lunes, 23 junio 2025. Acompaño a dos chicas por la calle. Llegamos a una residencia donde la más joven y alta se va a quedar. Le enseñamos las instalaciones. En una de las habitaciones está Diego Medina. Está sentado en el suelo junto a la mesita de noche. Escribe compulsivamente en hojas sueltas. Tiene abierta una caja de bombones y una botella de algún licor. Le propongo que venga con nosotras. Niega con la cabeza. Miro a las chicas a ver qué opinan. Temo que vuelva a morirse, les digo. Se encogen de hombros. Decido dejarlo solo, pero le digo que volveré en un rato por si necesita algo. Por allí también anda Nacho Escuín (parece que es el organizador). Nos abrazamos, nos alegramos mucho de vernos. Le presento a las dos chicas. Una de ellas dice que le envió caramelos. En la pared hay un póster con distintas clases de dulces, ella señala los que le envió (dónuts con glaseado rosa y virutas de colores). Esta es tonta, pienso. Ya en el bar, las dos chicas hablan en la barra. Les digo que voy a ver cómo sigue Diego, que ya que voy, me den sus bragas para que las lave. Se las quitan y las ponen en un barreño de plástico que llevo en la mano.