dos pájaros y un gato

viernes, 12 noviembre 2021. Miro una foto pegada a un cartón (como las fotos antiguas). La foto es de mi cuarto (aunque no se parece en nada). Mirarla me da mucha tranquilidad. En la foto la ventana está abierta y entran dos pájaros que desaparecen al llegar a lo que se supone el tope de la foto. Así, en bucle.
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Vuelvo a casa. Llevo al erizo César en la mano. En los bajos del bloque han puesto un bar. Hay grandes colas para entrar. Todos son amigos de Pablo y van con trajes de chaqueta oscuros. También algunas chicas muy arregladas. Tropiezo con una de ellas que trata de quitarme a César. Si no lo sueltas te arrancaré la cabeza, le digo. La chica sigue luchando por él con una sonrisa odiosa. Se lo voy a contar a Pablo, le digo y lo suelta. Pepe me reconoce (hace años que no nos vemos) y dice que no he envejecido nada, que estoy guapa sin siquiera haberme pintado la raya del ojo (y mira a la chica odiosa que en ese momento me odia todavía más). Jamás me he pintado la raya del ojo, respondo. No mientas. Vivo aquí arriba, sube y registra mi casa: no encontrarás lápiz, ni maquillaje, ni nada de nada.
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Mi madre y yo salimos de casa. Oigo al gato de mi hermana quejarse desde dentro y le abro la puerta. Llamamos al ascensor. Oímos un ruido muy raro. Al abrir la puerta vemos que dentro hay cartones y manchas de pintura. Nos miramos. Le pregunto si es capaz de bajar siete pisos andando. Vamos allá, dice mi madre. Por el camino mi madre se ha convertido en Alberto. Llegamos a l a planta baja. para bajar al garaje (en mi bloque no hay), hay que saltar porque no hay escalera. El gato salta antes que yo. Oigo una queja muy leve. Cuando miro el gato es un muñeco de felpa rojo de unos siete centímetros. Lo pongo en la palma de mi mano y le digo: No te has hecho daño porque estás relleno de arroz. El gato responde con un Miau feliz. Alberto dice que no recuerda dónde tiene el coche. Nada más decirlo, ya estamos dentro. Yo, sentada en el asiento trasero y el gato en el lugar del copiloto.