casitas de lata

jueves, 25 julio 2025. Voy por la calle del brazo de un chico gay muy joven. Detrás de nosotros una chica con un anciano. La chica le va contando al anciano una historia. Cada vez que dice "entonces el gay..." nos paramos para escuchar y nos reímos. Así todo el camino hasta que llegamos a la orilla del mar. El agua está muy limpia, se transparentan las piedras. El mar bate contra un muro blanco. Aprovechamos cuando se retira para avanzar sin mojarnos los pies. Por sin llegamos a la playa que hay delante de un chiringuito-hotel. Hay una tienda donde venden llaveros, broches y anillos hechos con piedras de la playa. Les digo que si cogemos algunas piedras podremos hacerlos nosotros mismos. Veo cajitas de lata amarillas y rojas Desde lejos parecen Cubitos Maggi, pero de cerca son la casita de Heidi y dentro llevan figuritas (Heidi, las cabras, el abuelo). A la chica que contaba historias también le encantan y la animo a comprar una. Qué pena no tener siete años, le digo a la chica.

el hombre de la peluca

miércoles, 24 julio 2024. Parece la sala de espera de un médico, pero son los bajos de un edificio. Hay gente amontonada delante de la puerta como si temieran que alguien se fuera a colar. Un grupo de pacientes me dicen que entre primero, casi me empujan a la consulta (no sé qué hago allí). La consulta es una habitación decorada para niños. Hay dos camas, cada una pegada a una pared. En una hay un señor mayor con gafas negras redondas y peluca oscura despeinada que le hace parecer un payaso (sospecho que las gafas también son de broma). Hay crucigramas. El médico un chico joven muy guapo con aspecto de actor americano de los años 50, pregunta qué me pasa. No sé qué decirle. Por algo estará aquí, interviene el señor de la peluca. Aprovecho para decirle que estaría mejor sin ella, que le queda ridícula y que se lo digo por su bien. El hombre sale de la cama e intenta ponérmela. Me da asco, le doy las gracias y me niego. Vuelve a su cama y sus crucigramas. El médico me mira las piernas. Yo, instintivamente, también. Tengo las venas enormes. Dice que me tumbe. Me doy cuenta de que solo llevo una camiseta. Las observa con detenimiento. Le digo que suelen dolerme mucho y cada noche tengo calambres. Más que calambres, se mueven solas, aclaro. Me las cubre con la sábana y dice que espere. Pasa el tiempo y allí sigo. Pienso que Alberto estará fuera esperándome y todavía tengo que ir al supermercado y hacer la comida. ¿Cuánto debo esperar?, pregunto. El médico no responde, hace cosas (que no sirven para nada) por la habitación, como cambiar juguetes de lugar, o rascar algo con la uña en la pared. El hombre de la peluca sigue a lo suyo. Decido irme. El médico me pregunta si estoy sufriendo alguna situación de estrés. Primero cuidó de su suegra y ahora cuida de sus padres y tías, dice el de la peluca. Le digo que lo de mi suegra no fue nada y fue hace mucho, y que estar con mis padres y tías no es para tanto, que invento cosas, que ya le enviaré las portadas del Hola que les hago. Es otra cosa, le digo y me voy. Antes de salir me vuelvo para decirle al hombre de los crucigramas que la peluca le queda muy bien. Por fin volvemos a casa. Por el camino nos encontramos a mi sobrino Diego, sentado en la acera, recortando u ordenando papeles en una caja de zapatos. Le pregunto qué tal el examen (se supone que tenía que hacer la selectividad y solo estudió unas horas antes). Dice que sacó un 8,5. Alberto se pone muy contento. Le pregunto si hizo trampas. Dice que sí. Alguien lo llama. Tengo que volver, se ha escapado el gato. Le digo que estaba en el alféizar de la ventana y lo metí en casa antes de salir. No me hace caso y entra en un local abandonado para buscarlo. Bajamos por una escala de madera sucia. En el sótano hay cajas polvorientas y juguetes viejos. Quiero salir de allí. Agarro a mi sobrino por el cuello de la camiseta para subir la escala, pero se ha convertido en un recortable y se le rompe la cabeza. Salgo como puedo, le pongo fixo a la cabeza y se la doy a Alberto. Llegamos a casa de sus padre. Su madre ha preparado la comida. Le digo que no podemos quedarnos, que tenemos que ir al supermercado y todavía tengo que preparar la comida de mis padres.

segunda oportunidad

martes, 23 julio 2024. Todo sucede como si fuera una película y yo estuviera dentro de ella, pero solo de espectadora. Una chica vuelve a su casa, al principio viste muy mal (se le transparenta la ropa interior, no se peina ni maquilla, etc). Una tarde decide arreglarse. Su amiga se queda asombrada de lo guapa que está. Lleva un vestido plateado y le pregunta algo en el inglés al camarero que hay detrás de la barra. Este, alucinando con su belleza, deja caer un vaso que estaba secando. La chica tiene la voz muy grave. A pesar de ahora todo el mundo la admire se la ve totalmente infeliz. Me alejo de escena y llego a casa. Alguien me enseña una libreta con pasatiempos. Me fijo en que era una libreta que usaba hace años como agenda, donde apuntaba cada cosa que hacía con una inicial roja. Me fijo en que todo está como cuando era pequeña. Me miro las manos y el cuerpo y, efectivamente, tendré no más de diez años. Pienso que tengo la oportunidad de rehacer mi vida. Podría matricularme en Biología, como quería mi padre, en vez de en Económicas pero, ¿seré capaz de retener tantos nombres en latín? También pienso que en vez de no parar en casa cuando Alberto salía con otra, yo podría encerrarme en mi cuarto a estudiar. Pero entonces no conocería a Jurdi, ni a Elías y Henry, ni a nadie, y quizá nunca hubiera escrito poemas. Pienso en qué prefiero. Voy a ducharme (donde mejor pienso), pero la bañera está llena de agua sucia. Me da igual, me meto de todos modos. (Quizá haya influido que anoche vi el documental El método Farrer).

tres hermanos

sábado, 20 julio 2024. Alberto y yo llegamos a unas canchas de deporte. Se supone que es la entrada a unas instalaciones que vamos a visitar. A la entrada hay unas mesa largas con manteles de papel. Tres chicos, muy parecidos a Pacho, comen, cada uno a lo suyo, separados por varios metros (pienso que son sus hermanos). La visita comienza y yo me quedo rezagada mirando algo. Mientras el grupo continúa la visita yo limpio unas letrinas con un bastoncillo para limpiar los oídos.

calva

viernes,  19 julio 2024. Se me cae el pelo. Mi madre dice que me lo cepille bien y volverá a crecer, pero el cepillo arrastra todavía más pelo hasta dejarme calva.

cazuela de fideos

jueves, 18 julio 2024. Estoy en una casa de campo encalada y destartalada. La dueña (una jipi parecida a Eva de "Verano azul") está recogiendo sus cosas para marcharse. Yo también recojo las mías. Oigo ruido fuera. Alberto esta en el coche con Emilio y Salvatore. Les hago una seña para que me espere, pero arranca y se van. Corro detrás del coche, levanto los brazos, nada. Al entrar de nuevo en la casa ya no hay siquiera muebles. Al fondo veo a un chico en el suelo leyendo dentro de su saco de dormir. Su cara y voz cambia. A ratos es Nacho, a ratos Juano. Pienso que quizá me pueda quedar con él hasta que pueda volver a casa. Lee en alto, parece un poco ido. Veo por la ventana que vuelven en el coche (es un coche blanco que no conozco). Le digo desde la puerta que cómo se les ocurre no esperarme. Alberto baja la ventanilla y me dice nuestra sobrina está embarazada. Arranca de nuevo y se van.
+
Estoy en la cocina de la casa de mis padres preparando la comida. El gato se sube a la encimera, intenta tirar la olla, le digo que va a quemarse las patas. Sigue hasta que se quema y sale bufando. Entra mi madre, pregunta qué vamos a comer, que le apetece cazuela de fideos. Miro la olla y es cazuela de fideos. Le digo que está de suerte. Dice que vendrá toda la familia, incluidos los sobrinos, que seremos mínimo quince personas. Dicho esto se pone a echar fideos a la comida que ya estaba casi hecha. Queda una masa incomible, pero no le digo nada. Intento arreglarlo como puedo sacando fideos a otra olla. El gato vuelve. Mi hermana dice que como es nochevieja ella se va, que no olvide ponerme los guantes y la bufanda. Miro el calendario que hay en la pared. Es mayo, pero no le digo nada.

gato ladrón

domingo, 14 julio 2024. Alberto lee el periódico en el hall de un hotel mientras yo atiendo a una chica que nos dice que es nuestra responsable, pero no va a poder hacerse cargo de nosotros. ¿No puedes dormir en el hueco?, le pregunto en broma refiriéndome a si no puede dormir entre los dos. A la chica le hace mucha gracia y se ríe a carcajadas, dice que es una lástima que no estemos en el Siete Mares (se supone que es un hotel que hay al lado). Le respondo que elegimos este porque ya estuvimos una vez y queríamos estar en el mismo. Alberto me dice al oído que en el que estuvimos fue en el Siete Mares, si no me acuerdo de las piscinas redondas. Le digo que no me acuerdo (lo que sí recuerdo es haber soñado con un hotel así). De repente estamos en casa, hemos vuelto a por algo, me doy cuenta de que llevo un pantalón de pana negro muy viejo con lamparones y manchas de lejía, y unas botas tipo australianas a pesar de que es verano. Le digo a Alberto si no se había fijado en lo mal que voy. Al entrar en el dormitorio todo está desordenado, la cama revuelta llena de ropa, de latitas con monedas, incluso hay perlas de onagra sueltas. Los cajones están abiertos, el teléfono descolgado en el suelo. Le digo Alberto que creo que alguien ha entrado a robar y que todavía está en la casa. Él se fija por primera vez en el desorden,  pero no parece afectarle. Le digo alzando la voz (para que el supuesto ladron lo oiga) que saque la pistola (que no existe). De repente aparece el gato de mi hermana. Pienso que quizá haya sido él quien lo ha revuelto todo. Le digo a Alberto que tenemos que poner una cámara para saber qué hace mientras no estamos. Busco ropa de verano para cambiarme, pero toda la ropa del armario no es mía. Intento ponerme cualquier cosa, pero no hay una prenda que casé con otra porque todo es marrón, azul oscuro o negro. Alberto dice que me va a gustar el sitio donde vamos a ir a cenar. Intento quitarme una blusa muy fea que me he probado y me quedo atrapada dentro. Le pido a Alberto que me ayude, pero está buscando algo en sus estanterías. Me doblo y agacho para ver si sale sola, pero se enreda cada vez más.  No puedo respirar. (Me despierto llorando).

regalo

sábado, 13 julio 2024. Estoy en un apartamento con Federico y Virginia. Es la hora de dormir y nos damos las buenas noches. Antes de irnos cada uno a su cuarto, Federico abre el maletero de un coche y me da lo que parece una foto o un dibujo enmarcado envuelto en papel de seda rojo. Por más que intento abrirlo no puedo. Así que todos se van a dormir y allí quedo yo con mi regalo.

pantalones

jueves, 12 julio 2024. Entro en el cuarto de mi hermana para cambiarme de ropa. La encuentro llorando, dice que el chico que le gusta no le ha escrito. Le digo que estará ocupado, que le escriba ella y le mande la foto que se hizo vestida de futbolista. En ese momento llega mi padre, quiere que le cambie los pantalones. Cuando se los estoy subiendo me meto también en ellos, pero no consigo subirlos del todo y quedo atrapada en una postura muy incómoda, con las rodillas clavadas en su cintura, como si me llevara a caballito. Llamo a mi madre para que nos ayude. Tarda en venir, no sé cuánto tiempo podrá aguantar mi padre conmigo a las espaldas.

el chico de las muletas y las chicas furry

miércoles, 10 julio 2024. Estoy en la terraza de un bar (en realidad no es más que una calle estrecha con mesas muy apiñadas). A mi alrededor todos parecen extranjeros. Un chico muy joven se sienta en mi mesa y me cuenta cosas (no recuerdo de qué habla). Todo el bar lo atiende porque lo que dice parece ser interesantísimo. Le digo que quizá no entiendan nada porque son extranjeros, que si quiere lo voy traduciendo. En ocasiones habla de alguien que se llama Bono. Le digo que si es su apellido quizá seamos familia. No dice nada. Le pregunto si es un mote como el del cantante de U2. Se levanta y se va. Me fijo en que lleva muletas, tiene una pierna arqueada y más corta. De espaldas está extremadamente delgado. De repente me da mucha pena y lo sigo. Aparece David con dos chicas muy modernas, maquilladas estilo años 80, con gafas de sol enormes a juego con abrigos tipo furry (una en fucsia y otra en naranja). Parece que hayan viajado en el tiempo. Quieren ir a un bar. Miro la hora, las 21.30 (aunque el reloj que llevo en la muñeca es en realidad el envoltorio arrugado de una chocolatina). Pienso que tengo que avisar a Alberto, decirle que estoy bien pero llegaré un poco tarde. Les digo que no vayamos muy lejos, que conozco un par de bares allí mismo (en el callejón trasero a la plaza de la Merced). Los bares han cambiado, tienen distintos nombres y son luminosos, no son los antros con los que yo esperaba sorprenderlos. David dice que conoce uno tropical. Es enorme y colorido, tiene un jardín al fondo. Hay chicas preciosas bailando en bikini y tipos con traje y corbata mirándolas embobados. Las chicas furry levantan los brazos y bailan. El chico de las muletas, que antes parecía tan seguro, se siente avergonzado. Señalo al chico con la mirada y le hago un gesto a David de, mejor nos vamos.
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Llego a casa. No hay nadie. Llamo a mi sobrino, lo consuelo (no sé de qué). Mientras hablo, voy recorriendo la casa a oscuras. Él asiente a todo lo que le digo. Al cabo de un buen rato oigo el ascensor. Ya llegan, no estés mal, le digo. Vale, dice él y colgamos.

escalera amarilla

martes, 9 julio 2024. Hay que poner el despertador en hora, pero es tan antiguo que hay que presionar con fuerza los botones. Cuando voy a hacerlo, porque sé un truco, Alberto dice que no tengo ni idea y que hay que sacarle la escalera.  No sé de qué me habla. Me lo quita de las manos, lo abre, saltan un montón de piezas, entre ellas una tira dentada amarilla de plástico. Supongo que eso es la escalera.
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Es el cumpleaños de mi madre. Nos hemos reunido en una casa con jardín toda la famia (y personas que no conozco). Supongo que la han alquilado para el evento. La casa es enorme, pero estamos todos apiñados en una habitacion, donde una mesa de comedor enorme ocupa casi todo el espacio. Empiezan a repartirse las habitaciones. Solo quedo yo. Tú duermes en casa de Elisa y Andrés, dice alguien. Miro por la ventana, es noche cerrada. La casa de Elisa se supone que está en lo alto de un monte y tengo que ir sola andando por un camino de tierra. Para colmo, veo que alguien le da a mi madre el regalo que le compré como si fuera suyo.

fin de partida 2.0

lunes, 8 julio 2024. Mis padres están en casa, cada uno en una butaca (la escena me recuerda a Fin de partida). Hablan sin parar, preguntan. La casa está muy desordenada, llena de muebles que no sé de dónde han salido. Mi hermana dice que se va. Mis padres preguntan todavía más, qué dónde va, que a qué hora vuelve, que con quién sale... Hay una tableta sobre la mesa, intento escribir a Alberto para contarle lo que está pasando y que no he tenido tiempo ni de hacer la cena. En la tableta solo aparecen fotos de mi prima y su hijo, excursiones, fiestas de cumpleaños. Tardo en darme cuenta de que no es la mía. No sé cómo parar las fotos que se suceden cada vez más deprisa. Veo a mi madre que se ha levantado e intenta meter los dedos en un enchufe. Mamá, es una mancha en la pared, no la toques, le digo. Solo quiero encender la luz, dice. La habitación está a oscuras de repente. Cuando por fin consigo enviar un mail a Alberto contándole el caos que tengo en casa, me vuelvo y la habitación está vacía.

mochuelo

viernes, 5 julio 2025. Entro en el cuarto de baño de la que fue la casa de mi abuela. Sobre el lavabo hay un mochuelo de colores. No estoy segura de si es así o alguien lo ha pintado. Parece una bola. Me mira con pena. Le abro la ventana para que se vaya. Da unos pasos atrás. Mojo una toalla y le limpio el plumaje. Queda de colores marrones preciosos. El mochuelo va a un cesto que hay en un rincón y él mismo se tapa con una toalla. Lo arropo como si fuera un bebé. Se duerme. Lo miro mientras respira profundamente.
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Al entrar en el dormitorio de mi hermana me fijo en el que no tiene techo, se ven vigas desnudas. Temo que caigan cascotes mientras duerme. Puedes llevarte tus muebles, ya no los necesito, me dice. Miro a mi alrededor pero solo hay escombros. Reconozco mi buró, pero está polvoriento y roto porque el techo le cayó encima.

media manzana

jueves, 4 julio 2024. Estoy con un grupo y necesito ir al baño. Me acerco al despacho de Alberto (no se parece al real) y entro en el servicio. El servicio no tiene puerta. Entra la chica de la limpieza, me ve, se excusa. Le digo que no tiene que disculparte, que he sido yo la que ha entrado donde no debía. Al salir, alguien me dice que Alberto se ha marchado porque tenía prisa. Siento una tristeza inmensa. Iván comienza a presentarme a autores que me saludan cariñosamente, todos dicen que tenían muchas ganas de conocerme porque les gustó mucho mi libro. Todo me da igual, solo pienso en que Alberto se ha ido. Nos sentamos en la terraza de una bar. Nos ponen una tapa de ensalada malagueña. Oigo la voz de Francis a mis espaldas, le dice a la chica que él pidió ensalada de lechuga. La chica le dice que no se preocupe, que por la equivocación le regalará a cambio una manzana. Me vuelo, Alberto está tomando algo con Francis, pero actúan como si no me conocieran. Mientras, Iván sigue hablándome de autores pero no le presto atención. Veo pasar a Cristina, habla con seguridad con otra chica, está muy delgada y me gustan sus vaqueros (los comparo con los míos). Pienso que debo cambiar de forma de vestir y actuar. Me vuelvo y le pregunto a Alberto qué haremos hoy, si quedarnos en Fuengirola o volver a Málaga. Sin decir nada me escribe a boli en el muslo (que de repente está desnudo): C A O T P M (que significa Comer Aquí O Tirar Para Málaga).

dátiles

miércoles, 3 julio 2024. Todos están dormidos y entro de puntillas al cuarto secreto de mii padre. resulta que es la cocina de mi casa y hay un montón de dátiles en el suelo. Mientras los recojo le pregunto a Alberto si sabe lo que significa "máis vale unha enchente que sete lambiscos".

baraka

domingo, 30 junio 2024. Voy en autobús. Va casi vacío (tres mujeres más vestidas de saharauis). Entra tanta luz del exterior que parece que no tenga techo ni ventanas. Al fondo hay un chico durmiendo en un colchón. Cuando se despereza, veo que es mi sobrino Diego. Intento hacer fotos sin se nadie se dé cuenta. Fotos en las que no se vea a la persona completa, solo una mano o media cabeza. Cuando llegamos, el conductor corre hasta la puerta y nos ayuda a bajar los dos escalones. Shukram, dice y me da tres besos. Baraka, le respondo. Entro en un edificio en ruinas. Hago fotos de lo poco que queda. Sobre lo que fue un mostrador hay una caja con muñecas rotas entre tubos de ensayo. Cuando voy a hacer la foto llega una enfermera y se lleva las muñecas sin decir nada.. Voy en autobús. Va casi vacío (tres mujeres más vestidas de saharauis). Entra tanta luz del exterior que parece que no tenga techo ni ventanas. Al fondo hay un chico durmiendo en un colchón. Cuando se despereza, veo que es mi sobrino Diego. Intento hacer fotos sin se nadie se dé cuenta. Fotos en las que no se vea a la persona completa, solo una mano o media cabeza. Cuando llegamos, el conductor corre hasta la puerta y nos ayuda a bajar los dos escalones. Shukram, dice y me da tres besos. Baraka, le respondo. Entro en un edificio en ruinas. Hago fotos de lo poco que queda. Sobre lo que fue un mostrador hay una caja con muñecas rotas entre tubos de ensayo. Cuando voy a hacer la foto llega una enfermera y se lleva las muñecas sin decir nada.

ñus

sabado, 29 junio 2024. Estamos en un restaurante. Alberto dice que no le ha gustado tanto como la otra vez. No recuerdo haber estado. Dice que estuvo solo hace años. Miro el cartel y parece un restaurante recién inaugurado, pero no digo nada. A la hora de pagar, Alberto dice que ha perdido la cartera. Voy al coche a ver si se la ha dejado, pero no está. Cuando vuelvo le digo que estará en el hotel, que yo pago, pero dice que ya ha pagado. Entramos para despedirnos. Por dentro es enorme y parece un mercado con puestos. En uno venden un dulce típico con cabello de ángel. Lo tienen cortado en pedazos y cada uno con un precio desde 0,25 a 12 euros (a pesar de que los trozos son del mismo tamaño). Todo el mundo sale comiendo uno. Si los trozos fueran más pequeños no me importaría probarlo, pero son enormes. Una chica se me acerca a darme las gracias. Dice que si no hubiera sido por mí no habrían podido reunirse. Que tengo el don de la palabra y supe convencerla de que aquel troll no era un troll. Le explico que nos conocimos en un grupo de noticias de literatura a la que llamábamos ñus en 1999. La chica hace cuentas con los dedos. ¡Eso es media vida!, dice. Veo a Eugenio detrás del mostrador. Lleva una camiseta mitad del Málaga mitad un anuncio de neumáticos. La chica saca una hoja donde tiene apuntados nombres y puntuaciones. Junto al nombre de la chica hay un cero en casi todos. Eugenio le pregunta si los ceros significan las veces que se ducha. Me parece que esta va a ser espesita, digo y todos ríen a carcajadas como si hubiera contado un chiste buenísimo.

plátano frito

viernes, 28 junio 2024. Estoy en el salón de una casa destartalada con los techos muy altos. Un niño fríe rodajas de plátano en una especie de wok. Le echo un ojo de vez en cuando porque temo que se queme. Le digo que baje el fuego, que ya estaban casi listos. Llega la mujer y la hija de Chivite, se sientan para comer. Chivite llega después. Tengo un montón de folios entre las manos. Me pregunta si ya corregí y el libro. Asiento. No se si sabes que hay una manera muy rápida de corregir leyendo solo las palabras que empiezan por "pre". Se ríe. Mira qué listo, le digo. Discutimos en broma mientras su mujer y su hija comen.

modelos

jueves, 27 junio 2024. Un grupo de presentadoras y modelos cuchichean en un rincón de lo que parece un set de televisión. Una de ellas, empujada por las demás, se acerca a la cámara. Lleva un mono transparente como si fuera una segunda piel. Tanto es así que no se sabe si se le transparentan los tatuajes o son estampados de la tela. Cuando está delante de la cámara comienza a hablar. Se queja, llora. Según va hablando la cara le hace muecas grotescas y se le derrite como si fuera de cera.

balbuceo

miercoles, 26 junio 2024. Fernando Fernán Gómez ha venido a dar una charla. Después vamos a cenar con un grupo pequeño, entre ellos Alberto, Francis con una chica, Sonia, y dos más que no conozco. Nadie se atreve a hablarle. Se queja de los periodistas. Le digo que pase de ellos, que se centre en escribir, que cuando se le acabe la inspiración piense que no es él, que escriba desde fuera, que tome el papel de alguien que le hace una entrevista. Dice muy ofuscado que ojalá eso fuera tan fácil, que lo más difícil es no escribir sobre uno mismo. El grupo se levanta y echamos a andar por unas calles muy estrechas llenas de gente. Nos cruzamos con una procesión, nos corta el paso. Nos estamos alejando demasiado del centro. Les digo que después habrá que acompañarlo, que no sabrá volver solo. De repente todos dicen que se van a su casa. Al despedirse, Fernán Gómez, le dice a Francis que es quien mejor le ha caído porque no ha dicho nada en toda la noche. Todos desaparecen, me ofrezco acompañarlo, pero se tumba en la acera y se echa a dormir. Se le ve agotado. Habla en sueños, balbucea. Me quedo sentada en el suelo a su lado.

móvil viejo

domingo, 23 junio 2024. Estoy en un hotel con mi madre y mis tías. Toman el sol en hamacas, pero es de noche. Un camarero le trae a mi madre algo que ha pedido de comer. Cuando va a pagar, en vez de acercar la tarjeta acerca una cinta de casete. El chico la mira extrañado. Le explico que mi madre no se ha acostumbrado todavía a tener tarjeta y la confunde con cosas. Le digo que él es muy joven para saber lo que es una cinta de casete. Unas hamacas más allá veo a Aloma y Sr. Chinarro. Me acerco para contarles la anécdota, pero están hablando de sus hijos y prefiero no interrumpir. Sr. Chinarro se levanta y va metiendo frutas y verduras en un cesto (se parece al supermercado de Master Chef). Alguien le dice que le enseñe su pasaporte. Él le da la cartera completa con cara de "otra vez lo mismo". En ese momento me suena el móvil. Está roto, se le ha caído la tapa y la pantalla está en blanco. No sé quién me llama. Respondo. Soy Sol y sé que estás en Madrid, dice. No conozco a ninguna Sol, pero le explico que he venido de incógnito, de vacaciones con mi madre y mis tías. Dice que me ha llamado más veces y no se lo he cogido. Le explico cómo está el móvil y que a veces no funciona o se corta. Oigo hablar a alguien con ella, le dice que todo lo que le estoy diciendo es mentira, que ya nadie tiene móviles tan antiguos. Le digo lo que he oído y que si quiere le enseño mi móvil cuando nos veamos. Oigo también la voz de Ferran. ¿Está ahí Ferran?, él puede decirte qué móvil tengo, le digo. Me cuelga. Mientras hablo, mi tía M protesta porque no le gustan los libros que le he dejado y mi madre pide a gritos más comida.

sofá

sábado, 22 junio 2024. Estamos en una tasca parecida a Antigua Casa de Guardia, solo que donde suelen estar los mariscos hay un sofá pequeño. No sé si la tapicería es de color rojo oscuro o es que está muy sucio. Un tipo mayor se nos acerca. Lleva varias carpetas azules gastadas, de esas de toda la vida. De repente, como si lleváramos un rato hablando, comienza diciendo: Claro, es que la música es importante. Nombra instrumentos que no he oído en mi vida. Su marido sabe tocar cualquier instrumento, le digo señalando a mi prima Elisa (que se aleja inmediatamente). El hombre discute, dice que es imposible. le nombro todos los instrumentos que toca y le digo que incluso ha fabricado algunos. El hombre se va enfadando cada vez más. Cambia de tema, habla de poetas. Nombra a Julio Salinas. Le digo que es un futbolista, que quizá quiere decir Pedro Salinas. ¡Es Julio, lo sabré yo que es mi amigo!, dice enfadado. ¿El de los poemas a patinadores?, le pregunto. ¡Ese! Julio Aumente, le digo. Se queda callado. Habla de él en presente. Ni se me ocurre decir que murió hace tiempo. Mientras habla, algo se me ha derramado sobre el sofá ya sucio. Voy a mojar un pañuelo al servicio. En el servicio veo a mi prima en una bañera, dándose un baño. Vuelvo y el hombre se ha ido. Las carpetas están sobre el mostrador. No hay nadie en la tasca. Limpio el sofá. Parece nuevo.

lo mejor

jueves, 20 junio 2024. Estoy en una tienda con poca luz. Hay ropa desordenada en estanterías. Busco un sujetador, pero vienen de dos en dos y no se pueden separar. No hay probadores. Me los pruebo delante de todo el mundo, aunque nadie parece hacerme caso.
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El sol se ha ido, pero todavía queda luz. Le digo Alberto que se asome a un mirador sobre el mar. El paisaje es precioso. El agua de ve limpia, me gustaría bajar y bañarme. Alberto se queda asombrado. Dice: esto es lo mejor que nos va a pasar en la vida, ya no nos va a pasar nada mejor nunca más. Me echo a llorar.
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Estoy escribiendo un mail a José Luis Gallero. Le hablo de un perla suyo que sueño leer cuando estoy triste. Cuando voy a enviárselo el ordenador se transforma (o se actualiza) y aparecen un montón de programas nuevos con anuncios. No puedo guardar ni enviar lo que he escrito y temo que se pierda.

ni rata ni muletas

martes, 18 junio 2024. Estamos durmiendo. El dormitorio es mitad el nuestro, mitad el de mis padres. Algo se mueve bajo el armario. Pienso que guardé una pelota de tenis en una bolsa de papel y quizá se haya salido. La supuesta pelota empieza a ir de un lado a otro. Finalmente veo aparecer un hocico. ¡Es una rata! La rata se sube a la cama. Le digo a Alberto que se quede muy quieto, que oí e la tele que son muy amistosas, que incluso hay gente que las tiene de mascotas. Mientras lo digo, intento salir con cuidado de la cama. Una vez fuera, la miro bien. No te preocupes, es una cría de canguro, le digo a Alberto.
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¡Mira, es Javi!, le digo sorprendida a Alberto al pasar en coche por delante de una guardería donde también se organizan actividades para mayores. Me llaman la atención dos cosas: una, que va vestido de rojo (polo y pantalones); dos, camina muy rápido y sin muletas.

pésame

domingo, 16 junio 2024. El sueño transcurre a ratos como la vida y otras como un musical (pero sin música, solo con coreografía). Salimos de casa (que no es nuestra casa) por calle Mundo nuevo. Yo bajo la cuesta con un carrito de la compra y Alberto va unos pasos atrás charlando con dos chicas muy altas. En el cine Andalucía (ya no existe) hay un festival. Supongo que Alberto querrá ver algún documental y lo espero apoyada en la pared. Me siento tremendamente cansada y triste. Un señor (que se parece a Maldonado) se pone delante de mí. Lleva una sahariana celeste mal planchada. Pienso si Alberto quería una para el verano porque parece muy fresquita. Un chico coloca trípticos del festival en un mostrador, se acerca y me dice al oído: Pésame. Me sobresalto. Entiende por mi gesto que he entendido Bésame. Se ríe. Nunca hay motivo para estar tan triste, siempre hay algo por o que estar bien, eso es lo que significa Pésame en mi idioma, dice. Me fijo en él, es Gael García Bernal. Alberto llega con las chicas. Gael y él hablan de política. ¿Qué han dicho?, pregunta una de las chicas sofocada. Hablan de Durruti. La chica se abanica los ojos llenos de lágrimas con las los manos como si estuviera secándose las uñas recién pintadas. Menos mal, creía que habían dicho que para este otoño volvían los pantalones por encima de la cintura. No, han dicho Ventura. La chica llora de alegría y yo pongo los ojos en blanco. Llegamos a casa de Gael. Su madre tiene un anticuario. Parece una marquesa, Alberto le besa la mano y le regala un cuadro (que llevaba no sé dónde). Yo paseo entre los muebles y miro cada objeto. Hay un cajón de chibalete lleno de libretillas y juegos antiguos. Pienso en comprarle uno a Alberto por su cumpleaños. La chica le dice a la madre de Gael que qué va a hacer ahora que tiene la pintura de un rojo. Me pregunto qué ve Alberto en ella, cómo la soporta. Empieza una especie de coreografía sin música ni palabras. Todos se mueven como si bailaran, pero tampoco bailan. a veces me veo a mí misma desde fuera, como si todo fuera una película. Derramo sin querer un frasco de perfume pero no huele a nada. Ni sonidos, ni olores ni vida, pienso. Hay dos crías de gato sueltas. Una de ellas se me sube por el brazo, me clava las uñas. Me veo como espectadora de una película, bajando por una gran escalera de mármol (en realidad chorándome por los escalones como si fuera un tobogán). Detrás de mí aparece Gael con un vestido largo de fiesta, y también se chorra para alcanzarme. (Supongo que Gael y la coreografía se han colado en el sueño porque ayer vi un vídeo de "Ema").

tarta helada

sábado, 15 junio 2024. Estamos de visita en casa de unos vecinos. Nos reciben en la cocina. La casa parece la de Nuria (una compañera del colegio) porque desde la ventana puedo ver le chalecito que veía cuando de niña nos subíamos al balancín que había hecho su padre en el semisótano abierto. Se supone que el chalecito que veo vive mi abuela. No conozco a esos vecinos ni sé qué hacemos allí. Son dos hombres de campo bastante rústicos (uno se parece a uno de los actores de la serie "El pueblo"). De repente la cocina es la cocina de mi casa, miro el reloj, es muy tarde y debo irme. Hago café, caliento leche para dejarlo todo listo antes de irme. El café y la leche se derraman y no sé con qué secarlos. Digo que debo irme. Uno de ellos se interpone con los brazos abiertos. Le digo que es el cumpleaños de mi padre y no puedo faltar. ¿Ochenta y siete? Noventa y siete, respondo. Entonces puedes irte, llévate estas cajas de dulces, ice. Yo llevo una caja con una tarta helada que empieza a derretirse. Ya llevo tarta, le digo y se la enseño. Él insiste, es muy pesado. Miro la tarta y está cortada en cuatro pedazos. No parece una tarta. Empiezo a enfadarme. El hombre me pregunta dónde está mi hermana y dónde viven mis primas. Les digo que viven con mi abuela, ahí mismo, le señalo. Mientras mira por la ventana me escabullo. Aparece mi tía P (que murió hace más de quince años) y me dice que dé recuerdos de su parte, y que coma más que estoy demasiado delgada.

en terapia

viernes, 14 junio 2024. Estoy en casa de Marcos (la casa es en realidad la mezcla de su casa, la de mi madre y la mía). Mi hermana llegará en unos minutos porque tiene terapia con él. Hablamos de cómo debe abordar que ella se haya enamorado, qué va a decirle y cómo. Marcos me pide consejo. Tú eres el terapeuta, le digo medio en broma aunque sé que está muy agobiado. Mi hermana llega, yo me escondo. Ella intenta abrazarlo, lo persigue por toda la casa, dice que quiere casarse con él. Cada vez que puede, Marcos se escabulle y viene a quejarse más que a pedirme consejo. Le digo que la única opción es deshacernos de ella. (Creo que ayer vi demasiados capítulos seguidos de la serie "En terapia").

dicharachera

jueves, 13 junio 2024. alguien ha organizado en mi casa una fiesta para encontrar pareja. El cuarto de estar está lleno de gente que no conozco. Alberto va repartiendo copas de vino. Cuando llega a mi lado me da la botella, no sé si para que siga sirviendo yo o para que beba directamente de ella. Un tipo con aspecto de tortuga (parecido a un personaje de los Simpson) se me acerca. No recuerdo exactamente sus palabras, pero algo así como que qué bien habernos conocido y saber cómo soy. Muy serenamente doy un trago directamente de la botella y le digo que no me conoce de nada, que solo he dicho cuatro frases dicharacheras y no puede sacar conclusiones. Que te quede claro que no soy dicharachera, le digo. Me arrepiento, pero es demasiado tarde para arreglar nada. Él no tenía la culpa de mi mal humor (no soporto tener tanta gente desconocida en casa). Una chica con el pelo muy mal teñido, quemado, me da las gracias porque dice haber conocido al hombre de su vida, que mañana mismo se van de viaje en coche, a la aventura. No puede ser, pienso. Es. La chica y Javi se van de la mano. Los veo alejarse desde el portal (que no es el de mi casa, parece la escalinata de una iglesia). ¡Buena suerte, tened cuidaíto con el coche!, les digo pero Javi no puede oírme porque lleva los auriculares puestos. Siento una tristeza inmensa. Vuelvo a la fiesta. Alguien pregunta si puede poner música y le doy mi táblet. Solo tienes que abrirla y ya están las canciones preparadas, le digo. Voy al baño. Pienso que una ducha me sentará bien, que el agua caliente acompaña. Nunca nos acostumbraremos a esto, dice alguien desde fuera justo antes de que cierre la puerta. Es la voz de Mesa Toré.

harina

martes, 11 junio 2024. Organizamos fiesta para mi sobrina Yasmina en casa de mi abuela. Todos van de un lado a otro como hormigas, pero en realidad no hace nada. Mi madre prepara cordero. Le digo que antes de dorarlo tiene que enharinarlo para que la salsa no le quede aguachirri. Al oír aguachirri se ríe como una niña. Mi abuela entra en sale de la cocina nerviosa (ella que siempre fue tranquila). Ya llegan, dice. Voy al salón comedor, les digo que se sienten y tomen algo. Mi sobrina ha dejado de alisarse el pelo, lleva sus rizos naturales, pero se los ha pintado de colores. Pareces Beyoncé, le digo. Ella se alegra mucho. Todas van muy arregladas, yo solo llevo la blusa del pijama. Le pregunto a Alberto si ha traído mi ropa. Está en el maletero, dice. Así no hay manera, pienso. Vuelvo a la cocina a ver cómo va el cordero. Mi madre dice que no hay harina pero ha encontrado esto, dice, y me enseña una especie de granos de arroz blandos que no sé si son larvas (en el paquete no pone nada). Si las aplastamos podemos hacerlas pasar por harina, dice. Me meto una en la boca, es dulce, no nos vale. Le pregunto a mi abuela si hay alguna tienda cerca. Dice que es domingo por la noche, que todo estará cerrado. Pienso en el bar de la esquina, quizá me vendan un poco. Mi abuela me da tres euros, dice que será suficiente. Salgo a toda prisa a la calle, solo con la blusa del pijama. De repente es de día. Aparece Javi. Entre los dos será más fácil, pienso. Entramos en una mercería y, antes de abrir la boca, la dependienta nos dice de malos modos que allí solo venden hilos y botones. Solo iba a preguntarle si sabe dónde hay una panadería. Ni me contesta. Javi se entretiene mirando el pueblo. Dice que es precioso. Ayuda, poca. Ahí al lado está el Mirador de Enrique Morente, vete allí y me esperas, le digo.

kiosco burrito y perro cerdito

lunes, 10 junio 2024. Estoy en un bar con Alberto y mi tía M. Alberto ha entrado a una parte del bar que tiene tele para ver un partido de fútbol. Mi tía quiere hacerle fotos a todo porque todo, dice, es muy pintoresco. El bar es tirando a cutre, se nota que no le han hecho ninguna reforma en cincuenta años. ¿Qué van a tomar?, pregunta el camarero. Mi tía pide dos cervezas. Me extraño. Señala con el mentón la calle y veo a mi madre en la otra acera, comprando algo en un kiosco. El kiosco también es muy pintoresco. Los lleva una familia china con varias hijas. Las niñas llevan ropa de colores. Mi tía dice que les haga una foto. Todos posan, incluida mi madre, pero la cámara (analógica) tiene un visor muy pequeño que no me deja encuadrar nada. El camarero pregunta qué tomaré yo. No sé qué pedir. Miro la hora, todavía son las once de la mañana, no sé cómo mi tía ha pedido cervezas (no beben alcohol y además es muy temprano). Por pedir algo le pido un polo Drácula. El camarero dice que entonces la tapa no pega y vacía el plato en el suelo. Mientras tanto, mi madre y mi tía se han subido al kiosco como si fuera un burrito del parque e insisten en que les haga más fotos.
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Vamos en coche a toda velocidad por el paseo marítimo. Alberto entra por la zona donde están las bicis y los niños. Me agarro muy fuerte con las uñas al asiento. Llegamos a un chalet enorme para recoger a Míchel y Sonia (se supone que es la casa de la madre de Míchel, aunque en otros sueños ha sido la casa de la madre de Juano; no es de ninguna de los dos). Aquí pasa algo raro, dice Alberto, y llama con los nudillos a una ventana estrecha horizontal. Abre Míchel. El hall está lleno de muebles y cosas que no se sabe muy bien qué son. Sobre una mesa de escritorio (idéntica a la nuestra) se apilan objetos y ropa. Míchel se sienta a comer lo que me parecen espinacas mientras esperamos a Sonia. Está todo tan lleno que dudo si darle una bolsa con libros que le he llevado. Sonia baja arreglada como para una fiesta. Contrasta con todo ese desorden. Aparece un perro muy pequeño y muy gordo de color rosa chicle. Ya os dije que era muy feo, se excusa Míchel. Le acaricio la cabeza (al perro), le digo que lo había imaginado color canela, que es muy gracioso porque parece un cerdito.