dos paraguas

miércoles, 23 abril 2025. Estoy en una ciudad enorme y busco la calle México. Nadie sabe decirme dónde está o me dan pistas falsas. Corro de un lado a otro. Entro en un edificio muy antiguo. Cuando por fin alguien me dice que está tan solo a dos calles, salgo a toda velocidad, pero en las escaleras del edificio han puesto un restaurante. Familias de extranjeros muy rubios toman cerveza y sangría. Una familia quiere invitarme a comer cuando paso por encima de su mesa. Les doy las gracias, les digo que llego tarde, que tengo cita con un editor. El padre de familia me dice que su hija pequeña escribe y lea sus poemas. Consigo zafarme de todos, salgo del edificio y comienza a llover. Llevo dos paraguas, uno abierto muy pequeño y otro más grande cerrado. Un chico que pasa por mi lado me mira como pensando: esta es idiota. Cruzo a lo loco (hay mucho tráfico). Una familia también cruza a mi lado. Pienso que así, juntos, será más fácil. Lo conseguimos. La madre me dice que quiere enseñarme su casa. Como doy por perdida la entrevista, acepto. Tiene colecciones de todo. Las paredes llenas de vitrinas. También una mesa con un gran cajón de cristal donde guarda fichas con números de teléfono. Dice que solo apunta las seis primera cifras para que nadie que los vea pueda molestarlos. Por ejemplo, este es el número de la Reina Sofía, dice. Las hijas se ríen entre dientes, la abuela pone los ojos en blanco. Pienso en todo ese tiempo perdido apuntando para nada. Me fijo en una pared donde ha pegado molduras de madera. La de polvo que debe acumular eso.