agua y bagatelas

domingo, 4 enero 2009. Estoy durmiendo en el sofá. José Leandro Ayllón se tumba a mi lado. Toma un buche de agua y lo pasa de su boca a la mía. Aprieto los labios y el agua se derrama. Ayllón me lame la cara y los hombros, dice que tiene mucha sed. Llegan mis padres y le dan en una bolsa de plástico una jarra y una botella de cristal vacías. También una fuente pequeña y cuadrada que siempre me gustó, y que mi madre usaba para servir aceitunas. Ayllón dice que sostenga la bolsa mientras se viste. La bolsa resbala de mis manos y la botella se rompe. Marcos, que al parecer ha estado sentado todo el tiempo en el sofá observando la escena, dice que yo tengo la culpa y desenvuelve dos pastillas de jabón que hay sobre la mesa. Ahora no sabrás cuál es cuál, dice. La envoltura de los jabones parece muy antigua y siento pena por que los haya destrozado sin motivos.
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Estoy en una clase sentada en primera fila. Tengo delante un libro enorme con fotos de interiores. En la cubierta hay una pegatina horrible que dice "Gratis", pero en la página de respeto han escrito a mano "6 euros". De cualquier modo me parece muy barato. Lo miro sin ganas, pero no dejo de mirarlo para que la profesora no me diga nada. En un descuido salgo de la clase y busco otra clase vacía para echarme a dormir. Por el pasillo oscuro noto cómo los ojos se me cierran, casi no puedo avanzar. Junto a la escalera hay una clase vacía. Entro y coloco la cabeza sobre la mesa. Cuando abro los ojos hay varias familias chinas comiendo y bebiendo. Han roto las sillas y todo está lleno de cubos de agua teñida de colores. Me tiran agua para despertarme, se ríen. Intento volver a la clase de entes, pero el libro me pesa tanto que no consigo avanzar.
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En el escaparate de una tienda leo "Ofertas en bagatelas". Pienso que la palabra bagatelas es muy bonita. El cartel está al ras de suelo y tengo que tumbarme en la acera para leerlo y para ver los pendientes y anillos de colores. Me llaman especialmente la atención unos colgantes con forma de hígado. Pienso que son exvotos de lujo. Una dependienta sale al verme tumbada en la acera y me pregunta si quiero algo. Le digo que a qué huelen las colonias. Las colonias son tres frascos con unas etiquetas antiguas que representan, cada una, a un rey mago en su camello. No se venden, son fondo de perfumería, dice.