vitaminas y sillas

sábado, 5 noviembre 2022. He ido al médico por los resultados de mis análisis. La consulta está en un portal. Todo está muy desordenado. La médica despeinada, mirando el reloj continuamente. Me pregunta qué he tomado. Vitaminas B1 B6 y B12, tres meses, como me dijo. ¡Qué barbaridad!, eso contamina muchísimo. No sé si se refiere a mi organismo o a al mar (a través de la orina). ¿Y los análisis?, pregunta y señalo a un montón de papeles que hay sobre un mostrador. Saca uno cualquiera sin mirar y me dice que todo está bien, que siga sin beber alcohol. Sale en estampida a la acera y, mientras se aleja, dice que ya no necesito seguir tomando la medicación.
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No sé cómo hemos coincidido, pero Daniel, Ferran y yo vamos juntos por calles estrechas (parecen de algún pueblo blanco) hacia el coche de Daniel. Se supone que vamos a ayudarlo a recoger unas sillas en un instituto y llevarlas a la facultad. Les digo que tengo que volver pronto a casa porque a la mañana siguiente Alberto se va a de viaje y quiero verlo aunque sea un rato. Le pregunto a Ferran cómo está. Dice que sigue siendo diabético, que tiene que pincharse cada día, pero que a pesar de eso nunca ha jugado con su novia a médicos y enfermeras. En una de las calles más estrechas hay lápices y libretas abiertas y desperdigadas por el suelo, como si hubiera sido fin de curso y se hubieran querido librar de todo. Recojo del suelo unos lápices diminutos, del tamaño de una uña. Se los ofrezco a Daniel y Ferran. Cada uno coge dos. Llegamos al coche de Daniel (me extraña que sea color morado oscuro). Dice que recordemos dónde está aparcado para meter después las sillas. Ferran dice que vayamos por un atajo, campo a través. Le digo que no se orienta bien, que quizá sea mejor ir por el camino normal. Daniel se decide por el atajo. A los lados del camino de tierra hay grupos haciendo barbacoas. Parece que hayamos viajado en el tiempo porque todos llevan pintas de los años 70 (pero no son disfraces, son de verdad). De repente se ha hecho de noche, no sé absolutamente nada, ni las brasas de las barbacoas. ¡Daniel!, grito. ¡Ferran!, grita Daniel a lo lejos. Ferran no responde.