reatalaes y ojos de mosca

sábado, 9 octubre 2021. Alguien llega caminando a la terraza de la casa de mis padres, como si la terraza estuviera a ras de suelo (en el sueño consta que es inglés). Entrega un sobre grande de cartón a mi madre. Verás, dice mi padre con desconfianza. Mi madre abre el sobre. Dentro hay una pajarita, unos botones, cosas de costura que parecen muy antiguas. No hay instrucciones, pero todos sabemos que debemos construir una muñeca Holly Hobbie. Le digo al chico que trajo el sobre (y que se ha sentado en una silla de playa junto a mi madre) que de niña me hice una muñeca así, con trocitos de tela de mis vestidos. Te la voy a enseñar, le digo, pero me siento en sus rodillas. Sostengo la pajarita delante del cuello de su camisa. Te sienta bien, le digo. Creo que voy a meter unas cuantas cosas en un sobre para que dentro de cien años se las lleves a alguien, le digo. Aparece una chica, se sienta delante de nosotros en una silla baja. Se saca los pechos (son enormes). Dice que su padre le ha dicho que tiene que dar de mamar a su hija, pero no vemos ninguna hija. Resulta incómodo, y mi padre y yo nos vamos. Se ha hecho de noche, pasamos por portales iluminados. Mi padre va haciendo un comentario de cada uno. De uno me dice que quien lo compre puede vivir solo en todo el edificio o compartirlo. Pienso que no me gustaría vivir sola en un edificio. La calle se va poniendo fantasmagórica. Veo un portal convertido en mercería con un montón de cintas, dedales, botones. Pruebo a abrir una de las puertas de cristal. Se abre. Antes de que pueda coger algo, mi padre se acerca, me retira y recoloca algo que he movido. Cierra y hace un gesto para que me aleje.
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Ángeles, Nené y yo caminamos por calles de pueblo encaladas y adoquinadas. En mitad de una de ellas hay una caja abierta. Dentro hay pedacitos de telas. Los voy sacando. Mirad, este trocito es del mantel del comedor del colegio, y este de un uniforme (así con cada cuadradito de tela). Les digo si quieren alguno de recuerdo. Hacen un gesto negativo con las manos. No sé qué hacer, si llevarme algunos o seguir nuestro camino.
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Llego a una especie de hospicio. Es la hora de comer. Subo con prisa. Ya están sirviendo la comida. Cada mesa está rodeada de rejas y es difícil sentarse. Carmen sirve la comida. Lleva una bata blanca. Supongo que trabaja allí. La saludo, pero parece no reconocerme. Me pone delante un plato con muy mal aspecto: dos lonchas de carne que parecen plantillas recién sacadas de un zapato y una especie de puré. Las lonchas llevan incrustados dos cubos blancos con una marca negra. No os quejaréis, dice Carmen, hoy llevan condimento. El chico que está a mi lado dice que los dos cubos son ojos de mosca. Los saco de la loncha con el tenedor. Parecen dos muelas con caries, pero son blandas. Las aplasto. Carmen me mira mal por haberlas aplastado. Llega Jonás, se sienta a mi lado. Mira el plato con asco, pero cuando aparecen varios gatos para quitarle la comida me dice que los espante.
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Mis tías caminan hacia casa. En la acera hay una especie de armazón plegado muy pesado. Mi tía Mari, que va delante, le dice a mi tía Encarna que los coja. Sin que se dé cuenta, me cambio por mi tía Encarna. Mi tía Mari no se vuelve. Encarnitacarneishon, qué fuerza tienes hoy, le dice. Nos reímos sin hacer ruido para que no nos descubra. Subimos a un piso sin ascensor (se supone que es su casa) y justo antes de abrir la puerta se vuelve y me ve. Se alegra mucho, da palmas como una niña.