vis(i)ón

sábado, 27 marzo 2021. Juan y yo estamos ordenando una habitación que parece de hotel pero, no tiene muebles, solamente hay una cama cuadrada pegada a la pared (sin sábanas ni cabecero siquiera). Juan lleva un chaleco de chica que parece de visón. Se da cuenta de que lo estoy mirando. ¿Tienes frío?, póntelo. Se lo quita para dármelo. Le digo que yo nunca usaría pieles. Dice que o me preocupe, que es de lana. Aparece Carmen. Me dice muy flojito, para que Juan no la oiga, que sabe que el chaleco es de visón porque una vez lo metió en la lavadora y salió destrozado. Miro el chaleco y está como nuevo. No digo nada.

síndrome del conejo blanco

jueves, 25 marzo 2021. Tengo mucha prisa por llegar a casa. A pesar de estar a menos de 20 metros decido ir en coche. Alguien ha puesto una pegatina amarilla (aquellas caritas sonrientes de los 80) en el volante, quizá para marcar cuál es su posición inicial. Al salir del garaje hay muchísimo tráfico y todos los conducen en sentido contrario al mío. No llego bien a los pedales, el de freno no funciona y voy rozándome con todos los coches con los que me cruzo, incluidos varios de policía (no me dicen nada). Para recorrer tan sólo unos metros he tenido que dar la vuelta a toda la ciudad, sorteando carreteras inundadas y levantadas por obras.
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Estoy en casa de mi abuela. Se la ve joven, resuelta y feliz. Dice que nos iremos pronto (se supone que nos esperan en casa de mis padres: cenaremos y dormiremos allí). Mi abuela ha sacado unos cien pijamas, los ha amontonado sobre la mesa del comedor, para elegir cuál se llevará. Guarda uno y los demás los tiras, dice. Los pijamas me parecen pantalones de fiesta preciosos. Elijo uno para ella y otro para mí, pero mi hermana dice que se lo pidió antes. No discuto. Mi tía Encarna dice que se nos ha venido el tiempo encima, que es de noche y hace frío. Acto seguido me coloca un chaquetón de piel blanco. Tampoco digo nada. Intento buscar en el móvil a qué hora pasa el C2 que nos dejaría en cinco minutos a las puertas de casa de mis padres. El móvil es un Nokia de hace 20 años, la pantalla es minúscula y todo lo que aparece escrito está en chino. Además, cada vez que pulso una tecla se va cubriendo de lo que parece tabaco de liar (hasta que el móvil queda completamente cubierto como si fuera una rata muerta). Mi tía me da una revista de tráfico, dice que seguro que ahí encuentro toda la información necesaria, pero al abrir la revista es de bricolaje. Al igual que las revistas de moda llevan muestras de perfume, esta lleva muestras de pequeñas llaves inglesas, destornilladores, alicates (que no miden más de dos centímetros). Pienso en lo bien que quedarían en una pulsera. Como si mi prima Cristina me leyera el pensamiento, dice que las quiere para ella. Suena el timbre, abro. Una amiga de mi abuela llega de visita (lleva un chaquetón de piel igual al mío). Qué arreglada vas, dice. Es que tenía frío, me disculpo. Mi abuela sale al jardín, se abrazan como dos colegialas, saltan de felicidad. Miro hacia el cielo: es noche cerrada. Miro el césped: está cubierto por piel igualito a los chaquetones que llevamos. Perdemos el C2 seguro, pienso.

síndrome de wang weilin

miércoles, 24 marzo 2021. Estoy con un grupo de amigos y conocidos a los que no veo desde hace años. aunque no discuten no se ponen de acuerdo en nada. Unos quieren hacer una obra de teatro, otros ir a cenar, algunos montar en bici, la mayoría nada. Yo propongo hacer un coro. Lo digo de broma, pero nadie se ríe. Todos han llevado a sus hijos. Carmen llega con una niña mulata a la que le ha puesto de nombre Leopardo. Carlos (al que llamábamos "El rubio", para distinguirlo del otro Carlos) y Chari tienen tres niñas rubias preciosas con el pelo muy largo y muy liso (dos de ellas gemelas, las tres maquilladas) con nombres compuestos sacados de canciones. Me alegro mucho de ver a Carlos, me abraza, me pregunta al oído si estoy mejor (me extraña que sepa que he estado mal porque hace años que no hablamos). Carmen dice que ella también quiere un abrazo aunque no lo conozca porque está muy cachas. El hijo de Salvatore dice que se ha enamorado de la hija mayor de Carlos. Para entretenerlos, les digo que elijan pareja, bailen juntos, y por el olor del pelo sabrán cuál es su amor verdadero. Ni caso. Los niños más pequeños salen corriendo. Se ha hecho de noche y Cristina abre un cuadro de luces que hay en un muro y va probando qué farolas enciende. No entiendo nada. El resto parece que esperen que pase la vuelta ciclista o una cabalgata de Reyes, pero lo que pasan son camiones enormes a toda velocidad. Los niños juegan a cruzar la calle. Los padres miran divertidos. Soy la única que no ha tenido hijos. Me planto delante de los camiones con los brazos en alto, intentando pararlos.

hotel dulce hotel

martes, 23 marzo 2021. Parece un hotel, pero algo me hace desconfiar de todo el mundo. Hay hombres como armarios enchaquetados en casa esquina, las camareras nunca miran a los ojos, parecen robots. Esto va a ser una secta, pienso. Un jubilado inglés de aspecto inofensivo me pide ayuda en el buffet del desayuno. Mientras le explico cómo funciona la máquina del café veo a Alberto a lo lejos. Me hace señas. Entiendo que va a por el coche para que nos larguemos de allí. Mis sospechas se confirman. Camino despacito, mirando los setos de rosas, mientras me alejo del edificio. El inglés me sigue, me toma del brazo, intenta hacerme la pelota. Dice que ha visto mis dibujos, que ha leído mis cosas (les llama cosas), que le dé mi dirección para escribirme y buscarme editor en Londres. Saco una libreta dispuesta a darle un mail falso, pero todas las hojas están escritas. En mi habitación tengo un cuaderno, acompáñame, dice tirando de mí. Me resisto. Me levanta la falda. Recuerdo que no llevo nada debajo. Lo empujo sobre los setos pero oscila sin llegar a caer como lo haría un tentetieso. Corro hasta llegar a un terraplén y llego a un camino (parecido al Camino Nuevo que lleva a Gibralfaro). No pasan coches, ni rastro de Alberto, ni rastro de vida.

saenredam

lunes, 22 marzo 2021. Entro en un autobús con mi padre, mi abuela y mi madre. Se sientan mirando al conductor (yo voy de pie). Mi padre, en vez de pagar, le da un cuadro muy parecido a Santa María de Utrecht de Saenredam que el conductor cuelga a su lado como si fuera la pared de su casa. Mi abuela y mi padre comienzan a contarle intimidades (mías). Mi abuela, por ejemplo, le dice que tengo la casa llena de fotos de Beckett. Explico que exagera. Mi madre no dice nada. Por una parte me gusta verlos jóvenes y guapos, tan dicharacheros; por otro, quiero que el autobús arranque de una vez pero parecen no tener ninguna prisa. Le hago un gesto a mi madre para que nos bajemos. Mi madre se levanta y me sigue. El autobús tiene tres escalones entre dos puertas y, al bajar, quedo atrapada entre las dos. El autobús arranca. Intento empujar la puerta que da a la calle, pero no se abre. Vuelvo a hacerle señas a mi madre para que abra la que da al autobús. No parece oírme ni verme. Mira al infinito con una expresión tristísima, ajena a todo.

hotel y holograma

domingo, 21 marzo 2021. Llegamos con los sobrinos a un hotel. Nuestra habitación está bajando unas escaleras mecánicas que parecen de gomaespuma. Varios chicos acosas a mi sobrina mientras por megafonía anuncian una fiesta. Hay monitores donde se puede ver el tipo de fiesta: una especie de orgía donde atan y violan a chicas muy jóvenes. Mi sobrino se echa a llorar, me cuenta que alguna vez tuvo que rescatar a su hermana de una de esas fiestas. Ella, muy arrepentida, dice que no sabe cómo pudo ser tan tonta. Quiero que nos larguemos de allí, intentamos subir la escalera mecánica que baja. Intento gritar, pedir ayuda, pero por mucho que abra la boca pero no sale ningún sonido (me despierto).
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Estoy en casa de mi abuela. Alguien ha dejado un casco de bicicleta sobre la mesa. Me lo pongo. Parezco un dibujo animado. Me veo tan graciosa que intento hacerme una foto. Apoyo el móvil un una pieza de metacrilato en forma de L. La pieza tiene una especie de holograma de un hombre muy serio vestido de militar. Al apoyar el móvil el hombre se transforma en una silueta (ese logo simple que está en los servicios de los museos). Una vez hecha la foto, al retirar el móvil, la silueta es un chimpancé graciosísimo. Llegan Alberto y Antonio. Les cuento lo que ha pasado como si fuera la historia más graciosa del mundo. No se ríen. Miran en el móvil mi foto con el casco. No quieren que yo la vea. Mejor la borramos, dice Alberto.

pendrive

sábado, 20 marzo 2021. Dani Mateo es muy joven y vive en una azotea. Paso muy cerca como si pasara por la acera. Está jugando con la Play. Me gusta el juego. Eh, oye, podrías hacerme una copia, le digo. Dani Mateo me explica dulcemente que es un juego antiguo. Para apoyar sus palabras saca de los mandos un cedé dorado. Ah, yo sé cómo se hace, le digo contentísima. Saco del bolsillo un pendrive dorado. La alegría de Dani Mateo es impagable. Me hace una copia, con tan mala suerte que al lanzármela cae a la calle por donde pasa una cabalgata de elefantes. El pendrive acaba de la oreja de uno de ellos. Bajamos, los seguimos, pero es muy difícil seguir a un elefante y entretenerlo mientras el otro rebusca dentro de su oreja. A pesar de todas las dificultades no dejamos de reírnos.

gelatina

viernes, 19 marzo 2021. Tengo que leer poemas en unos jardines. Los jardines son extensísimos (me recuerdan a Versalles). Hay sillas blancas de tijera y todas están ocupadas. Pienso que tardaré una eternidad en llegar al escenario. En ese momento aparece Sheldon Cooper en un coche de caballos. Me invita a subir tendiéndome la mano. Me dice, emocionado, que leyó en uno de mis blogs que los garbanzos estaban muy buenos, que los ha probado y no están muy buenos. Lo dice con entusiasmo, sonriente y en un correctísimo español. Mientras habla maravillas de mis blogs, el coche de caballos avanza hacia el escenario. Por el camino, mi padre se acerca, intenta tirar de mí para que me baje. Necesito que me compres pilas y bombillas, dice. El coche sigue avanzando y me da pena dejarlo atrás. Al llegar, una chica (la organizadora, supongo), me entrega un regalo muy mal envuelto. Sheldon dice que tiene muchas ganas de oírme leer, pero mientras habla se quita con prisas el elegante traje de lino color hueso (a juego con la tapicería del coche de caballos), se pone una camiseta de tirantes y unos minishorts muy ajustados (y muy gays) y se pone a bailar a lo loco con otros chicos que no sé de dónde han salido. Aparece Carmen. Ya te dije que no vendría a mi lectura, le digo. Carmen se encoge de hombros, también tiene prisa, y me empuja hacia el escenario para que lea. Los jardines han desaparecido, el escenario es un patio nueve metros cuadrados entre las paredes de tres bloques de pisos. En primera fila me parece reconocer a mis padre y a mi abuela pero, cuando me fijo, no son más que tres maniquíes disfrazados con su ropa. En uno de los bajos han abierto la ventana para oírme leer. Karina (la cantante), me saluda moviendo los brazos, me grita que ha llevado a todos sus alumnos de música para que oigan mis poemas. Los veo a todos amontonados tras la reja de la ventana. Son los únicos a los que parece que les importo. Me acerco al micrófono, el público ni se inmuta. Sospecho que todos son maniquíes. Se acerca la presentadora. Es Belén Esteban. Mientras habla me siento en una silla de playa de la que voy resbalando como si fuera una muñeca de gelatina. Intento gritar, pedir ayuda, nada. Caigo al suelo y la gelatina que soy se va volviendo un charco. Cuando soy totalmente un charco intento moverme, llegar a casa, pero me doy cuenta de que no llevo zapatos. Los charcos no tienen zapatos, pienso y siento una enorme tristeza.

toldo

jueves, 18 marzo 2021. Estamos en la casa del campo de Pateta. Han separado la piscina de la casa con un toldo. Pacho sale de la piscina se alegra mucho de verme. Me cuenta cosas para ponerme al día mientras se seca con el toldo en vez de con una toalla.

mimo

lunes, 15 marzo 2021. Se supone que he ido a un pueblo a un festival de poesía. Dicen que en vez de leer vaya a un bar, que me han preparado una sorpresa. La sorpresa consiste en que debo improvisar una obra de teatro. El bar está lleno, no conozco a nadie, me dicen que empiece cuando quiera, que no hay atrezo. Hago el gesto de pelar patatas y lavar ropa como si fuera un mimo. Nadie me atiende, todos hablan unos con otros.

la felicidad

viernes, 12 marzo 2021. Parece un bar. Al fondo veo a Francis con un grupo de amigos. Parece que se lo pasan bien. El chico que está a su lado es casi idéntico a él. Pienso que es su primo. Pienso que el primo con el que salió en la cabalgata de reyes disfrazado de osito (uno de osito y otro de osita). Me acerco. Al acercarme veo que Francis es muy joven, mucho más que yo, como si yo hubiera viajado en el tiempo o si sólo yo hubiera envejecido. Parecen tan felices que no les digo nada, sólo los veo reír.