estorbo

sábado, 31 diciembre 2022. Estoy en una casa muy desordenada. En el salón hay una pila de piedra (debería estar en el lavadero) de la que, cuando se abre el grifo, el agua sale disparada hacia todas partes menos hacia abajo. Ahora entiendo que todo huela a humedad, pienso. El cuarto de baño también está muy sucio. Me da asco usarlo, pero no sé por dónde empezar a limpiar. Mis padres entran y salen, y me hablan a la vez. No sé qué dicen. ¡Queréis dejarme en paz un momento, por favor!, les grito. ¡La que tiene que dejarnos en paz eres tú!, grita mi padre.
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Salgo de un bar con un grupo (solo conozco a Elisa y Andrés). Es muy tarde y tengo el coche aparcado muy lejos. Quiero pedirles que me acompañen a casa, que Elisa fuera en su coche y que Andrés condujera el mío porque es nuevo y temo darme un golpe. No sé cómo decírselo. Según nos acercamos a mi coche, peor me siento.

cajoncitos y medallitas

viernes, 30 diciembre 2022. Vivimos en el bajo de un edificio antiguo muy bonito. La casa tiene dos cierros que dan a la calle. Oigo que empieza a llover y me asomo. Veo que han dejado lo que parece un escritorio junto a los contenedores. Me da pena que se moje. Salgo a verlo de cerca. En realidad es una mesa de trabajo de zapatero. Se lo digo a Alberto. Dice que no nos caben más cosas en casa. Al menos me traeré de recuerdo uno de esos cajoncitos (planos, cuadrados, con tiradores de metal). Mientras voy a por ellos, una pareja se ha metido en casa. Alberto consigue sacar al chico. Yo intento convencer a la chica de que salga, pero acabo agarrándola de las muñecas y forcejeando con ella. le digo que no quiero hacerle daño, que se vaya. Mientras, su pareja y Alberto charlan amigablemente sentados en el escalón.
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Oeste y yo caminamos por la calle. Saca un colgante de plata del bolsillo y me lo da. Tiene forma de esfera abollada. También leva dos medallitas azules parecidas a la que me dio mi abuela de niña. Le pregunto si es la que yo le di. Dice que una sí, que la mandó limpiar y que debo tenerla yo. Hablamos mientras nos encaminamos a una estación enorme. Camina muy rápido delante de mí, se aleja. Veo la escena desde muy arriba. Manejo un artefacto con ruedas y antena (del tamaño de una caja de zapatos) que se abre paso entre la gente. Se supone que ese artefacto soy yo y en el momento que alcance a Oeste, estaré a su lado.

menudo festival

jueves, 29 diciembre 2022. Se supone que hay un festival de cine en Málaga y han reabierto cines de los que no quedaba siquiera el edificio. Me desplazo por la calle como si fuera sentada en una silla de ruedas pero, no hay silla, voy en el aire. Llevo un vestido que parece una funda de almohada con tirantes (no llevo nada debajo, creo que influida por la película que vi anoche Venus se hizo mujer). Se supone que el vestido me lo he hecho yo y pienso que voy muy elegante. Cuando llego a la puerta del cine, una señora tiene un montón de monedas en un cesto (no estoy segura de si es la cuidadora de los servicios). Pregunto si hay que pagar con monedas. Dice que prefiere que le dé un billete de cinco, se lo do y me devuelve cinco monedas de un euro. Todo parece de lo más normal. La sala empieza a llenarse (solo tiene cuatro filas). Se me acerca una chica, me pregunta en qué consiste el trabajo de alguien que quiere ser procuradora. No tengo ni idea, pero pregúntale a los príncipes de Gales, que acaban de entrar en la sala y además hablan inglés mejor que yo.

troll, grulla y popelín

miércoles, 28 diciembre 2022. Alberto, Daniel y yo estamos en casa de Chivite. En el piso de arriba hay una habitación enorme muy desordenada. Alberto y Daniel duermen en una cama cuadrada enorme. Mi madre aparece y nos da un plumero con el palo muy largo. Así podéis llegar a lo cuadros más altos y el reloj. Chivite y yo quitamos el polvo sin ganas. Cuando mi madre se va satisfecha, me siento sobre él y le miro el pelo como si buscara piojos. No puedo creerme que tuvieras el pelo negro, le digo mientras le doy tirones y lo peino hay arriba, como a un troll.
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Estoy en casa de mis padres. El salón está desordenadísimo. Mi padre está tratando de hacerse un nido en el sofá. Me grita que le lleve un taburete plegable. Voy a por él. Él sigue gritando, dando órdenes. El taburete es de playa con la tela amarilla (nunca lo había visto). Quiere usarlo de mesilla de noche. Llegan mis tías con una vecina y su nieto. Me da vergüenza que vean la casa así (aunque no sea mi casa). Quieren que oigamos cantar al niño. Mi tía Encarna canta a la par que él. Mi tía Mari la encierra en el que fue mi cuarto para no oírla. El niño desafina una barbaridad. Entro en mi cuarto para consolar a mi tía Encarna, le digo que el niño canta como las grullas. Nos reímos.
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Estoy en un supermercado en el que parece que haya entrado un tornado (todo está amontonado en el suelo sin orden alguno). Hay salchichas congeladas en un estante, fuera del frigorífico, también unos pulpos que no parecen pulpos y que han congelado con las patas extendidas, como si fueran estrellas de mar. Llevo poco o nada en el carrito. Una flecha indica que la perfumería está en otra planta, pero en realidad está en otro edificio. Bajo a la calle por una rampa mecánica. Una chica marca mi carrito con una pistola que lee los códigos de barra. Si va al otro edificio tiene que comprar algo obligatoriamente, y la salida es por otra calle (información que me parece absurda). Recorro un túnel y salgo a la calle. Hay más gente con carritos. Decido echarles una carrera. Lo empujo, apoyo la barriga en la barra y avanzo a toda velocidad. Al llegar a un semáforo, un tipo muy alto me saluda afectuosamente. ¿Nos conocemos?, pregunto. Me llamo... (dice un nombre extranjero, pero no recuerdo cuál). No nos conocemos, no, le digo y comienzo a cruzar. Es bisexual, dice una señora al pasar por mi lado. El tipo se excusa aclarando que lleva tres años sin pareja. Yo llevo cuarenta y dos años con la misma persona, le digo. Él se asombra muchísimo, tanto que empuja sin querer a una chica que va delante de nosotros. La chica cae. ¿Qué es el popelín?, pregunta a la chica mientras la ayuda a levantarse. La chica no sabe. Su blusa es de popelín, les digo y los dejo en lo que parece el principio de un idilio.

castillitos

martes, 27 diciembre 2022. Elisa nos ha invitado a toda la familia a ver su nueva casa. Tiene varias plantas y está decorada como un castillo medieval. Andrés ha colocado en la puerta adornos budistas donde dejar peticiones. Me pregunto cómo recordarán todo eso los niños cuando sean mayores. ¿Qué pensará Nadia de todo esto cuando sea mayor y viva en un piso de cincuenta metros cuadrados? A nadie le hace gracia mi pregunta, me miran mal. Salgo a uno de los balcones. El paisaje desierto, zonas donde construyen otros castillitos como ese. En uno a medio hacer, un padre y un hijo juegan. El niño va en una moto pequeña, salta la valla y cae al vacío. No sé si mirar. Miro. El niño sigue conduciendo su moto y el padre animándolo a que vaya más rápido.

banqueta amarilla

lunes, 26 diciembre 2022. Voy por la calle y me entran ganas de orinar. Se supone que cuando pasa eso entro en un edificio años 70 y uso el servicio de un piso vacío y abierto que hay junto a los ascensores. Entro, todo está oscuro pero se nota que hay alguien dentro. Camino a tientas, reconozco la cabeza de Alberto. Toco una más. Eres Emilio, lo he sabido por la hendidura en la mandíbula. Se ríe. Entro al servicio. Al salir, el piso está encendido y se ha convertido en una tienda de decoración. Hay una banqueta de anea pintada de amarillo. Le doy la vuelta para ver el precio. Mi prima Cristina dice que yo tenía razón, que es muy endeble, además, sería más bonita al natural, sin pintar. La dejamos en su sitio. Mi prima lleva una bolsa de papel con flores (se supone que la ha robado) y yo una bragas enormes con letras. Una dependienta se nos acerca. Pienso que va a detenernos, pero nos dice que para lo que hemos comprado dan unas bolsas especiales. Las cogemos sin decir palabra y salimos de la tienda por una gatera cuadrada que hay en la puerta.
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Voy por la calle con un tipo (no lo conozco). Oímos jaleo y nos volvemos. Detrás de nosotros camina Cristina Pedroche. Un tipo que parece un guiri borracho, la topa de los hombros y le vomita, con tal mala suerte que ella se agacha y el vómito me cae a mí. El tipo cae al suelo (no sé si mareado o de la risa). Dudo si darle una patada. Se la doy, pero muy flojito. El tipo que va conmigo dice que va a vengarla porque Pedroche estaba en su colegio y le gustaba. Pienso que a quien debería vengarme es a mí.
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Alberto y yo vamos en el metro. Está a punto de salir cuando notamos una especie de ola (el vagón hace una ese como si fuera de goma). Por megafonía avisan de que en la calle hay disturbios, que el tren no saldrá, que podemos esperar dentro a que pasen o salir a unirnos a ellos. Son la marea, pienso.

taj mahal

domingo, 25 diciembre 2022. Llaman a la puerta de la casa de mis padres. Son Faemino y Cansado. Faemino dice que se ha dejado una cosa y señala, desde el descansillo, el suelo de la cocina. Debajo del carrito camarera plegable veo una postal del Taj Mahal. ¿Es tuya?, pregunto. Me la dejé el otro día, responde.

la rebelión de las cebras

sábado, 24 diciembre 2022. Salgo del dormitorio con un libro. Alberto me pregunta qué libro es. Le digo que no tengo ni idea, que solo lo compré porque traía de regalo el último de Vonnegut. Abro el libro y saco un tomo finito que se titula La rebelión de las cebras. Se lo tiendo a Alberto. No lo ponen bien, dice. Me da igual, respondo.

viajeros

viernes, 23 diciembre 2022. Se supone que estoy en un país del este. Voy por dentro de un edificio (parece una antigua iglesia) en un coche de madera muy rústico (las maderas con barbas, sin lijar siquiera; las ventanas sin cristal). Al fondo hay unos tipos entrenando con pistolas y dianas. Uno se me acerca y dice, con muy malos modos, que me vaya de allí. La palanca de marcha atrás está en el techo del coche. De repente estoy en una tienda muy cutre y busco algún souvenir para llevar a los amigos. Solo hay cosas rotas y polvorientas. Hasta los chicles parecen caducados y ni siquiera están escritos en su idioma (todo está en inglés). Veo unos marcapáginas. Este para Loli, le digo a Alberto. Alberto dice que si le llevo algo a Loli tendré que llevarle a todas las amigas. No importa, no pesan nada. Unas chicas se me acercan, quieren comprar tazas de recuerdo. les digo que compren regalos que no pesen y no se rompan porque tratan muy mal las maletas. Otra chica me habla en un idioma extraño (aunque la entiendo) y me dice que compre ropa, que eso no se rompe nunca. Me tiende un cuello de lana blanco con dibujos geométricos, hecho a mano, pero está usado y roto. Veo un neceser de plástico transparente con utensilios del siglo pasado. Pienso en si Javi se reiría al verlo o preferiría un bolígrafo de madera (seguramente seco) que parece un buril. Alberto y Salvatore están al fondo de la tienda tomando algo. me hacen señas para que me dé prisa. Decido no comprar nada. Total, al único que le gustaría algo de esa tienda sería a Andrés, pienso.

ecos del mundial

jueves, 22 diciembre 2022. Estoy en una especie de instituto de un país árabe. No sé muy bien qué hago allí. Le digo a una chica que prefiero volver a casa. al momento la chica me dice que tengo una llamada de Alberto y me pasa un móvil. Una voz con acento extraño dice que me quede y me da instrucciones precisas de lo que tengo que hacer. Mientras lo oigo hablar bajo las escaleras y salgo al patio del instituto donde unos hombres con túnicas le dan patadas a un balón. Lo hacen muy mal, sospecho que están disimulando mientras me vigilan. No eres Alberto, le digo a la persona que me habla por el móvil. En ese momento los hombres se abalanzan sobre mí.
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Tengo una lectura. La presentadora me espera a un lado de la sala, se apoya en la pared y charlamos durante un rato sobre el libro. Pasado el tiempo, oigo aplausos y el público (al que no he visto) sale de la sala y me felicita. Una señora me dice que le enseñe a bailar. Otra se quita el sujetador (no sé si para dármerlo). ¡No hemos subido al escenario y hemos hablado sin micrófono!, le digo a la presentadora que, cierra la puerta y pide al público que se siente. El público vuelve a sus asientos. Les pido disculpas. Vuelven a aplaudir y se van.
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Mi sobrino Darío vuelve a ser un niño. Va con ropa Heavy en un triciclo que parece tener un motor. Vamos los dos montados y vamos muy rápido, bajando cuestas de un pueblo empedrado. Vemos pasar a una niña corriendo. ¡Mira, es mi madre! Me alegra verla de niña. Pienso si mi manera de correr se parece a la suya. Llegamos a una explanada con vistas a un barranco. Creo que es el Barranco del Abogado, le digo a Darío, pero Darío ya no está. Una señora con dos hijas que pasa por allí, me dice que esa zona era próspera, pero han cerrado los restaurantes. Veo tres restaurantes cerrados y en ruinas (uno de ellos aparecía en un sueño de hace años).

tela inocente

miércoles, 21 diciembre 2022. Alberto dice que vamos a comprar un coche. Llegamos al parking de unos grandes almacenes. Digo llegamos porque se supone que vamos los dos, pero voy yo sola en asiento de atrás de un coche que parece de cartón. Voy pensando que ya podría comprar de paso una tela inocente para hacerme un vestido y cambiar de look. El coche aparca solo junto a un montón de rollos de tela (el parking parece un almacén desordenado). Subimos a un ascensor que sólo tiene dos paredes. Comienza a moverse en todas las direcciones (como en la película Cube). Se para un momento, Alberto cree que hemos llegado y baja por uno de los lados que no tiene pared. Lo veo caer al vacío. Esta vez se ha matado de verdad, no como aquella vez que solo era un sueño, pienso. Me asomo y ha caído en una plataforma. Le digo que lo espero en el coche, justo antes de que el ascensor salga otra vez disparado en otra dirección. De repente me veo a mí misma (soy rubia y llevo un vestido de tela inocente) sobre la plataforma donde estaba él, alguien abre una puerta, me abraza y me consuela. ¡No es Alberto!, me grito a mí misma. De repente estoy en una casa construida directamente sobre la arena, un tipo me cuida. Otros dos tipos me traen el desayuno. Noto algo raro en ellos. Saco una nota del bolsillo de un vestido de tirantes (igual a uno que tenía de niña). Es una nota del verdadero Alberto donde me dice en clave que tengo que escapar. Los tipos me preguntan qué dice la nota. Les digo que nada, que ya la estudiaré más adelante. Nos sentamos a desayunar. Estoy de frente a la puerta de entrada (ellos de espaldas). Puedo ver a Alberto a través del cristal esmerilado. Pienso en cómo y cuándo podré escapar.

marrón

martes, 20 diciembre 2022. Llegamos tarde a un festival de poesía. Una azafata nos indica que es en el salón de actos. Es un salón enorme, casi como un estadio de fútbol. Buscamos dos asientos libres en primera fila. Un tipo saluda y se sienta a mi lado. Es Pepe Navarro. Supongo que cree que mi cara de sorpresa es otra cosa e intenta besarme. Lo empujo y le digo que se aleje de mí todo lo que pueda. Empieza a llegar gente, no quedan sitios libres y se colocan de pie delante de nosotros. Justo delante de mí, el Hermano Pepito (fossor del cementerio de San Miguel) que con su anchura me tapa el escenario (solo veo su hábito marrón). De repente estoy entrando en casa de mi abuela. Mi madre me recibe alegremente en el jardín. Tu hermana acaba de llegar, dice contenta. Al entrar, entre la mesa de comedor y el sofá hay un colchón en el suelo y, bajo las mantas, mi hermana con Pepe Navarro Los dos muy sonrientes. Navarro, al reconocerme, me jura que no sabía que era mi hermana (como si a mí me importara). Mi hermana se levanta feliz y comienza a arreglarse porque ha quedado con su amiga Silvia. Las dos llevan vestidos de flores muy llamativos hasta los pies y cintas en el pelo. Parece que vayan disfrazadas.

cerebros flotantes

lunes, 19 diciembre 2022. Alberto, Salvatore y yo comemos en un restaurante. Nos ponen una sopa muy aguada con cuatro bolitas de carne picada cruda flotando. También un plato de champiñones crudos. La sopa me da mucho asco porque parecen pequeños cerebros flotantes. El cocinero sale, se sienta a mi lado y pregunta qué tal todo. Le respondo con ironía, pero no la recoge. Dice que tengamos cuidado con la carretera. Un grupo espera (completamente pegados a mi espalda) que dejemos la mesa libre. Le digo a Alberto que deberíamos llevarnos al menos los champiñones ya que no hemos comido nada. Le digo a Salvatore si los quiere para la cena. Dice que Carmen nos quiere mucho, a las niñas (las niñas, se supone, son Ángeles y nené) y a mí, pero no come sobras. De repente ya estamos en casa (la de mis padres). Precisamente Emilio, Ángeles y Nené están allí. Mira lo que sabemos hacer, dicen Ángeles y Nené, y se convierten en dos bebés con la cara de porcelana. ¡Tenéis caras de Vírgenes!, deberíais tener una niña porque sería preciosa, les digo. Cojo a Ángeles en brazos y la llevo de paseo por la Alameda. Los mira todo como si fuera la primera vez que sale. Dentro de un camión aparcado hay merchandising de Doraemon y dibujos animados. También un globo que da vueltas en la cabina del conductor. La asomo a la ventanilla para que lo vea. Aparece el dueño. Nos quiere enseñar el remolque, que en realidad es un coche enorme negro acoplado en sentido opuesto. Del remolque salen varios tipos vestidos negro. Os los voy a presentar, dice muy contento. Dice que son músicos y que están encantados de estar en Málaga, que les encanta el desierto. Creo que confundes Málaga con Almería, le digo. Uno de ellos me da dos besos, me pone el brazo sobre el hombro mientras caminamos. Dice que son de Zamora y allí nunca hace sol. Me extraña, pero no digo nada. Somos de Bolmir, dice. Bolmir está en Cantabria, le digo. Se miran entre ellos, se ríen. Seguimos caminando, ahora el paisaje sí parece un desierto. Pasamos por delante de una casa baja encalada donde unas señoras hacen guirnaldas de buganvillas. Ves, esto es el desierto, en Zamora nunca hace sol, dice. Bolmir está en Cantabria, repito. Me fijo en que Ángeles se ha convertido en una muñeca con la cara de porcelana. Quiero irme a casa, pero no sé dónde estoy ni sé cómo volver porque estoy muy cansada. (En ese momento sueña el teléfono y me despierto.).

cuatro fuegos abiertos

domingo, 18 diciembre 2022. Busco en mi cajón del escritorio tiritas anchas y las meto en el bolso para cuando quede con mi prima Elisa (me dijo que las necesitaba). Voy a la cocina, abro el frigorífico y veo las botellas boca abajo. Me sirvo un vaso de gaseosa, pero parece agua. Pienso que al no estar tumbada ha perdido el gas. Al volverme, veo la olla y la cafetera echando mucho humo. Las apago. Los otros dos fuegos están encendidos sin nada encima. También el horno, encendido y vacío. Lo apago todo. Barajo qué me compensa más, decírselo a Alberto (se enfadará) o callar (aunque se lo diga volverá a dejarse todo encendido). Lo veo desde el salón, tomando tranquilamente el sol en la terraza. No le digo nada. Al verme se levanta, dice muy alegre que salgamos a comprar sellos. Voy a por el bolso, le digo. Mientras regaré las plantas, dice. Cuando vuelvo, está regando los libros de poesía de la estantería del hall.

pelo y más pelo

viernes, 16 diciembre 2022. Se supone que estamos en el despacho de Alberto (no se parece en nada). Javi está sentado junto a la ventana. Lleva traje. Tiene el pelo oscuro y fuerte. Menuda mata de pelo, le digo mientras se lo agarro y tiro de él, para comprobar que es suyo. Le digo que no se mueva, que la luz es perfecta y quiero hacerle una foto. Javi se quita la chaqueta y se la pone en la cabeza a modo de turbante. Jurdi va y viene con un aparato para hacer abdominales que incluye una especie de columpio. Al verlo, Javi pregunta si no ha llegado el suyo. Jurdi le dice que no sabe nada mientras hace ejercicios. Observo la escena sentada, pegada a la pared. Intento decirle a Javi que Jurdi ha escondido su paquete, pero es como si yo no estuviera. Javi lo ve, lo saca de la caja y comienza a hacer abdominales. El suelo se ha llenado de pelo (no un poco, cubre todo el suelo como si hubiera una alfombra). Javi se ha quedado calvo de repente. Le digo con pena y enfado que por qué se ha rapado la cabeza, que tenía un pelo precioso. No me ve ni me oye, todo sigue su curso como si yo fuera invisible.
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Mi hermana y yo caminamos deprisa por la calle. Vamos por los bajos de unos bloques. Mi hermana va en mangas cortas. Yo muy abrigada y, aun así, tengo frío. Se supone que llega tarde a algo y yo la estoy acompañando para que no le pase nada. Me fijo en su pelo, tiene mucho y muy brillante, de un color precioso. ¿Te has teñido?, le digo. Dice que es un color nuevo que se llama... (dice el nombre del tinte, son nueve o diez palabras que no recuerdo, algunas en inglés).

cinta roja

jueves, 15 diciembre 2022. Se supone que es la sala de espera de un médico, pero es un patio vacío cubierto, con viejas butacas de cine alrededor. Todo está viejo y gastado. Las paredes son de cemento sin pintar, hay una tela metálica que separa una parte del patio. Nacho (recostado en un poyete) le cuenta algo a Andrés. Los dos parecen muy jóvenes. Veo pasar a Salud con su hija a la consulta del médico (pasan de largo, no me ven). Hay una niña en una de las butacas (a la que, se supone, conozco). Le digo que vamos a animar ese patio. Cantan algo, le digo. La niña mueve los brazos como si bailara una sevillana. Todos ríen. ¿Hay alguien de Murcia?, pregunto. Una chica al fondo levanta la mano. ¡Pues cántate una jota!, le digo. Todo el mundo aplaude y ríe.
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Alguien llama a la puerta de la casa de mis padres. Mi padre dice que no abra. Miro por la mirilla, veo a una chica (muy parecida a Sara Mesa) con un paquete enorme a su lado. Abro. La chica pregunta por Pedrito, Paquito o Perico (no me acuerdo). Le digo que no vive nadie con ese nombre y, cuando intento cerrar, ella intenta entrar. Dice que solo quiere descansar, que necesita dormir un poco. Mi padre, desde el sofá, grita que la eche. La empujo suavemente al descansillo, pero me da mucha pena no dejarla entrar porque parece realmente cansada.
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Entro en una librería de viejo. El tipo que va conmigo (no recuerdo quién) se lanza hacia unos libros sobre anarquismo que hay en un cajón. El dueño se nos acerca y dice algo en un idioma que no reconozco. ¿Cómo dice?, pregunto. Ya veo que no hablas alemán, responde. Le digo que solo sé decir, te quiero, pero y adiós. Se va por donde ha venido. En el cajón de libros solo quedan dos (el tipo que viene conmigo se los ha comprado casi todos). En el fondo de la caja veo una canica muy bonita. Quiero llevármela, pero no sé si estará en venta. Intento robarla cuando nadie me mira, pero no soy capaz.
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Camino sola por la calle. Es de noche. No sé bien dónde voy. Llego a la fuente de Beatas y, al bajar por Granados veo una cinta roja (de unos diez centímetros) en el suelo. La cojo. Está mojada. La pierdo. Vuelvo a encontrarla unos metros más allá. Así todo el camino (perdiendo y encontrando la cinta) hasta Tejón y Rodríguez. Las calles están mojadas como si hubieran regado. La gente se recoge a sus casas. Pienso que pronto amanecerá. No sé dónde ir.

maleta

miércoles, 14 diciembre 2022. Elías me acompaña a casa de mis padres. Se sienta en el poyete del arriate del portal, junto a las plantas. Bajo con una maleta ropa. Salimos a la calle, me agarro a su brazo para no caerme. Por el camino se transforma en Enrique.
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Estoy en lo que parece una casa de campo. Hay una escalera muy empinada. Desde arriba veo a algunos actores grabando un videoclip. Le digo a Javi que no entiendo por qué los actores tienen que también que cantar, que eso es exprimirlos, que cada uno debería dedicarse solo a una cosa, a lo que haga mejor. Javi me escucha mientras toma el sol. No sé cómo preguntarle si tiene una habitación libre, porque he dejado mi casa y no tengo donde ir.

recepcionista contorsionista

lunes, 12 diciembre 2022. Mi hermana dice que le han hackeado el móvil. Lo ha puesto en un rincón del dormitorio de mis padres. Llega un técnico con varias maletas, y comienza a enchufarle cables como si fuera a hacerle una operación a corazón abierto. Me voy alejando de la escena como si fuera un dron. La habitación, desde lejos, es ahora la casita donde se reunían los scouts en Maristas.
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Estamos en el que fue nuestro piso de calle Salitre. Alberto nos enseña (a Emilio y a mí) unas camisetas de la selección española que le ha conseguido una amiga. No son camisetas, son petos de entrenamiento, le digo. Se enfada muchísimo. Emilio no dice nada. Pienso que debería apoyarme, pero se pone a hablar de unas funciones matemáticas que acaba de estudiar.
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Llegamos a un hotel. El recepcionista dice que, por ser la última noche, nos ha cambiado a una habitación mejor. El recepcionista hace el pinopuente y abre la puerta con los dedos de los pies. La habitación es mucho peor, es estrecha y tiene la puerta de entrada rota. El recepcionista se marcha en la postura del puente, deslizándose hacia atrás, como la niña del exorcista.

miel

domingo, 11 diciembre 2022. Llego con mi hermana a un ascensor muy antiguo (de aquellos con puertas de madera y cristales detrás de las puertas de hierro). Una vez dentro, el ascensor se convierte en una poyete junto a un bar donde hay sentados unos chicos bebiendo litronas. Uno de ellos me pregunta algo. Iniciamos una conversación de amueblamiento, nos reímos. Parece buen chico, le doy un codazo a mi hermana para que intervenga. Vosotros dos os llevaríais bien, les digo. El chico dice que es el dueño del bar, y señala el bar que tenemos al lado. Entramos. Me sirven una tarta de queso. Alberto llega con un abrigo muy feo, hasta los pies, y le pone miel a mi tarta. ¡Pero si no me gusta la miel!, le digo. Se enfada y se va.

descansillo

sábado, 10 diciembre 2022. Llevo a un bebé de pelo muy rizado en los brazos. En el pelo hay bolitas de plástico de adorno. Me pregunto cómo se las habrán metido. Alberto me pregunta si no estoy cansada. Le digo que me gusta notar su cabeza sobre mi pecho.
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Llego tarde a una lectura en calle Alcazabilla. Corro intentando encontrar un atajo. Cuando por fin llego, me recibe mi padre (muy joven). Gracias por haber venido, le digo. Me hace pasar a un jardín. Solo está la familia. Es una comida familiar. Pienso que me he equivocado de día o de lugar.
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Entro a casa de mis padres, pero no por el portal, por un piso de la primera planta. Hay dos gatos muy gordos (los gatos de mi vecino, que los suelta en el portal), huele a orines. Uno trata de restregarse en mis piernas y lo aparto. Al subir las escaleras (que son completamente distintas) hasta casa de mis padres, veo que han puesto entre tramo y tramo una pequeña cocina, un microondas y unos taburetes. Aparece mi hermana. Dice que así mi padre podrá irse de casa, a vivir al descansillo porque está harto de él. ¿Te vas a quedar en su casa, viviendo de su dinero, mientras él vive en el descansillo del edificio?, le pregunto. Claro, dice asombrada de que me asombre. Al llegar, la puerta tiene un eje central y gira al empujarla, sin meter siquiera la llave. Mis padres están vistiéndose sin haber salido de la cama, ajenos completamente a los planes de mi hermana. Los veo jóvenes y contentos. No me han visto, vuelvo hacia atrás sobre mis pasos para que disfruten de ese momento.

el fin del mundo

jueves, 8 diciembre 2022. Estoy en una calle entre bloques de pisos llena de gente. parece que celebran algo. Hay mesas de playa plegables llenas de comida. Los vecinos hablan entre ellos. No conozco a nadie, pero los trato como si fueran de la familia. Un señor gordo en camiseta de tirantes, tumbado en una silla baja de playa, señala al cielo (muy azul) que de repente se llena de humo negro. El fin del mundo, dice. No podemos respirar, corro a casa. Mi familia no parece preocupada. Llama mi tía Mari, pregunta si mi hermana está en casa. Está en el cuadro de baño, le digo. Mi hermana saluda desde dentro de la bañera (lleva la ropa puesta). Que no vaya a salir hoy, dice mi tía. Lo sabe, pienso. Mi hermana dice desde lejos que no piensa aplazar su viaje a Marruecos. Entro en su cuarto, le digo que mire al cielo, que es el fin del mundo, que no se vaya, que lo pasemos con la familia. De ninguna manera, dice. Pienso en dónde estará Alberto y que no voy a poder verlo ni hablar con él siquiera en un momento así. No sé qué ropa llevarme, dice mi hermana. ¡Vete a la mierda!, le grito, da igual lo que te pongas, seguirás igual de fea y vieja.
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Llego a un restaurante donde todo es blanco (suelo, paredes, sillas, mesas, hasta la ropa de los comensales). Todas las mesas están ocupadas y apiañadas. No conozco a la persona con la que voy. Al entrar me pregunto qué hago allí. Él se para a hablar con un tipo, al que se le cae la servilleta al levantarse. Está comiendo con Miriam Reyes. La saludo, pero ella sigue comiendo como si no me hubiera reconocido.
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Llego a la parada del C1 en calle Cristo. Unos chicos burrean a unos niños quitándoles unas barritas de chocolate. Sobre todo uno, más feo que los demás, que intenta incluso quitarle la camiseta a uno de ellos. La quiere porque dice que es de su equipo de fútbol. No estoy segura de si están jugando, porque los niños no se quejan, algunos hasta se ríen. Finalmente le digo a uno de los niños que por qué no defienden a su amigo. Me mira con mala cara. Miro al chico feo con asco y le dedico varias maldiciones. Llega el bus. Dejo pasar delante de mí a una chica con bicicleta. El autobús va hasta arriba. La chica me cuenta algo muy íntimo (que no recuerdo) como si me conociera de toda la vida. Deseo que llegue cuanto antes a siguiente parada para bajarme

romper el hielo

miércoles, 7 diciembre 2022. Vamos detrás de un coche rojo y vamos muy cerca. Me extraña que Alberto se pegue tanto. Los dos coches se hacen uno, y el conductor del coche rojo ahora va de copiloto, yo detrás. Nadie al volante. De repente veo la escena desde fuera y desde arriba. Los dos coches que ya eran uno, chocan en una carretera estrecha que pasa por unas casas bajas. De un tercer coche, aparcado delante de lo que parece un almacén, sale un hombre con una escopeta y dispara al conductor/copiloto del coche rojo. Salgo del coche arrastrándome para que el hombre de la escopeta no me vea. En mi lenta huida, me encuentro a dos compañeras del colegio a las que no veo desde hace más de 40 años, Rosamari e Inma. Inma está igual de guapa y habla igual de lento que entonces. Recuerdo que me caía muy bien porque siempre sonreía, y parecía dulce y tranquila. Por romper el hielo, le pregunto si su camiseta es antigua (lleva un logo de una tienda que ya no existe). Dice que no, que las venden así, ya con rotos, para que parezcan usadas (me enseña el roto del cuello). Llegamos a lo que se parece nuestra clase de 3ºEGB, con puertas de madera en acordeón, para separar el grupo A del B. Alumnas compiten con alumnos en una especie de pelea de gallos. Las chicas bailan y cantan, los chicos solo cantan. Cristina Chaneta está en una especie de andamio, dice que suba, que haga de jurado. Una vez arriba, temo caerme, es todo muy inestable. Quiero irme de allí y bajo de un salto. Estoy harta de ser amable, le digo y me voy. No sé dónde ir. Llego a una zona que parece un bazar chino. Al entrar, unas luces de Navidad y una voz mecánica repite: ¡Prohibido entrar! Una chica china me dice que salga. Salgo, le pido disculpas. No sé dónde ir.

batido de fresa

lunes, 5 diciembre 2022. Nos asomamos entre las chapas metálicas que han puesto alrededor de la plaza de la Merced y vemos que están jugando un partido de waterpolo. En ese momento, una jugadora le saca tarjeta roja a la arbitra (se va muy triste diciendo que es una injusticia). La jugadora vuelve satisfecha y yo le lanzó una mirada de odio. Alberto dice que no me olvide de comprar una libreta y agua. Aparecen De repente varios amigos (incluidos tres compañeros del instituto que hace años que no veo). Alberto quiere enseñarles algo en casa y lo siguen. Ellos dicen que no van. No despedimos, los abrazo. Alberto y el resto del grupo ya han desaparecido. Javi dice que se queda para acompañarme. Javi se convierte en Violeta. Mientras caminamos enciende un cigarrillo. Se lo quito, le digo que no se le ocurra volver a fumar, y lo aplasto en una maceta. Entramos en su piso (se parece al de Cumpián). Allí están sus compañeras de piso, a lo suyo, leyendo y escribiendo. Les advierto que si ven una colilla en una maceta he sido yo. Me enseñan un video de una fiesta donde me parece reconocer a Joseda perreando. De repente esto con Carlos, enseñándole unas fos que le hice. Tiene que verlas mi madre, dice. Su madre está sobre una colchoneta comiendo una manzana. Pienso que no le gustará nada ver a su hijo así (en la foto Carlos está tumbado sobre una mesa y alguien le ha echado un cubo enorme de batido de fresa). Ángeles se ríe mucho al verla. Ahora Carlos y yo vamos por la calle. Empujo varias cajas de leche. Llegamos a Carrasquilla. Carlos quiere que entre saludar. Meto la cabeza, veo a Carmelina. Me sorprende que esté igual de joven que hace cincuenta años. Me mira. Soy Belinka, le digo tímidamente. Se alegra mucho de verme. Le da a Carlos un móvil para que le busque mis libros.

lejos

jueves, 1 diciembre 2022. Veo que tengo una llamada perdida de mi hermana. Pienso que le ha pasado algo a mi madre. Por más que intento llamar, el teléfono no funciona.