mujeres

viernes, 30 marzo 2012. Llego a la casa de mis padres. Me saluda una mujer desde el sofá, me habla como si me conociera de toda la vida. Está recostada, lleva un pantalón ancho que parece un pijama, se comporta como si viviera en la casa y la visita fuera yo. Me pregunta por algunos libros de Chivite, que qué me gusta tanto de ellos. Al cabo de un rato llama al alguien por teléfono, se levanta y se va. De repente pienso que era la mujer de Chivite, pero no sé cómo ha llegado a casa de mis padres ni para qué ha venido a verme.
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Voy por la calle, una mujer extranjera me pregunta algo sobre mi bolso. Le digo que los hago yo. Le cuento que usé un pantalón de campana verde de mi madre. La mujer se ríe a carcajadas, exageradamente. Subimos por una ladera que lleva a unas ruinas, pero de repente se acaba el camino y la pendiente resbala. Le digo que no se mueva. La mujer llora. Miro hacia abajo, hay un río. Pienso que no tiene profundidad, pero es la única manera de volver. La mujer llora cada vez más. Salta, le digo, sólo es un sueño, si saltamos despertaré y volverás a tu casa.