domingo, 18 mayo 2025. Paseo con Daniel por una calle estrecha y encalada, adornada con arriates de plantas y flores muy bien cuidadas. Es como si estuviéramos de viaje, le digo. Le cuento cómo arreglé un reloj, desmontándolo e imantando un destornillador para no perder los tornillos que eran del tamaño de las patas de una hormiga. Me enseña el suyo, dice que no es bonito pero se lo regaló su hija y tiene que llevarlo (un reloj de colores, con dibujos infantiles). La calle no es más que un arco que acaba en la misma plaza. Hay una fuente. Nos mojamos las manos. Las sacamos a la vez porque nos da asco (está llena de gusarapos). Nos miramos y nos reímos. Alberto nos espera leyendo el periódico.