perro rubio y chicles robados

viernes, 28 octubre 2022. Alberto dice que tiene que dejar algo en la que fue nuestra casa de calle Salitre. En el portal hay una niña con su madre. También hay un perro rubio de pelo corto en una caja. Cuando entramos el perro nos sigue. Miro hacia atrás, como preguntando a la niña si es suyo. Se encoge de hombros. El piso es un bar con asientos tipo americano de los años 50. Alberto se sienta. En la caja donde estaba el perro (que no sé cómo está allí) hay varios dulces y bocadillos. Una familia se sienta junto a Alberto (todos están muy gordos) hasta el punto de aplastarlo. Le digo que salga y nos vayamos. La familia habla sin parar, nos quieren invitar a a la comunión de su hijo (el único delgado y sensato). El niño me habla con la mirada (se avergüenza de sus padres y abuelos). Le pregunto si quiere quedarse con el perro.
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Estoy en la cola de un supermercado. Hay tanta gente y estoy tan cansada que me siento en un módulo de escay que hay junto a la padre. Cuando por fin me toca, vuelvo todo lo que llevo en el bolso sobre el mostrador. La chica dice que le pague en monedas pequeñas. Voy contando moneda por moneda. Cuando por fin he pagado, recuerdo que llevo unos chicles en el bolsillo. Pienso que sería volver a empezar y tener que dar demasiadas explicaciones. Estoy tan cansada que decido no decir nada. Mientras me alejo de la caja siento que voy a desmayarme por haber robado unos chicles.