banco de juguetes y cine de pega

martes, 2 diciembre 2008. Una ola se lleva el gato-perfumador que conservo desde niña. Me tiro al mar para recuperarlo. Amenazo a un chico que está tomando el sol para que me lo devuelva. Dame también tus gafas, le digo. Busco un banco de juguetes para que no se me vuelva a perder. Me dan una llave minúscula y me piden una dirección de correo electrónico. Como no sé cuál elegir, me siento en un sillón a pensar.
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Estoy en un cine viendo una película absurda. Ando más pendiente de las medias, se me caen cada vez que cruzo o descruzo las piernas. Alberto se ha sentado en primera fila con Paco Cumpián. Los dos llevan abrigo largo y sombrero. Blanco se sienta a mi lado y dice que le dé mi botella de cerveza para llevarla a la cocina. Espera, todavía me queda un poco, le digo. La apuro y se la doy. Después me quedo dormida. Cuando despierto, me doy cuenta de que me he dormido sobre su hombro. Siento una vergüenza enorme porque, además, no queda nadie en el cine. Blanco se levanta y enciende las luces, del patio de butacas pasa a la cocina de su casa. Me dice que puedo buscar otras medias en el mueble de los cajones. El mueble está lleno de medias y collares. Mientras busco, Blanco retira las butacas doblándolas como si fueran cartones, las coloca detrás del frigorífico, después golpea suavemente con los nudillos en la pared de la que sale una cama abatible. Se desnuda, se mete en la cama y dice: Es hora de dormir.