taxi-ducha

lunes, 28 diciembre 2016. Me estoy duchando en una ducha inteligente que suelta agua en el momento justo y en el lugar preciso según lo pienso: pienso pelo, un chorro perfecto cae sobre mi cabeza; pienso axilas, y chorro del pelo se cierra y me enfocan dos chorros horizontales. Y así cada parte del cuerpo. Los chorros de agua adormecen la piel. Me quedaría aquí para siempre, pienso. Al abril la mampara, la ducha resulta ser un taxi-ducha. Dos niños, desde los asientos delanteros, me dicen que se lo han pasado bomba. Supongo que han estado fisgando, pero me da igual. Tengo que volver a casa. Llevo el pelo mojado y la ropa hecha una bola entre las manos. No reconozco las calles ni me suenan los neones de las tiendas. Me siento bien.

cilindros y un saco

tenías una casa
a la que se subía
por escalones cilíndricos

no era fácil,
pero era más difícil bajar

un saco gris
hacía de sillón

después, un restaurante
elegantísimo
donde cada cual dibujaba
lo que iba a comer

habría preferido
comer en tu casa
pero dijiste
que detestabas las mesas

sábado, 26 diciembre 2015

un día feliz

miércoles, 23 diciembre 2015. Marcos y yo paseamos, de repente por el campo, de repente por calles. Entramos en lo que parece la tienda de un museo. Ángeles (que parece que trabaja allí) nos explica una serie de cestos con souvenires. Me mira como diciendo "¿Otra vez aquí?", aunque yo tengo la sensación de no haber estado nunca. De la tienda se pasa a un bar. Mis tías están pidiendo en la barra. Los presento, nos invitan a un chupito. Marcos me agarra para bailar. Esto parece una escena sacada de un musical, pienso, pero no le digo nada porque nunca lo he visto tan feliz. Nos sentamos en un puf muy bajo a ver una película, me voy resbalando. Marcos dice que me abrace a él y que me duerma si quiero. Cuando termina nos miramos y nos reímos porque ninguno de los dos ha entendido el final. Una chica desde una mesa (como si me hubiera leído el pensamiento), dice que hay dos películas más, por eso no hay final cerrado. Buscamos un teléfono para avisar (no sé a quién) de que llegaremos tarde. Date prisa, debe de estar muy preocupada, le digo a Marcos. El teléfono del bar tiene los números cambiados de sitio, algunos sólo son pegatinas, otros ni existen. Salimos en busca de una cabina. Por la calle le señalo edificios enormes y majestuosos (se supone que yo conozco esa ciudad). Atravesamos una iglesia. En un banco lateral hay cajetillas de tabaco apiladas. Un hombre con bigote me pregunta si lo puede hacer al revés (llevarse una; se supone que son donaciones). Se ríe, me río, salgo a una plaza y se ha hecho de noche. Aparecen Javi y Nacho. Nacho me da dos besos muy sonriente (no lleva barba y parece mucho más joven). Le pregunto a Javi si tiene móvil. No, pero dice que al fondo de la plaza hay una cabina. Marcos y yo los dejamos haciéndose fotos a la puerta de la iglesia y corremos para llamar por teléfono. La cabina parece un urinario. Mientras Marcos llama, paseo por la plaza (fea y triste, aunque es de día de nuevo). Otro Marcos, pero con gabardina, me pregunta si ya está llamando. Le señalo sus propios pies, a lo lejos, detrás de la cabina-urinario. Mientras miro a los dos Marcos, uno llamando y el otro levantando hojas al caminar, pienso que debe de tener mal genio al despertar.

ascensor

jueves, 17 diciembre 2016. Abro la puerta del ascensor y ahí está Antonio, sonriente. Nunca lo había visto tan feliz. Bajamos. Ya en la calle, me abraza durante un rato. Antes de comenzar a andar me pregunta, ¿Librería? Librería, respondo.

saturación

lunes, 14 diciembre 2015. Parece una casa antigua con muchas habitaciones separadas por puertas acristaladas. En cada habitación un partido da conferencias. Albert Rivera me pide su agenda. Al parecer la he olvidado o perdido. Lo están esperando y no puede esperar. Como pienso que no va a consultarla, le doy una agenda enorme que me acaban de regalar en el hotel.
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Se supone que debemos escapar, pero en el sueño no consta el porqué. Sr. Chinarro dice que no me quede atrás, me anima continuamente. Yo me distraigo por el camino mirando unas flores muy raras que hay en unas jardineras. Acabo por perder al grupo. Cuando llego a una gasolinera donde vive una familia de indios, me icen que el grupo pasó hace horas y que sería mejor que me quedara a vivir con ellos. Me tienden un sari muy sonrientes.
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Después de una lectura, Cristina debe ir a recoger a su niña de la guardería. Me pide que me encargue de pasear a Eslava Galán hasta que ella vuelva. Lo tomo del brazo y caminamos cerca de un parque. A cada paso se va convirtiendo en un saquito térmico relleno de arroz con unos ojos enormes. Me cuesta arrastrarlo. Me pide tirarse por el tobogán. Parece muy feliz.

barro

miércoles, 9 diciembre 2015. Mi madre pelea en el barro con una chica. No sé cómo sacarla de allí. Cuando suena la campana la envuelvo en una toalla. Cuanto más la envuelvo más pequeña se vuelve. Mide unos 20 centímetros, está inconsciente. La arropo en una cama de juguete, le hablo, le pregunto si quiere seguir luchando o si prefiere irse a casa, le pido que me responda. Nada. Alguien me dice que acaban de llamarla para que vuelva al ring. Sólo he oído un nombre en ruso, digo. Es su nombre de luchadora, me dicen. Mi madre sigue inconsciente en su cama de juguete. No vas a luchar más, nos vamos a casa, le digo.