miércoles, 30 abril. 2025. Voy a tender ropa en casa de mis padres. Veo que las cuerdas están llenas de ropa tendida. Deben de llevar mucho tiempo porque está todo acartonado. Intento correr las cuerdas, pero están atascadas. Pienso que si estiro muchos los brazos podré llegar hasta el final. Los brazos parecen de chicle. Incluso llegan al patio del primer piso donde unos niños juegan (yo estoy en el cuarto piso). Un niño dice que no toque sus cosas. Me doy cuenta de que entre la ropa que he recogido está una de las botas de uno de los niños.
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Acompaño a una niña a una pastelería. La niña va vestida de dependienta de otra pastelería con un uniforme blanco y un delantal con peto de rayas verticales blancas y color café con leche. Tienes que probar su mejor pastel, le digo, el de piña. La niña duda cuál pedir. De piña solo queda uno, dice el dueño. Ponga uno de piña y otro de fresa y así prueba los dos, digo. Una pareja de mi edad se acerca, me dicen que me oyeron leer ayer y se emocionaron mucho, que todo se solucionará. La chica me abraza. Lloro.