purranki

viernes, 29 septiembre 2022. Se supone que he llegado a Valencia en tren. Entro en una tienda de ropa jipi. Pregunto si tienen pantalones de mi talla. La dueña me da una serie de explicaciones que no entiendo. De nuevo en la calle, pienso que podría darle una sorpresa a Ibán. Decirle: ¿Una caña? Busco su dirección y número de teléfono en una táblet (no sé de dónde ha salido), pero de repente la pantalla se pone negra y aparecen dos fantasmas. Apago. Entro en un edificio donde, se supone, proyectan un ciclo de Fernán Gómez. En el hall está Masip y Purranki. Me alegro mucho de verlos, pero Masip dice que tienen que irse ya. Purranki me dice el último libro que ha leído, pero habla tan rápido que no entiendo nada, solo la última palabra: ventana. Dice que pronto presentará su novela. Le propongo que venga a Málaga, dice que sí. Me voy al ascensor contentísima. Llego a una sala. Hay mucha gente en el suelo, tumbados bajo mantas, viendo la película de Fernán Gómez (incluidos Alberto, Marcos y mis padres). Mi padre dice algo. Pienso que quizá haya preguntado dónde está el gato (como hace en casa), y me río. Salgo a la calle. Una chica me dice que ha oído decir a alguien que gracias a una frase de uno de mis libros ha hecho las paces con su madre. Me echo a llorar. Todos van saliendo de la proyección. Me pego a la pared para que no me vean llorar. No tengo pañuelo.

conejos y entropía

martes, 27 septiembre 2022. Parece que estoy de visita en una casa de familia numerosa. Todos los hijos quieren enseñarme algo (un juguete, los deberes, etc). Un chico que se parece a Fernando Aurioles (a quien no veo desde hace más de 30 años) me enseña sus nuevas investigaciones (así las llama). No entiendo nada de lo que hay escrito. Para aclararlo, echa sobre el mantel de una mesa enorme un montón de bolitas color nácar. Entre las bolitas hay algunos conejos diminutos de plástico (se supone que eso lo explica todo). Me viene a la cabeza la explicación de la entropía con bolas de colores en una caja que leí de niña en la enciclopedia. Al ver mi gesto de entusiasmo al ir encontrando conejitos, me dice que tiene una bolsa llena. Va a por ella. Una de sus hermanas aprovecha para enseñarme un juego al que se le encienden luces. Era igual al que tenías de niña, me dice. No sé de qué me habla, pero como no quiero discutir, le digo que sí.

arañazos

viernes, 23 septiembre 2022. Manuel está muy triste. Eso lo arreglo yo, le digo y le araño la espalda para que el dolor le haga olvidar la tristeza.

ascensor

miércoles, 21 septiembre 2022. Padre, madre e hijo japoneses en el ascensor de casa de mis padres. Yo no voy en el ascensor, pero veo la escena como si estuviese allí. Presionan el botón del bajo, pero el ascensor sigue bajando no sé sabe dónde. El niño llora. Todos sabemos que va a pasar algo malo.

nadia, el bebé canguro

martes, 20 septiembre 2022. Mi prima Elisa y yo esperamos a alguien en la Plaza de la Merced. Me cuenta que no quiere vivir en una casa que ha heredado porque le trae malos recuerdos. Recuerdos tristes, dice. Le digo que como la casa tiene dos puertas, puede entrar por la de servicio (en ese momento recorremos la casa virtualmente sin levantarnos de los bancos de la plaza). Se la voy mostrando. Ves, aquí está el cuarto de baño completamente renovado (un espacio diáfano, con la ducha integrada por si tuviera que entrar alguien en silla de ruedas), a cada lado del pasillo los dormitorios y, la fondo, la cocina y el salón. Elisa lo mira todo como si fuera la primera vez que lo ve. De repente estamos en la entrada de una casa de campo que se cae a pedazos. Un obrero arrastra una estantería muy vieja. Se supone que hará obra en la nueva casa de Elisa. Digo algo (no recuerdo qué) y él se ríe como si hubiera contado un chiste graciosísimo. Elisa tiene en brazos a su hija Nadia (en el sueño es un bebé de dos meses). Para que pueda seguir con la obra, le digo que me llevo a la niña. La niña patalea y grita, pero finalmente se duerme. Llego con ella a un restaurante multitudinario, donde están ya comiendo algunos de mis amigos (los de toda la vida y los poetas, mezclados). Me han guardado un sitio. Emilio y Salvador dice que van a por mi comida. Me siento con la niña en brazos. Puedes darle langosta, a los bebés canguro les gusta mucho, dice alguien. Efectivamente, cuando aparto la toquilla que cubre a Nadia, es un bebé canguro. Le doy pedacitos de langosta. Le encanta.

abrazo

lunes 19 septiembre 2022. Hay un grupo de amigos. Están bajo una uralita. Uno de ellos explica a los demás la diferencia entre las distintas uralitas que hay en el mercado. hasta saca varias muestras de una maleta. Llega Salvador en lo que parece un cochecito de los que se usan en los campos de golf. Se baja, pasa entre el grupo sin mirar a nadie, se acerca a mí y, sin mediar palabra, me abraza muy fuerte durante un rato.

granadas y toboganes

domingo, 18 septiembre 2022. Se supone que se van a entregar unos premios. Entre el jurado veo al editor Munárriz y al ministro Garzón. Llega Jaime y se sienta a mi lado, pero no parece reconocerme. Me despisto un momento y ya se ha terminado todo. Emilio me llama por teléfono, me pregunta dónde estamos. Le digo que si pone la tele nos verá, en ese momento, pasar por la puerta del hotel (no recuerdo el nombre). Francis sale del hotel con una chica (se supone que es su novia). La novia, al vernos, entra en el hotel y sale con unas granadas. Nos las regala muy sonriente. Francis dice que echa de menos una comida que hacía su madre, que llevaba plátano, limón y granada. Me despisto otra vez y los pierdo. Los encuentro en una tienda muy antigua. Están comprando un jersey rojo de segunda mano para Alberto. Aparece Oeste. Dice que llegamos tarde a la clínica. Corremos. Nos recibe una doctora con los labios de un rojo muy bonito. Mientras habla (tenemos que estar al tal hora en no sé dónde) le pregunto qué rojo lleva. Dice que es el número 14 y que se lo ha regalado a sí misma por su cumpleaños. Para llegar antes a la cita nos tiramos por unos toboganes (todo es muy blanco, futurista). Llegamos por fin a la clínica. Parece una nave espacial. Nos atienden, desde detrás del mostrador, una enfermera y un enfermero con monos de lycra blancos. No sé qué decir porque no sé a qué vamos. Habla Oeste. Mientras les explica que tengo dolores de cabeza que me han llegado a provocar una lesión en la espalda, la enfermera, muy sigilosa, sale de detrás del mostrador y me pincha en la columna. Quiero irme de allí.

esa miradita helada

viernes, 16 septiembre 2022. Tengo que presentar Los secundarios y no sé qué decir. El público está en unas gradas, como si esperara ver un partido de baloncesto. Cuando comienzo a hablar, las amigas de mi hermana se ponen a hablar entre ellas a gritos. Las miro, callan. Nada como una miradita helada, digo y el público se ríe. Otro grupo, encabezado por la excuñada de mi hermana, forma una circunferencia, se lanzan algo unas a otras, parece que recen algo también a gritos. Le digo al público que así no hay manera, que más provechoso es que les diga cómo hago la ensaladilla rusa (les doy la receta a gritos, para superar los gritos del grupo religioso). Veo que también han montado un tenderete donde venden manualidades. Entre ellas una funda de cojín de croché que es mía. ¡Le han puesto hasta una etiqueta con el precio!, le digo indignada a una chica. Le arranco la etiqueta con los dientes. Si que te caen mal, dice la chica. Ni te imaginas, respondo.
+
Mi suegra y yo estamos en el cuarto rosa (que es blanco). Está vacío y parece mucho más grande que en la realidad. Sólo queda mi armario y dos cuadros (que son de la casa de mi amiga Salud). Alberto llega con un batín que le llega a las rodillas. Sin decir nada se pone a bailar. Baila maravillosamente. Se quita el batín, debajo lleva un pantalón de peto y varias camisetas, unas sobre otras. Se las va quitando mientras baila. Aplaudimos emocionadas.

pozo

miércoles, 14 septiembre 2022. Llevo dos bolsas llenas de agua, una en cada mano. Una es de plástico, la otra de papel. Cuando voy a volcarlas donde se supone que debo hacerlo (un charco junto a una especie de pozo de ladrillos) una de ellas está vacía.

teléfonos para nada

lunes, 12 septiembre 2022. Estoy en casa de mis padres. Alberto me llama por teléfono, está llorando, me dice que ha hecho todo lo que ha podido. No sé a qué se refiere. Pienso que mi abuela o mi madre han muerto. Intento llamar a mis tías, pero el teléfono no funciona. Llegan Francis y Salvador, lloran, dicen que lo sienten mucho, que Alberto hizo lo que pudo. Pero, ¿quién ha muerto?, pregunto. Me dicen el nombre de una chica que no conozco.
+
Se supone que Mesa Toré me ha regalado un recortable tamaño natural de un tipo vestido de peruano. Me lo encuentro por una galería. Va con el peruano en persona. Les digo muy contenta que tengo el recortable en mi salón. En ese momento veo desde la galería a Trini. Hace años que no nos vemos. Le hago señas, no me ve, corro tras ella pero sé que no podré alcanzarla. Mesa Toré me presta su móvil para que la llame. No me sé su número. En el móvil hay fotos de un mono pequeño. Me explica que es de su hija y que maldita la hora en que se lo compró.

el vestido rojo

jueves, 8 septiembre 2022. Alberto y yo corremos con la calle hasta llegar a un buzón. Yo llevo un lienzo en su bastidor (no sé si se supone que es lo que voy a enviar). Cuando llegamos, le digo lo bien que sienta correr. Dice que estoy muy guapa. Le digo que es por el vestido rojo (un vestido camisero que tenía con 17 años). Volvemos corriendo de nuevo por donde hemos venido, solo que ahora la acera está llena de gente con la que tropezamos y el lienzo es más grande. Llegamos a una especie de estación con varios niveles. veo a Alberto en una de las vías superiores y corro hacia él. Espero que haya sacado los billetes para no perder más tiempo, pienso. Por el camino me entretengo mirando un edificio con apartamentos sin cortinas. Me encanta ver la vida de los demás, pienso mientras me siento en el patio interior. Pienso que no me importaría mudarme a uno de esos apartamentos. En ese momento llega un chico vendiendo vino dulce. Dice que es el vino de la Virgen. le digo que en Málaga también tenemos vino dulce. El patio se ha transformado en una habitación con mesa camilla llena de botellas y comida. Hay un grupo al que le hablo del vino dulce y del trono de la Siervita, les cuento que lo llevan muy pocos hombres y los puestos se heredan de padres a hijos, y que los varales llevan tacos de madera para mantener el nivel del trono. Todos beben alcohol menos yo. Veo cómo se divierten y las tonterías que dicen. Pienso que cuando yo bebía también parecería tonta. Uno de los chicos pone una película. Cuando la película se vuelve gore (un tipo se autolesiona las manos y la cabeza con una sierra, después se va comiendo con palillos chinos su propia cara) el tipo la para, enciende las luces y todos se marchan. Pues me la he tragado toda, dice marcos (que no sé de dónde ha salido). Una chica me pregunta qué hago al verme recoger papeles y plásticos. Le digo que es una manía, que de todas partes me llevo lo que hay que reciclar porque nadie lo hace. Una vez en la calle, uno de los chicos camina haciendo eses. Se apoya en mí, lo tomo por la cintura, se va volviendo cada vez más bajito.

gambas y diamantes

martes, 6 septiembre 2022. Estamos en una plaza. Un chico se acerca, saluda familiarmente y nos cuenta cosas como si nos conociera de toda la vida. No sé qué dice porque sigo pensando en mis cosas, solo asiento de vez en cuando. Yo te acompaño, dice de repente. Al levantarme para ir con él, me doy cuenta de que llevo una bata muy mullida de felpa y unas zapatillas a juego. Me levanto y voy con él a la que se supone es mi casa. La puerta es de madera muy vieja (no encaja, es más corta, más estrecha, deja huecos por los que cabría un gato). Aquí es donde te hiciste la foto del libro, dice. Le digo que no, que no era ahí. Estoy por decirle que es la primera vez que veo esta casa supuestamente mía, pero no digo nada. La llave es enorme, de hierro, como en las antiguas casas de pueblo. Entramos. Todo está revuelto. El chico, como si conociera la casa, va directamente a la cocina, lo oigo trastear. Veo un contestador de los antiguos con la luz parpadeando. Escucho un mensaje de mi madre. Cuenta que fue con mi tía en algún sitio y estuvieron esperándome. Su voz es joven y animada. Mira, la voz de mi madre, le digo al chico. Quiero escuchar los demás mensajes, pero sin querer los borro. Me pongo a pelar gambas. El chico me pasa un plato con gambas peladas. Hemos tenido la misma idea, dice.
+
Veo en una revista la foto de los ojos de un sapo. En cada página aumentan la foto hasta que solo se ven infinidad de puntitos. Parecen diamantes. Alberto dice que hizo eso mismo con una foto de no sé quién y descubrió que tenía algo metálico en la cara. Sería purpurina de la pintura de ojos, le digo con desprecio.

la bolsa de la nasa

sábado, 3 septiembre 2022. Andrés hace bromas sobre una bolsa de tela que me he hecho, le pone nombre (no recuerdo cuál, algo así como la bolsa de la NASA). Llegamos en ascensor a un pueblo que han convertido en Silicom Valley, solo que no se ve nada moderno, más bien lo contrario. Entramos a una sala de ordenadores (se supone que van a reparar el ordenador de Alberto). Una chica me cuenta (mientras unta mermelada en el pan) que no es de allí, que llegó a trabajar unos días y se ha quedado. De repente veo que a mi lado está desayunando Antonio. Lo primero que pienso es que ha envejecido. Mira la carta como si no se decidiera qué va a tomar. No sé qué decirle porque no sé si me ha reconocido.
+
Mi padre se afeita solo. Me alegro tanto de que pueda volver a hacerlo que me agarro a él y bailamos. (El tipo del sueño no se parece nada a mi padre, es una especie de ruso grande y rubio muy musculado).

dedicatoria encubierta

viernes, 2 septiembre 2022. Estoy en un sillón de orejas muy viejo ojeando unos cuadernos con cubiertas de cuero. Alguien me los ha regalado. Llevan dedicatoria en una hoja cuadriculada mal pegada. La despego con cuidado. debajo hay otra dedicatoria de un escritor famoso (no recuerdo cuál). No comprendo cómo alguien ha podido pegar algo sobre ella. Me llaman para comer. En una terraza estrecha, pero acogedora, se celebra la navidad. La mesa está muy adornada. Los platos tienen dibujos dorados. Mi madre, al verme mirarlos con atención, me dice que son antiguos, de Cartagena. Lo sé, yo tengo en casa uno. Se sorprende, me pregunta con la mirada. Lo robé, le digo y se ríe.