vacas, vaquerizo

lunes, 10 mayo 2021. Estoy en un salón enorme donde parece que se celebra una fiesta. Todo es muy blanco, paredes, manteles, la ropa de los invitados. Alguien dice que en unas mesas más allá acaba de sentarse Donatella Versace. Miro. Veo a una señora parecida a Dolly Parton junto a un hombre parecido a Allen Baldwin junto a alguien que se parece a Glenn Close. Sólo se parecen. Miro a mi alrededor y todos y cada uno se parecen a algún famoso de Hollywood. De repente estamos en una especie de cine de verano. Proyectan un documental, se supone, reivindicando el femimismo. Una chica dice que sus mejores genes muy masculinos. Me levanto y digo al público que eso es supermachista. El público me aplaude como loco. Un chico bajito me llama. Sin pensármelo lo sigo, agachada para no tapar la pantalla. Entramos en una habitación a oscuras. Caigo en la cuenta de que no sé dónde me he metido, que me ha podido el ímpetu del aplauso. Una chica y un chico vestidos de negro con la cara pintada de tigre hacen un baile a mi alrededor como si me atacaran. Les sigo el cuento y bailo con ellos un rato pensando que es una performance que proyectarán después (hay algunas cámaras en las paredes). Cuando me canso salgo sin que se den cuenta. Quiero ir al servicio, pero no sé dónde está. Le pregunto a un chico en silla de ruedas. Me dice que tengo que pagar y señala una lata sobre una mesa. Recuerdo que llevo siempre encima 50 céntimos para los carritos de supermercado. Voy a buscar mi bolso (está tirado en el alcorque de uno de los árboles que hay en la acera). Echo la moneda en la lata, vuelvo a preguntarle dónde están los servicios y el chico se ríe a carcajadas. Un señor de blanco me indica que los servicios están detrás. Me acompaña y muestra un tubo de tela (el viento hace que vuele sobre nuestras cabezas). No sé si todos están locos o me están tomando el pelo. No sé bien dónde voy. Veo a un chico paseando a su perro. Le digo que tenga cuidado, que debajo de ese coche hay una boa enorme. La boa sale convertida en una familia de tigres. Nos persiguen. A media persecución se transforman en vacas. Llegamos a una zona donde han colocado tubos con concertinas. El señor de blanco de antes coloca sobre ellas una barra metálica que hace que me deslice sin sufrir siquiera un rasguño. Las vacas quedaron atrapadas. Intento sacar una. La saco y me la llevo. La vaca es muy pesada, tengo que tirar de ella entre el tráfico. Entre los coches veo a Mario Vaquerizo. Mira lo que traigo, le digo. Él le acaricia el hocico que rezuma baba. No comas carne de vaca, por favor, le pido, acuérdate de los priones, ya nadie habla de ellos pero siguen ahí. Mario me mira muy sorprendido. Miro hacia la vaca y se ha convertido en una maleta. A la maleta le falta la tapa y mi ropa está al descubierto. Le pregunto a Mario la hora. Alberto estará ya en el hotel esperándome, pienso. Corro con la maleta abierta por la calle.