ecos del mundial

jueves, 22 diciembre 2022. Estoy en una especie de instituto de un país árabe. No sé muy bien qué hago allí. Le digo a una chica que prefiero volver a casa. al momento la chica me dice que tengo una llamada de Alberto y me pasa un móvil. Una voz con acento extraño dice que me quede y me da instrucciones precisas de lo que tengo que hacer. Mientras lo oigo hablar bajo las escaleras y salgo al patio del instituto donde unos hombres con túnicas le dan patadas a un balón. Lo hacen muy mal, sospecho que están disimulando mientras me vigilan. No eres Alberto, le digo a la persona que me habla por el móvil. En ese momento los hombres se abalanzan sobre mí.
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Tengo una lectura. La presentadora me espera a un lado de la sala, se apoya en la pared y charlamos durante un rato sobre el libro. Pasado el tiempo, oigo aplausos y el público (al que no he visto) sale de la sala y me felicita. Una señora me dice que le enseñe a bailar. Otra se quita el sujetador (no sé si para dármerlo). ¡No hemos subido al escenario y hemos hablado sin micrófono!, le digo a la presentadora que, cierra la puerta y pide al público que se siente. El público vuelve a sus asientos. Les pido disculpas. Vuelven a aplaudir y se van.
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Mi sobrino Darío vuelve a ser un niño. Va con ropa Heavy en un triciclo que parece tener un motor. Vamos los dos montados y vamos muy rápido, bajando cuestas de un pueblo empedrado. Vemos pasar a una niña corriendo. ¡Mira, es mi madre! Me alegra verla de niña. Pienso si mi manera de correr se parece a la suya. Llegamos a una explanada con vistas a un barranco. Creo que es el Barranco del Abogado, le digo a Darío, pero Darío ya no está. Una señora con dos hijas que pasa por allí, me dice que esa zona era próspera, pero han cerrado los restaurantes. Veo tres restaurantes cerrados y en ruinas (uno de ellos aparecía en un sueño de hace años).