galgos

domingo, 22 junio 2025. Entro a un servicio público. Hay dos sillones grandes. Una chica sale y le pido que me vigile el bolso (un Kelly que no parece mío). El váter es muy alto, tiene varios asientos uno encima del otro y un tenedor adosado a un lado. Orino como puedo intentando no rozarme con nada, pero es difícil. Al salir, veo a Alberto en un bar. Entro y me siento a su lado para contarle lo del tenedor. No lo entiende. Se lo dibujo en una servilleta de papel. Dice que seguramente Salva sepa para qué sirve. Le digo (en serio) que podría ser un método de limpieza de la época de Napoleón. De repente estamos fuera del bar, en una plaza amplia y vacía con adoquines color albero. Dos galgos se acercan, parecen muy cariñosos, les acaricio las cabezas, cierran los ojos. Dos señoras se acercan, dicen que los perros se llaman Tristán y (no recuerdo el nombre; macho y hembra). Yo soy de gatos, dice una de ellas y se aleja. La otra la sigue. Temo que los abandonen y tengamos que adoptarlos. Yo también soy de gatos, pienso.