaurante que parece una iglesia. Ferran dice que se comería una hamburguesa (se supone que acabamos de comer paella). No cruzamos con unas señoras que van a misa. Se quejan de que han forrado los escalones de piedra con tablones y ahora son más altos y les cuesta mucho subir y bajar. Les digo que eso ya no es una iglesia, que es un restaurante. Ferran añade que trabajen más y recen menos. El resto del grupo entra a tomar café a una cafetería años 50. Ferran insiste en su hamburguesa, dice que conoce un sitio. Lo acompaño. Cruzamos un puente muy deteriorado. Llegamos a un local en un bajo bastante cutre que huele a sudor. Sobre un tatami varios muchachos practican posturas de karate. Se supone que lo hacen mientras esperan a que abran el ventanuco por el que sirven las hamburguesas. Cojo mi bici y me largo (durante todo este tiempo yo he ido en una bici muy pequeña sin pedales). Llego a la cafetería. Alberto está con los sobrinos y mi tía Mari. El camarero me pregunta que voy a tomar, que todos los demás ya han pedido. Me da una carta enorme que abierta parece un mapa de carreteras. No me apetece nada. ¿Qué me aconseja? El guacamole es lo mejor, lo sé porque lo hago yo. Y acercándose, me dice al oído: en realidad soy abogado.

zapato roto, joyas de plástico y el propulsador

lunes, 24 enero 2022. No sé qué se celebra, pero todo el mundo bebe y hasta baila en la calle. Alberto y yo estamos junto a un muro, observando la felicidad de la gente. Alguien, por hacer una gracia, me quita un zapato y lo lanza lejos. Corro a buscarlo. Le digo a Alberto que me espere y corro a buscarlo. Cada vez que voy a cogerlo alguien lo lanza a otro lado. Todos ríen. Yo empiezo a enfadarme. Miguel Ángel aparece, se ofrece a ayudarme. Recorremos toda la fiesta. El zapato aparece unto a un contenedor, está sucio y con la piel levantada por varios sitios. Miguel Ángel piensa que es mejor tirarlo. Le digo que al menos lo necesito para volver a casa. Alberto ya no está y quedan pocos fiesteros. Mi amiga nos llevará, dice y entramos en un coche, pero el coche no arranca y cada vez es más tarde. Pienso en lo preocupado que estará Alberto.
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Tengo delante varios contenedores de reciclaje. Han tirado tebeos, joyas de plástico como unas que tenía de niña, etc. Mientras rebusco, por si me llevo algo, aparece una chica muy guapa. ¿Te acuerdas de mí? Claro, le digo aunque no tengo ni idea de quién es, pero me da corte decírselo. Le conté a mi madre que estabas enamorada de mí y me dijo que no me preocupara, que ya se te pasará, dice. No sé de qué habla. Claro, repito. La chica toma un vestido del contenedor de ropa y se lo prueba. Aprovecho para largarme. Por el camino me encuentro a Javier. Se alegra mucho de verme. No quiero entretenerme hablando por si la chica me sigue. Mira, los tebeos de "Esther y su mundo" que tanto te gustaban, le digo, se los doy y salgo corriendo ante la cara de no entender nada de Javier.
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Llegamos tarde a una conferencia importantísima donde Miguel Ángel tiene que exponer una solución a un problema mundial (en el sueño no consta cuál). Recorremos la planta baja de un edificio enorme de cristal donde hay pantallas gigantes donde vemos cómo se va llenando la sala con personalidades de todo el mundo. Hay dos ascensores y demasiada gente esperando. Alguien propone que usemos un tercer ascensor llamado el propulsador. Un chico nos pregunta con la mirada si estamos seguros. En el suelo del ascensor hay cinturones de seguridad. Nos va tumbando a cada uno y nos ata. Miguel Ángel me da la mano y yo se la doy a la chica de mi derecha. Llegaréis en un solo segundo a la gran sala, os recomiendo que cerréis los ojos, dice el chico antes de cerrar la puerta. Por una parte temo marearme pero por otra quiero ver ese vuelo de solo un segundo que nos espera.

dos camiones

domingo, 23 enero 2022. Estoy en la acera separando distintos tipos de envases en cajas (botes de plástico, botellas, latas, trapos). La acera se transforma en el salón de una casa (se supone que de mis padres). El salón tiene dos puertas que dan a dos habitaciones que, se supone, están vacías. Un chico dice que tiene que aparcar sus camiones, uno delante de cada puerta. Mis padres entran rápidamente en una de las habitaciones vacías. El chico aparca un camión tapando la puerta. Dice que me meta yo en la otra. Sospecho que quiere encerrarnos para robar. Le digo que no y que se largue. Me agarra de la muñeca y tira de mí. Estamos de nuevo en la acera y alguien ha revuelto la basura que yo había separado. Al pasar por un bar me agarro a la puerta y grito que ese hombre ha encerrado a mis padres, quiere robarles y me está secuestrando. Nadie se mueve. Se lo digo a un policía que parece sacado de los dibujos animados (está gordo y el uniforme la queda pequeño). El policía dice que él no quiere líos, se tapa las orejas con las manos y cierra los ojos.

piedra pómez

sábado, 22 enero 2022. Se supone que ha habido una exposición y una lectura de poemas. Hemos terminado y descansamos sentados con las espaldas apoyadas en la pared encalada de una casa de playa. La casa sólo tiene delante una especie de acera de baldosas muy rústicas sobre las piedras de la playa. Somos unos diez. Al final de la fila veo a Chivite (aunque hablan de él como si no estuviera: una vez Chivite me dijo tal cosa, Chivite tal otra, etc). Solo conozco a Chivite y a Antonio de la Torre, las demás son chicas. De la Torre va vestido de cartero antiguo. Le pregunto desde cuándo es cartero. Dice que sólo es el disfraz de su papel. Es verdad, le digo, si acabo de verte actuar, qué cabeza. Se ríe. Le cuento que de niña también me gustaba disfrazarme. No es un disfraz, es el uniforme de mi papel, dice ofendido. Intento cambiar de tema, le pregunto qué le pareció la última novela de Chivite. Dice que Chivite siempre le ha dado buenos consejos, que cuando viaja le pregunta dónde ir y qué ver y siempre acierta. Sí, a mí me recomendó un restaurante en Praga. ¿Y qué tal? No fui. De la Torre me da por imposible y se aleja. No sé de qué hablar con la chica que está a mi lado, tomo un par de piedras y le digo que son piedras pómez. Mira, le digo, y la froto contra el talón de mi pie derecho. Fíjate qué diferencia. Le digo que pase la mano por mis dos talones, uno suave, el otro rugoso. La chica me mira con cara de asco. Un tipo apesadumbrado dice que tenemos que pagar cada uno nuestra consumición, que él creía que invitarían a los artistas, pero no, son siete euros por persona, dice. Todos sacan un billete de veinte. El hombre apesadumbrado se echa a llorar. Así no acabaremos nunca, dice. Le digo que yo tengo suelto, las vueltas de veinte euros, porque pagué mi consumición cuando me la pusieron. En vez de alegrarse llora todavía más y se encierra en los servicios. Dos chicas se cogen de la mano y dicen que se van, que no aguantan más esta pantomima. Tus cuadros son horribles, le dice a alguien. Quiero preguntarle qué opina de los míos, si debo seguir pintando o dejarlo para siempre, pero ya se han ido.

judías verdes y mochila naranja

viernes, 21 enero 2022. A ratos estamos comiendo en una plaza en cuesta, a ratos en la cocina de casa. Dejé unas judías al fuego y cuando vuelvo no están. Las veo colgadas como estalactitas de la campana, las paredes y el techo. No comprendo que nadie haya hecho nada. Mi suegra y mi cuñada están allí, a lo suyo. No me enfado, me pongo inmensamente triste. Carmen se acerca, intenta consolarme. De repente en la plaza. Mi suegra dice que quiere que juguemos a piola porque lo soñó esa noche. Han preparado unas pizzas con base de lasaña que sabe a rayos. Me alegro de que dejemos las mesas porque la comida da asco. ¿Vosotros no coméis?, pregunto a mi sobrino y su amigo Santi que tienen la mesa vacía. No responden. Mi sobrina me mira y leo en sus ojos: por eso no como y sólo bebo vodka. Escupo el bocado que llevo en la boca. La comida malísima, demasiadas capas, dice Alberto.
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Voy en un bus. No conozco a nadie. Se supone que Alberto me ha apuntado a un viaje. Llegamos a un hotel para guiris. La primera en aparecer es mi maleta: una mochila naranja que, aunque no he visto antes, lleva mi nombre. No discuto. La fila comienza ahí, señala el conductor. En el suelo hay una cuartilla recién arrancada de una libreta donde alguien ha escrito con muy ala letra: fila. Sobre la cuartilla han puesto una naranja para que no se vuele. Pongo los ojos en blanco pensando en lo que me espera. Como era de esperar, la chica de recepción (una mesa plegable de playa) dice que mi nombre no aparece, que si recuerdo si fue su compañera quien me tomó la reserva. Sí, le digo para acabar con cuanto antes. se supone que ya estamos todos dentro. Me asomo a un balcón. Hay guiris, sobre todo mujeres muy gordas, en la piscina. Una de ellas salta desde una barandilla. Ea, ya podrá contar cuando vuelva a su país que ha hecho balconing. Dos chicos que hay a mi lado se ríen. Pienso que al menos he encontrado a alguien con sentido del humor. Nos llaman para comer. Nos miramos, nos reímos nerviosos temiendo lo peor.

salvemos los pimientos

jueves, 20 enero 2022. Llego a una fila que desemboca en una escalera de caracol. Se supone que vamos a París (no tengo claro si es en avión o en barco). La señora que baja detrás de mí dice que echará de menos a sus nietos. La miro con sorpresa, parece muy joven. Se lo digo. Antes las abuelas llevaban el pelo cardado, le digo para que se ría. El avión (o barco) parece medio hangar. El suelo es de cemento, una de las paredes es abombada, la otra recta, con estanterías metálicas. No sé dónde ni cuándo dejé mi equipaje, no llevo billete y tampoco mis gafas. Hago memoria, mi asiento era el 8A. Efectivamente es el único sin ocupar. En los otros dos asientos una parejita se besuquea. Me saludan. ¡Anne, qué sorpresa! Anne me presenta a su novio, un chico rubio muy alto que me recuerda a mi excuñado. Anne está muy delgada, parece una niña, se pasa todo el tiempo jugando delante de los asientos (una zona diáfana a la que no se le ve el final). El chico, muy educado, trata de darme conversación, le explico que he perdido mis gafas y no podré ver nada de París. No hay mucho que ver, dice. He estado varias veces y a mí tampoco me gusta, le digo, pero Alberto ha estado allí, trabajando toda la semana y querrá salir y enseñarme cosas. Tú haz que miras. Miraré, pero no veré nada. El chico no comprende. Pienso que al ser extranjero no diferencia entre mirar y ver. Mientras, vemos a Anne jugar sobre unas barras, como si estuviera en un parque infantil.
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Veo un coche mal aparcado delante de un garaje. No corta ni perezosa me subo e intento que no moleste. la puerta del garaje se abre. Da a un parque abandonado. Pienso que ese debe d ser el lugar del que hablaron en las noticias. Salgo del coche y busco a Alberto. Alberto me espera en otro parque. Me siento a su lado compungida. Unas señoras muy mayores arrancan unas plantas secas con forma de chupachups. Están entusiasmadas, hablan entre ellas en inglés. Estas son de las tuyas, dice Alberto, prefieren como souvernir ramas secas. Le digo que no estoy para bromas, que tengo un problema. ¿Sabes cuando te das cuenta de que te has metido en un lío? Le cuento a Alberto que debemos sacar el coche de ese parque para que el dueño no tenga problemas. Unas niñas que pasan delante de nosotros nos salpican agua de un chaco, como lo haría un coche a toda velocidad. Demasiado tarde, dice Alberto. Pues entonces salvemos los pimientos, le digo. En la siguiente escena estamos en la cocina de casa. Tenemos delante lo que parece una fuente de pisto. Metemos las manos con prisa, vamos sacando todas las tiras de pimiento que podemos.

la manta del león

martes, 18 enero 2022. Parece una casa de pueblo, con muchas habitaciones. La cocina da a un patio encalado con macetas. Sin embargo, cuando oigo el timbre y abro la puerta hay un rellano con ascensor. La escalera esa digna de un palacio, con alfombra cubriendo los escalones y baranda de caoba. Un chico rubio con pelo largo dice que tenemos que darnos prisa en cablear la casa porque la dueña llegará en cualquier momento. Él es mi ayudante, dice y señala a un tipo igual al señor Galindo. Galindo lleva un abrigo que le llega a los pies, en ningún momento saca las manos de los bolsillos y se tumba en una manta de croché arrugada que hay en un rincón de la habitación. Poca ayuda, pienso. Toco las paredes por si noto el recorrido de los cables antiguos. En el dormitorio hay fotos de la dueña. Se parece a Monica Bellucci. También una carpeta con dibujos y lo que parece un diario. Paso las páginas, qué infantil todo, pienso, sobre todo enmarcar fotos de una misma. Oigo gritos. El chico rubio regaña a Galindo porque se ha tumbado sobre la manta del león. ¡Corred!, grita. No me dan miedo los perros, le digo. He dicho del león. Efectivamente aparece un león enorme, pero no nos persigue, afortunadamente solo bosteza porque yo estoy enredada en una maraña de cables. El chico de pelo largo intenta ayudarme, no sabe, me abraza como si se estuviera despidiendo antes de huir.

lentejas de cádiz

domingo, 16 enero 2022. Estoy sirviendo la comida cuando suena el microondas. Dentro hay dos hamburguesas con muy mala pinta en su envase. Alberto dice que estaba descongelándolas por si se me había olvidado que tenía que preparar la comida. Me enfado muchísimo, no entiendo que creyera que podría olvidarme. Sobre la encimera hay un montón de cosas que ha comprado. Hice la compra ayer, además, las lentejas de esta marca son de Estados Unidos y yo solo compro lentejas de Cádiz, le digo. 
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Llego a una sala de exposiciones donde va a haber una lectura de poemas. Todas las caras me son conocidas, pero no recuerdo el nombre de nadie. No me atrevo a saludarlos para que no noten mi falta de memoria o crean que no me importan. Finalmente, en un descuido, me marcho sin haber saludado a nadie y sin despedirme. Me siento profundamente triste.

kunal

sábado, 15 enero 2022. Acompaño a una niña que participa en una jincana. De encontrar un parque donde hay un recorrido con aros, saltarlos todos y conseguir un globo sin dejarse engañar por el vendedor de algodón de azúcar. Vigilo de cerca sus movimientos para que no le pase nada. Como todo lo hace corriendo (y yo detrás) choco con un tipo de aspecto muy dulce. Me pide disculpas. Va vestido de color mostaza (jersey de cuello alto, americana y pantalones). Eres igualito a... ¡No lo digas!, me corta. Nos reímos. Mientras tanto, vemos que la niña lo hace todo mal pero, con tanta ilusión, que le hago una señal al vendedor de algodón de azúcar para que le dé el globo. La niña debe entregar el globo al tipo de la furgoneta que lleva el logo del concurso. La acompañamos. El tipo de la furgoneta sale, intercambia con la niña el globo por un premio (una caja enorme envuelta en papel de regalo. La niña se va contentísima con sus padres. El tipo de la furgoneta me mira con gesto de "¿y este de dónde ha salido". Los presento. Aquí Boris Becker, aquí Koothrappali. El tipo de la furgoneta (que se parece a Becker) no entiende nada. El que se parece a Kooltrapali (personaje de Kunal Nayyar) entiende la broma y se ríe. El tipo de la furgoneta se va enfadadísimo. Koothrappali se ofrece a acompañarme a casa. Es verdad, soy Kunal pero cuando digo quién soy, me dejan. Seguimos caminando. Cuándo qué crees momento para sería que te parece momento qué crees... (repite la misma frase inconexa varias veces). Es muy pronto para eso, le digo, no sabes cómo soy ni a quién voto. Nos reímos, seguimos caminando muy juntos.

centro comercial

viernes, 14 enero 2022. Sonia y yo subimos por calle Alcazabilla. Le pregunto si ya lo tiene todo preparado para la boda. Donde debería estar el teatro romano hay un centro comercial. Entramos. Hay una fuente/piscina enorme en el centro. A su alrededor balconadas con tiendas y en la planta baja un ascensor que circula en horizontal, rodeando la piscina. Subimos. Nunca había estado aquí, le digo a Sonia. Ahora viene lo mejor, dice. El ascensor abre la puerta y da directamente al agua. Para llegar a la salida hay que contener la respiración y bucear unos metros. Pienso que saldremos con la ropa chorreando. Menos mal que llevo un vestido ligero y se secará pronto, pienso mientras buceo. Pero el auténtico problema es que no encuentro la salida: la piscina está cubierta por un cristal. Desde abajo veo todo lo que sucede, pero no soy capaz de salir. Empieza a faltarme el aire.

vitrina

miércoles, 12 enero 2022. Antonio y yo llegamos a casa de Andrés. En un principio se parece mucho a la que fue la casa de mi abuela. La vitrina del comedor es ahora un expositor de pastelería. Está lleno de bandejas con distintos dulces árabes. Nos dice que elijamos lo que queramos. Ante tal despliegue no nos decidimos. Finalmente, Antonio elige un hojaldre de manzana. Al cogerlo se queda un trozo en el plato. Lo cojo yo. Con esto es suficiente, les digo. Lo comemos mientras Andrés nos enseña la casa. Es enorme. Su estudio tiene moqueta color teja (como la que vi anoche en una película). Tiene una ventana en un extremo y una balcón en el otro. Le digo que si no escribe es por que no quiere. De repente estamos en la calle y volvemos a entrar en la casa. Delante de nosotros camina una familia numerosa. Entran en la puerta de la lado. Son mis vecinos, dice Andrés. Una de las hijas, de la edad de mi sobrino Darío entra en casa, parece tímida, como si viniera a traer algo (pero las manos las lleva vacías). Darío se acerca a ella para darle un beso. La niña se aparta, dice que sólo viene a traer los dulces.

almendritas

martes, 11 enero 2022. Estoy con Jurdi (y otra persona que no conozco) y estamos preocupados. Están llegando, dice Jurdi. Hay que esconderse. Sólo hay tres roperos pequeños (se parecen al que yo tenía de niña). Vamos, cada uno a un ropero. No se mueven, me meto en el de en medio, me tumbo en la balda y me cubro con ropa. Desde dentro oigo como forcejean y gritan. Alguien abre las puertas, rebuscan entre la ropa, hago parapeto con ellas. Nada, oigo que dicen. Se van. Salgo al cabo de un rato. Tengo que encontrar a Javi, pienso. Javi está con unos amigos en la acera tomando algo (la ventana del bar hace de barra). Se han llevado a Jurdi. Javi me abraza, contiene las lágrimas. Tenemos que encontrarlo como sea, dice con verdadera preocupación, mientras no deja de picar almendritas del plato que hay junto a su cerveza.

chanclas

lunes, 10 enero 2020. Le paso el dedo por la espalda a mi prima Cristina. Bajo la piel, tiene una especie de capilar rojo que le recorre la columna de arriba a abajo. Me da miedo decírselo por si se asusta.
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Hay una especie de pasarela blanca de donde salen otras perpendiculares más cortas. Hay mucha gente sentada alrededor escribiendo concienzudamente lo que una chica les dicta mientras pasea entre los brazos de la pasarela, vigilante. Se supone que es un guion para una película. Observo la escena desde arriba. Pienso que quizás sea su manera de conseguir muchas copias. La chica dice: "La reina consorte salió de la clínica con unas chanclas...", y en ese momento alguien levanta el brazo y dice que la reina consorte jamás usaría chanclas. La chica se enfada muchísimo, le dice a grito que se largue.

tres armarios

viernes, 7 enero 2022. Mi hermana nos enseña en el móvil unas camisas y camisetas que va a comprar por internet. Dice que cuatro prendas (y algunas otras cosas que no recuerdo) por solo cuatro euros. Le digo que para qué quiere más ropa, si ya tiene tres armarios llenos. Dice que no le sirve, que toda es de cuando tenía la talla 52.

surf de secano

martes, 4 enero 2022. Voy por una calle estrecha con dos tapias color crema. Más que el color, me llama la atención la luz, como si fueran dos tapias por las que pudiera traspasar el sol. Todo está vacío y me gusta. Camino lentamente para disfrutarlo. De repente pasa un chico a toda velocidad sobre una tabla de surf que no llega a rozar los adoquines. Yo también podría, pienso. De repente tengo un palo cilíndrico de madera muy largo con forma de stick de hockey (más que de madera parece el fruto de un árbol exótico). Me deslizo a toda velocidad por calles, cuestas y rampas. A veces esquivo a algún transeúnte, que me mira asustado. El palo lo llevo delante, a modo de freno y para dar las curvas. Me recorro el pueblo en cinco minutos. Acabo en un teatro abandonado, donde un guía explica algo a un grupo de turistas. Quiero unirme a ellos para escuchar lo que dice, pero el palo tira de mí de nuevo hacia la calle.

capa negra

lunes, 3 enero 2022. Estoy en lo que parece el hall de un hotel. Voy de negro (y descalza). Noto cierto revuelo. Entran Pedro Sánchez con varios ministros. Quiero pasar desapercibida pero todo es blanco a mi alrededor. Me arrebujo en un sillón (también blanco) e intento taparme los pies con la capa de lana negra que me hizo mi tía hace años (que no sé de dónde ha salido). Todos se sientan alrededor de una larga mesa blanca. Sánchez dice que sintiéndolo mucho no va a nombrar a mi suegro Ministro de Trabajo porque es demasiado blando. De repente me fijo en que una de las personas a la mesa es Alberto y se ha puesto muy triste. Quiero decir algo, pero ni me sale la voz ni parece que me vean (es como si yo estuviera en otro plano). Pienso: Primero, mi suegro está muerto, y segundo, no es blando es bueno. Quiero consolar a Alberto, decirle que nos vayamos de allí, pero estoy enredada en la capa de lana, no soy capaz de deshacerme de ella.

puerquito

domingo, 2 enero 2022. Estoy con dos chicas en la terraza de un bar. La camarera se mueve a nuestro alrededor como si llevara ruedas. No dice nada. Nosotras tampoco. Apunta lo que vamos a tomar sin preguntarnos. No sé de qué hablamos. Un chico con pelo largo opina desde su mesa. Acaba por sentarse con nosotras. Llega Isabel María. Le digo que no se haga la remolona, que me enseñe fotos de su niño. De repente estoy en la cocina de la casa de mis padres. El rey emérito busca algo en el frigorífico. Lleva puesto un jersey que, se supone, es mío. Pues sí que ha adelgazado, le queda mejor que a mí, le digo a mi madre. Mi madre dice que no se lo pida. Cuando mi madre sale de la cocina le digo al rey que es le jersey es mío. Intenta quitárselo hacia abajo, estirando el escote. Cuando veo uno de sus hombros desnudos pienso que está en los huesos. Se ha quedado "puerquito", pienso. Quédatelo, te queda mejor que ha mí, le digo. Él hace una cucamona agradecido, como si fuera un modelo posando para una foto. De repente estoy en una sala grande y desangelada con balcón largo y estrecho adornado con banderitas. En el edificio de enfrente hay otro exactamente igual. Hay autoridades y banda de música en la calle. Alguien dice que el nuestro ha ganado. Todos saltan y gritan de alegría. La banda desaparece mientras toca. Cuando la calle está desierta llega un niño disfrazado con una capa amarilla de plástico. Has llegado tarde, como yo, le digo. El niño se tira al suelo, patalea, se deshace, se convierte en un charco amarillo.

lápiz flexible

sábado, 1 enero 2022. He quedado con Ibán y llego tarde. Entro en la cafetería de un museo (parece un país nórdico) y corro para subir al primer piso. Ibán me llama desde su mesa junto a la cristalera que da al jardín. ¡Amiga!, dice. Me acerco, lo abrazo. Huele a pan. Sobre la mesa hay dos vasitos de plástico con restos de café y varios lápices que ha comprado en la tienda del museo. Uno tiene sorpresa, dice. Adivino que es el más largo, noto que es flexible. Mientras juego a enredarlo, Ibán se levanta. Voy a por café, para ser de máquina no es malo, dice.