lunes, 18 noviembre 2024. Voy con Alberto, Jorge y una chica. Tenemos que cruzar el hall de un hotel para llegar a la playa. El hall es enorme, está lleno de mesas muy bien adornadas porque hay un concurso de postres. Hay muchísima gente de un lado para otro probando dulces y tartas. Les digo que sigan, que quiero probar alguna. La chica me sigue. En todas las mesas hay unas tartas con aspecto delicioso, pero todos los tenedores están usados. Una chica muy joven nos ofrece una lámina de algo que no sé qué es (parece queso, no sabe a nada). Le digo que está bueno (por decir algo). Con mucha ilusión, comienza a escribir la receta en una servilleta de papel para dármela. Nos acercamos a otra mesa con unas tartas de queso. Les pido un trozo para comerlo directamente en la mano. Me explican que no son de queso, pero no oigo de qué son porque hay mucho ruido. En ese momento aparece el jurado para dar el premio. Alberto, Jorge llegan con Joan de la playa. Me alegro mucho de ver a Joan. De repente estamos en un primer piso, nos asomamos a una escalera de hierro para ver el paisaje. La escalera está rota, despegada de la pared. Me agarro con el meñique y me elevo en el aire. Mirad lo que hago, mirad qué fuerza tengo. (Mientras lo hago, pienso que si me lo propongo en la vida real también podría hacerlo, como si en el sueño fuera consciente de que estoy soñando). Alberto se asoma a una habitación. Me parece ver a un tipo de espaldas, en calzoncillos, esnifando sobre un paquete de salchichas Campofrío. Les digo que nos vayamos, que no es una casa abandonada. Corro escaleras abajo, pero nadie me sigue.