casaca de patchwork

domingo, 29 enero 2012. Llego a una playa de piedras. Unos niños me preguntan si hay alguna regla. Hay que elegir siempre las más bonitas, pero sólo podéis llevar tres en la mano. Si encontráis otra que os guste más, debéis dejar una de las que ya habíais cogido, les explico. Los niños asienten y nos ponemos a recolectar. Busco en la orilla. Cada vez que consigo tres y creo que son las definitivas, al verlas secas me parecen feas y tengo que empezar de nuevo. Muy cerca de al orilla hay una casa encalada con la puerta y las ventanas pintadas de amarillo. Entro sin llamar. Una familia está almorzando. Siéntate, me ofrece el cabeza de familia. Veo que es Ballesteros. No sabía que fueras canario, le digo. No lo soy y tú tampoco, responde. Me fijo en su plato. La comida representa un campo dividido en parcelas de distintos colores. En una de las parcelas hay una palmera. ¿Gustas?, dice. Me fascina, respondo. De repente llega Gómez Yebra con una casaca de patchwork muy fea cosida con retales de paño y encajes. Explica de manera pomposa que es para la tenida del viernes. Pienso que no sabe de qué habla, que sólo quiere impresionarnos. Me despido, salgo de la casa: la playa ha desaparecido. Ahora hay una autovía de tres carriles en cada sentido. Justo en el momento en que estoy pensando que jamás podré cruzarla, alguien me agarra por detrás, me levanta del suelo y sale corriendo. Miro hacia ambos lados, sólo veo las luces de los coches, pienso que voy a morir. Ya está, dice la persona que ha conseguido cruzarme. Veo que es Luisa María, mi profesora de 6ºEGB. ¿Y si nos hubiesen atropellado?, pregunto. Tu familia me habría denunciado, imagínate, toda la vida de juicio en juicio, dice entre risas.