toritos
cuentas
residencia
lunes, 23 junio 2025. Acompaño a dos chicas por la calle. Llegamos a una residencia donde la más joven y alta se va a quedar. Le enseñamos las instalaciones. En una de las habitaciones está Diego Medina. Está sentado en el suelo junto a la mesita de noche. Escribe compulsivamente en hojas sueltas. Tiene abierta una caja de bombones y una botella de algún licor. Le propongo que venga con nosotras. Niega con la cabeza. Miro a las chicas a ver qué opinan. Temo que vuelva a morirse, les digo. Se encogen de hombros. Decido dejarlo solo, pero le digo que volveré en un rato por si necesita algo. Por allí también anda Nacho Escuín (parece que es el organizador). Nos abrazamos, nos alegramos mucho de vernos. Le presento a las dos chicas. Una de ellas dice que le envió caramelos. En la pared hay un póster con distintas clases de dulces, ella señala los que le envió (dónuts con glaseado rosa y virutas de colores). Esta es tonta, pienso. Ya en el bar, las dos chicas hablan en la barra. Les digo que voy a ver cómo sigue Diego, que ya que voy, me den sus bragas para que las lave. Se las quitan y las ponen en un barreño de plástico que llevo en la mano.
galgos
hotel y colonoscopia
pañales baratos y váter celeste
eslsp
miércoles, 18 junio 2025. Hay un festival en una plaza yo estoy casa de mi abuela oigo desde allí la música me acerco cinco bailarines y por alguna pista, ya sea la música o algo que lleven en su ropa, hay que adivinar qué letra es cada uno y formar una palabra. Esas Son Las Spice Girls, pienso y me vuelvo a casa.
trabajo
martes, 17 junio 2025. Tengo una entrevista de trabajo. La prueba consiste en meter en un tubo una crema pastelera rosa. Mientras lo hago me preguntan por qué sería buena para ese puesto. Porque no tengo que tratar con humanos, respondo. La chica se ríe (aunque yo lo he dicho en serio). Y se me da muy bien, ¿ves? De repente estoy en una bici estática (no sé si es otra prueba, ahora de resistencia). Otra chica me pasa libros y marcapáginas que ordeno por tamaño mientras pedaleo. Los dejo sobre una cama (la habitación se parece a mi dormitorio) y pienso que guardaré los marcapáginas para Francis y Blanco, y uno con forma de lima de las uñas para mí. No son para ti, me dice la chica como si me leyera el pensamiento, son para enviar a nuestros clientes. De repente estoy en el que fue mi cuarto en casa de mis padres. Todo está manga por hombro. Para dormir coloco dos sillas enfrentadas. Mariángeles entra por la ventana. Dice que al llegar a casa su cama estaba ocupada y que si puede dormir conmigo. ¿Tienes una cama para mí? Le señalo la mía. ¡No puede ser!, dice asombrada.
bandera
lunes, 16 junio 2025. Vamos en el coche con Juan y una niña pequeña. Entre los dos asientos delanteros hay una bandera palestina. Lleváis la bandera del revés, les digo. La niña y yo nos bajamos en una plaza llena de gente. Juan dice que me lleve la bandera por si los para la policía. Solo hemos dado dos pasos y la niña me dice que no puede andar, que les duelen los pies. Me fijo en que lleva zapatos de tacón. Corro al coche (que ya está en marcha) para que se cambie de zapatos. Les hago señas con los brazos para que paren. El me saludan desde lejos. Creen que me estoy despidiendo.
hojas amarillas
dos kilos en dos horas
clic
espumillón y uniforme
flanes
merluza, sumidero y zapatos de niña
rodillo de gomaespuma
un sueño cursi
lo peor
nada va bien
frasco
dos bodas
cuscús
entradas y telefono góndola
nokia
muro fácil
llaveros
gusarapos
los idiotas de la piscina
nido
escabechina
camisa de lino
ibuprofeno
sacarino
ahá
la risa de mi madre
calendarios de bolsillo
termitero
grifo
chándal beige y camiseta de ovejas
fétido
saco de piedras
santa rota
pastel de piña
vecinas
visón
santo perro
dos paraguas
pasta cruda
medias de blonda
tendedero de niñas
el sombrero naranja de la risa
cuñas
puente
albornoz amarillo
un pato y dos gallinas de dos metros
ascensor
cangrejos chiguatos
juego de cartas
sábado, 5 abril 2025. Estamos con un grupo. Entre ellos Chivite, Brooke Shields (hablamos anoche de ella) y dos chicas chinas. Shields está en una piscina inflable mirando hacia la puerta, como esperando a que alguien llegue para sorprenderlo. Una de las chicas me dice que ha inventado un juego, que hay que cantar una canción según llegue tu turno, continuarla y que rime con la anterior estrofa. Le digo que yo nunca canto. La chica reparte unas cartas. Tienen distintas formas y tamaños (algunascartas son solo papel mal cortado). La otra lleva unas fotos en blanco y negro. Son fotos de mi madre de joven. No entiendo como alguien ha podido dárselas. Salgo a la calle, me siento en un muro bajo y lloro desconsoladamente. Chivite de me acerca, dice que él tampoco va a jugar. Me fijo en su indumentaria (parece un rapero de quince años, con los pantalones caídos, enseñando unos slips amarillos con letras en la cinturilla).
la mode
viernes, 4 abril 2025. Alberto y yo estamos tumbados como si estuviéramos en la playa, pero en el cuarto de mi hermana. Me levanto, le digo que estoy contenta de haber llegado a los 60 sin barriga, que siempre tuve complejo de gorda y nunca lo estuve. Él dice que le gustan las gordas, que le gustan todas. Conmigo no cuentes, le digo. De repente estoy en un colegio, un tipo me enseña el edificio y las instalaciones. En un sótano han puesto una especie de laberinto para grabar videos musicales. Le da a un botón que hay en la pared y comienza la música. Es Michael Jackson, dice y baila. En realidad es la canción "La evolución de las costumbres" de La mode, pero no digo nada. A la salida hay una niña y un niño en la puerta. ¿Se han olvidado de venir a recogeros?, pregunto. Asienten. Quiero quedarme con ellos o llevármelos a casa. ¡Ni se ocurra!, dice el tipo alteradísimo, ¡nos podrían cerrar el colegio!
cornisa
percha
miércoles, 2 abril 2025. Estoy en casa de mis padres. Voy a tender ropa. Pongo los calcetines de mi padre en una pecha para que, si llueve, sea más fácil recogerlos. Intento atar la pecha a las cuerdas pero se me escurre. Oigo a mi hermana quejarse de mi tía M. Di ce que le critica todo lo que hace y está harta. No me vuelvo para no tener que opinar (creo que mi tía tiene razón). Cuando vuelvo al salón, mis padres y mis tías está muy sonrientes. Toda la pared está cubierta de plantas y flores. Lo hemos hecho para ti, dice mi tía, por cuidarnos tan bien.
cachorros
sándwich de anchoas
rugby de salón
funeraria
tierra blanca
martes, 25 marzo 2025. Masip y yo salimos de un edificio, nos cruzamos con tres señores que van disfrazados de libros. Mira, van de Código civil, le digo a Masip. Oigo unas risitas. Detrás de nosotros van sus mujeres. Me vuelvo y les digo me encantan los disfraces de sus maridos. Se sienten orgullosas, supongo, porque los han hecho ellas. Cuando estamos fuera, de repente la calle es un camino de tierra blanca (entre montones de tierra) muy ancho, que da una explanada. Se supone que vamos a pilotar una nave espacial. Le digo a Masip que se dé prisa, que vienen esos señores vestidos de libro y nos quieren ganar, y tenemos que ganarles como la otra vez. Corremos hacia la nave, pero de repente Masip se convierte en Antonio y la nave en una casa donde tenemos que robar algo. Tenemos muy poco tiempo, le digo a Antonio (buscamos un motor o algo así). Oímos llegar un coche. Antonio, con una agilidad pasmosa, dale a la terraza y salta una valla. Salgo tras él, pero antes me llamo las manos para no dejar huellas. Una vez fuera, pienso que el dueño se dará cuenta de que alguien ha entrado porque verá gotas en el lavabo y la puerta de la terraza no está cerrada desde dentro.
espárragos
lunes, 24 marzo 2025. Estoy con una pareja y Chivite. Estamos sentados frente a ellos, no dejan de hablar contando bobadas. Yo saco un papelito y escribo palabras sueltas, hago algunos dibujos, y tacho palitos como hacen los presos en sus celdas. Chivite me pregunta al oído si estoy dibujando. Asiento. Dice muy sorprendido que él hace lo mismo cuando no le interesa una conversación. Pienso que a ver si se da cuenta, al fin, de cuánto nos parecemos. Saca una caja cuadrada y plana de la mochila. Es un pañuelo estampado con los mismos palitos de preso que yo había dibujado. Lo abrazo. De repente estamos en un coche con Alberto, Salvatore y Emilio. Os esperamos aquí, dice Emilio. Salimos del coche muy decididos y entramos en una columna de ladrillo. Subimos por una rampa. Cruzamos un puente sobre un lago o río enorme y volvemos a bajar por otra columna igual a la otra. Chivite me lleva ventaja, no lo veo delante de mí. Yo llevo un montón de ropa sucia en los brazos. Date prisa porque el cura se ha dado cuenta. Al salir dejo la ropa en una terraza, junto a unas lavadoras. De repente estamos comiendo, supuestamente, con el cura. El cura preside la mesa. Lo rodeamos, su mujer, mi prima Elisa frente a mí, yo, Chivite y Carlos Pérez (un amigo de la pandilla al que hace años que no veo). Sé que tenemos una misión, pero todavía no sé cuál. Elisa dice que para que nos vayamos antes va a ayudarme e intenta quitarme unos espárragos. Le doy un manotazo porque los espárragos me gustan. Coge patatas, le digo. Carlos le dice a Chivite que estudió medicina (medicina estudió su hija, pero no digo nada; pienso que quizá están hablando en clave). Me levanto discretamente como si fuera al baño, pero mi intención es huir. En una de las habitaciones de la casa veo a Juano y Andrés. No sé si están presos (la ventana tiene rejas) o felizmente instalados. Las camas están revueltas y ellos recostados sin zapatos. Andrés me dice que piense en frases creativas para nosequé, que las espera y confía en mí. Juano me da un sobre y dice que lo envíe, por favor. Marcho sin preguntarles qué hacen allí. Al salir, veo mi montón de ropa (ya está limpia, pero hecha una bola como antes). La cojo, me llega hasta los ojos. Corro por la calle para llegar cuanto antes a las columnas de antes. Recuerdo que tengo que echar la carta de Juano. Entro un bar. La pongo sobre la barra. Una señora le grita a su marido: ¡Un sello para los árabes! Son 59,59. No sé por qué hago la suma y pienso que tengo que pagar 118. Saco un montón de monedas sobre el mostrador (parecen monedas de chocolate) y no me llega. Una chica extranjera que también ha llegado para echar una carta, le dice a su padre que me preste dinero. La señora de la barra le dice que tengo más que suficiente y ella misma se cobra. Salgo de nuevo con mi montón de ropa y llego a un bar con terraza de madera muy oscura y gastada donde me esperan Alberto, Salvatore y Emilio. En el suelo hay tapones de corcho enormes. Pregunto qué son (dicen el nombre de un licor). Algún día tengo que probarlo, les digo y por fin me siento. Supongo que esperan que les cuente con todo detalle, pero yo solo quiero cerrar los ojos y que me dé el sol en la cara.
barro
infusión
lunes, 20 marzo 2025. Estoy en casa de mi abuela. Me extraña que la luz del comedor esté encendida. Me acerco a apagarla con una infusión en la mano. Suena el móvil, no lo veo por ninguna parte. Noto que sale del vaso. El móvil está dentro. Los saco y lo seco lo más rápido que puedo. Respondo y, milagrosamente, sigue funcionado. Es Chivite. Le cuento lo ocurrido como una gracia, para que se ría, pero no hace ningún comentario. Con voz seria me dice que tiene que entregar un trabajo y necesita ayuda. Vanessa y yo vamos a su casa para ayudarlo. La mesa está desordenada, llena de papeles. Escribo varios folios, Vanessa hace dibujos. Él no para, de un lado a otro, se levanta mil veces, se le ve preocupado. Llega su hija Bea y se sientan a charlar. Le digo que así no podemos trabajar. Responde que da igual, que nos paga y nos acompaña a la parada del bus. Le digo que no pienso cobrar a un amigo, que lo he hecho solo por ayudar. Salimos a la calle. Como es muy tarde, decido ir quitándome los pantalones para, cuando llegue a casa meterme directamente en la cama. En semáforo cambia. Ellos cruzan. Yo tengo los pantalones atascados en los tobillos. Me los subo a toda prisa para poder cruzar, pero no me da tiempo. Ellos se alejan. Yo me quedo esperando que el semáforo cambie de nuevo.
sueño que sueño
lunes, 17 marzo 2025. Estoy en un hotel. Me levanto y voy al baño. Al mirarme en el espejo veo que me ha crecido pelo en la cara (el sábado vi en la tele una noticia de un niño perro). Intento cortar mechones, pero cada vez que corto uno cae un árbol en el jardín. Voy a recepción para pedir disculpas. Le explico la situación, le digo que todo está conectado (anoche hablamos de que los árboles se comunican), que lo que puedo hacer es quitarme la cara y dejársela en recepción para que no caigan más árboles (ayer leí un relato de Shepard de un sicario que tenía que desollar a un tipo), pero que no se preocupe porque tengo la sensación de que es un sueño, y cuando me despierte todo va a volver a la normalidad. Vuelvo a mi habitación dejando mi cara en recepción. Cuando me despierto en el sueño todo sigue igual.
leotardos
sábado, 15 marzo 2025. Estoy en un piso con una pareja. La chica me propone que me quede con ellos, y me insinúa que hagamos un trío (hace un gesto de dinero con los dedos). De repente me doy cuenta de que estoy desnuda de cintura para abajo. Veo pasar hacia el dormitorio a un tipo viejo, bajito y muy feo. Va desnudo. Me pongo las botas a toda prisa. Me doy cuenta de que me estoy poniendo los leotardos encima de las botas. La chica dice que si me voy, de qué van a vivir. Ahora pienso que, con el gesto, pretendía que yo le pagara por acostarme con ellos. Cojo mi ropa hecha una bola y huyó. En el descansillo empiezo a vestirme a toda prisa. Desde el edificio de oficinas de enfrente un tipo me mira con curiosidad.
carretilla
jueves, 13 marzo 2025. Me encuentro a Cristina (compañera de colegio a la que no veía en años, y ahora vive frente a la casa de mis padres). Me pide que la acompañe al banco. Llegamos a una ventanilla como de taquilla de cine (un hueco en una pared blanca encalada. Le dice al chico directamente que quiere sacar todo su dinero y cambiar de banco. El chico, con su mejor sonrisa falsa, le pregunta por qué y a qué banco quiere irse. Quiero mi dinero, responde sin explicaciones. El chico se va y vuelve con unos papeles tamaño folio y cuatro monedas (una de ellas como si le hubieran dado un bocado). Ahora la ventanilla está a ras del suelo. ¿¡Esto qué es!?, me das calderilla, quiero todo mi dinero, to-do, repite ella. El chico desaparece. Veo a una chica temblando de miedo dentro (quizá piensa que peligra su trabajo). Le pregunto qué es esa moneda a la que falta un trozo. Me tenían que dar diecisiete céntimos y le han quitado tres a una moneda de veinte, ¿te gusta?, quédatela, dice. Antes de irnos intento consolar al chico, le digo que me gusta su banco porque es color naranja, que tengo algo de dinero con ellos pero me gusta más Triodos. Me llevo a Cristina tumbada en una carretilla (lleva todo el dinero sobre la tripa). Me pregunta qué es eso de Triodos. Le digo que se autodefinen como banca sostenible y ética. Aunque yo no creo en los bancos, añado. ¿Me recomiendas que meta mi dinero en varios? Le digo que lo primero que me dijeron en Económicas, el primer día de clase, fue que no hay que meter todos los huevos en la misma cesta. Mientras empujo la carretilla, pienso que eso que lleva encima no es dinero, son folios amarillentos, pero no digo nada. Pasan a nuestro lado una fila de monjas como si estuviéramos en una película de Fellini (pero estas son grotescas). Cristina dice desde la carretilla que está cansada. Nos sentamos en unos sofás que hay junto a un muro. Entre los cojines encuentro una cadenita que llevaba mi padre en el bolsillo hace años. Se lo cuento a Cristina y le pregunta a un tipo con muy mala pinta si es suya. ¿No le acabo de decir que era de mi padre?, pienso y me la guardo. El tipo se baja los pantalones y nos enseña el culo. Quiero irme de allí. Entre los cojines también hay un broche rectangular con cositas incrustadas (una tortuga, una espiral, un cartel diminuto de cine...). Cristina dice que me lo quede, que este año se llevan mucho las incrustaciones. De repente Cristina se ha convertido en mi hermana. Mi hermana dice que perdió un dado en ese sofá. Era azul con los puntos blancos. Le digo que no se preocupe, que lo tengo guardado y se lo daré cuando lleguemos a casa. De repente estamos en casa. Quiero enseñarle la cadenita a mi padre. Nada más llegar mi hermana le grita a mi padre: ¡Mentiroso!, ¡no sabes más que mentir! Me voy a la cocina asustada. Mi tía M y mi abuela están cocinando. Me dicen que cada día es igual, que lo trata fatal. Las mando callar para que no las oiga. Las ha oído. Entra en la cocina hecha un basilisco, nos grita, dice que está harta, que se larga de casa. Yo aprieto el dado en el puño. (Me despierto con el corazón a mil).
algeciras
miércoles, 12 marzo 2025. Entramos con Sonia y Míchel a un bar. Me da la impresión de que están cerrando, pero no digo nada. Atravesamos un salón, pero no hay nadie ni hay salida. Volvemos a la terraza donde un camarero saca brillo a los vasos con un paño de cuadros rojos y blancos. Otro tipo se lía un cigarrillo. No me gusta nada, todo está sucio o roto. En otra terraza reconozco a Enrique (un compañero de la facultad al que no veo desde hace años). ¡Henry!, le digo y abro los brazos. Se vuelve, se alegra mucho de verme pero no se levanta (pienso que quizá en estos años haya tenido un accidente y esté en silla de ruedas, pero no digo nada). Le pide a Alberto que nos haga una foto para enviársela a Elías (otro compañero de Económicas). Henry vive en Algeciras, le digo muy contenta a Alberto, como si eso fuera lo mejor del mundo.
losas hidráulicas
martes, 11 marzo 2025. Bajo la calle hacia casa. Veo subir a Marcos con un tipo. Marcos va comiéndose un bocadillo enorme. Se le ve feliz, hace gestos de dibujo animado. El portal está en obras (cambian el suelo de losas hidráulicas de los años 60 por baldosas feas de cuarto de baño). Pregunto a un albañil si me da una de recuerdo. Dice de muy malos modos que has ha roto todas. Varias vecinas esperan el ascensor. Veo un trozo de una en el suelo y cuando voy a cogerla, una vecina le da una patada para acercarla a su lado, pero otra se le adelanta y se la mete en el bolsillo. La de la patada dice que en realidad no la quería, que tiene demasiadas cosas, que debería deshacerse de todo. Pelean. Decido subir por las escaleras. No las reconozco, los descansillos son enormes, cada puerta es distinta, algunas parecen puertas de cuadras (algunas están abiertas o no tienen puerta). Una vecina habla con su novio. La saludo desde lejos, me hace un gesto para que entre. Le digo que la encuentro muy bien, más joven, mucho más guapa con el pelo rubio. Se pone muy contenta (demasiado). Me fijo en su casa. Hay alfombras por todas partes, hasta en las paredes y en el techo. También en que hay una escalera que baja. ¿Tiene un dúplex?, pienso. Me despido, bajo un piso para comprobar lo del dúplex. La puerta está abierta. Veo a una chica en una cama enrome de metal dorado muy vieja, arropada por muchos edredones arrugados y sucios. Le pregunto si está bien. La chica se despereza. Aparecen de debajo de los edredones dos chicas más. El piso es un desastre, una acumulación de cahivaches sacados de la basura. ¿Sois okupas?, le pregunto. Aparecen un montón de cabezas aquí y allá (como lo harían animalillos del bosque en una serie de dibujos animados). Una de las cabezas dice "esa hija de puta nos va a denunciar". Le digo que no debe juzgarme tan a la ligera, que yo propuse que la pareja de aparcacoches, que vive en calle, vivieran en el rellano de los motores del ascensor al menos los días de lluvia y que una vez durmió un niño marroquí, pero cuando fui a llevarle el desayuno había ido asustado. Me echo a llorar, le pido disculpas a la chica de la cama, le digo que estoy muy sensible porque tengo jaqueca cada día (las cabezas van asomando más de sus agujeros). Una de ellas se me acerca (como lo hace Larry David en su serie) para comprobar si las lágrimas son verdaderas. Me creen. Me ofrecen lo que parece un mosaico, pero son trocitos de caramelo que ellos mismos hacen. Otro chico me dice que es poeta. ¿Has leído Utz? (no sé por qué le pregunto eso). Se miran entre ellos casi asustados. Una chica me quiere regalar dos jerseys de rayas. Me dice que ha observado que siempre voy vestida igual y eso es que tengo poca ropa. Me sorprende que ellos me quieran regalar cosas cuando debería ser al revés. Le digo que deberían hacer algo, que tienen un piso enorme, que podrían hacer dulces y venderlos, o poner una imprenta. Eso haría ruido y nos echarían, dice uno. Les digo que conozco a un tipo que lleva el tema okupa. Se ríen, dicen que ya saben quién es y que está loco. Les digo que deben hacer algo, que los veo pasivos, conformistas, que hay que moverse. Me miran como si les hablara en chino. Decido irme a casa. Les digo desde el descansillo que ya se me ocurrirá algo para que no los echen. El chico poeta me da un montón de folios. Son mis poemas, dice. Ya te bajaré uno de mis libros. Ya, ya, dice no creyendo que yo pueda haber publicado nada. Subo por las escaleras, me pesan mucho las piernas y me duele mucho la cabeza. (Me despierta una jaqueca explosiva. Por una parte me da pena que todo eso fuera un sueño, porque me gusta estar allí con ellos; por otra me alegro infinito de que no fuera verdad).