viernes, 2 mayo 2025. Se supone que estamos de vacaciones en Buenos Aires. Nos reúnen a todos los extranjeros en el hall del hotel (que se parece a la casa de mis padres). Pienso que van a secuestrarnos. Veo llegar un caza. Corro a buscar mis cosas (un saquito con mis anillos y algunas chapas que no quiero perder). Veo que Elisa y Andrés se acercan al hotel. Me escabullo y se lo doy, le digo que huyan. Policías armados nos dicen que nos pongamos en fila pegados a la pared y que vayamos entrando en una habitación para meter en una bolsa lo indispensable. En otro descuido, le doy a una camarera una bolsa de tela con piedras. No quiere hacerse cargo. Le digo que si mete una en el monedero le dará suerte, que alguna vez volveré a recuperarlas. Acepta. Meto en una bolsa de deporte algo de ropa. Cuando nos sacan del hotel caminamos en fila por la acera. Javier e Isa están comprando cerveza para celebrar que su equipo ha ganado. Javier no se hace cargo de la situación, se ríe, dice que nuestro equipo ha perdido. Le hago una señal a Isa con la mirada, pero tampoco me entiende. Nos llevan a una especie de óptica para niños. Nos van pasando uno a uno para hacernos unas pruebas. La chica que tengo delante, en vez de preguntarme hace muecas con la cara para hacerme reír. Me río exageradamente, quizá por los nervios. Dice que es la mejor prueba que ha visto nunca y veo como escribe 10 (con una flecha hacia arriba) en su hoja. No tengo claro si en este caso 10 significa vida o muerte. Al fondo de la sala de espera está Momo y otro chico. Momo hace bromas, dice que si las preguntas son en inglés suspenderán todos. Alberto ha colado su móvil pequeño, suena, me lo pasa. Oigo la voz lastimera de mi hermana. Dice que está ingresada en el hospital, pero que no me preocupe, que le han dicho que solo necesita reposo. Le susurro que estamos retenidos, que es posible que estemos en peligro, que no sé cuándo voy a poder volver. Su voz se recompone de repente, pero ya no entiendo lo que dice.