cómics y furgo de campaña

miércoles, 1 abril 2020. Oeste y yo entramos en una biblioteca. En el mostrador de entrada tienen dos pilas de cómics para que la gente se los lleve. Nos llevamos un montón como si fuéramos niños.
+
Camino con una niña que, se supone, es una poeta extraordinaria a pesar de su juventud. Llegamos a un aparcamiento improvisado. Nos despedimos. La niña se mete en una furgoneta. La furgoneta está hecha con un armazón de listones de madera sobre los que han colocado tela plastificada de mantel. Al subir la niña se desmorona como una tienda de campaña. La madre de la niña y sus amigas (que parecen venir de jugar al baloncesto), me pregunta que qué hacía con su hija. Le explico que su hija escribe y hemos estado... no me deja terminar y se lanza hacia a mí para pegarme. Sus amigas la detienen. Les digo que podemos acercarlas a su casa ya que se han quedado sin furgo. En ese momento, en segundo plano, veo que Alberto, cansado de esperar, se marcha en el coche. Corro tras él. Nada. La niñas, su madre, las amiga y yo nos quedamos en el aparcamiento sin saber qué hacer.